Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
«El integrismo de toda índole se retroalimenta y desde las posiciones de progreso no puede existir ni un atisbo de tolerancia», señala el periodista.
Este sábado, elDiario.es ha publicado un artículo de opinión titulado: «Una izquierda que ofrezca su cuello al cuchillo» firmado por el periodista Antonio Maestre.
En dicho artículo, Maestre recuerda al profesor decapitado en París por haber enseñado a sus estudiantes unas caricaturas de Mahoma en una clase en la que hablaban sobre libertad de expresión. Señala en referencia a esto que «el discurso yihadista y la extrema derecha operan con los mismos elementos de confrontación» y cita una afirmación de Moussa Bourebka, investigador del CIDOB en procesos de radicalización, en la que señala que comparten una visión del mundo en la que ambos funcionan como antagonistas: «La extrema derecha violenta sostiene, según una lectura huntingtoniana del mundo (la que dio lugar a la teoría del Choque de Civilizaciones), que Occidente está en guerra contra el Islam. Los yihadistas responden que, efectivamente, Occidente ha declarado la guerra a esta religión y que toca defenderse. Y ambos coinciden en presentar ambos bloques como homogéneos».
Maestre hace alusión también al artículo ‘La extinción de la zona gris’ que publicó el panfleto terrorista de propaganda Dabiq en el que consideraba a los islamófobos sus más firmes aliados al eliminar la zona de coexistencia pacífica en Occidente. En su opinión, eso les permitiría alistar a potenciales terroristas al verse rechazados y además considerar a todo musulmán integrado con normalidad en la vida occidental como un kafir (infiel) y potencial objetivo de sus ataques.
Su plan, según indica, «es provocar que se trate a los refugiados y musulmanes como terroristas» y de esta manera «la islamofobia se extienda para que sus postulados sean vistos como los más certeros en el mundo musulmán en Occidente». «La extrema derecha islamófoba y el integrismo yihadista como cómplices y aliados contra las democracias liberales e integradoras», subraya.
El periodista señala también que «los atentados islamófobos de la extrema derecha que consideran a cualquier musulmán parte del enemigo no difieren del yihadista que considera un kafir a todo aquel que no siga sus postulados fundamentalistas».
Según Maestre, la izquierda y el pensamiento progresista tienen que liderar la lucha contra el fanatismo religioso islamista, porque tienen el conocimiento y el compromiso entrenado de plantarle cara al fascismo. ya que ambos «son enemigos mortales de las democracias liberales y el respeto a la diversidad». Afirma que «por eso es preceptivo que desde la izquierda se confronte con la misma virulencia a ambos discursos. Una izquierda valiente que ofrezca su cuello desnudo al cuchillo del integrista», añade.
El periodista explica que la izquierda tiene que posicionarse frontalmente ante cualquier concreción del fundamentalismo religioso y de la intolerancia más extrema. «No puede existir ninguna sospecha de conmiseración ante un discurso de odio que considera a un profesor un enemigo del pueblo y llega hasta la barbarie para acallar su libertad», continua.
«Si la izquierda enarbola el antifascismo como bandera tiene que afrontar con el mismo compromiso su rechazo frontal al integrismo yihadista», señala, añadiendo que tiene que confrontar «cualquier discurso o comportamiento que, sin llegar a ser su excrecencia violenta, fomente la intolerancia y la violación de los derechos humanos».
«No basta con ser parte del dique que frene al fundamentalismo islamista, hay que ser vanguardia. No pasarán», zanja.
Cuando Joshua Meyrowitz publicó su ensayo No Sense of Place, en 1986, no podía saber el desarrollo que iba a conocer el medio predilecto de su análisis: la televisión. El objeto de su estudio era cómo los medios electrónicos estaban transformando nuestro comportamiento cotidiano. Y no emitía juicios: la tele no era ni mala ni buena. Al estar expuestos a ella, nos llegaba de todo, lo que nos convertía en «cazadores recolectores de la era de la información».
Lo que veíamos en ella podía cambiar (y de hecho lo hacía) los roles sociales: era un igualador cultural (a su juicio la tele y la radio daban acceso a un conocimiento y una información que antes eran inaccesibles para las capas más bajas de la sociedad); podía, asimismo, convertir a los niños en adultos y a los adultos en niños; a los hombres en feministas y a las mujeres en trabajadoras por cuenta propia; podía constatarse, igualmente, cómo la tele disolvía las jerarquías y en ella los políticos aparecían como gente corriente, como «el vecino de al lado» (recuerden el reportaje de Ana Rosa Quintana en la antigua casa vallecana de Pablo Iglesias*) y a su vez el vecino de al lado se convertía en analista político (volviendo a Susanna Griso, fue ella quien concedió este estatus, entre otros, a Fran Rivera o José Manuel Soto).
Meyrowitz, además, concedía una especial importancia a los cambios en la interacción social, en el cara a cara entre ciudadanos y en cómo la tele había borrado la separación entre lo público y lo privado. Su trabajo tiene valor porque se anticipó varios años a un tipo de televisión que convertiría su análisis (basado en los programas de los años 80 y bastante aséptico) en una siniestra premonición.
En España, la irrupción de las televisiones privadas y de los medidores de audiencia en los años noventa cambiarían para siempre el modelo y el negocio televisivo. Sin caer en la nostalgia, en la televisión de los ochenta podíamos ver en un mismo canal al Fary diciendo burradas machistas y a Almodóvar y McNamara cantando Suck It to Me para pasar después a una entrevista de Vicente Botín a Fidel Castro. El país estaba construyéndose a sí mismo, culturalmente hablando, tras 40 años de dictadura y sus primeros pasos fueron erráticos pero no exentos de encanto.
Para 1992 ya estaba bastante claro hacia dónde nos encaminábamos. Los fundadores de Telecinco conocían muy bien la televisión que se estaba haciendo en Estados Unidos, tanto las series (Sensación de vivir, Melrose Place) como los talk shows (The Jerry Springer Show, cumbre del bizarrismo catódico), y su implantación en nuestro país fue un éxito tremendo, como lo había sido antes en Italia.
Antes de su desembarco en España, Berlusconi y sus Mama Chicho habían barrido a la televisión pública italiana en las preferencias del público. ¿Es él, que llegó a ser cuatro veces primer ministro entre 1994 y 2011, el principal responsable del desplome de la cultura italiana? Y lo que es más importante: ¿a lo largo de todos estos años de concursos, fanfarrias, machismo descarado y tertulias vocingleras, nos ha convertido en analfabetos funcionales? ¿Puede entenderse el ascenso de Salvini sin 25 años de berlusconismo? Y más aún: ¿puede entenderse el ascenso de Abascal en España sin la atención recibida por los canales privados? En pocas palabras: ¿Mediaset nos ha hecho fascistas?
Esta incógnita fue objeto de un detallado estudio conjunto de la Universidad Pompeu Fabra, la Universidad de Milán y la Universidad de Londres que recogió The Washington Post. Según Rubén Durante, investigador de la institución catalana, los jóvenes que crecieron viendo los canales de Mediaset durante su etapa de formación “son cognitivamente menos sofisticados y menos cívicos” que quienes lo hicieron viendo la televisión pública.
Pero Mediaset no es la única empresa que contribuye a que haya votantes de, en palabras del Post, “candidatos populistas que venden mensajes simples y respuestas fáciles”. Hoy todas lo hacen en mayor o menor medida. Aunque, claro, solo una televisión se atrevió a desnudar a Jesús Gil, meterlo en un jacuzzi rodeado de chicas en bikini y ponerlo a propagar sus remedios elementales para arreglar España.
Desde hace años hay un esquema que recorre las redes sociales para explicar el crecimiento de los crímenes de odio. Fue denominado la Pirámide del Odio y la Violencia. La tesis era que, a través de diversas fases, lo que empezaba siendo un simple desprecio o un chiste a priori sin importancia podía culminar, en el seno de una sociedad empapada de esos mensajes, en una violación, un homicidio e incluso en un genocidio.
Este esquema, que podría tacharse con razón de básico y tremendista, ha sido reinterpretado en diversas ocasiones y para muchos usos distintos. ¿Podríamos hacer lo propio con los programas de televisión? ¿Podríamos tirar de un hilo que nos condujera desde una inocente entrevista con unas hormigas de peluche a ver sentado en el Consejo de Ministros a un político de la ultraderecha?
La televisión de la crueldad
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La televisión de la broma
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La televisión de la normalización
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Y la desinformación
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La televisión de la desinformación destaca por dar prioridad a la opinión frente a la información. Está llena de tertulias, un formato especialmente exitoso, y en ellas, por supuesto, se guarda el mínimo de pluralidad exigible para no caer en la total desvergüenza. En los últimos tiempos ha sido singularmente llamativo el fenómeno de las puertas giratorias para los expolíticos, en su inmensa mayoría de derechas (o revelados, por fin, como tales, como es el caso de José Luis Corcuera o Joaquín Leguina): Juan Carlos Girauta, Cristina Cifuentes, Celia Villalobos, Manuel Cobo, José Manuel García Margallo… Si el periodismo se guiara por la máxima de Izzy Stone (“Todos los gobiernos mienten”), se invitaría a los políticos a los platós para responder a preguntas, no para cederles un púlpito desde el que seguir haciendo política activa lejos de sus escaños. Es evidente que también se hacen entrevistas para rehabilitar a un político, no hay más que ver las atenciones que Isabel Díaz Ayuso ha recibido en El programa de AR, pero al menos es el formato correcto y una forma de guardar las apariencias.
Obviamente, también con la información se desinforma, no solo con la opinión. Informativos Telecinco, el programa que dirige Pedro Piqueras (no es el único caso pero sí el más evidente por ser, además, el telediario más visto de España con mucha diferencia), está lleno de sucesos, la sección favorita del periodismo sensacionalista. Para este apartado también tenía Bourdieu una tesis pertinente. Decía el sabio francés en un juego de palabras intraducible: “Le fait-divers fait diversion” (‘Los sucesos divierten’). Divierten, atraen a la audiencia y conforman una imagen del mundo.
Hay una vieja máxima de la prensa amarilla anglosajona con la que suelen explicar cómo eligen sus temas y qué extensión le dan: “Tetas, perros, niños y un miembro de la familia Kennedy”. La diferente composición y combinación de estos ingredientes puede dar lugar a un texto breve o a un especial de varias páginas. España también ha consumido este tipo de productos, pero entre lo picante y lo sangriento, siempre tuvo debilidad por lo segundo. Podría decirse que el periódico El Caso desapareció por verse incapaz de competir en el terreno de la crónica negra con la televisión.
“La sangre y el sexo, el drama y el crimen siempre han vendido bien. Y ha sido el reinado de las audiencias el que los ha devuelto a las portadas de los periódicos, a la apertura de los telediarios, cuando hasta hace poco estos temas, a causa de una preocupación por la respetabilidad impuesta por el modelo de prensa seria, habían sido sido apartados o relegados”, explicaba Bourdieu. La bestia grande y fuerte, otra vez.
Ahora bien, es importante aclarar que eso que ocupa tantísimo tiempo en los informativos de Piqueras no es el mundo. “La elevación de los sucesos a noticias de primer rango los transforma en realidad social”, explicaba el sociólogo Laurent Mucchielli. “Así, los sucesos no solo dan pie a un discurso sobre una violencia que se ha hecho insoportable, sino también sobre que la violencia aumenta, que se fortalece… Lo que, sin embargo, es tan falso como decir que los aviones son hoy más peligrosos y se estrellan más” solo porque hay muchas noticias de accidentes en la televisión.
El grado más perverso en el tratamiento de la información de sucesos se alcanza cuando las mismas imágenes violentas se repiten en bucle, una y otra vez, para conseguir un efecto de saturación. Y para ello, en el caso español, se ha elegido un lugar predilecto: Barcelona. A fuerza de repetir día tras día las mismas imágenes (una pelea a machetazos, el robo del reloj a un turista; los ejemplos son reales y ocuparon todos los tramos informativos a lo largo de varios días) podría llegar a creerse que Barcelona es una ciudad sin ley en la que es mejor no poner un pie. Y esto, además de ser mentira, es también una forma política de “configurar el mundo, nuestro mundo”, como decía Lolo Rico.
Los magacines matinales usan este recurso de las imágenes en bucle hasta la náusea. La pantalla se divide en dos, en una mitad está el conductor o conductora del programa haciendo una conexión con el enviado especial y en la otra mitad se repiten imágenes del suceso. Una y otra vez, una y otra vez, durante minutos y más minutos de preciosa televisión. Al cabo de varios días es posible que pienses que el mundo es un lugar horrible y que hace falta que llegue alguien con mano dura que pare todo esto.
Pero para convertirte en un verdadero fascista* todavía hay que dar un paso más. Cuando te den a elegir entre dos informaciones, una veraz y otra a todas luces falsa, debes elegir voluntariamente la segunda. Has de tomar partido por la mentira, sabiendo que es mentira, y hacerlo sin que eso te importe ni te impida compartirla. Parece algo irracional pero funcionó en la campaña del Brexit en el Reino Unido, funcionó con Trump en EEUU y funcionó con Bolsonaro en Brasil. También puedes intoxicarte voluntariamente con determinados personajes que encontrarás en la red, pero también en la televisión. No tiene pérdida.
«Fascista», según la RAE: 1. Perteneciente o relativo al fascismo. 2. Partidario del fascismo. 3. Excesivamente autoritario.
Los miembros del Consejo de la Internacional Progresista han escrito una carta urgente al Consejo Nacional Electoral del Ecuador (CNE) sobre su “profunda preocupación” por la posibilidad de que la oposición del país se vea impedida de presentarse a las elecciones presidenciales del próximo año.
Esta carta es enviada en medio de la creciente especulación de que la fórmula Arauz-Rabascall, que es la favorita según algunas encuestas, podría quedar excluida de la candidatura, en violación del artículo 104 de la ley electoral del Ecuador y del artículo 14 del Reglamento de Registro de Candidatos.
Los nueve firmantes: el académico estadounidense Noam Chomsky, la ministra del gobierno argentino Elizabeth Gómez Alcorta, el ex ministro de relaciones exteriores brasileño Celso Amorim, el académico indio Vijay Prashad, el ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis, el diputado británico John McDonnell, la abogada guatemalteca de derechos humanos Renata Ávila, la ex diplomática argentina Alicia Castro y el filósofo croata Srećko Horvat: advierten que la violación de estos artículos «tendría graves consecuencias para el pueblo del Ecuador y para el destino de la democracia en todo el mundo» (...)
Cuando uno ve una intervención desde la tele escuchará mucho ruido de fondo. Pero cerca lo que se oye son insultos y desprecio, una muestra de mala educación y de mucho odio hacia aquellos que no piensan como ellos. Pero podrán seguir gritando y vociferando cual hooligans que nosotros seguiremos trabajando y gobernando.
Están desmantelando la Atención Primaria en sanidad. Ayuso y el resto de su gobierno mantiene cerrados más de 30 centros de salud en plena segunda ola de pandemia. Además otros centros están sin personal suficiente. En Carabanchel el Centro de Salud de Abrantes ha estado incluso sin ningún médico y sigue sin tener por la tarde.
La sanidad pública es demasiado valiosa para dejar que nos la arrebaten. Vamos a luchar para defenderla. Las movilizaciones de cada jueves en Abrantes son un claro ejemplo del deseo de la mayoría de la sociedad de luchar para evitar que la desmantelar. Es donde ahora toca estar. Jueves 29 de octubre, a las 18:30h MANIFESTACIÓN desde el Centro de Salud de Abrantes.
La lucha que se está dado en torno al centro de salud de Abrantes es un ejemplo de empoderamiento colectivo y de coraje en la lucha en defensa de la Sanidad Pública. Un barrio que a veces, injustamente, se ha sentido olvidado y abandonado. Esta magnífica lucha es el reflejo del deseo de un barrio de construir una sociedad donde el cuidado de nuestros mayores y nuestras personas enfermas es fundamental.
Sois grandes. Lo que hacéis es fantástico, aporta e inspira. Gracias a vosotros y vosotras ya vivimos en un lugar un poco mejor