Yayo Herrero 9/11/2024
Samuel Romero Aporta (Madrid, 1987) es ingeniero de caminos, miembro de Ecologistas en Acción y vecino de Aldaia, una de las localidades valencianas más afectadas por la DANA del 29 de octubre. En esta entrevista explica que tanto la Generalitat como el Gobierno han actuado de manera negligente y con una lentitud exasperante, pensando más en cuestiones partidistas y en la batalla por el discurso que en la seguridad de la población. Al contrario, destaca que está siendo la clase trabajadora la que “se ha arremangado para ayudar, barrer, sacar barro, traer comida, dejar sus trabajos y volcarse con lo que fuera necesario. Es la evidencia de cómo el sistema político y social está muy alejado de la realidad”.
¿Cómo recuerda el día? ¿Qué información recibieron y en qué medida estaban preparados?
La realidad es que el shock vivido hace que quede algo nublado el recuerdo del día. Quedan, más bien, sensaciones y emociones algo enmarañadas y que combinan ansiedad, rabia, tristeza e incertidumbre. No recibimos absolutamente ninguna alerta. Porque una alerta debe ponerte en sobre aviso sobre algún peligro o emergencia y, por tanto, alerta no recibimos ninguna. El historial de alertas que he podido consultar constata que la primera de ellas llegó a las 20:12. A esa hora ya había pueblos anegados de agua, personas ahogadas, casas destrozadas. Cuando sonó la primera supuesta alerta, Aldaia ya se estaba inundando.
La información que vamos conociendo sobre lo que sucedió durante las horas previas al comienzo de la catástrofe, la ineptitud en la gestión de la información y la absoluta lentitud en asimilar lo que sucedía y dar una respuesta representa a la perfección la consideración de cierta clase política y del sistema económico y político sobre la realidad del cambio climático. Su nivel de desprecio hacia las unánimes alertas del contexto científico sobre los efectos del cambio climático y la gravedad del escenario ecológico y social se reflejó en la lentitud pasmosa con la que abordaron esta catástrofe.
¿Dónde estaba cuando empezó la riada y cómo es esa experiencia hasta que llega el agua?
Afortunadamente mi pareja y yo estábamos en casa con nuestro hijo y nuestra hija de 3 años y 4 meses respectivamente. Estábamos acabando de preparar la cena cuando vimos circular por una calle enfrente de nuestra ventana coches en dirección contraria. Después de los coches, llegó la primera oleada de agua y barro y, detrás de esa, la corriente de un río que arrasaba todo a su paso. Fue una noche aterradora. Conseguimos dormir a nuestro hijo e hija y escuchábamos gritos, golpes de coches contra casas y locales y el ruido ensordecedor del agua arrastrando todo a su paso. Ese ruido no se olvida. Era la viva imagen de la respuesta de la naturaleza ante el destrozo que le estamos causando como especie.
¿Qué juicio le merece el papel que han jugado las administraciones locales y autonómicas?
La respuesta local se ve desbordada. Los municipios afectados no tienen capacidad de respuesta ante esta catástrofe y dedican un esfuerzo gigantesco, a día de hoy, a intentar coordinar la ayuda que llega y dar respuesta a las necesidades más básicas de su población.
La respuesta autonómica adolece de criterio, de rigor y de honestidad desde el primer minuto. Está contaminada de la mentira, la ignorancia sobre la gestión de esta catástrofe y la batalla política. Hay tres cuestiones. Una, la falta de preaviso sobre la emergencia, pese a los avisos de AEMET y de los municipios donde estaba lloviendo de manera torrencial; dos, el primer nivel de respuesta centrado exclusivamente en buscar culpables y dar traslado al plano político entre el Estado y la Generalitat, y tres, la falta de movilización de recursos y petición de ayuda ante un escenario que desbordaba su probada baja capacidad y la ausencia de respuesta ante escenarios muy críticos en los días posteriores. No hay alternativa habitacional, ni recursos sanitarios ni recursos educativos. Es indignante que, diez días después, aún no sepamos a qué centro educativo podrán ir nuestros hijos e hijas después de que su colegio público haya quedado destrozado. No puedo llegar a entender qué otra prioridad tenía la Conselleria de Educación en estos diez días.
¿Qué le parece la actuación del Gobierno central?
El Estado central ha jugado otro papel deplorable. De nuevo la batalla por el discurso político lo copaba todo. Si bien es cierto que el nivel de emergencia debe decretarlo la propia Comunitat Valenciana para que el Estado tome el control, el Gobierno tiene mecanismos suficientes para haber abordado este escenario sin el absurdo juego político en un contexto en el que cada minuto puede ser clave para rescatar vidas. Otra vez se ha demostrado un absoluto distanciamiento entre las instituciones y la realidad. El plano institucional sigue copado por la batalla partidista, que no política, mientras la vida de la gente colapsa.
El colapso de nuestros ecosistemas y de la vida tal y como la concebimos nos sigue dando golpes mortales. Mientras, el plano institucional mira hacia otro lado preocupado por la respuesta mediática y el hundimiento del rival político. No estoy haciendo un discurso antipolítico, ni mucho menos. Creo firmemente en la política como herramienta para cambiar y mejorar vidas. Pero con este sistema económico, social y político, la única respuesta posible si queremos cambiar nuestras vidas es la toma de conciencia colectiva.
¿Cómo se siente la gente? ¿Confusión, dolor, miedo, enfado…?
El sentir general es de tristeza, angustia y cansancio. Son ya muchos días lidiando con el fango, tirando recuerdos y bienes de primera necesidad a una montaña de barro donde todo se despersonaliza. Donde todo recuerdo pierde identidad y pasa al olvido. Y, por supuesto, hay una sensación de hartazgo y de enfado muy extendida que puede ser muy positiva para reivindicarse frente a un sistema que no da respuesta real a las necesidades de la gente, pero puede ser muy peligrosa si se conduce, en un escenario de shock, hacia posturas fascistas y de orden vertical.
La normalidad, concebida como recuperar la vida anterior al 29 de octubre, se antoja muy lejana. Y eso es un peligro porque puede llegar a normalizarse la miseria, el barro, el ruido constante; el hecho de limitar el día a la búsqueda de subsistencia puede mermar nuestra capacidad como personas de disfrutar de nuestro tiempo libre.
El nivel de respuesta ante esta catástrofe ha sido caótico. Y centralizar la respuesta en ayudas ínfimas para recomponer casas, locales, negocios, calles, plazas y parques delega la capacidad de recomposición en el poder adquisitivo. El fascismo ha demostrado cómo se alinea con el neoliberalismo más atroz ante situaciones de crisis y shock. Deberíamos empezar a pensar en cómo articular este escenario para que sirva de guía hacia vidas no como las que teníamos, sino mejores.
¿Con quién hay que enfadarse?
Con quienes difunden el negacionismo climático, en primer lugar. Esa postura te lleva a desoír las alertas meteorológicas o cualquier otra que lance la ciencia. Ignorar a la ciencia es mortal y los dirigentes políticos y la élite económica lleva décadas ignorándola porque lo que les cuenta no les gusta o simplemente se dedican a buscar alternativas dentro de un sistema que ya no funciona. Y, por supuesto, con todas las instituciones públicas desde el Estado hasta la Generalitat Valenciana por la nefasta gestión de la catástrofe. En mi caso particular, creo que una buena ración de enfado y odio se la debe llevar la ultraderecha por el lanzamiento constante de bulos y odio, y la búsqueda de la confrontación en medio del caos.
¿Qué habría que hacer en contextos y territorios en los que estos fenómenos siempre han existido y serán más frecuentes?
La respuesta ha de ser global. Porque el motivo principal que ha causado este escenario es el cambio climático y, en el caso de Valencia, la conjugación de la alteración de la corriente Atlántica con un Mediterráneo excesivamente caliente. A nivel local y regional deben articularse, a mi modo de ver tres planos de respuesta:
- Plano de emergencia climática: con procedimientos escrupulosos de aviso y actualizados al nivel de incidencia actual.
- Plano de reestructuración de ecorregiones: vinculando ciudades, pueblos y terreno natural para poder ofrecer una respuesta que conjugue las necesidades básicas de los municipios, la protección de ecosistemas y la propia protección natural ante estas catástrofes. La urbanización masiva y la construcción masiva de autopistas solo ha agravado más el problema.
- Plano de respuesta social: lamentablemente estos escenarios se repetirán y debe estar muy bien articulada y preparada la respuesta educativa, sanitaria, habitacional, etc. ante este tipo de situaciones porque no se puede delegar en la buena voluntad de las gentes.
Sobre la autoorganización, la ayuda mutua... ¿la gente por debajo es capaz de colaborar en una situación de catástrofe sin preguntarse por la ideología política, la existencia o no del cambio climático o la procedencia?
La respuesta autoorganizada del pueblo es la mejor de las noticias en medio de tanto destrozo. Es un haz de luz sobre la capacidad del pueblo, como clase social, de sobreponerse y arroparse. La ideología política, lamentablemente en las décadas que vivimos, se mueve por una suerte de modas en función de la batalla cultural y mediática y del difícil equilibrio que el capitalismo juega con nuestras vidas. Pero hay algo que no cambia: la clase social. Es la clase trabajadora la que se ha arremangado para ayudar, barrer, sacar barro, traer comida, dejar sus trabajos y volcarse con lo que fuera necesario. Creo que es la evidencia de cómo el sistema político y social está muy alejado de la realidad.
¿Quieres añadir algo a la luz de tu experiencia y que no te haya comentado?
Sobre las necesidades actuales. El nivel de respuesta ante donaciones de primera necesidad: agua, leche, alimentos, productos de limpieza, palas, rastrillos, etc. ha sido asombroso. Hay centros de recogida y donación que están sobrepasados ante el aluvión que se recibe a diario. Sin embargo, las necesidades cambian día a día, y, en la fase de reconstrucción de casas, locales y negocios, muchas familias necesitarán material de obra, equipos profesionalizados de construcción y reparación y personal técnico de asesoramiento y diseño de proyectos que las ayudas públicas no van a cubrir. Es imprescindible que la ayuda se vaya modulando, pero, sobre todo, que la ayuda institucional cubra cuantos gastos sean necesarios para recuperar todas las vidas de cada municipio y ponga en marcha los planes necesarios para frenar el avance de las consecuencias del cambio climático y la resiliencia de nuestras ciudades y pueblos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario