La mayoría de la oferta de habitaciones de alquiler está repartida entre Madrid, Barcelona y València, donde los jóvenes tienen que asumir precios abusivos o recurrir a la solidaridad de las redes sociales.
Imagen de archivo de una manifestación por el derecho a la vivienda.
Se acerca septiembre y muchos jóvenes siguen buscando un techo bajo el que vivir durante el curso académico. En un momento en el que los precios del alquiler llegan a ser inasumibles, son muchas las personas que tienen que sacrificar su verano. "Estoy trabajando ahora para pagar el piso a partir de septiembre", confiesa a Público María Caeiro, de 23 años, que busca una habitación en València para septiembre.
Una situación muy parecida a la que está viviendo Nayra, de 23 años, en Barcelona, donde no encuentra ningún piso por un precio asequible. Como alternativa, ha tenido que recurrir a la búsqueda de habitaciones en pisos compartidos, aunque cree que "nadie vive en pisos de siete habitaciones por elección".
El informe del pasado enero del Consejo de la Juventud confirma las sospechas de la joven ya que, según éste, el 87% de la juventud emancipada se ve obligada a compartir piso para dividir los gastos, una tendencia que hace que los jóvenes tengan que alquilar habitaciones en vez de pisos completos.
Sin embargo, es en Madrid, Barcelona y València, donde la oferta y los precios de habitaciones se ha disparado en el último año. Así lo revela un informe del portal inmobiliario Idealista, que asegura que la mayoría de la oferta de habitaciones de alquiler en todo el país está repartida entre Madrid (21%), Barcelona (15%) y València (9%).
Pagar mucho por muy poco
Ana Rodríguez tiene 23 años y éste es el quinto buscando un piso en la capital, donde el precio medio por habitación alcanza los 560 euros, según Idealista. "Estoy desesperada, me da igual la zona y todo, solo quiero un piso", expresa la joven a Público.
Rodríguez no está dispuesta a pagar ese precio. Afirma que si no encuentra nada por menos de 450, tendrá que dejar el trabajo y volver a casa de sus padres en Asturias. La joven cuenta que por ese precio solo le han ofrecido un "subsotano con una ventana a un patio interior". Una situación que se ha generalizado entre los jóvenes porque "hay mucha gente dispuesta a pagar por un zulo y los propietarios se aprovechan de que acepten cualquier cosa", según la joven.
Todavía es más complicado para María González, de 26 años, que busca un piso en Madrid para vivir con su pareja mientras estudia y trabaja. Ella no ha encontrado ningún piso "decente" por menos de 1.500 euros (750 entre los dos), y asume que "hay mucha gente que solo quiere alquilar por habitación porque así sacan muchísimo más dinero". Pero aún así, a González le indigna la situación porque "se trata de un bien de primera necesidad" que le obligaría a destinar "casi todo" su salario a la vivienda "por pura supervivencia".
Sin embargo, Madrid no es una excepción. El último informe del Observatorio de Vivienda de la Universitat Politècnica de València revela que el precio medio del alquiler en la ciudad ha aumentado un 74% en cinco años. Según este documento, el precio ahora es de 1633 euros, frente a los 938 de principios de 2019. Algo que se traduce en un incremento que también asumen los estudiantes porque, tomando estos precios como referencia, cada joven pagaría de media unos 408 euros por una habitación en un piso para cuatro.
A València tiene previsto llegar María Caeiro si encuentra una habitación, porque lamenta que la búsqueda "está siendo muy difícil". La joven no encuentra nada que se adapte a sus condiciones al no poder sobrepasar el precio que pagaba en Santiago de Compostela, donde su alquiler era de 250 euros. Pero en València todo ronda los 350, más gastos, por habitaciones en las que "si te pones en el centro, tocas las paredes con ambas manos", según cuenta la joven a Público.
En Barcelona, la segunda ciudad con mayor oferta de habitaciones, el precio medio por una es de 600 euros, según el portal Idealista. Con estos precios como referencia, Nayra, de 23 años, ha tenido que subir su presupuesto inicial, aunque no pueda permitirse más, "sabiendo que la situación está mal".
Las habitaciones que ha visto en la capital catalana superan el precio medio "llegando a los 850 y 900", según la joven. Sin embargo, por muchos filtros que pone en las webs, Nayra no encuentra nada que se ajuste a su presupuesto. "No me puedo permitir más, viviría muy limitada". Llegados a este punto, la joven asegura que le "da igual todo” porque lo único que quiere es "una cama y una ventana en Barcelona".
Una situación que se parece a la de Aniol Marcet, también de Barcelona, que "deja de mirar" cuando el precio supera los 500 euros. Y, aunque se muestra optimista, asume que si no encuentra nada para septiembre, tendrá que viajar "tres horas diarias en tren" para llegar a la universidad.
Propietarios más "exquisitos"
Ahora bien, el precio de las habitaciones no es el único inconveniente porque el hecho de ser estudiantes ya supone un factor de exclusión para muchos caseros.
En Barcelona, Nayra llamó a un número de teléfono por el anuncio de una habitación en la que estaba interesada, pero nunca recibió respuesta a pesar de haber acordado que estaba conforme a través de mensajes. "En cuanto digo que soy estudiante me dejan de contestar", expresa la joven a Público.
Pero los caseros de Barcelona no son los únicos que discriminan a estudiantes. "No quieren estudiantes ni gente que teletrabaje", asegura Ana Rodríguez, después de que su antigua arrendadora la invitara a abandonar su habitación en Madrid porque "era estudiante y trabajaba". No obstante, ella sospecha que quería subir el precio del alquiler porque "sabe que las familias pagan más".
Además de identitario, el obstáculo sigue siendo económico porque, inmobiliarias y propietarios, exigen el cobro de fianzas y reservas por adelantado, llegando a suponer un pago inmediato de hasta tres mensualidades. "Alguna vez he tenido que pedir a mi abuelo que sea mi aval", confiesa María González. Además, cuenta que ha encontrado inmobiliarias que siguen cobrando honorarios "con otro nombre", a pesar de estar prohibido en la última ley de vivienda aprobada a finales de 2023. Pero la joven admite que en muchos casos estos pagos son obligatorios para "competir con 30 personas por zulos de 1000 euros".
Solidaridad en redes sociales para encontrar techo
Jacobo de Santiago, de 26 años, encontró su piso en València gracias a un Titkok en el que resaltaba las características por las que era "el compañero de piso ideal". Entonces, sus redes sociales se llenaron de gente que no tenía un sitio en el que quedarse y le pidieron "más iniciativas como estas", según cuenta de Santiago en conversación con Público.
En ese momento, el joven "devolvió el favor a su comunidad" creando un excel público en el que sus seguidores intercambiasen información sobre habitaciones y pisos disponibles. "Es la única plataforma por la que nadie se lucra de buscar piso", comenta a este diario. Luego él los ha compartido en publicaciones de Instagram a través de una sección que llamó lunes de piso. "Estoy muy orgulloso de lo que hemos logrado porque mucha gente ha encontrado piso gracias a esto", confiesa a Público.
Maria Caeiro es una de las seguidoras que ha recurrido a la iniciativa del joven para encontrar piso. "He estado dos semanas rebuscando en el excel, hay mucha gente, y me pareció útil", expresa la estudiante.
Sin embargo, de Santiago lamenta que algunas inmobiliarias hayan tratado de aprovecharse del foro poniendo pisos que tenían en alquiler. Un movimiento que los usuarios rechazaron por completo, vetando su acceso al excel para asegurar el desarrollo de la comunidad.
En Madrid, la falta de confianza hacia inmobiliarias y portales online, también ha llevado a María González a recurrir a la solidaridad de su comunidad en redes sociales. "Mi ambiente es muy solidario y no me mandan pisos de especuladores, así que son los que más estoy barajando", explica a Público.
Con los tiempos que corren, toda imaginación para encontrar un piso es poca. "He pensado en pegar carteles por los barrios, como se hacía antiguamente", confiesa González.
Los jóvenes con los que ha contactado este diario se sienten "muy frustrados" con un mercado que les impide acceder a un derecho fundamental, necesario para desarrollar sus proyectos vitales. Ya sea, a través de un foro público online o de seguidores desconocidos, admiten que no queda otra alternativa más que adaptarse para encontrar un techo de cara al próximo curso. "Al final, me tendré que adaptar y pagar más por una habitación medianamente digna", concluía Caeiro.
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