José Emiliano Ibáñez · 14/5/2018
Así
estamos. Y si pones pegas a las excursiones a la Warner o al Santiago
Bernabéu es que "es lo que quiere" el alumnado (e, implícitamente: "que,
si no, no se nos matriculan").
Euro. Así se llama el perro de los niños Nico y Carol, protagonistas de Mi primer libro de economía, ahorro e inversión, que ha llegado a las bibliotecas de los colegios públicos de Castilla y León gracias a un convenio firmado entre la Consejería de Educación y la Fundación María Jesús Soto,
dedicada a la “educación financiera básica”. El libro insta a los
estudiantes de Primaria a trabajar de manera remunerada desde la
infancia y a ahorrar para “poder tener dinero para estudiar en un buen
colegio o universidad”. Se dice a los niños y niñas que invirtiendo bien
su dinero podrían llegar a ser dueños de “Apple, Coca Cola o Disney”.
La Fundación hace gala en su web del apoyo explícito de la Casa Real,
del Papa, del ex presidente del Banco Popular o de Jorge Moragas, ex
jefe de Gabinete de Rajoy y director de la campaña del PP para las
elecciones de 2015, que ahora disfruta de un destino dorado en Nueva York. Están todos: la corona, la iglesia, la banca y el poder neoliberal. El capital. El perro Euro.
Con tal doctrina, que llega convenientemente ilustrada a las manos de
las niñas y niños, la escuela pública es una vez más víctima directa de
los intereses espurios de unos gobiernos que se han esforzado por hacer
desaparecer un sistema educativo laico, igualitario y transversal, en
beneficio de una enseñanza privada concebida como negocio y como espacio
de ideologización religiosa y política. Un planteamiento que conculca
un derecho fundamental y universal, que explica que los recortes en
gasto educativo hayan alcanzado los 7.000 millones desde 2009 y que
alcanza su más triste y vergonzosa expresión en el hecho de que el pacto
educativo haya fracasado una vez más y siga siendo la gran asignatura
pendiente del Estado.
Pero por detrás del desastre de la Lomce o de los graves
problemas relacionados con la financiación, hay una cuestión troncal,
que encabezaba el decálogo que la Plataforma Estatal por la Escuela
Pública propuso en febrero cuando comenzaron las fracasadas
negociaciones políticas por el Pacto de la Educación. El primer punto de
los 10 que componían el documento ‘La educación que queremos’ decía
así: “La educación básica debe entender como finalidades que los alumnos
sean capaces de ser críticos”. Un alumnado crítico sería el objetivo
principal de una educación democrática: niños y niñas capaces de
analizar e interpretar la sociedad en la que viven y de convertirse en
ciudadanos responsables y activos.
Y aquí quería
llegar: qué educación queremos, en base a qué clase de alumnado
formamos. Lo voy a ilustrar con un ejemplo que me resultó penoso. Hace
poco tuve oportunidad de hablar con una madre de un colegio público del
municipio de Níjar, Almería. Es un colegio que afronta retos
importantes, como es el de la inclusión, la multiculturalidad y la
precariedad, teniendo en cuenta que, por el contexto social y laboral de
esa zona, 20 de sus 23 alumnos y alumnas son de origen migrante,
principalmente magrebí. Cabe imaginar el trabajo fundamental que el
profesorado lleva a cabo en la escuela pública, un trabajo que no recibe
la valoración que merece y que es ninguneado por el poder político.
Esa madre me contó, sin embargo, algo que está más cerca del perro Euro
que de una escuela que aspire a ser innovadora: el viaje de estudios de
Primaria. Niñas y niños de 11 años viajarían cuatro días a Madrid, por
el precio de 395 euros. Dejo aquí el programa del viaje para que
reflexionemos sobre la formación, en este caso extracurricular pero
sumamente significativa, que está recibiendo nuestro alumnado. El primer
día irían a ver el musical El Rey León. Bueno. El segundo día comienza el resto de unos planes que resultan desoladores: visita al Santiago Bernabeu, templo de la cultura y el merchandasing futbolero, y visita a Micrópolis,
“ciudad para niños”, un recinto cubierto de 12.000 metros cuadrados en
San Sebastián de los Reyes, donde los chavales, qué casualidad, también
pueden jugar a trabajar y ganar Eurix (no en vano está patrocinado,
entre otras empresas, por El Cortes Inglés u Oscar Mayer). Para el
tercer día del viaje de estudios de los escolares de Níjar se plantea un
“recorrido cultural”, consistente en dar unas vueltas en esos buses
turísticos desde los que pasas por delante del Museo del Prado. Por la
tarde, estos niños y niñas de 11 años podrían estar solos durante cuatro
horas en Parque Sur,
un centro comercial en Leganés. El cuarto día, por último, sería la
visita al zoológico, es decir, esa cárcel de animales desde la que se
transmiten los valores de la cautividad y la desesperación. Y como
colofón, Parque Warner, el parque temático de San Martín de la Vega.
Siendo consciente de que a un grupo de gente de 11 años hay que
mantenerlo entretenido, encuentro algo profundamente equivocado en ese
programa: se favorece la cultura del espectáculo, la competitividad y el
consumismo, y se pasan por alto valores éticos, como el respeto a los
animales. Me pregunto quién planificó ese viaje de estudios y por qué
fueron esos sus criterios. Me respondo que la escuela pública, la
educación de la ciudadanía, debe pensarse desde todos los ámbitos de la
sociedad y la política, como principal tarea que es de un Estado. Pero
que también como sociedad debemos repensarnos, asumir que no podremos
combatir un sistema que atenta contra la escuela pública si al tiempo
estamos abducidos por los cantos de sirena de ese mismo sistema.
Entender que todas y todos somos responsables de cómo se forma a
nuestros niños y niñas. Ante un programa de ocio como el expuesto,
¿creemos de veras que les estamos dando las herramientas mejores para
llegar a ser personas críticas, que les estamos dando la mejor
formación? ¿Podemos después extrañarnos de que esos libros de la
Consejería y la Fundación consideren la propiedad de
“Apple, Coca Cola o Disney” como un horizonte aspiracional para el
alumnado? ¿Puede después desmoralizarnos que el perro de Nico y Carol se
llame Euro?
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