sábado, 28 de enero de 2017

Rafael Sánchez Ferlosio: "Todo es aburrimiento y vergüenza"

Entrevista con el escritor, que publica el tercer volumen de sus ensayos completos, 'Babel contra Babel' 1 de enero del 2017 - JUAN FERNÁNDEZ / MADRID

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Rafael Sánchez Ferlosio: "Todo es aburrimiento y vergüenza"
JOSE LUIS ROCA. Rafael Sánchez Ferlosio, en su casa de Madrid, la semana pasada.

En las últimas cuatro décadas, su nombre se dejó ver poco en los escaparates de ficción de las librerías, pero Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) no paró de escribir en este tiempo. Fundamentalmente, de su pluma salieron opúsculos y artículos en los que sometió a su implacable juicio asuntos tan dispares como la lingüística, la actualidad española o la geopolítica mundial. La editorial Debate lleva ahora a cabo la ímproba misión de reunir todos esos ensayos en una colección cuyo tercer volumen, dedicado a la guerra y los conflictos internacionales, acaba de ver la luz. En ‘Babel contra babel’, el látigo del polemista vuelve a mostrar su nervio, aunque él confiesa sentirse tan alejado de esas cuitas como el habitante de otro planeta.
En 1980, fecha del artículo más antiguo de este libro, en el mundo había una cosa que se llamaba ‘guerra fría’. Hoy esa amenaza no existe, ¿pero diría que vivimos en paz? Seguimos viviendo en un estado de guerra, ¿es que no lo ve? ¡Los caínes y los abeles están por todos lados! Lo llamativo es que hoy es más difícil que nunca decir quién es Caín y quién es Abel, del lado de quién debemos estar. Pero, además, toda unilateralidad es una regresión al punto cero de la moral: el de buenos y malos.
¿Entonces no hemos avanzado nada? Ni lo haremos mientras el negocio del armamento siga siendo uno de los más rentables del mundo. Si uno saca un cohete, otro inventa un escudo contra ese cohete, y a continuación aquél saca otro invento contra ese escudo. Y así vamos. La guerra es un motor económico imparable. Aunque prohíban el negocio de las armas, siempre habrá quien las venda a escondidas a alguien, y ese las venderá a otro.
En sus escritos de aquellos años, usted retrataba la guerra casi como un rasgo humano. ¿Sigue pensando que somos presos del instinto de la victoria? Es que forma parte de nosotros. Los griegos ya lo vieron hace 2.500 años. Ellos hablaban del agón y contaban cómo el Antagonismo conducía irremediablemente a la contienda. Le diría más: la guerra engendró el concepto de la mujer objeto que hoy seguimos arrastrando. Lo puede ver en el rapto de las sabinas, que es un mito originario. Los vencedores se quedaban con las propiedades de los vencidos, que incluían sus riquezas, sus posesiones y sus mujeres, como un objeto más.
Tantos siglos de civilización deberían haber servido para algo. Deberían, sí, ¿pero quién sabe dónde reside el ama de los humanos, en su humanidad, en su animalidad? No sabemos nada. En la 'Dialéctica negativa', de Theodor W. Adorno, hay, sobre esto, una página decisiva, titulada, tal como conviene, entre signos de interrogación: '¿Es contingente el antagonismo?'
Me pregunto cómo verá desde aquí algunos conflictos bélicos de los que hablaba en esos artículos. Por ejemplo, la guerra de Irak. Aquello fue una gran mentira inventada para atacar a un país. Sigo pensando lo mismo.
¿Y Oriente Próximo? ¿Tiene solución? No, mientras Israel siga siendo el estado número 51 de Estados Unidos.
Usted dedicó muchos ensayos a hablar del Vaticano. ¿Cómo recuerda la figura de Juan Pablo II? Wojtyla era un caso de vanidad escandalosa. Lo suyo clamaba al cielo, nunca he visto nada igual. Recuerdo el día que reunió a 20.000 mexicanos en Puebla, todos de clase obrera, y les gritó: ‘¡El trabajo no es una maldición, es una bendición!’. ¡Y la gente lo ovacionaba! Ese día le hizo un gran regalo al liberalismo. ¿Cómo qué el trabajo es una bendición? ¿Y en qué quedó la maldición bíblica de: ganarás el pan con el sudor de su frente?
¿Cómo ve al Papa de ahora? No estoy seguro de que esté a gusto donde está o que acabe dimitiendo. Ratzinger, el anterior, era el más inteligente de los tres. Por algo se fue.
En Estados Unidos va a gobernar Donald Trump. ¿Qué le parece este personaje? Dice que va a crear trabajo y a poner en marcha la productividad de su país. Fíjese, es un keynesiano. Bueno, también se decía que Keynes se había inspirado en Miguel Primo de Rivera, quien lanzó a la calle un millón de sueldos para recuperar la economía durante su dictadura.
Muchos ven a Trump como una amenaza. ¿Usted qué opina? Me da miedo que acabe iniciando una guerra contra China. Temo más lo que pueda liar en el Pacífico que en el Atlántico.
¿Le preocupa el futuro que van a encontrar las próximas generaciones? El mundo camina hacia la destrucción, así que imagínese. El capitalismo es un sistema que lleva la autodestrucción inscrita en su interior. Solo ha de ver cómo está la atmósfera, el aire que respiramos. En la Teoría de Juegos, los de resultado cero son aquéllos en los que todo lo que se gana por un lado se pierde por el otro. El capitalismo pertenece a este tipo, es un ejemplo de juego de resultado cero. Si sigue extendiéndose, su final es la autodestrucción, volver al cero.
¿Es evitable ese destino? Me hace usted preguntas que no sé responder, lo siento.
¿Sigue al día la actualidad? Lo justo. Continúo leyendo periódicos, pero no como antes. Ahora me veo obligado a leer con una lupa de 80 dioptrías y tardo mucho, así que solo miro los titulares y algunas noticas. Antes leía seis periódicos al día. Ahora, en casa entran dos o tres, como mucho.
¿Se maneja en internet? No, yo aparatos tecnológicos no uso. Llevo siempre un teléfono móvil colgado de mi cuello por si me llama la familia, pero nada más.
¿Y la literatura, la frecuenta? La cultura es un instrumento de control social. Hoy, sus máximas expresiones son el deporte, el cine y la novela. El fútbol y las novelas son las formas de control social más eficaces que tiene ahora mismo el sistema. Hace mucho que no leo novelas. No me interesan, no veo calidad en ellas, es imposible volver a encontrar a un Kafka.
Entiendo que tampoco va mucho al cine. Hace más de 30 años que no piso una sala. El cine dio todo lo que podía dar de sí en el pasado y ahora es imposible ver una película de calidad. Desde ‘Tiempos Modernos’ de Charlot, creo que no se ha vuelto a hacer una película igual. A veces intento ver alguna en la tele, pero no aguanto, sus argumentos son insoportables, pura ponzoña.
¿Son síntomas de los tiempos que corren? No sé si son síntomas de los tiempos, o son los tiempos los que responden a estos 'síntomas'. Más bien, creo que son los síntomas son los que mandan, los que definen el tiempo.
En diciembre cumplirá 90 años. ¿Cómo afronta esa cifra? Con normalidad, es solo una cifra, a ver si llego a ella, aunque a veces dudo si no convendría irse uno antes.
¿Qué le ilusiona ahora mismo? ¿Ilusionarme? Nada en absoluto. Todo es aburrimiento y vergüenza.

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