Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
Muchos de quienes claman hoy por el consenso y la generosidad
de la Transición, no han sido capaces de dejar en el Boletín de las
Cortes plasmado su rechazo hacia quienes promovieron la guerra
Reparar
a las víctimas y educar a la ciudadanía en el rechazo al franquismo son
las medidas más importantes que se pueden tomar con respecto a ese
pasado traumático
El 23 de septiembre de 1939, el dictador Francisco
Franco dictó una ley que consideraba “no delictivos determinados hechos
de actuación político social cometidos desde el catorce de abril de 1931
hasta el dieciocho de julio de 1936”. En el artículo primero se dice:
“Se considerarán no delictivos los hechos que hubieran sido objeto de
procedimiento criminal por haber sido calificados como constitutivos de
cualesquiera los delitos contra la constitución, contra el orden
público, infracción de las Leyes de tenencia de armas y explosivos,
homicidios, lesiones, daños, amenazas y coacciones y de cuantos con los
mismos guarden conexión, ejecutados desde el catorce de abril de mil
novecientos treinta y uno hasta el dieciocho de julio de mil novecientos
treinta y seis, por personas respecto de las que conste de modo cierto
su ideología coincidente con el Movimiento Nacional y siempre que
aquellos hechos que por su motivación político-social pudieran estimarse
como protesta contra las organizaciones y el gobierno que con su
conducta justificaron el Alzamiento”.
En esa ley esta
condensada la vulneración de la legalidad, considerando lícito el
terrorismo de extrema derecha que llevó a cabo una incesante actividad
para socavar la legitimidad de la Segunda República mediante la
inestabilización. Reconocía como beneficiosas las actuaciones contra la
Constitución de 1931, la primera en el mundo que recogía como propio el
derecho humanitario elaborado por la sociedad internacional hasta la
época. Aquel hubiera sido el inicio de una cultura de los derechos
humanos que después de cuarenta años de dictadura y cuarenta de
democracia sigue siendo una de nuestras enormes carencias.
Cuando se cumplen 80 años del golpe de Estado de un
grupo de generales fascistas, acaudillados por el dictador Francisco
Franco, es difícil entender que el pleno del Congreso de los Diputados
no haya condenado todavía la dictadura franquista. Muchos de quienes
claman hoy por el consenso y la generosidad de la Transición, de cara a
la elaboración de un nuevo Gobierno, no han sido capaces de dejar en el
Boletín de las Cortes plasmado su rechazo hacia quienes promovieron una
guerra para acceder al poder por mediante el uso de la violencia y
secuestraron las libertades y la dignidad de todo un país durante
cuarenta años.
Parte de la explicación de esa
tolerancia hacia el pasado tiene que ver con nuestra estructura social;
la élite que ha gestionado nuestro país tras la muerte del dictador, la
que pilotó la Transición y organizó el olvido, está compuesta
fundamentalmente por descendientes de adeptos al régimen franquista.
Ellos accedían casi exclusivamente a las universidades en la década de
los cincuenta y sesenta y han constituido la élite económica, política,
cultural y académica que en estos años ha coexistido sin conflictos con
la impunidad del franquismo.
Durante décadas, la
sociedad española se mantuvo en silencio con respecto a las violaciones
de derechos humanos de la dictadura. El dolor social causado por la
represión ha seguido y sigue activo en nuestra cultura política, de
forma más o menos consciente. La fragilidad de nuestra independencia de
poderes, las vulneraciones de la legalidad que llevan a cabo
representantes políticos que no asumen responsabilidades o el excesivo
partitocentrismo de nuestra agenda pública público están directamente
relacionadas con ese espíritu del 18 de julio.
Cuando
en el año 2000 los nietos de los represaliados comenzaron la apertura
de fosas comunes y la búsqueda de personas desaparecidas forzaron un
debate sobre la patológica relación con el pasado que mantenía nuestra
sociedad la reacción fue inmediata. En las primeras exhumaciones de
fosas diversos columnistas de prensa impresa analizaban el hecho
airadamente, asegurando que ahora venían los nietos a vengarse.
La transición a la democracia, edificada sobre una falta
reconciliación, abandonó a su suerte a miles de familias que habían sido
terriblemente castigadas por no haberse sumado al golpe de Estado
franquista. La impunidad, disfrazada de renuncias “de los dos bandos”
hizo vigente la amnistía franquista y permitió blanquear su biografía a
miles de franquistas. De la noche a la mañana desaparecieron los miles
de chivatos del régimen y los que querían conservar su situación de
poder con el advenimiento de la democracia inventaron un relato en el
que aparecían como silenciosos disidentes que habitaban los despachos
del régimen esperando el regreso de las urnas. Sobre ese relato se ha
edificado la visión de los dos demonios que significa fundamentalmente
la demonización de la Segunda República, con ese mito en el que parecía
que lo que se enfrentaba en la guerra causada por Franco eran dos golpes
de Estado, escondiendo así que tras la salida de Alfonso XIII se
celebraron en nuestro país las primeras elecciones libres con sufragio
universal masculino y femenino.
La posibilidad de
participar en la vida pública declarándose demócrata y sin condenar la
dictadura franquista es síntoma de nuestra frágil cultura política.
Mientras han muerto en silencio miles de hombres y mujeres que se
enfrentaron a la falta de libertades, las élites han despedido a
franquistas que cambiaron la chaqueta para conservar privilegios como
padres de nuestras libertades.
El problema no está en
la guerra, que es a donde recurren sectores conservadores haciendo una
elipsis de la dictadura. El deterioro que generó sigue siendo un lastre
para nuestra vida colectiva. Reparar a las víctimas y educar a la
ciudadanía en el rechazo al franquismo son las medidas más importantes
que se pueden tomar con respecto a ese pasado traumático. Es la mejor
forma de agradecer el esfuerzo y el sufrimiento de quienes se
enfrentaron al franquismo y de vacunar nuestro futuro para que no pueda
haber un 18 de julio nunca más.
En los días y semanas que siguieron al
golpe de Estado desencadenado el 17 de julio, los tres grandes
democracias occidentales --Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos-- se
negaron a prestar su apoyo al gobierno elegido democráticamente en
Madrid para sofocar el levantamiento militar. Fue un error imperdonable,
que costaría muy caro al pueblo español, que tuvo que soportar casi
cuarenta años de dictadura franquista. Fue también un gran error
geopolítico, que presagiaba Múnich y abría el camino hacia la Segunda
Guerra Mundial.
Ochenta años después de este fatal episodio, uno se queda
atónito al constatar que el Gobierno francés del Front Populaire,
dirigido por el socialista Léon Blum, abandonó a su suerte el Frente
Popular español, a pesar de la petición de ayuda realizada el 19 de
julio por el Gobierno de Giral. Después de una respuesta inicial
favorable, Blum cambió rápidamente de opinión debido a los violentos
ataques de la prensa francesa de derechas y a la reticencia de los
radicales --sus aliados políticos-- del Ministerio de Asuntos Exteriores
y, sobre todo, por las presiones del Gobierno de Londres.
A partir del 25 de julio, el Consejo de Ministros francés
decidió no cumplir con el encargo oficial realizado por Madrid para
suministrar aviones y armas. Ese mismo día fatídico, en el que todo
cambió, Hitler accedió a enviar de manera urgente aviones para ayudar a
cruzar el Estrecho de Gibraltar al ejército rebelde en África, tras una
reunión celebrada en Bayreuth (Alemania) con emisarios enviados por
Francisco Franco. Dos días más tarde, Benito Mussolini enviaba también
aviones a los golpistas.
"Una pequeña intervención hubiera sido suficiente para que
el Gobierno de Madrid ahogara el brote de rebelión", señaló, en su
momento, el ministro francés de Educación, Jean Zay, partidario del
apoyo del Frente Popular. Lo que ocurrió fue exactamente lo contrario:
el ejército insurgente tomó una ventaja decisiva gracias a la ayuda
inmediata y determinante de los aviones alemanes e italianos.
El resto de la historia de esta traición a la democracia
española la conocemos de sobra. Después de constatar el apoyo otorgado a
los rebeldes por Berlín y Roma, Blum se comprometió a entregar a Madrid
algunos aviones a principios de agosto, antes de interrumpir por
completo el suministro de armas el 8 de agosto --un verdadero embargo--,
decisión englobada en el marco de una insólita política de “no
intervención”.
Concebido por el Quai d'Orsay [Ministerio de Asuntos
Exteriores] en París, aprobado por Londres y firmado por todos los
países europeos, incluidos Alemania e Italia, el acuerdo de "no
intervención" prohibía cualquier forma de asistencia a los contendientes
en España. Fue una mascarada diplomática increíble, burlada por Hitler y
Mussolini, que siguieron apoyando abiertamente a los rebeldes, mientras
que los países democráticos negaron cualquier apoyo al bando
republicano.
Con el pretexto de no interferir en un conflicto "interno",
la "no intervención" equiparaba a un gobierno legal republicano con
unos traidores militares golpistas, y constituía de hecho una
"intervención" contra el Frente Popular, como señalaron el embajador
español en París, Álvaro de Albornoz, y el jefe de la diplomacia
española, Julio Álvarez del Vayo, en su famoso discurso ante la Sociedad
de Naciones (SDN) en Ginebra el 25 de septiembre.
En este proceso, la responsabilidad moral y política del
Gobierno Blum es innegable, pero la del Ejecutivo inglés no es menos
abrumadora. Cegado por el anticomunismo, deseoso de evitar más
conflictos en Europa y de "apaciguar" a Hitler, el gobierno conservador
de Stanley Baldwin apenas ocultó su preferencia por los golpistas
españoles. Londres puso en práctica una "maliciosa neutralidad" respecto
al Frente Popular, tras convencer a Francia, muy comprometida con su
alianza con Gran Bretaña, de no hacer nada.
Incluso Winston Churchill, desde fuera del gobierno,
intervino directamente en las negociaciones con Blum --con el que
mantenía buenas relaciones-- para convencerle de que era mejor que
ganaran los militares que ver a los “comunistas” hacer la revolución y
masacrar “a la burguesía”
Por su parte, la América aislacionista de Franklin
Roosevelt aplicó de forma errónea el estricto principio de
"neutralidad", y dejó que empresas privadas suministraran combustible y
transporte a los golpistas. Además, Roosevelt, en medio de la campaña
para su reelección en 1936, no quería ponerse en contra a la comunidad
católica de Estados Unidos, indignada por las noticias de matanzas de
religiosos en Cataluña y Aragón.
Sin embargo, el embajador de Estados Unidos que en ese
momento estaba en España, Claude Bowers, era un personaje notable que no
cesó de denunciar la "farsa" de la “no intervención” y que apoyó
decididamente al Gobierno republicano, a diferencia de lo que hizo su
homólogo inglés, Henry Chilton, ferviente partidario de los golpistas,
que enviaba informes falsos a Londres sobre la situación en España.
Más allá de este imperdonable error político --no apoyar a
un gobierno elegido democráticamente--, París, Londres y Washington
cometieron un importante error geoestratégico al no reaccionar ante la
ayuda proporcionada por los nazis alemanes y los fascistas italianos a
los militares rebeldes españoles.
Ferviente pacifista, Blum no cesó de repetir que la “no
intervención” pretendía evitar "una conflagración general" en Europa. En
otras palabras, dejar que se desarrollara el conflicto en España para
evitar la guerra en el continente. Una política equivocada, aprobada por
los ingleses.
Sin embargo, incluso entonces, muchos políticos y
partidarios de prestar ayuda a Madrid señalaron todo lo contrario: que
el hecho de no intervenir en España traería una nueva guerra
generalizada en Europa. “Ahora nos toca a nosotros, mañana seréis
vosotros los que tengáis una guerra”, afirmó profética Dolores Ibarruri,
la Pasionaria, en una gran concentración en París a principios de
septiembre de 1936.
Y, de hecho, eso es lo que ocurrió como resultado de la
ceguera y de la ingenuidad de las democracias frente a las amenazas y
las mentiras totalitarias. El escandaloso abandono de la República
española puso al descubierto la cobardía de estas democracias, dio alas a
las agresiones de Hitler y Mussolini y permitió la formación y
consolidación del Eje Roma-Berlín… Siguieron Múnich y la Guerra 1939-45.
En aquel imperdonable verano de 1936 se escribió el destino
del pueblo español, sometido posteriormente a una despiadada dictadura.
Pero también el de una Europa que se vio arrastrada a la guerra porque
no supo defender la democracia.
'Los internados del miedo' (Ed. Now Books) cayó en nuestras manos hace unos días. Devoramos el libro de 300 páginas en apenas tres tardes. Cada página que pasábamos nos iba dejando más exhaustos, confundidos y horrorizados. ¿Cómo es posible que aún hoy no haya consecuencias de lo que ocurrió entonces? Hablamos de los abusos sexuales, maltratos, vejaciones, operaciones experimentales, robo de bebés y esclavitud, entre otras cosas, que vivieron miles de niños durante el franquismo solo por ser catalogados como 'hijos del pecado'.
Estos pequeños eran hijos de madres solteras, provenían de familias
pobres, o, lo que era peor aún en la época, sus padres eran
republicanos.
El Estado 'cazaba' a estos niños y los internaba en centros, los cuales la gran mayoría estaban gestionados por órdenes religiosas por
concesión del gobierno. A juzgar por la investigación recogida en el
libro, aquello más que internados parecían cárceles y salas de tortura
para menores de edad. En el texto leemos una decena de testimonios de
víctimas que nos dejan los pelos de punta: niños violados por curas, monjas que maltrataban a
cientos de niñas hasta cansarse, salesianos que ejercíann todo tipo de
torturas, pequeños que morían de las palizas, menores que eran vendidos
como esclavos por 100.000 pesetas (600 euros), jóvenes encerradas en psiquiátricos que eran sometidas a inyecciones aún desconocidas... Una serie de horrores que nunca han sido reconocidos por el Estado (era el último responsable de los centros y tenía la tutela judicial de los menores), ni por la Iglesia (según el libro, cientos de salesianos, curas y monjas cometieron atrocidades con los niños), y mucho menos aún por las empresas que se beneficiaron de la mano de obra esclava de estos niños presos.
Tenemos muchas dudas y queremos saber más. Necesitamos que alguien nos explique cómo esto puede seguir aún silenciado. Por ello nos ponemos en contacto con Ricard Belis,
uno de los autores del libro, junto a Montse Armengou, que nos
ofrece su visión del pasado, presente y futuro de esta situación. Ricard
es experto en la historia del franquismo, un tema al que lleva dedicado
decenas de años de investigación periodística. Tras charlar con él,
llegamos a una valiosa conclusión: el daño ya está hecho, pero dar a conocer la historia de estos niños y que los responsables lo reconozcan públicamente puede sanar el dolor de muchas víctimas de los 'internados del miedo'.
Ricard y Montse, autores del libro
PREGUNTA: Nada
más comenzar el libro nos encontramos con una reivindicación. Decís
que, al contrario de lo que sucede en otros países –desde Argentina
hasta Sudáfrica pasando por el Congo, Bosnia y otros lugares–, aquí en
España no hay un organismo estatal que se encargue de investigar las
denuncias que surgen de personas que, de algún u otro modo, sufrieron la
dictadura franquista en su propia piel. ¿Por qué no existe tal
organismo en España?
RESPUESTA: Todo es fruto de cómo fue
la transición a la democracia en España. Se hizo con un sistema que,
aunque en los primeros años tenía su razón de ser, decidió no mirar
atrás en ningún momento. De este modo, se entra en una dinámica de
silencio de muchos años, que deja olvidadas y apartadas a todas las
víctimas del régimen. Eso ha hecho un daño terrible a las propias
víctimas –por el hecho de no poder sacar su dolor y tenérselo que quedar
para ellos– y a la sociedad española en general –porque el hecho de no
conocer bien lo que ocurrió es bastante impensable en otro país
democrático–. P: ¿Crees que en algún momento se podría crear tal organismo estatal o lo consideras algo utópico?
R: A ver, lo deseo... pero en un corto plazo lo veo imposible. Este libro es hijo de un documental que se emitió en Cataluña,
donde fue un éxito de audiencia, pero no ocurrió nada. Solo hubo una
recogida de firmas para exigir que la Iglesia pidiese perdón, pero nada
más. Yo creo que es más importante incluso que el Estado español pida
esas disculpas, porque es el responsable final de la mayoría de estos
internados, unos centros que estaban regentados por religiosos pero por
concesión del Estado. Eso es una tarea pendiente.
Te cuento una
anécdota. Llevamos este documental a un festival de Francia muy famoso,
en el que se emitían reportajes de otros países. Tras visionar nuestra
investigación, el público francés no entendió cómo el Estado español no
pidió nunca disculpas ni aceptó lo que ocurrió en aquellos internados.
Luego, dio la casualidad de que en la misma sala se proyectó un
documental suizo de una temática similar (abusos a niños en internados
suizos). La gran diferencia es que aquel documental comenzaba con el
gobierno suizo actual pidiendo perdón por lo que hicieron
gobiernos anteriores.
P: En
ausencia de políticas de memoria, en un país denunciado por distintos
organismos internacionales (ONU, Amnistía Internacional y el Consejo de
Europa) y con un Gobierno del PP que cumplió su promesa electoral de cerrar la Oficina de Víctimas de la Guerra Civil
y la Dictadura, las asociaciones y los medios de comunicación son las
únicas plataformas a las que los afectados pueden acudir. ¿Esta
situación podría cambiar con un nuevo gobierno? Si, por ejemplo, el 26J saliese vencedor un partido político nuevo como Podemos, ¿creéis que estarían dispuestos a investigar todos estos casos y ejercer presión para la creación de tal organismo?
R: No
soy optimista por dos motivos: primero porque no hay ninguna encuesta
que dé ganadora a Podemos, que aunque es de las pocas formaciones a
nivel estatal que se presentan que lleva esto en su programa
electoral, difícilmente va a obtener mayoría absoluta para llevar a cabo
las políticas que ellos proponen; y segundo, en este país hemos tenido
más años de gobiernos de izquierdas que de derechas, y ambos han sido
muy tímidos e inactivos en este tema, incluso el PSOE. Es cierto que Zapatero
hizo una ley de Memoria Histórica, pero se quedó muy corta y apenas se
ha aplicado. En fin, no soy muy optimista. Espero que algún año ocurra
algo, aunque a este paso me temo que será cuando las víctimas ya no
estén presentes. P: ¿Por qué el Gobierno español no se pronuncia al respecto? ¿Acaso tiene miedo de la reacción de la sociedad?
R: No
sé muy bien cómo contestarte a esa pregunta, porque me resulta
incomprensible su inactividad. Porque da igual que un gobierno sea de
derechas o izquierdas, lo que no se puede consentir es que las víctimas
de una dictadura sean olvidadas y no se les reconozca el dolor que han
sufrido. Pongo como ejemplo a Ángela Merkel, quien condena duramente los delitos cometidos en la época nazi.
Imagen de 'Los internados del miedo'
P:
A los niños de estos internados se les maltrataba tanto
psicológicamente como físicamente. Se les quemaba el culo con una vela,
se les obligaba a comer su propio vómito lleno de insectos, eran
sometidos a abusos sexuales... ¿Es quizá este el peor episodio que ha
pasado en la historia de España?
R: El tema de la
infancia es uno de los episodios más duros. Cuando el abuso, la
violencia y el maltrato es ejercido contra un niño, es muy fuerte. Y ya
no solo el dolor que dejan en ellos, sino en sus familias. Es difícil
hacer un ranking de los momentos más duros de este país. Estos niños, acostumbrados a recibir palos, confundían los abusos sexuales de los curas con señales de cariño
Una
de las cosas que más me ha impresionado haciendo esta investigación,
más allá de los abusos, vejaciones y maltratos, es la falta de cariño y
el miedo que sentían la mayoría de niños que vivían en estos internados.
Tal era esta carencia de afecto que muchos de esos pequeños llegaban a
confundir los primeros síntomas de un abuso sexual como cariño. Me
parece una perversión terrible. Unos niños que nunca han recibido una
caricia, acostumbrado a recibir palos, cuando llega un cura, les toca y
eso acaba en abuso sexual... tiene que marcar para toda la vida.
Siempre
remarcamos que esto no es una investigación histórica, sino que es de
actualidad, porque el daño que se hizo sigue presente. Que el Estado no
reconozca lo que pasó solo aumenta y magnifica el daño en las víctimas.
El daño que hizo la dictatura se multiplica por la desidia de la
democracia. P: La Iglesia jugó un gran papel en aquel
drama. ¿Consideras que con vuestras investigaciones, como la de este
libro, acabarán creando un rechazo total hacia la Iglesia en las nuevas
generaciones?
R: Creo que la Iglesia, a nivel global, está iniciando un proceso de reconocimiento de su culpa. El Papa anterior, Benedicto XVI,
ya comenzó una política de mano dura contra la pederastia y abusos
sexuales, y en ese sentido se puede afirmar que se están empezando a
hacer los deberes. Tarde, eso sí, pero ya sabemos que la Iglesia va un
poco más lenta en todo. Aquí, en España, no ha habido aún ningún
movimiento. La Iglesia necesita una modernización y quedan muchos
deberes por hacer, por tanto es normal que a las nuevas generaciones les
cueste más creer en la Iglesia. Estaría bien que la Iglesia pidiese perdón, pero es más importante que lo haga el gobierno
Nosotros
tenemos testimonios de víctimas que piden que la Iglesia se disculpe,
porque son creyentes y para ello es muy significativo e incluso muy
reparador. Otros, en cambio, no quieren saber nada de los religiosos, ya
que no les piensan perdonar jamás. Al respecto, pienso que estaría bien
que la Iglesia pidiese perdón, pero creo que es más importante que lo
haga el gobierno, porque es el responsable final. Aunque el Partido
Popular, que gobierna actualmente, no tenga ninguna responsabilidad en
lo sucedido, es el heredero de ese Estado. Sería Mariano Rajoy quien debería pedir perdón, pero no por nada, solo porque es el actual presidente de España. P:
Si Mariano Rajoy reconociese y pidiese disculpas por lo ocurrido en
aquellos internados, ¿le beneficiaria de algún modo de cara a la opinión
pública?
R: En todo caso no les iba a perjudicar. Que un
dirigente reconozca que el Estado hizo algo mal, pero que no tiene
responsabilidad, es digno de admirar. Así que pienso que más le iba a
beneficiar. No creo que nadie de bien le pareciese mal que se pidiese
perdón por los abusos que se cometieron en aquella época. Rajoy no tiene
ninguna responsabilidad, pero es el heredero de aquella dictadura.
Imagen de 'Los internados del miedo'
P:
Alrededor de los internados se generaba mucho dinero. La Iglesia
recibía ingentes cantidades del Estado para la manutención de los
pequeños (y una pequeña parte de esta llegaba a los menores, pues estos
vivían en condiciones infrahumanas y pasaban mucho hambre) y además se
embolsaba millones de pesetas con la venta y explotación laboral de
estos niños...
R: Sí, la Iglesia se aprovechó de la
situación y le sacó partido. Los menores eran una fuente de
financiación. Se encuentran con una mano de obra a la que enseñan
oficios con la excusa de la formación, pero la cosa derivó en
explotación pura y dura. A mí esta situación me recuerda a lo que sucede
en otros países, donde miles de niños, como de la India o Asia, están
explotados. La empresa no tenía por qué saber. Ellos podían intuir lo que ocurría, pero no hacían nada ilegal. Sería más una cuestión moral P:
Además de la Iglesia, grandes empresas de nuestro país también se
aprovecharon de la situación y contrataron a esta mano de obra barata.
En el libro mencionáis a El Corte Inglés –que en aquella época eran
los Almacenes Preciados–, e incluso a Banco Popular y Caja Madrid.
¿Estas empresas sabían que estaban contratando a niños explotados que
vivían ‘presos’ en los internados?
R: Te pongo el ejemplo
de El Corte Inglés. Ellos acudían a unas órdenes religiosas y pagaban a
las monjas por mano de obra. Pagaban poco, pero pagaban. Nunca
contrataron directamente a un niño. Lo que pasa es que, claro, podríamos
decir que algo podían sospechar o intuir desde el punto de vista de que
les saliese tan barato. No te podría decir que estos grandes
almacenes sean responsables directos porque no contrataban a los niños,
aunque cierta responsabilidad social sí que tienen. Se podían imaginar
lo que allí ocurría.
Imagen de 'Los internados del miedo'
P:
Hablasteis con responsables de El Corte Inglés sobre el tema. Y, aunque
al comienzo de las conversaciones eran agradables, acabaron bruscamente
con una negativa total por su parte a colaborar con vuestra
investigación. ¿Crees que si se demostrara que estos grandes almacenes
hicieron uso de estos niños para su negocio afectaría a su reputación o a
sus ventas?
Yo creo que ha pasado mucho tiempo. Son
tácticas que están siendo usadas actualmente por numerosos países en el
extranjero. Y, además, no se podría demostrar más de lo que es: que El
Corte Inglés tenía un contrato con órdenes religiosas. La empresa no
tenía por qué saber qué se hacía con esos niños ni si se les pagaba.
Ellos podían intuir lo que ocurría, pero no hacían nada ilegal. Sería
una cuestión más moral. P: En cuanto a vosotros, tras
reunir tantos testimonios y hablar con más de 200 víctimas de estos
abusos, ¿sentís que esta investigación os ha pasado factura de alguna
manera?
R: No somos de piedra. Cuando hablas con una
persona que ha sufrido estos abusos la estás haciendo regresar a uno de
los peores episodios de su vida. En algunas ocasiones sales de las
entrevistas tocado. Pero por otra parte es muy reconfortante, porque las
víctimas sienten un alivio al tener la oportunidad de contar su
historia a sus conciudadanos. Además, estas investigaciones están
haciendo lo que debería hacer el Estado, en el sentido de que darlo a
conocer y reconocerlo, lo que supone el inicio de la reparación del daño
causado.
El historiador Paul Preston cree que la "cifra más
fidedigna" de muertes a manos de militares rebeldes y sus partidarios
lejos del campo de batalla asciende a 130.199 aunque afirma que lo más
probable es que la cifra real superara los 150.000 muertos. ALEJANDRO TORRÚS Publicado: 18.07.2016http://www.publico.es/politica/objetivo-acabar-antiespana.html
MADRID.- El golpe de Estado militar
del 18 de julio de 1936 fue una operación minuciosamente planificada.
No fue una respuesta al asesinato del diputado monárquico Calvo Sotelo
ni nace como contestación a una presunta, e inexistente, revolución
comunista. En palabras del director del golpe, el general Emilio Mola, una vez declarada la sublevación militar había que "eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros". Y
si alguien dudaba de si unirse al golpe o no, la instrucción del
golpista Mola también era contundente: "Aquel que no está con nosotros
está contra nosotros y como enemigo será tratado".
Conocer con exactitud el número de asesinados en nombre del Movimiento Nacional y de la España Eterna,
lejos de la primera línea de batalla, resulta imposible a pesar de
haber transcurrido 80 años. Durante la dictadura y los primeros años de una democracia poco interesada en su pasado
se destruyeron documentos de enorme valor como los registros
'judiciales' de la represión, los archivos de Falange, cuarteles de
policía provinciales, etc.
Aún así, El historiador Paul Preston asegura El Holocausto español que la "cifra más fidedigna" de muertes a manos de militares rebeldes y sus partidarios lejos del campo de batalla asciende a 130.199 aunque afirma que lo más probable es que la cifra real superara los 150.000 muertos. En este sentido, cabe recordar que según el auto del juez Garzón hay más de 114.000 desaparecidos republicanos en las cunetas de todo el Estado. En
el otro lado, la represión en el territorio republicano asciende a
49.272 víctimas, según el estudio aportado por el historiador José Luis Ledesma.
Mujeres rapadas durante la Guerra Civil.
La diferencia entre ambos contendientes es notable, aunque, la mayor diferencia va en el origen de la represión.
Mientras que en territorio republicano las víctimas vienen provocados
por el desorden y las actuaciones al margen del Gobierno de la II
República, en el territorio franquista había una orden expresa de
"sembrar el terror", "de dar la sensación de dominio eliminando sin
escrúpulos ni vacilación" a los enemigos.
La historiografía ha demostrado que el programa de terror y aniquilamiento
constituía el eje central del plan de los militares rebeldes para
ejecutar el golpe de Estado. El enemigo de los militares y golpistas,
por tanto, no era solamente derrotar a los militares leales al Gobierno legítimo de la República
tras la proclamación del golpe de Estado. Se convirtió en enemigo a
todo aquel, que como señaló Mola, “no pensara” como ellos. El enemigo
era todo lo que fuera de signo contrario o reticente a la España imperial, católica, apostólica, jerárquica y tradicional o,
resumido de otro modo, a los principios recogidos en el lema de la
CEDA: "Patria, orden, religión, familia, propiedad, jerarquía".
Preston asegura que la "cifra más
fidedigna" de muertes a manos de militares rebeldes y sus partidarios
asciende a 130.199 aunque afirma que lo más probable es que la cifra
real superare los 150.000 muertos
Escribe Paul Preston que, de esta manera, los enemigos de los golpistas y, sus primeras víctimas, fueron los maestros de escuela, los masones, los médicos, los abogados liberales,
los intelectuales, los líderes de los sindicatos, es decir, los
posibles diseminadores de las ideas. "La matanza se extendió también a
quienes habrían podido recibir la influencia de sus ideas: los miembros
de un sindicato, los que no iban a misa, los sospechosos de votar
al Frente Popular, las mujeres que habían obtenido el sufragio y el
derecho al divorcio...", escribe el historiador. Si los golpistas
encarnaban los valores y principios de la España eterna, los defensores
de la República se convirtieron en la Antiespaña.Los
golpistas sabían que el golpe no gozaba de un amplio apoyo en todo el
Estado y Mola es contundente en sus instrucciones. Había que ser cuanto
más sanguinario y rápido mejor para dar ejemplo. En una reunión con los
alcaldes de Navarra que secundaban la sublevación militar advirtió: “Hay que sembrar el terror… hay que dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros. Nada de cobardías. Si vacilamos un momento y no procedemos con la máxima energía, no ganamos la partida".
Cabe recordar las declaraciones que el General Francisco Franco realizó el 27 de Julio de 1936 al periodista Jay Allen, del Chicago Daily Tribune:
“Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Estamos
resueltos a seguir adelante a cualquier precio”. Tras estas palabras,
Allen agregó: “Tendrá que matar a media España”. Entonces, según
narra Allen y según viene recogido en el auto del juez Baltasar Garzón,
Franco giró la cabeza, sonrió y mirando al periodista firmemente dijo: "He dicho que al precio que sea".
La matanza-Badajoz./ Diputacion de Badajoz
El 24 de junio, Mola envió instrucciones precisas a Yagüe, el responsable de la matanza de Badajoz, entre otras. Destacaba tres factores decisivos: violencia extrema, tempo y alta movilidad:
“El movimiento ha de ser simultáneo en todas las guarniciones
comprometidas y, desde luego, de una gran violencia”. Apenas seis días
después, Yagüe recibía de Mola una serie de 25 instrucciones más
detalladas y no se puede decir que Yagüe no las ejecutara con
ejemplaridad. Días después, el 31 de julio, la prensa francesa publicó
que Prieto había sido elegido por el Gobierno de la República para
negociar con los rebeldes, Mola exclamó: “¿Parlamentar? ¡Jamás! Esta Guerra tiene que terminar con el exterminio de los enemigos de España”.
Mola: "“Una guerra de esta naturaleza
ha de acabar por el dominio de uno de los dos bandos y por el exterminio
absoluto y total del vencido”
Preston también recoge las declaraciones de
Mola a su secretario, José María Iribarren: “Una guerra de esta
naturaleza ha de acabar por el dominio de uno de los dos bandos y por el
exterminio absoluto y total del vencido”. Ejercer el terror, por
tanto, cumplía el objetivo a corto plazo de atajar la resistencia y
garantizar que el territorio fuera de los rebeldes.
Por esta razón -dice Preston- se llevaron a cabo en los tres meses siguientes a la toma del poder la mitad de las ejecuciones. A la larga, en cambio, este método de sembrar el terror, era necesario para la aniquilación de todo lo que significaba la II República,como era el desafío específico a los privilegios de los terratenientes, los industriales, la iglesia católica y el Ejército.
La limpieza donde no hubo guerra
La naturaleza del golpe de Estado de los militares y
su plan de implantación sistemática del terror se aprecia a la
perfección en las zonas de España donde el golpe de Estado triunfó y no hubo Guerra Civil.
En estas zonas las nuevas autoridades procedieron a la ejecución de
sindicalistas, miembros de partidos de izquierdas, oficiales municipales
electos, funcionarios republicanos, maestros de escuela y masones,
gente, en definitiva, que no había cometido crimen alguno.
El comandante de la Guardia Civil de Cáceres, uno de los primeros en adherirse al golpe, calificó la matanza de una “amplia limpieza de indeseables”. En Navarra murieron asesinados 2.822 hombres y 35 mujeres, según los datos de Preston.
Otras 305 víctimas murieron por malos tratos o desnutrición en la
cárcel. Uno de cada diez votantes del Frente Popular en Navarra falleció
en las purgas. Tampoco otras regiones del norte se libraron de la
matanza.
En Logroño, donde tampoco hubo guerra, a finales de diciembre de 1937 se habían producido cerca de 2.000 ejecuciones en la provincia, incluidas más de 40 mujeres. En el curso de la Guerra, el 1% de la población total fue ejecutada. En Valladolid, por poner otro ejemplo, hubo 2.000 asesinados en la provincia, según la asociación Todos los nombres, y cerca de 3.000 encarcelados durante la Guerra Civil y los primeros años de dictadura.
(FOTO EN ENLACE)Presos canarios durante los primeros años de dictadura
En Andalucía, la conquista comenzó por Cádiz donde fusilaron sin piedad en los primeros días al gobernador civil, al presidente de la Diputación, al abogado del ayuntamiento, a un diputado socialista y a numerosos militares por negarse a apoyar el golpe. Al alcalde lo fusilarían un mes después. Estaba de vacaciones en Córdoba, donde lo detuvieron. Paul Preston cuenta con detalle cómo fue la represión en la capital gaditana:
"A algunos los fusilaron directamente
en la calle; a otros se los llevaron a la sede de Falange, en el casino,
para someterlos a sádicas torturas"
“En primer lugar, los rebeldes sellaron las Puertas
de Tierra que cerraban el tómbolo que unía Cádiz con el resto de España.
Grupos de falangistas, guardias civiles y regulares procedieron a
continuación al registro y saqueo de viviendas. Se produjeron
detenciones en masa de liberales e izquierdistas, masones y
sindicalistas. A algunos los fusilaron directamente en la calle; a otros
se los llevaron a la sede de Falange, en el casino, para someterlos a
sádicas torturas. Los obligaron a beber aceite de ricino y alcohol industrial mezclado con serrín y miga de pan,
y, si por el dolor abdominal no fuera suficiente, les propinaron
brutales palizas. Se estableció el llamado Tribunal de Sangre, que cada día seleccionaba a 25 detenidos para su ejecución.
En los cinco primeros meses posteriores al golpe militar se fusiló a
unos 600 detenidos, y a más de 1.000 durante la Guerra Civil. Otros 300
fueron ejecutados entre el final de la guerra y 1945. Estas cifras no
incluyen a los que murieron en las cárceles a consecuencia de las
torturas”.
De Cádiz, las tropas rebeldes fueron conquistando
Andalucía Occidental al amparo de la proclamación del bando de guerra
difundido por Queipo de Llano el 18 de julio, que decretaba con contundencia el fusilamiento
de todo el que se opusiera a la sublevación. El ambiente que se vivió
aquellos días en la provincia puede recrearse a través de las palabras
del monárquico José María Pemán, que fueron retransmitidas por Radio Jerez el 24 de julio.
(FOTO EN ENLACE) La fosa común del cementerio de Puerto Real. //AYUNTAMIENTO DE PUERTO REAL
“La Guerra con su luz de fusilería nos ha abierto los ojos a todos. La idea de turno político ha sido sustituida para siempre por la idea de exterminio y de expulsión,
única válida frente a un enemigo que está haciendo un destrozo como
jamás en la Historia nos lo causó ninguna nación invasora”.
Un día antes, la radio emitía otro discurso de
Queipo de Llano que decía así: “¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del
Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad”.
Queipo de Llano: "Yo os autorizo a
matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante
vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda
responsabilidad”"
Ese mismo día, el 23 de julio, el general volvió a emitir un bando en el que anunciaba abiertamente que cualquier líder huelguista detenido sería fusilado,
junto con un número igual de trabajadores en huelga que serían elegidos
a discreción de las autoridades militares y, a continuación, que quien
desobedeciera los bandos sería fusilado sin juicio.
Hacia Extremadura avanzaron las tropas del general Yagüe, donde fueron asesinadas 3.800 personas durante la Guerra y los primeros años de dictadura, según datos del historiador Francisco Espinosa, autor de la obra La columna de la muerte. Si recurrimos a Paul Preston, que toma en consideración toda la provincia de Badajoz, la cifra aumenta a 8.914 asesinados por parte del ejército rebelde.
El primero en llegar a la zona, por cercanía, fue el periodista portugués Mario Neves, quien trabajaba para el medio luso Diario de Lisboa. Tras cinco días de conflicto, el periodista abandonó Extremadura espantado por la barbarie y juró no volver jamás. El historiador Justo Villa
conoció a Neves muchos años después: “Me contaba que lo que más le
espanto fue que una tarde que estaba a varios kilómetros de la ciudad
vio un densa columna de humo. Se acercó y cuando llegó se encontró con 300 o 400 cadáveres ardiendo. Ese día salió ‘pitando’ de este país”, recuerda Justo.
La carretera de Málaga
CARRETERA DE MÁLAGA.- CEDIDA POR JESÚS MAJADA
Las últimas provincias andaluzas en caer en manos del ejército franquista fueron Málaga y Almería, por este orden. Málaga fue ocupada el 8 de febrero de 1937 por columnas rebeldes y tropas italianas,
tras continuos bombardeos de la aviación, también italiana, y los
buques de guerra franquistas. Durante las siguientes siete semanas
fueron juzgadas 3.041 personas y 1.574 fueron ejecutadas. El último presidente del Gobierno de Franco, Carlos Arias Navarro, estuvo entre los jueces militares responsables de la matanza.
Durante
los últimos días de la guerra, con toda la Península ya conquistada por
el ejército franquista, decenas de miles de personas huían despavoridas
de sus poblaciones de origen en dirección a la costa. Querían huir,
fuera como fuera. El general Casado y su séquito, última autoridad
republicana tras su golpe de Estado en el Madrid republicano de marzo de
1939, abandonaban España el 30 de marzo escoltados por el propio
ejército franquista y la marina británica a través del puerto de Gandía.
"La limpieza y el exterminio en España
fue esto: la exclusión, no sólo física, sino de todo orden, de la mitad
de la población, por sus ideas políticas y definición social”, señala
Gómez"
No obstante, el franquismos y sus crímenes no se
reducen al asesinato de unas decenas de miles de ciudadanos. Se trata de
una represión ejercida en distintos ámbitos que el historiador Francisco Moreno Gómez ha calificado como “multirrepresión”. Esta
idea viene a insistir en que el franquismo no trató sólo de destruir
físicamente a la anti-España, sino sobre todo se trato de la persecución
de la mitad de un país después.
“La multirrepresión comprende la eliminación de los derechos generales,
las posibilidades de supervivencia, el derecho a la alimentación, el
derecho al trabajo, la libertad, echarlos a las cárceles, privarlos de la patria
y echarlos al exilio, eliminar los derechos de los padres sobre los
hijos, cercar por todas partes a los vencidos y matarles la esperanza. La limpieza y el exterminio en España
fue esto: la exclusión, no sólo física, sino de todo orden, de la mitad
de la población, por sus ideas políticas y definición social”, señala
Gómez.
Porque Franco no sólo eliminó familias enteras y dejó viudas y huérfanos. También los dejó sin dinero, sin derechos, sin presente, ni futuro.
Tras la derrota republicana, quedaron anulados nada menos que 13.251 millones de pesetas del dinero republicano, más otros 10.356 millones en depósitos bancarios. En total, todo el dinero de la República quedó anulado: alrededor de 23.607 millones de pesetas. Fue un golpe de efecto total contra los vencidos: los dejó sin un duro, con una mano detrás y otra delante.
La pobreza represiva empezó con la usurpación total de bienes (expolio directo, expedientes de incautación de bienes y ley de responsabilidades políticas), a lo que siguió la exclusión laboral absoluta
(excluyendo a los vencidos del trabajo público, oposiciones y cualquier
tipo de concesiones, todo lo cual quedó como botín de guerra para los
vencedores), a lo que hay que sumar finalmente el uso de las listas negras,
por las que se negaba el trabajo jornalero local a los que no se
hubieran humillado lo suficiente, bajo las exigencias del
nacionalcatolicismo.
El hambre en las calles y en las cárceles se
convirtió además en una práctica que Franco lanzó contra los vencidos.
El año 1941 fue el año de mayor exterminio por hambre, tanto en los
campos nazis como en las prisiones de Franco. El caso judío y el caso
español coincidieron en 1941. Objetivo: acabar con la anti-España.
Rafael Gil Bracero, presidente de la Asociación
Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica y una de las
referencias más acreditadas en la provincia sobre la Guerra Civil, firma
este relato especial sobre los días previos en Granada a la
sublevación. Con este artículo y las informaciones que publicaremos en
días sucesivos, El Independiente de Granada quiere rendir homenaje a los
que lucharon por la II República, legítimamente constituida, en el 80
aniversario del inicio de la cruel Guerra Civil.
Tapia del Cementerio de Granada. declarado Lugar de la Memoria Histórica.
La sublevación antirrepublicana
del 36 se retrasó en Granada hasta el 20 de julio, hasta primeras horas
de aquella tarde. De inmediato se controlaron y detuvieron a las
autoridades legítimas de la República y se procedió a desarrollar el
terror, en el que participaron elementos militares y civiles, con
protagonismo de los falangistas y militantes cedistas fascistizados.
En la primavera de 1936 se registran los
primeros movimientos de una trama conspirativa militar de marcado sesgo
antirrepublicano y antidemocrático en Granada. Trama conspirativa que
cuenta con cualificada participación de la derecha tradicional y la
ultraderecha fascista de la época (los monárquicos, los
tradicionalistas-carlistas, los católicos de la CEDA, los “camisas
viejas” de la Falange Española, los “jonsistas”) quienes respaldaron y
alentaron al mando militar para derrocar al gobierno legítimo mediante
una insurrección armada. Para cierto sector de la derecha -sin duda
asustada ante el triunfo de las izquierdas y los avances del Frente
Popular- sería la insurrección militar una solución defensiva
....”porque -según se lee en el editorial de 1 de julio de IDEAL-
todavía es tiempo de unirnos a quienes luchan para salvar los
principios tradicionales de España y volver a una organización donde el
espíritu ocupe el cenit de la jerarquía. Llegamos cuando más falta hacen
los luchadores”.
Una conspiración militar que en todo
caso obtuvo en éxito parcial porque el desenlace del pronunciamiento en
Granada se decidió casi tres días después que en el resto de España
sublevada: fue realidad sólo a partir de las seis de la tarde del lunes
20 de julio de 1936. La salida del ejército a la calle, acompañado de
varias decenas de voluntarios civiles vino a ser más el resultado de la
decisión de varios jefes que actúan in extremis frente -y para eludir-
la escrupulosa legalidad con que se conducen tanto el Comandante Militar
de la Plaza, el general Miguel Campins Aura, como el gobernador civil César Torres Martínez
y el resto de autoridades locales desde los parlamentarios como
directivos de partidos, sindicatos y concejales de la capital y pueblos
granadinos.
No hubo unanimidad rebelde, por lo que no es
correcto hablar de “Alzamiento” del Ejército como un todo monolítico, lo
que explicaría las dudas y dilacciones de los tres días que median
entre el 17 y el 20 de julio de 1936 en Granada capital. Respecto a la
conspiración civil tampoco hay una iniciativa clara por las direcciones
de partidos políticos, si bien el objetivo último de la insurrección
militar coincide con los intereses que aquellos persiguen. Si se
advierte un protagonismo de la Falange Española es porque en ella
militan destacados rebeldes (Valdés, Nestares),
falangistas, monárquicos, cedistas que se pliegan a las condiciones de
los militares. Granada va a ser fácilmente dominada por los uniformes
militares tan pronto como se neutralice al general Campins Aura y a un
grupo reducido de oficiales reacios a proclamar el estado de guerra y a
sacar las fuerzas a la calle contra la legalidad republicana.
El General Miguel Campins Aura en calidad de
Comandante Militar de la Plaza de Granada mantuvo desde la tarde noche
del 17 de julio su firme postura de permanecer al lado del Gobierno: “en
Granada no habría un soldado rebelde” dijo al último gobernador civil
republicano César Torres Martínez. Frente a esa firme resolución -que al
final le costó la vida- los conspiradores pensaron que “aquí no queda
más remedio que emplear las pistolas”. La determinación de Campins se
explica por su sentido del deber, por sus convicciones liberales y su
elevado sentido profesional de la milicia al servicio del poder civil y
de la legalidad. Considera Campins que no se daban condiciones en
Granada que justificaran “un bollo y aventura militar”. Como él mismo
dejara escrito tampoco conocía los planes que tramaban desde meses en
los acuartelamientos de la guarnición granadina....Por el contrario para
los intereses de los rebeldes, la lealtad del Comandante Militar era un
obstáculo que ponía en peligro la insurrección armada en la demarcación
territorial.
El acoso y vigilancia de los jefes y oficiales hacia
Campins se acentúa cuando se conoce su negativa a proclamar el estado
de guerra en los termino categóricos y duros que le manda el general Queipo de Llano
(el nuevo “virrey de Andalucía”), quien ya desde esas primeras horas
solicita y actúa de forma dura y cruel contra todos los opuestos al
Alzamiento. Desechada la solución Campins, la dirección rebelde (Muñoz Jiménez, Rodríguez Bouzo, Rosaleny Burguet, Valdés Guzmán)
se aprestarán a cerrar el compromiso de la oficialidad de Infantería,
Guardia Civil, Cuerpo de Seguridad y Asalto y Comisaría de Vigilancia.
Ciertamente hubo que vencer alguna duda o reticencia del Arma de
Infantería (Basilio León Maestre esgrimiría la escasa guarnición, escaso
municionamiento y una clase de suboficiales y tropa poco propicia a
asonadas e intentonas militares).
Esas dudas derivaron en reuniones y movimientos de enlace en los que sobresalen por su “habilidad” los capitanes José María Nestares Cuéllar,Mariano Pelayo Navarro y Antonio Fernández Sánchez.
Tras dos días de encuentros más o menos clandestinos en los cuartos de
banderas de los regimientos, los jefes y oficiales rebeldes lograron el
apoyo de todos las armas e institutos de orden público con sede en la
capital de la provincia y además habrían logrado el respaldo de la
Falange Española, de la CEDA y de los monárquicos quienes se van a
incorporar a una hora determinada al grueso de las fuerzas que operen en
la calle.
Mientras esto ocurría en la parte rebelde las dos
máximas autoridades republicanas -el gobernador civil y el comandante
militar- respetaron la legalidad con escrupulosidad que se demostró más
tarde suicida para la suerte del régimen. Confiaron en que nada iba a
suceder por lo que se negaron armar y repartir municionamiento a los
grupos milicianos y sindicalistas que las reclamaban.... para impedir
cualquier intento insurreccional.
Se ultimaba un plan de ocupación del centro de
capital de Granada (para el día 21) cuando los preparativos hubieron que
adelantarse a la tarde del lunes 20 de julio de 1936, ¡casi tres días
después de la sublevación de la guarnición de Africa!. El desencadenante
fue la orden cursada desde la Comandancia Militar a los jefes y
oficiales para organizar una milicia armada que debía socorrer a los
gubernamentales de Córdoba y la propia constatación de que se iba a
proceder a entregar armas a voluntarios que se habrían desplazado desde
Jaén por encargo del gobernador y partidos republicanos.
Rafael Gil Bracero es desde 2012 presidente de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica. Autor de numerosas publicaciones, como Revolucionarios sin revolución: marxistas y anarcosindicalistas en guerra, Granada-Baza, 1936-1939 (Universidad de Granada, 1998); Caciques contra socialistas: poder y conflictos en los ayuntamientos de la república, Granada 1931-1936, junto a Mario López Martín, Diputación Provincial de Granada, 1997 o Motril en guerra: de la República al franquismo (1931-1939),
también junto a Mario López Martín (El Varadero de Motril (Granada) :
Asukaría Mediterránea, 1997). Es profesor de Historia en la Universidad
de Granada.
Dicen
los equidistantes como Trapiello, Sauquillo, y otros más de los que no
me da la real gana acordarme, que la guerra fue de dos bandos y no hay
que borrarlo todo ni reabrir heridas, que hay que ser ecuánimes y llegar
a consensos. Por eso igualan al gobierno republicano, el único legal,
con el gobierno golpista fascista. Dos bandos, por eso criminales de
guerra tienen fundaciones benéficas que llevan su nombre y no pasa nada,
porque eran dos bandos y en las guerras ya se sabe...Así
que para ellos tan culpables fueron unos como otros y ante la amenaza
de las hordas rojas , que eran también enemigas de la República( aunque
la defendieron con la vida pero eso a estos comisionados tan ecuánimes
no les interesa)se hizo lo único que se podía hacer. Pues nada, que se
vayan a pedirles equidistancia a las víctimas del holocausto nazi o del
terrorismo, a ver qué les contestan. Yo, como familiar de víctimas del
franquismo, me permito aquí el lujo de mandarlos a la mierda, y tan
tranquila que me quedo. Y sigo contando las cosas que ocurrieron y cada
cuál saque sus conclusiones. .................................................................
El general golpista fue un "criminal de guerra" responsable de la
"matanza" de miles de personas, según historiadores y expertos en la
materia
Para sus descendientes, el militar sublevado "salvó a
Sevilla" de "caer bajo el dominio rojo" y se convirtió en un benefactor
obsesionado con atender a la "infancia desvalida"
¿Quién era Queipo? El militar golpista Gonzalo Queipo de Llano
es un personaje controvertido. ¿Criminal de guerra o salvador de
Sevilla? ¿Benefactor de la "infancia desvalida" o cruel creador de
huérfanos? Nunca fue juzgado por la comisión de supuestos delitos contra
la humanidad. Pero sí recibe, todavía, numerosos homenajes públicos en
calles, iglesias y hasta en el nombre de un poblado.
"Salvó a Sevilla", dice su nieto Gonzalo García Queipo de Llano en declaraciones exclusivas a eldiario.es Andalucía. El hijo del exgeneral, Gonzalo Queipo de Llano Martí, sería más explícito en una carta al director publicada por El País en 1976: había preservado a la ciudad "de caer bajo el dominio rojo". Fue un "criminal de guerra", a juicio de numerosos historiadores y expertos. El máximo responsable de la "matanza" ejecutada en el territorio bajo su mando, unas 14.000 personas solo en Sevilla.
El general sublevado comandó con mano de hierro (y mucha sangre) la rápida victoria franquista en el suroeste peninsular.
A juicio de Francisco Franco, y tras el triunfo fascista en la guerra
civil, su actuación resultó merecedora de una importante condecoración:
la Laureada de San Fernando. El propio dictador creó el título de
marqués de Queipo de Llano el 1 de abril de 1950, marquesado que renovaría el exministro Alberto Ruiz Gallardón en el año 2012 a favor de su nieto, Gonzalo Queipo de Llano Mencos.
No quedan ahí los honores y homenajes vigentes. Enterrado en la basílica sevillana de La Macarena,
una imagen religiosa ha vestido durante años su fajín de general
(retirado oficialmente para su reparación). Dos cofradías llevan el
nombre del militar y su esposa: San Gonzalo y Santa Genoveva. Calles y plazas homónimas salpican pueblos de toda España y el nomenclátor tiene rúbrica en el poblado Queipo de Llano (La Puebla del Río, Sevilla), hoy deshabitado.
Criminal de guerra como "aseveración histórica"
Gonzalo Queipo de Llano y Sierra (Tordesillas, 5 de febrero de 1875 – Sevilla, 9 de marzo de 1951), de formación militar, participó en todas las conspiraciones del siglo XX español.
A favor y contra el dictador Miguel Primo de Rivera, e igual en el caso
de la monarquía de Alfonso XIII, acompañó a los generales Emilio Mola,
José Sanjurjo y Franco en la ejecución de la trama rebelde contra el Gobierno de la Segunda República que propició con su fracaso la guerra civil.
"Queipo fue uno de los mayores criminales de guerra al servicio del golpe",
asevera el historiador Francisco Espinosa Maestre. "Queipo es, sin
lugar a dudas, el gran responsable de la matanza que se llevó a cabo en
Sevilla y en el territorio bajo su mando. Calificarlo de criminal de
guerra es una aseveración histórica del máximo rigor, no un adjetivo",
resume el investigador José María García Márquez.
Fotomontaje con la portada de un boletín de la Fundación Nacional
Francisco Franco y la tumba de Queipo de Llano en La Macarena.
J.M.B.
Las cifras que evidencian la orgía de muerte de los rebeldes marcan 12.854 asesinados como "casos documentados de víctimas", según García Márquez, autor de Las víctimas de la represión militar en la provincia de Sevilla (1936-1963).
A estos datos el investigador suma 268 ejecutados de otras provincias y
862 muertos en prisión, "la mayoría de ellos en las semanas siguientes
al golpe militar", precisa.
El hispanista Paul Preston titula el capítulo 5 de su libro El holocausto español
con un explícito 'El terror de Queipo: las purgas de Andalucía'. Golpes
de suerte rodearon una sublevación que buscaba la "máxima violencia"
como garantía de éxito, relata Preston. Los conspiradores peninsulares
contaron pronto con una avanzadilla mortal: las tropas africanistas y
mercenarias. Cádiz, Huelva y Sevilla serían arrasadas con la "aniquilación de izquierdistas" como máxima para las fuerzas rebeldes del sur al mando de Gonzalo Queipo de Llano.
Ante un tribunal hubiera sido juzgado por "miles de asesinatos
ocurridos en su territorio", dice Espinosa Maestre, que estudió su
figura en obras como La justicia de Queipo. Violencia y terror fascistas en Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz y en La columna de la muerte: el avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz.
"Queipo no era general sino exgeneral", recuerda García Márquez. "El
mismo 18 de julio de 1936 fue separado de sus funciones y tres días
después expulsado del ejército junto a Franco, Fanjul, Saliquet, Poded y Cabanellas", explica.
Intervenciones de "terror" en la radio
"Se les perseguirá como a fieras, hasta hacerlos desaparecer a todos", decía Queipo en arengas radiofónicas en las que animaba al exterminio del rival ideológico.
"Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos
cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus
mujeres", exaltaba ante los micrófonos de Unión Radio Sevilla (emisora
de la Cadena SER).
Continuaba Queipo de Llano, año 1936: "Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen".
Llevó así "el terror" a los pueblos "y la esperanza a la extrema
derecha", relata Francisco Espinosa. "Las intervenciones de Queipo en la
radio constituyen un claro ejemplo de la sevicia con que siempre trató a
sus adversarios", concluye García Márquez.
José María Pemán, en pleno discurso ante Queipo y Ramón de Carranza, entre otros.
FRANCISCO ESPINOSA
"Los bandos de guerra
que firmó decían lo mismo" por lo que no representaban "amenazas" sino
"órdenes específicas cursadas a los comandantes militares de cada pueblo
ocupado". Hasta dejar el suroeste de España sembrado de fosas comunes.
"Si en algo se distinguió fue en su vesania represora", dice el autor
del victimario provincial más completo de la represión franquista.
"Dadle café, mucho café" dijo Queipo sobre el poeta Federico García Lorca según el hispanista Ian Gibson ( El asesinato de García Lorca). Café, palabra clave resuelta ante el pelotón de fusilamiento. El historiador británico Antony Beevor ( The battle for Spain: the spanish civil war 1936-1939) alude el episodio y la frase como abreviatura de 'Camaradas: Arriba Falange Española'.
Tras la guerra civil y "salvar a Sevilla"
de "caer bajo el dominio rojo", recibió un regalo en forma de
"suscripción" popular. Una cuantiosa suma de dinero que dio para comprar
el cortijo de Gambogaz y luego tierras de arrozal, las mismas fincas
hoy en litigio con los colonos arrendatarios.
El hijo del militar, Gonzalo Queipo de Llano y Martí,
negaba la implicación en el asesinato de Lorca. Y otras fuentes, caso
del especialista en historia militar del siglo XX, Jorge
Fernández-Coppel, revisionista de las memorias autógrafas del exgeneral.
El periodista Nicolás Salas describe en Quién fue Gonzalo Queipo de Llano y Sierra a un "republicano" conservador y liberal que hizo una "labor social impresionante", como la construcción de casas o la siembra de arroz en la marisma.
Una de sus nietas, Ana Quevedo Queipo de Llano, escribía una hagiografía familiar ( Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general)
en la que reivindica "sus valores humanos más allá de las controversias
históricas". Es un benefactor que creó la Fundación ProInfancia
homónima como "obsesión" por atender "a la infancia desvalida", dicen
sus descendientes actuales más directos.
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Cuartel de Ceuta. 17 de julio de 1936. El
cabo José Rico proyecta matar a Franco. La traición de uno de sus
compañeros hizo fracasar un plan que habría cambiado la historia
“Aquel atentado hubiera podido cambiar el curso de la historia de
España”.
El investigador ceutí Francisco Sánchez Montoya recuerda el
asesinato planeado para el 17 de julio de 1936 contra el general
Francisco Franco. La maniobra la llevarían a cabo cuatro cabos y varios
soldados el mismo 18 de julio de 1936 siendo uno de sus cabecillas el
cabo republicano José Rico. Tras ser delatados en Ceuta por un chivatazo, fueron finalmente ejecutados en un Consejo de Guerra Sumarísimo un año más tarde.
Montoya recuerda que “todo comenzó en la medianoche del 17 de julio
de 1936”. Aquella madrugada los militares golpistas comenzaron a tomar
Ceuta. La represión sería terrible: 268 asesinatos entre 1936 y 1944 en
la ciudad. El objetivo “salvar a España” de la República. El Regimiento
de Infantería número ocho saldría en armas, junto al teniente coronel
Juan Yagüe y las tropas de legionarios de Dar Riffien. La situación se
complicaba a medida que pasaban las horas. “Patrullas de falangistas
detenían a civiles y asaltaban varias sedes de partidos políticos,
comunicando al pueblo el estado de guerra, la disolución de partidos y
la prohibición de realizar reuniones”, recuerda el investigador. LA TRAMA DEL ATENTADO EN EL CUARTEL DE CEUTA
Los cabos José Rico y Pedro Veintemillas hacían la ronda aquella
noche como otra jornada más. Solo en pocas horas, la ciudad había sido
tomada por los militares sin tener que disparar un solo tiro. Pocos
opusieron resistencia, sin saber lo que se avecinaba. El profundo
republicanismo de Rico lo alentó a oponerse al golpe que ya se estaba
gestando. Las primeras horas del día siguiente, ya 18 de julio,
urdiría plan de resistencia. Una pequeña habitación del cuartel sirvió
de reunión clandestina para el encuentro. Le acompañaron Anselmo
Carrasco y Pablo Frutos. Rico tenía solo 21 años cuando se alistó
voluntario en el Ejército desde Salamanca, su tierra natal, cuando
marchó al Norte de África.
El cabo tramaría, como cabecilla, el complot para atentar contra la vida de Franco,
que en aquellos decisivos momentos se encontraba en las Islas Canarias.
“La idea se concretó en la segunda reunión en el cuartel”,
puntualiza Montoya. Se trataba de frenar el golpe de Estado y una guerra
civil que parecía ya irrevocable.
La magia del plan radicaba en su sencillez. La tarde del 18 de julio,
Rico pidió estar de guardia en la entrada principal del cuartel con la
intención de ser el primero en enterarse de la llegada de Franco. Cuando
entrada en el patio central, le dispararían una ráfaga de fuego. El
resto de militares serían detenidos. Sin embargo, la mayor complicación
era buscar apoyo en el pueblo. Esa era una baza necesaria para el éxito
del atentado. Sin el beneplácito –que no lograron– de los ciudadanos de
Ceuta, Melilla y el protectorado, el golpe continuaría su curso. LA TRAICIÓN FINAL Y EL CONSEJO DE GUERRA
Agustina Rico, sobrina del militar republicano, aludiría muchos años
más tarde, en una entrevista, a la traición final que desbarató la
operación. “En la tarde del 18 de julio, mi tío pidió entrar de guardia
en la puerta principal del cuartel para ser el primero en enterarse de
la llegada de Franco. Lo consiguió. Compartió vigilancia con el cabo
Rodríguez, quien confesó después en el consejo de guerra que mi tío le
había preguntado qué le parecía el movimiento, la revuelta fascista”.
Las detenciones, alrededor de medio centenar, no tardaron mucho en
llegar, como recoge Montoya en su libro ‘Ceuta y el Norte de África
1931-1944. República, guerra y represión’. Uno de los supervivientes de
aquel arresto, el anarquista Sánchez Téllez, recordaba así los terribles
interrogatorios: “Entré en un pequeño despacho sin ventanas y un
brigada me tomó la filiación y comenzó a interrogarme. Aún no había
terminado la primera pregunta cuando sobre mi espalda sentí un golpe de vergajo. Para que me recuperara me echaban agua de un botijo, pero yo lo negaba todo”. FUSILAMIENTO EN LA PRISIÓN DEL HACHO
Los presos fueron llevados en las peores condiciones imaginables
hasta la fortaleza prisión del Monte Hacho. Tras pasar casi un año en
prisión, el 17 de marzo de 1937, Rico fue sometido a un consejo de
guerra, que decretó su fusilamiento. Sin testigos para poder ejercer su
derecho de defensa, fue fusilado por una patrulla de falangistas a las
puertas del Hacho. Antes de su muerte, el cabo relató en una carta a su
familia las circunstancias en la que se encontraba: “Me fusilan al
amanecer. El capitán Navarro me ha preguntado si quiero algo. Vivir, le he dicho,
y no ha sabido qué responderme”. Y continuaba con profundad emotividad:
“Tengo miedo y no sé cómo reaccionaré cuando esté ante el pelotón de
ejecución. Me gustaría mantener la dignidad, pero ¿cómo? Padres, no se
culpen de nada, porque de nada tienen la culpa, como tampoco me culpo yo
de mis acciones”.
En su único turno de palabra durante el consejo de guerra, el juez
permanente teniente coronel Buesa dictaminó el veredicto de
culpabilidad: “No sois españoles, sois todos unos cobardes traidores
a la patria”, a lo que el cabo Rico replicó: “Juré defender una España
democrática y la defiendo porque soy español; los traidores a la patria
sois vosotros”.