Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
Michel
Foucault, con megáfono, y Jean-Paul Sartre, hablando con periodistas,
durante una manifestación, en 1972, frente a la fábrica de Renault en
protesta contra el asesinato de Pierre Overney. INAINA via Getty Images
En los últimos días de la Guerra Fría, la CIA
hizo algo más que controlar los movimientos de Gorbachov y observar el
paisaje cambiante del antiguo telón de acero. También tuvo a sueldo a un
grupo de espías que siguió de cerca a los principales filósofos
franceses y analizó su actividad intelectual. Su objetivo consistía en
evaluar las posibles consecuencias de su corpus teórico respecto a la
percepción de Estados Unidos en el viejo continente. Un informe firmado
en diciembre de 1985, desclasificado en 2011 y desenterrado ahora por la
revista Los Angeles Review of Books, revela que la CIA dedicó medios y personal a estudiar la obra de autores como Michel Foucault,Roland Barthes,Louis Althusser o Jacques Lacan, entre otros nombres de la corriente posestructuralista.
Este informe de 20 páginas, titulado Francia: defección de los intelectuales izquierdistas,
sostenía que los citados autores habían terminado por “repensar y
rechazar el pensamiento marxista”. Según la oficina parisiense de la
CIA, se abría así una nueva etapa marcada por “un espíritu de
antisovietismo”, lo que podía favorecer una mejor acogida de la política
exterior de Ronald Reagan en territorio francés. “Aunque las políticas
estadounidenses nunca son inmunes a la crítica en Francia, está claro
que es la Unión Soviética la que está a la defensiva. La notable
frialdad del presidente Mitterrand respecto a Moscú deriva, en parte, de
esta extendida actitud”, reza el informe. Para demostrarlo, la CIA se
apoyaba en un sondeo de 1985, que demostraba que solo el 27% de los
franceses tenía una opinión desfavorable de Estados Unidos. Tres años
atrás, los críticos sumaban el 51%.
No es secreto que la CIA tenía a la cultura en muy alta estima, al
considerarla un instrumento ideológico fundamental. Por ejemplo,
mantenía estrechos vínculos con el Congreso para la Libertad de la
Cultura, con sede en París y delegaciones en 35 países, que promovía
libros, exposiciones y conciertos para difundir el anticomunismo en
Europa y Latinoamérica. Por otra parte, la prestigiosa revista literaria
The Paris Review fue fundada en 1953 como tapadera a las
actividades como espía de su director, Peter Matthiessen, según confesó
antes de su muerte en 2014. Para la CIA, la capital francesa constituía,
en ese sentido, un punto estratégico. “Los intelectuales importan en
Francia, probablemente más que en la mayoría de democracias
occidentales. Tradicionalmente han jugado un papel clave para defender
las políticas de distintos partidos”, apunta el informe.
André Glucksmann (izquierda) y Jean-Paul Sartre, en el Palacio del Elíseo en junio de 1979.PIERRE GUILLAUDAFP
Los autores del estudio recuerdan que, hasta el primer tercio del
siglo pasado, existió un equilibrio ideológico entre los intelectuales
franceses. Apuntan que hubo un Tocqueville por cada Jaurès. Es decir, un
conservador ilustrado por cada izquierdista empecinado. “Esa paridad se
evaporó durante la guerra”, lamenta el informe. El conservadurismo
francés quedó vinculado a Vichy. Y la izquierda, en cambio, a la lucha
contra el fascismo, lo que explicaría, según la CIA, su atractivo entre
los intelectuales.
Sin embargo, la agencia considera que, a partir de Mayo de 68, se
produce un cambio de paradigma. De entrada, a través de la emergencia de
los llamados Nuevos Filósofos, como André Glucksmann y Bernard-Henri
Lévy, una nueva generación desencantada con la aventura marxista que
deja de hacer la vista gorda respecto a su deriva totalitaria y adopta
posturas menos críticas con Estados Unidos. “Han compensado su prosa
abstrusa convirtiéndose en personajes mediáticos que defienden sus
opiniones en programas de radio y televisión largos e intelectualizados,
que los franceses veneran”, reza el informe. La CIA califica a esos
jóvenes pensadores como “renegados que rechazan las enseñanzas de sus
antiguos maestros”. Es decir, Sartre, Derrida o Althusser, “la última camarilla de sabios comunistas, ahora bajo el fuego implacable de sus antiguos protegidos”.
El informe, de un incorregible optimismo, celebra la emergencia de
pensadores neutrales o incluso de derechas. Pero no cae en la cuenta de
que, mientras las teorías de Barthes y Foucault se extinguían en
Francia, también se empezaban a infiltrar en las universidades de EE UU.
Bajo el nombre genérico de French Theory, inspiraron la emergencia de
los estudios culturales y la llamada política identitaria, que propició
la creación de los estudios de género o la atención académica a minorías
como los afroamericanos. El canon tradicional de las humanidades quedó
fracturado para siempre. “Los intelectuales conservadores se quejaron, a
principios de los noventa, de que se enseñara el nihilismo francés a
sus hijos en los campus”, apunta François Cusset, profesor de
Civilización estadounidense en la Universidad de Nanterre, en un
artículo dedicado al informe en Le Monde.
El novelista Laurent Binet, que publicó recientemente La séptima función del lenguaje
(Seix Barral), donde ponía en escena a esa generación de filósofos en
torno al asesinato (ficticio) de Barthes, se admira ante la importancia
que la CIA otorgaba a esos pensadores. “Resulta halagadora la influencia
que les suponía. También es halagador para los franceses, a los que la
agencia ve como lectores asiduos de Foucault y compañía, lo que me
parece un poco exagerado”, afirma el escritor. “Y, por último, es
halagador para la propia CIA. Ignoraba que en su interior hubiera
especialistas capaces de leer y entender sus ideas y debates. En el
fondo, es tan divertido como revelador. Si la CIA se toma en serio el
mundo de las ideas, será que el mundo de las ideas todavía no ha
muerto”.
Pensadores vigilados
Michel Foucault. El informe de la CIA lo califica
como “el pensador más profundo e influyente” de su tiempo, conocido por
sus estudios sobre el poder, el derecho o la transgresión y sus teorías
sobre la biopolítica, o el impacto de la política sobre todos los
ámbitos de la vida. Louis Althusser. Estudió el concepto de ideología y
la renovación del marxismo tras el fin de la etapa estalinista. La
agencia destaca más bien su agitada biografía: el informe recuerda que
Althusser “estranguló a su mujer en 1980 y pasó cinco años en la
cárcel”. André Glucksmann. Junto a Bernard-Henri Lévy, fue el
jefe de filas de los Nuevos Filósofos, críticos con las derivas del
comunismo. El informe de la CIA considera que puede propiciar un clima
menos antiestadounidense en Francia. Glucksmann acabó convirtiéndose al
atlantismo y votando a Sarkozy. Jean-Paul Sartre. El gran pensa dor francés del
siglo XX ya había sido espiado por el FBI. El informe lo erige en
representante de la vieja intelectualidad marxista a la que una nueva
generación quiere dejar atrás. “En su última entrevista televisiva,
reconoció que el marxismo había sido un fracaso”, dice una nota a pie de
página.
........................................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario