http://www.eldiario.es/andalucia/desdeelsur/Espana-prosopopeya-politica_6_601999814.html
 
    
Me pasó como a Pierre Bourdieu en una de sus 
memorables clases en el Collége de France, hace de esto muchos años. 
Encontró, mientras educaba con sus inmensas reflexiones sobre el Estado,
 la definición de prosopopeya. Utilizaré la del diccionario de la RAE: 
figura retórica que consiste en atribuir a seres inanimados o 
abstractos  características o cualidades propias de seres animados.  
Ahí me quedo, aunque no me resisto, al hablar de seres inanimados, a 
recordar a Ortega y su España invertebrada, es decir, reptil. Se refería
 Bourdieu a esa especie de sortilegio evocatorio tan común: el 
Parlamento dice, el pueblo dice, España ... Un referente imaginario en 
cuyo nombre hablan, según palabras del citado maestro. A algunos les 
habla España, privilegiados que son; otros hablan en nombre de España. 
Pura prosopopeya política.
Fernández , el líder gestor del socialismo español, ha 
aturdido con su prosa los cimientos de la menesterosa dirigencia del 
partido centenario. Ha  hablado y mucho de lealtades, será porque no las
 hay, pero sobre todo  ha discurrido de manera prosopopéyica de su 
lealtad a España. El PSOE, Fernandez dixit, se ha abstenido por lealtad a
 España y, además, nos ha iluminado el camino: la agenda del socialismo 
debe ser la agenda de España. La misma lealtad que exhibe y ofrece 
Rajoy, como don, a todos nosotros, para seguir iluminando su firme mando
 sobre los destinos de su España,que debe ser la misma que la de 
Fernández.
Volviendo a Bourdieu, Fernández, en una 
organización ayuna de líderes, ha actuado como profeta, es decir, el que
 le dice al grupo lo mejor de ellos mismos, el que les dicta, en 
realidad, la moral colectiva, lo cual remite, sigo con don Pierre, a la 
hipocresía piadosa. Todo para justificar y justificarse. Pero, ¿qué 
España? Y, ¿dónde  quedan las Españas de los doceañistas de Cádiz?, de 
la que se siente deudora la izquierda, un canto al pluralismo 
territorial, a las Españas distintas que compiten  en un batalla agónica
 desde siglos. ¿Qué nos proponen con su moderación editorializada por 
los amigos? Una alternativa difusa, turnante, dos maneras de ver 
parecidas una misma conservadora realidad. No las Españas gozosamente 
posibles,  sino la jibarización de España, gestionada entre dos, en 
manos de plutócratas, apropiadores indebidos de la España común  y 
diversa, la única de todos.
La prosopopeya socialista
 ocurre en unos días muy señalados. Ni con el informe del Consejo de 
Estado el poder cede. No son suficientes trece años de maltrato e 
ignominia a los familiares de 62 honestos servidores de la patria. Nadie
 se hace responsable en esta España de estos años de humillación, no ya a
 las familias, sino a un razonable estado de derecho y obligaciones. 
Rajoy nombró embajadores, ascendió a sus congéneres, premió, indultó a 
reos de conductas indecentes.
Es inevitable no recordar a Arturo Barea, y la segunda parte de  La forja de un rebelde: la ruta;
 donde describe el increíble entramado de corrupciones del ejército 
español en Marruecos. Poco parece haber cambiado esta España. Mientras 
discutía acalorado sobre la indecencia de este caso, un querido amigo 
militar, me narraba por máquina la indignación entre  la oficialidad 
militar de todos los cuerpos contra la indigna actitud Trillo, del 
embajador de España ante su Graciosa Majestad.
En 
estos mismos días, el Tribunal de Cuentas se ha negado a fiscalizar los 
números públicos de la Iglesia Católica. Organización, no sólo defendida
 por el bipartito cristero, sino  regalada por el poder, desde los 
Acuerdos con la Santa Sede, hasta los beneficios otorgados por el 
gobierno  de Zapatero y su socialismo vaticano. Hoy, la Unión Europea, 
nos pone colorados, incluida España, por sus privilegios fiscales y el 
medieval derecho  de la Iglesia de inmatriculación de bienes inmuebles, 
rechazado en una Europa a la que pertenece España.
En
 estos mismos días, la más alta representación de España en sus 
relaciones exteriores, el rey, está en Arabia saudí , madre de 
wahabismo, la madre de toda  violencia terrorista en el mundo musulmán. 
Este país, en el que no se respetan los derechos humanos, va a proceder a
 la ejecución mediante crucifixión de varios activistas por el solo 
hecho de ejercer sus derechos, como cualquier demócrata podría hacer en 
Europa.
El rey, mudo, va como rey taumaturgo, a hacer
 milagros en forma de contratos. Un sindicalista gaditano, si de 
Astilleros, qué tiempos, se refería a "su majestad" como la esperanza de
 nuevos contratos para la decrépita industria naviera andaluza. El rey 
va en nombre  de España, de esa España emparentada con esa Arabia Saudí,
 con barcos pero sin honra. Va el titular que ejerce el mando supremo de
 las Fuerzas Armadas, la Constitución dixit, que también dice que es 
irresponsable: un irresponsable al mando de las Fuerzas Armadas, algo a 
pensar en la espero pronta reforma de la Constitución.
De qué España nos hablan, entonces. Hay otra, la de los preferentistas,
 los precarios y temporales, de los parados, desahuciados, víctimas de 
los abusos bancarios o de las energéticas, o de los grupos mediáticos 
convertidos en colaboradores necesarios del gran latrocinio del poder. 
Hay una España que habla, ejecuta y domina y otra a la que no se le 
escucha, sufre  y encima se la maltrata. La democracia de partidos, 
virtud constitucional, consiste en la diferenciación de las opciones, no
 en la disolución de los mensajes para conservar así, eternas relaciones
 de dominación económica y territorial del estado. El PSOE debe 
definirse y explicar claro cuál es su España.
 
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