sábado, 14 de enero de 2017

La larga sombra del Opus Dei sobre el CSIC




Emilio Lora-Tamayo, Presidente del CSIC / © CSIC Comunicación.

Aunque para los trabajadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es algo muy asumido, fuera de la institución, el enorme peso que tiene el Opus Dei resulta absolutamente desconocido. Y, por lo menos, chocante, tratándose de la principal institución española dedicada a la investigación científica.
La presencia del Opus Dei y la Iglesia Católica se remontan, sin embargo, al origen mismo de la institución. El CSIC se funda en la Guerra Civil sobre la base organizativa y estructural que había establecido la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), creada en 1907.
El actual presidente del CSIC es el físico Emilio Lora-Tamayo, hijo del químico Manuel Lora-Tamayo, ministro de Educación y Ciencia durante la dictadura franquista y presidente del CSIC entre 1967 y 1971. A Lora-Tamayo padre se le relacionó también con el Opus Dei aunque la institución atribuye estos rumores a una “estrategia falangista” en el contexto de las luchas de poder dentro de la dictadura franquista.
“Ciencia católica”
La creación del CSIC tuvo un objetivo muy claro: Fomentar una ciencia católica. En palabras del mismo José Ibañez Martín al finalizar la Guerra Civil “queremos una ciencia católica. Liquidamos, por tanto, en esta hora, todas las herejías científicas que secaron y agostaron los cauces de nuestra genialidad nacional y nos sumieron en la atonía y la decadencia. […] Nuestra ciencia actual, en conexión con la que en los siglos pasados nos definió como nación y como imperio, quiere ser ante todo católica”.
Pero la herencia de una ciencia católica dista mucho de ser algo neutro. Este mismo año saltaba a los medios que una revista del CSIC, Arbor, publicaba el monográfico “¿Hay mujeres más allá del feminismo?”, donde se cuestionaba el feminismo y se denunciaba la “ideología de género”, término acuñado por los sectores católicos integristas. Arbor fue fundada en 1944 por destacados miembros del Opus Dei como Rafael Calvo Serer y Raimon Panikkar.
Este mismo año una revista del CSIC, Arbor, publicaba el monográfico “¿Hay mujeres más allá del feminismo?”
Precisamente, el director de Arbor, el científico del CSIC Alfonso Carrascosa, hacía unas declaraciones el pasado mes de noviembre en las que afirmaba que “la inquisición española no llevó a ningún científico a la hoguera” y que Galileo murió en la cama, además de que “la afirmación de Hawking de que no existe un Dios creador carece de fundamento científico y exige profesar la fe materialista”. La ciencia católica sigue muy presenten tanto en el CSIC como en la Academia.

Purgas “científicas”
El primer presidente del CSIC fue el filósofo José Ibáñez Martín, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y que ostentó cargos como Ministro de Educación y Presidente del Consejo de Estado. El primer vicepresidente fue fray José López Ortiz, luego obispo de Tuy. Y el secretario general y principal impulsor del CSIC fue José María Albareda Herrera, químico, sacerdote y miembro del Opus Dei.
Las purgas que se produjeron en la comunidad científica y académica se reflejan en el libro Enseñanza, ciencia e ideología en España (1890-1950), escrito por Manuel Castillo Martos y Juan Luis Rubio Mayoral. La Iglesia participó activamente en un proceso en el que 20 catedráticos fueron asesinados, 150 expulsados y 195 tuvieron que marchar al exilio. En el año 2014 se celebró el 75 aniversario de la institución y en todos los actos oficiales celebrados se obvió la purga en el seno de la comunidad científica.

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