jueves, 26 de octubre de 2017

La unidad es de quien la trabaja, de Guillem Martínez

Manuela Sancho · 27/8/2017
Muy acertado lo de dos gobiernos y dos policias, buen artículo.
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Siempre que hay un atentado se dan dos escuelas de cánticos a la unidad y a los valores democráticos, que vienen a esconder la ausencia de los mismos. Como antaño, parece que cuestionarse actuaciones policiales no es democrático. Guillem Martínez  Barcelona | 26 de Agosto de 2017 http://ctxt.es/es/20170823/Politica/14621/CTXT-Barcelona-atentados-unidad-policia-mossos-guillem-martinez.htm

Tras unas detenciones de posibles yihadistas en Holanda, un policía, interpelado en rueda de prensa sobre posibles nexos entre ese caso y los atentados de Catalunya --a partir de información vertida en la prensa española--, respondió con esta frase que debería enmarcarse en plata: “Lo que escribe la prensa española es para la prensa española”. ¿Qué ha escrito la prensa española al respecto y, como dice el poli holandés, para sí misma? Desde los atentados cat, la prensa española ha iniciado y madurado, al parecer, dos vías de investigación. Para sí misma. Se trata de, como siempre que hay atentado por aquí abajo, dos escuelas de cánticos a la unidad y a los valores democráticos, que vienen a esconder la ausencia de unidad y de valores democráticos. Vayamos por partes.
La escuela española ha vendido unidad para disimular una absoluta descoordinación entre cuerpos de seguridad, descoordinación sustentada conscientemente, además, en valores políticos e ideológicos.
Se ha sabido que los Mossos carecían de información sobre el pack terrorismo. No tenían acceso a la información de Interpol y de Europol. Pero tampoco tenían acceso a la información interna del negociado terrorismo. La tienen vetada por una contradicción estructural, pero también por mitos ideológicos. Me explico. Contradicción estructural. Los Mossos, como cualquier otra policía autonómica, son poli, pero menos. No está reconocida ni tabulada por los organismos policiales internacionales. Los Mossos son así una metáfora del sistema autonómico español, del que durante más de 30 años se dio la matraca de que era el más federalizante de Europa. No lo es. O sí. Es decir, vete a saber lo que significa federalizante, esa palabra que no existe. No significa, desde luego, federal o descentralizado. España es un Estado unitario con descentralizaciones autonómicas que no son Estados, y que no tienen, por ejemplo, y entre otros objetos no reales, policías reales. Aquí no existe, vamos, una organización policial, como en los USA, donde la policía local, la estatal y la federal saben sus competencias y ubicación. Existe en su lugar conflicto y un ruido --federalizante, por dar utilidad a esa palabra-- continuo. Hay una parte de la descoordinación policial que es, por tanto, pura crisis de Régimen, el reflejo de algo que, desprovisto del valor de las palabras con las que se camuflaba, no existe.
Contradicción vía mitos ideológicos. El Estado tiene reparos en perder un monopolio de la seguridad, hoy más mítico que real. Ha argumentado que los Mossos no son fiables, en tanto se están independizando encima. La anterior cúpula de Interior de la Gene --fue destituida hace semanas--, por ejemplo, provenía de la época Maragall. Eran unos profesionales, con una idea de seguridad democrática que, de hecho, paralizó, en esta legislatura, la represión policial, llamativa, dura, no-democrática, sobre la sociedad, iniciada a lo bestia en 2012. Un ministro de Interior debía de saber, por ejemplo, que esa cúpula no se complicaría la vida con el Procés, pasar del mito y compartir información. No se hizo. Sí, recientemente se ha cambiado la cúpula. A algunos responsables de Interior se les ha visto fotografiados en actos de conmemoración del asesinato de los hermanos Badía --héroes policiales y fascistas locales, que la CNT de los treinta  mató expeditivamente; el anarquismo parece ser, aún hoy, el gran mito de la derecha cat--, y toda la nueva cúpula, en su totalidad, ha anunciado que los Mossos participarán en el referéndum --aún sin convocar, por cierto--.
Pero un ministro de Interior debería saber, vía sindicatos, que esa participación es poco verosímil. O, incluso, si lo fuera y hubiera en Cat un proceso real de autodeterminación, ¿qué tiene que ver eso con compartir información sobre terrorismo? ¿Es una penalización? Un territorio con un conflicto territorial, ¿está penalizado con atentados por ello? Las políticas antiterroristas, la joya de la corona y el gran elemento electoral de los gobiernos centrales ¿no pueden ser compartidas precisamente por ello?
Ha trascendido, en ese sentido, un hecho sumamente inquietante. En 2015, durante una investigación yihadista de los Mossos, la Policía informó a la célula yihadista en cuestión de que estaba siendo informada.
Paralelamente a estas labores de información, se han realizado labores de desinformación. Medios ultracentristas han informado de que Jaume Asens, tinent d’alcalde de BCN, defendió a un yihadista --que, por cierto, finalmente fue exonerado de sus cargos--. Y, al parecer, fuentes policiales han intoxicado a periodistas, defendiendo que servicios secretos USA informaron al Estado de la posibilidad de un atentado en julio.
Los llamamientos a la unidad del Gobierno central, y de su entorno mediático, han venido también a camuflar otro hecho. La fatídica comunicación del Gobierno central, que al poco de los atentados hizo un gabinete de crisis en BCN en el que no había ninguna presencia de BCN. El ministro del ramo anunció, como es tradicional, la desarticulación del comando antes de la desarticulación del comando, y los miembros de la cúpula de Interior, como el director del CITCO, hablaron a cámara como unas personas próximas a la incapacidad profesional.
Finalmente, los cantos a la unidad y a la efectividad han venido a esconder otra cosa. Lo de siempre. Cambios legislativos anunciados por Rajoy. Es decir, mayor control policial sobre la sociedad. Ah, una cosa divertida --por llamarlo de alguna manera--, y una metáfora de lo que es la unidad tras un atentado. Los trabajadores de seguridad del aeropuerto, subcontratados, aplazaron su huelga después del atentado. Por la unidad. Unos días después, han empezado a despedirlos.
La escuela catalana también pisa fuerte. Su comunicación es buena. Sobre todo, al inicio de la crisis, cuando la información fue centralizada y sólo se facilitaron datos del primer atentado corroborados. Otro éxito comunicativo ha sido la presencia del major de los Mossos, un tipo equilibrado y que no habla con faltas ortográficas. Pero también en esta escuela la presión por la unidad ha sido apabullante. Y, por lo mismo, dotada de objetivos.
El primero era alejar a los Mossos de la crítica y la opinión ciudadana. En cuestión de horas, el Parlament les dio una medalla y, desde el inicio de la crisis, los medios más proclives a reírle las gracias al Govern defendieron la perfección de la actuación policial. Sobre esa perfección se ha elaborado un discurso esencialista, según el cual los Mossos, a pesar de no tener información compartida, poseen una superioridad innata respeto a los otros cuerpos de seguridad del Estado. Que responde, digo yo, a su vez, a otras superioridades innatas.
Hay datos para pensar que los Mossos no actuaron como la Patrulla X. Rechazaron la interpretación de que la explosión de Alcanar fuera un indicio terrorista. A la juez que fue al sitio de los hechos, y que dejó ir que todo apuntaba hacia un acto vinculado al terrorismo, se le dijo “No será para tanto, señoría”. Sindicatos de Policía y Guardia Civil han explicado que los Mossos no comunicaron la explosión a la inteligencia terrorista, y que impidieron a los Tedax inspeccionar el lugar. Finalmente, el símil de los Tedax de los Mossos inspeccionó el sitio a las 10.00 del día siguiente. No se pidió información tampoco sobre ninguna identidad. Pero aquí cabe la duda de suponer que tampoco se la hubieran dado. Un solo Mosso --es decir, que los otros no lo vieron conveniente-- mató a cuatro terroristas. Es mucho, posiblemente, para una sola persona. No se sabe si fue iniciativa personal o si recibía órdenes de sus superiores de no hacer prisioneros. La Gene explicó que todas esas muertes las hizo una mujer, que en la prensa pasó a denominarse “La heroína de Cambrils”. En otros medios se afirma que era un hombre, formado en la Legión, lo que implicaría otra lectura, menos noucentista, del asunto. En otra cultura --no sé, los USA--, hubiera tenido consecuencias sociales el vídeo en el que se ve la muerte de uno de ellos, aparentemente desproporcionada. Hay dudas sobre si la muerte del último terrorista --también con un cinturón de explosivos falso, pero en un escenario no urbano, es decir, menos peligroso en caso de explosión-- pudo ser evitable, o fue un exceso de algo que no es celo. Por otra parte, el juez Andreu, que lleva la investigación del caso, ha retirado a los Mossos del rol de policía jurídica, aduciendo que no compartían información. Vete a saber.
La comunicación de los Mossos, que tras el primer atentado fue perdiendo calidad informativa, ha creado un hit inquietante. La alocución “abatido”, para decir “muerto por disparos de la policía”. Generalmente, esas depuraciones del lenguaje van acompañadas de otras depuraciones políticas y legislativas. La capacidad para crear léxico en plena crisis terrorista apunta las posibilidades del género. Muchas y no cuestionadas, no sea que la unidad esa se ponga pocha.
En conjunto, ha resultado llamativa la defensa de la actuación violenta de los Mossos, y la omisión, en Govern y su proyección en medios afines, de momentos de ambigüedad en el desarrollo de la investigaciones posteriores a Alcanar. En ese sentido, ha resultado sorprendente la amnesia del pasado reciente de los Mossos --violento, desde el 15M hasta el inicio de esta legislatura, una coordenada importante en la política catalana--, así como la defensa a ultranza de ese cuerpo y de sus hazañas armadas, que antaño, en Catalunya, sólo emitía la ultraderecha y con otro cuerpo, la Guardia Civil. Parece que, como antaño, cuestionarse actuaciones policiales no es democrático.
En el día de hoy, sábado 26 de agosto, en Barcelona se celebrará una manifestación contra los atentados. Y, claro, por la unidad. Que son dos y en torno a dos Gobiernos. Vamos, que parece que no es ciudadana. Por presión de CUP, y porque CUP comparte iconografía de parte de la nueva izquierda, al parecer los reyes y el pack políticos irán en segundo fondo. Suponiendo que eso exista cuando un jefe de Estado va a una manifestación. En primer término, abriendo la marcha, irán miembros de emergencias, comerciantes y Mossos. Es previsible que la mani sea una lucha iconográfica entre dos nacionalismos que utilizan sus policías --dos policías politizadas y con tendencias inquietantes-- para enfrentarse. No entiendo esas manifestaciones. Nunca fui a ninguna, durante los glory days de ETA. No tengo ninguna razón para ir a esta. Ustedes mismos.

Autor. Guillem Martínez autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo) 

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