martes, 13 de junio de 2017

Vas a necesitar una lupa, pero vale la pena

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13 Dic 2016

mercadolupa

Necesitas una lente de aumento de bolsillo (puedes encontrarla por poco más de euro en cualquier bazar) y algo de paciencia. La necesitarás para examinar con detalle los alimentos que se amontonan en las estanterías del supermercado. No tienes más que seguir estas sencillas indicaciones para poder comprar comida de mejor calidad, más sana y obtenida por métodos sostenibles. Estas son algunas de las cosas en las que deberías fijarte:
Los aditivos
Se reconocen porque tienen nombres enrevesados o la sigla E-seguida de un número. Sirven para colorear, espesar, prolongar la conservación y otras cosas. Un número elevado de aditivos es un punto negativo, pues indica un alimento de mala calidad que necesita “muletas químicas” para mantener un aspecto atrayente.
El número de ingredientes
En este caso, fíjate en los ingredientes que necesita la receta original y compáralos con el producto que tienes delante. Por ejemplo, el pan necesita tres: harina, sal y levadura. Un pan con diez o doce ingredientes debería hacernos desconfiar. Eso se aplica a todos los alimentos: demasiados ingredientes, un punto negativo.
El porcentaje de azúcar, sal y grasas saturadas
Ojo, no la cantidad de azúcar, sal y grasas saturadas que contiene “una porción” de unos pocos gramos, sino el contenido por cada 100 gramos de alimento. En este caso hay que usar el sentido común. Los dulces, bizcochos, pasteles y galletas tienen elevados porcentajes de azúcar (entre un 20 y un 40%), como es lógico y razonable. Lo que es inaceptable es que unos cereales de desayuno tengan un 55% de azúcar y un tomate frito un 10%. Lo mismo se puede decir de la sal. Por cierto, desconfía de los productos “al punto de sal”, suelen llevar más sal, no menos.
Algunos componentes que no deberían estar
El ejemplo número uno es el aceite de palma. Infinidad de productos alimenticios lo contienen, porque da una textura grasientilla y gustosilla a la comida. Eso quiere decir que todo sabe igual, perdemos paladar a marchas forzadas. Otro día hablamos de las consecuencias en Indonesia de la explotación de este aceite: deforestación y cosas peores (aunque mucho aceite de palma se usa en la UE no para comida, sino para fabricar biocombustibles). Otro clásico es la presencia de “grasas vegetales”, así en general, que suele esconder aceites no buenos para la salud.
Distancia
Nuevamente hay que usar el sentido común: un paquete de garbanzos procedente de México es un buen producto, pero comprar fruta (muy cara) traída en avión desde el sur de Chile parece una exageración. Reducir el el número de kilómetros que viaja tu comida es una buena idea.
Empaquetado
Sigue la regla de oro: caja aparatosa, llamativa y colorida suele equivaler a mal producto. Los alimentos metidos en varios envases superpuestos deben ser rechazados (y también son más caros). Elige comida en envases discretos.
Apellidos
Los alimentos con apellidos son aquellos que no se limitan a decir “tomates”, sino que añaden “de nuestra huerta” o “de temporada”. Otros ejemplos: “naranjas de la cosecha familiar” “verduras en su justo punto de maduración, recogidas a mano en días soleados y bañados por una suave brisa”, “queso elaborado con ancestrales técnicas por maestros queseros”, etc. Las palabras “bio”, “eco”, natural”, etc. son indicadores infalibles de productos de mala calidad y dañinos para el planeta, a no ser que estén apoyadas por un marchamo oficial (ver abajo).
Marcas y marchamos
En principio, son puntos positivos para los productos. Por ejemplo, el logotipo de agricultura ecológica indica un alimento cultivado sin la ayuda de pesticidas tóxicos, un gran gran punto a su favor. Hay muchas otras: MSC (Marine Stewardship Council) indica pesca sostenible, Fair Trade / Comercio Justo indica condiciones ambientales y sociales de producción aceptables, Denominación de Origen controlada indica apoyo a sistemas tradicionales de cultivo y conservación del paisaje, etc. Aquí puedes ver una lista más completa.

Nota final: evidentemente, nadie tiene tiempo de examinar con detalle cada paquete de comida que echa al carrito, necesitarías varias horas para una compra mediana. Pero sí puedes ejercer el detectivismo alimentario de vez en cuando, sacar conclusiones, confirmar sospechas e ir poco a poco mejorando tu alimentación a la vez que alivias a tu bolsillo y ayudas a tu planeta.
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OTRA COSA: POR QUÉ SOY PROFESOR, de Javier Nix Calderón




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