martes, 29 de octubre de 2024

CTXT. El populismo de izquierdas de Podemos fue víctima de su cultura elitista, de Raúl Rojas / Samuele Mazzolini / Jacopo Custodi

 25/09/2024   Raúl Rojas / Samuele Mazzolini / Jacopo Custodi

Los líderes de la formación morada lograron generar admiración intelectual, pero no identificación política, y esto favoreció el cortocircuito de su operación populista

Cargos y representantes de Podemos saludan desde el escenario en el cierre del Congreso de Vistalegre. / Manolo Finish


En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Este año se cumple una década del nacimiento de Podemos, el partido que emergió al calor del movimiento 15M y que desafió la austeridad en las plazas de las principales ciudades de España. En sus primeros días, todo parecía posible. Pronto lideraba las encuestas nacionales con más del 20 por ciento de apoyo, augurando superar al Partido Socialista (PSOE) y crear un terremoto en el sistema de partidos que perduraba, en España, desde la transición a la democracia a finales de la década de los setenta. 

Pero mucho ha cambiado desde ese entonces. Hoy, la representación de Podemos en el Congreso español se ha reducido a solo cuatro diputados. En su apogeo, tenía setenta y uno. En las elecciones de junio al Parlamento Europeo, Podemos y su vástago, Sumar, se presentaron por separado y obtuvieron solo un 3,3 y 4,7 por ciento respectivamente.

Podemos irrumpió en la escena adoptando una estrategia populista inspirada en la izquierda latinoamericana y en el trabajo del teórico político argentino Ernesto Laclau. Se apartó de las lógicas, discursos y símbolos tradicionales de la izquierda española. En vez de enmarcarse en oposición a la derecha, buscó apelar al “pueblo” frente a la “casta”. Pero su estrategia se vio muy pronto dividida en dos facciones opuestas.

La primera, liderada por Pablo Iglesias y conocida como “pablismo”, abogaba por un regreso a una identidad abiertamente izquierdista. El segundo al mando de Podemos, Íñigo Errejón, reunió a aquellos que querían mantener la hoja de ruta populista: construir mayorías amplias alrededor de un discurso deliberadamente ambiguo, lo suficientemente amplio como para incluir a sectores diversos de la población no politizados. El “errejonismo” acabó dejando el partido para formar su propio grupo, Más País, que ahora forma parte de Sumar.

La estrella de Podemos brilló intensamente, pero demasiado rápido. Se enfrentó a condiciones externas realmente desfavorables: un sistema parlamentario y una ley electoral diseñados para favorecer el bipartidismo, y una campaña mediática y judicial sin precedentes destinada a desacreditar al partido con noticias falsas y vigilancia policial ilegal. Además, tras su impresionante éxito inicial, surgieron otros partidos de derecha y ultraderecha, intentando capitalizar también la misma crisis social, económica y política que atravesaba el país. Por si fuera poco, en 2017, el proceso de independencia catalán cambió el enfoque de la preocupación pública de la crisis económica a la crisis territorial, cambiando la oposición de “el pueblo versus la élite” a “Cataluña versus España”.

También hubo, por supuesto, factores internos clave en el declive de Podemos, ya ampliamente analizados: varios autores han criticado su modelo organizativo vertical, su constante electoralismo, su culto al liderazgo, así como el descrédito provocado por sus constantes conflictos internos.

Pero un elemento de esta historia ha pasado desapercibido. Además de todos estos factores externos e internos, otro problema que impidió el éxito continuo de Podemos fue cierto elitismo cultural. Es un problema que parece estar afectando a muchas fuerzas contemporáneas de izquierda en toda Europa, y por lo tanto merece un examen más detallado. Para comprenderlo debemos atender brevemente a los fundamentos teóricos de Podemos y a cómo evolucionaron.

Menos identidad, más identidad

Ernesto Laclau define el populismo como la construcción de una frontera que polariza a la sociedad en torno a un solo antagonismo: el pueblo frente a un enemigo, acusado de frustrar sistemáticamente sus demandas. Así, una operación política populista busca unificar esas quejas populares, que pueden ser muy diferentes y tener poco que ver entre sí. ¿Cómo? Apoyándose en su rasgo común: su igual confrontación con esa élite. Cuando tales grupos variados tienen un enemigo común, dejan de verse a sí mismos como diferentes, y esto genera una nueva identidad popular: una nueva subjetividad política que antes parecía imposible debido a sus diferencias internas. Las crisis políticas, económicas o sociales ayudan en este proceso, claro. Fomentan el descontento popular, proporcionando un terreno fértil para la creación de una oposición frontal al establishment.

Esto implica dos cosas. En primer lugar, las características específicas de cada grupo deben quedar de lado, al menos en cierta medida, para permitir el surgimiento de esta nueva identidad compartida. En segundo lugar, cualquiera que aspire a liderar al pueblo debe ser identificable como su representante. Por esta razón, también quienes aspiren a tal liderazgo deben minimizar sus propios rasgos específicos, mantener un grado de ambigüedad, y elegir cuidadosamente las características que adoptan si desean convertirse en el símbolo de una comunidad tan amplia y diversa, por tanto, tan poco definida –un “significante vacío” en la terminología de Laclau–.

Karl Marx ya sabía que no es suficiente defender los “intereses” de alguien para que se identifiquen con la opción política que representas. ¿Cómo hacer que millones de personas se identifiquen contigo? Los fundadores de Podemos entendieron que, por mucho que la izquierda defendiera a la mayoría social, pocas personas en España se identificaban con el vocabulario y la simbología de la izquierda.

En consecuencia, no solo centraron su discurso en “el pueblo contra la élite”, sino que también abandonaron los símbolos tradicionales. Por ejemplo, eligieron el color morado en lugar del clásico rojo socialista, y muchos de ellos reemplazaron el puño en alto por el signo de la V. Su lenguaje era directo y coloquial, evitando el tecnicismo y los eslóganes de la izquierda.

Se centraron en crear campañas de marketing político explosivas y en construir una marca atractiva, en contraste con el estilo más complicado de la izquierda tradicional. Entendieron que una campaña electoral no es solo una fase de “cosecha” de lo que se ha sembrado durante años anteriores de organización política, sino un período en el que las identidades políticas pueden construirse a un ritmo más rápido. Y rechazaron la idea de desempeñar un papel meramente “testimonial” de integridad moral, alejado de la gente común, papel que, a su juicio, había asumido la izquierda hasta entonces.

Al mismo tiempo, Podemos intentó resignificar elementos del sentido común de las personas. Por ejemplo, habló de amor a la patria y se presentó como el único movimiento realmente patriótico, aunque desde la era de Franco esta noción había sido tradicionalmente asociada con la derecha. El objetivo era establecer una nueva identidad española fresca y enraizada en un ethos o espíritu nacional-popular, no solo para obtener legitimidad, sino también para reinterpretar la identidad española en términos progresistas y así recuperarla de manos de la derecha.

Lo alto vs. lo bajo

Cuando hablamos del “establishment,” imaginamos un mundo de suelos alfombrados, trajes bien planchados, lenguaje educado y modales impecables dignos de un presidente. Esto es lo que el politólogo Pierre Ostiguy llama la dimensión “alta” de la política. En períodos de estabilidad, en los que los gobiernos satisfacen lo suficiente las demandas populares como para ser vistos como legítimos, estas formas y protocolo son lo que se espera de un líder político. Pero, como argumenta Ostiguy, cuando el statu quopierde legitimidad, los nuevos líderes tienden a alejarse de esa imagen y encarnar la dimensión popular.

En su lugar, optan por una orgullosa exhibición de lo “bajo”, lo plebeyo (que, por supuesto, varía en función de cada país). En consecuencia, una estrategia populista implica no solo una capa descriptiva (es decir, la articulación de demandas no satisfechas en una nueva identidad y la identificación de un enemigo común), sino también una performativa: el “pueblo” debe verse representado en las maneras, formas de hablar y actuar del supuesto líder, no solo en el contenido literal de su discurso. Esto lo vemos en los líderes actuales como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei, Andrés Manuel López Obrador o el ya difunto Hugo Chávez, famosos por su forma grosera y directa de hablar, sin suavizar ni contener declaraciones controvertidas.

Esta identificación con un líder o con un proyecto político recuerda las reflexiones freudianas sobre el superyó. El sujeto con el que nos identificamos políticamente tiene una doble naturaleza: debe ser inalcanzable e imitable al mismo tiempo. Inalcanzable porque siempre está más allá de nuestro alcance: precisamente por eso puede funcionar como un ideal moral. Sin embargo, también necesita estar lo suficientemente cerca de nosotros para ser imitable y, así, satisfacer nuestra necesidad de sentirnos bien con nosotros mismos, con nuestra imagen, a través de la identificación con ese líder (lo que Freud llamaba “satisfacción narcisista”). ¿Qué ocurre cuando esto no es así, cuando un modelo se vuelve inalcanzable? Que comienza a volverse un mero elemento represivo: genera sentimientos de inferioridad y frustración. En comparación con él soy deficiente, malo, tonto, vago, irresponsable… (dependiendo de los valores que encarne ese ideal). De modo que, a largo plazo, el deseo de imitar este modelo se desvanece ya que no aporta beneficio psicológico, y la situación de superioridad de los que están “arriba” no se reconoce como justa. Entonces, surge un espacio político para nuevos líderes.

Esto, según Freud, es lo que explica la psicología de las masas: el colectivo encuentra en su líder carismático una especie de superyó común externalizado y encarnado. Es alguien a quien imitar y en cuyo reflejo te sientes mejor de lo que te sentías en algún espejo moral anterior. Por ejemplo, la crisis de 2008 y la recesión subsiguiente condenaron a millones de personas a verse a sí mismas como personas fracasadas, que habían vivido por encima de sus posibilidades y eran responsables de su propia ruina repentina. Solo era cuestión de tiempo que líderes de cualquier lado del espectro político aparecieran para ofrecer nuevos marcos que permitieran a la gente reinterpretar su destino de una manera que apaciguara su culpa y frustración.

Elitismo cultural

Como Thomas Piketty argumenta en Capital e Ideología, la composición sociodemográfica de la izquierda occidental ha cambiado mucho desde la década de los setenta. Hasta entonces, dirigía principalmente su discurso a la clase trabajadora, de la cual recibía su principal apoyo electoral, mientras que la derecha apelaba y dependía tanto de élites económicas como culturales. Pero, en los últimos años, la tendencia ha cambiado. La derecha ha seguido apelando a las élites económicas, la izquierda ha apelado cada vez más a las élites culturales, y la clase trabajadora manual ha ido cayendo en la abstención, al menos hasta los últimos años, cuando el populismo de derecha ha comenzado a cosechar ese voto abandonado.

En España, este proceso no ha ocurrido exactamente de esta manera: el voto al PSOE es mayor cuando menor es la clase social y el nivel académico. Sin embargo, los votantes de Izquierda Unida y de Podemos son, en su mayoría, graduados universitarios, con un mayor capital cultural. El estereotipo del “izquierdista español” posee una serie de rasgos consistentes con ese capital cultural: maneras complicadas de hablar, difíciles de entender, así como la tendencia a alardear de unos hábitos de consumo cultural de nicho.

Estas son expresiones de lo que llamamos elitismo cultural. Como argumentaron Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, las élites mantienen su estatus acumulando “bienes de distinción” que permiten ser visto como alguien exclusivo, alguien diferente y especial (no vulgar). En el caso de bienes materiales, esa exclusividad se asegura con precios muy altos. En los bienes culturales, haciendo difícil su comprensión, aunque esto no significa que las élites culturales restrinjan el acceso a la cultura deliberada y premeditadamente.

¿Por qué? Porque esa ritualización de la cultura que la hace inaccesible (incomprensible) para la mayoría se aprende junto con la adquisición de la propia cultura. Todas las élites adquieren, normalmente desde la infancia, maneras de actuar que las diferencian del resto de las personas, como modos educados de hablar, de comer en la mesa, incluso de andar o de sentarse en una sala de espera. Esto es lo que Bourdieu llama el habitus. Así, cuando se adquiere la cultura, por ejemplo en la universidad, se la adquiere junto con el modo en que está formulada, de forma que, de manera natural (no premeditada) luego se la reformulará de ese mismo modo. Y ese es un modo (especialmente en las humanidades y ciencias sociales) que suele ser oscuro. Obviamente, el elitismo cultural no equivale al elitismo económico, y pertenecer a la élite cultural no es, en absoluto, una garantía de riqueza económica, especialmente en el mundo de hoy. Pero juega un papel importante en la no identificación entre personas que pueden tener medios económicos bajos pero un capital cultural diferente.

A lo largo de la historia de Podemos, algunos de sus líderes han demostrado un elitismo cultural cada vez más visible. Siguiendo la terminología de Ostiguy, estos líderes, aunque inicialmente capaces de distanciarse de ciertas actitudes con las que comúnmente se identifica a la izquierda, no pudieron abandonar genuinamente lo “alto” y encarnar lo “bajo”. Esto dificultó que muchas personas trabajadoras se identificaran con ellos. Paradójicamente, fue la facción de Errejón la que mostró actitudes más claras de superioridad cultural, a pesar de su proclamada estrategia populista, formando un club cerrado a menudo percibido como inaccesible, opaco y exclusivo.

Al hablar, líderes como Errejón y sus principales aliados mostraban tal inteligencia y cultura y tal manera de hablar que cavaban una zanja entre ellos y el pueblo. A diferencia del populismo de izquierda latinoamericano del cual afirmaban inspirarse, los líderes de mentalidad populista de Podemos replicaron las actitudes de las élites urbanas altamente educadas (insistimos, no necesariamente adineradas) (...)

..................

OTRA COSA: CTXT. La resaca de la invasión cheli, de Jesús López-Medel

CTXT. Pensar en la ultimidad, de Franco 'Bifo' Berardi

 Franco 'Bifo' Berardi 8/10/2024

Todos los discursos que escuchamos hoy, en 2024, son discursos que preparan el exterminio mutuo

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

La libertad de los seres humanos reside única y enteramente en el hecho de que hablan y se expresan con signos. En esa esfera, y en ninguna otra, son libres. En esa esfera se emancipan de los designios de Dios, y al mismo tiempo se emancipan de la tiranía de lo particular, de la pertenencia y de la fuerza bruta. El proceso de civilización consistió en someter la brutalidad de la energía al lenguaje. La misión de la modernidad consistía en gobernar la brutalidad y someter la naturaleza al lenguaje. Aquí reside la vocación de los modernos, al menos en sus intenciones. Hoy sabemos que, desde este punto de vista, la modernidad ha fracasado en su propósito. No quiero decir que el lenguaje se haya retirado de la escena: al contrario, el lenguaje ha acelerado su ritmo hasta el punto de proliferar más allá de los límites de las capacidades de procesamiento de la mente humana. Gracias a la tecnología conectiva hiperrápida, la Semiosis, la actividad de enunciación y proyección, se ha convertido en Hipersemiosis, y la Hipersemiosis ha saturado la atención, la imaginación y la sensibilidad hasta el punto de imposibilitar la distinción crítica y hasta el punto de hacer ineficaz el lenguaje. Por eso es necesaria una reflexión última, pensar en la Ultimidad. Es necesario pensar en las condiciones en que viviremos en el horizonte que se perfila: el horizonte de la desaparición de la especie humana en el siglo XXI.

La retórica universalista no resistió la revelación que trajo Darwin. Darwin reveló que la naturaleza no se rige por ninguna teleología, ni se ajusta a las leyes de la razón: evoluciona según una única ley, la de la prevalencia de individuos y especies capaces de adaptarse al medio, y la de la eliminación de individuos y especies en competencia. Tras esta revelación, era legítimo preguntarse: si en la naturaleza existe un principio de selección natural que no tiene nada que ver con la justicia universal ni con la razón, ¿por qué la sociedad humana no debería funcionar de la misma manera? La respuesta no es obvia.

El pensamiento humanista y su evolución hacia la Ilustración respondieron que la civilización humana consiste precisamente en la afirmación de la razón ética sobre el instinto natural. 

Se suponía que esa era la diferencia moderna. De Hobbes a Kant, este es el objeto de la reflexión: ¿cómo someter la ley de la naturaleza a la aspiración de una razón ética universal?

Ahora descubrimos que el universalismo, y la diferencia que supone con respecto a la naturaleza, fue probablemente una ilusión óptica dentro de la cual se desarrolló la historia de la política moderna: la democracia, el Estado de derecho, el derecho internacional, etc.

Ahora descubrimos que la ley no vale ni el papel en que fue escrita.

Según el darwinismo social, el mercado es el lugar de la selección natural, y el universalismo no puede hacer nada en la esfera del mercado. Descubrimos entonces que todo el discurso universalista se basaba en una ilusión. La sociobiología nos lo ha repetido: para Dawkins, los individuos son “máquinas de supervivencia, vehículos automáticos programados ciegamente para preservar esas moléculas egoístas conocidas como genes”.

Únicamente el marxismo escapó a este cinismo radical e intuyó una manera de dar concreción y verdad al universalismo, reconociendo al mismo tiempo la fuerza brutal de la selección natural. Si la fuerza es el único juez de las relaciones entre los humanos, decían los comunistas, únicamente una fuerza universalista puede imponer una dirección humana a la historia. Únicamente la fuerza universalizadora de la clase obrera, encaminada a suprimirse a sí misma y a afirmar el interés social, puede evitar la guerra de todos contra todos y hacer posible la evolución humanista: igualdad e internacionalismo.

Sin embargo, como sabemos, el proyecto internacionalista y comunista fue derrotado, anulado, convertido en inoperante. No sabría decir si ello se debe al error fundamental de los marxistas (confiar en la democracia, que no era otra cosa que un engaño y una trampa), o si se debe a que el comunismo era un proyecto incompatible con la naturaleza humana del que, sin embargo, no sé nada, porque siempre pensé que no existía.

Sea como fuere, el genocidio que se desarrolla en Oriente Próximo marca el triunfo de la ferocidad en el escenario de la historia. Todos los discursos que escuchamos hoy, en 2024, son discursos que preparan el exterminio mutuo. La candidata al trono presidencial estadounidense, la demócrata Harris de nombre exótico, lo dijo abiertamente: “Les aseguro que nuestras fuerzas armadas tendrán siempre la máxima letalidad”. (Escuchen su discurso del 23 de agosto de 2024 en YouTube). Putin asegura lo mismo a su pueblo. Y cualquiera que aspire a tener algún poder debe hacerse la misma promesa a sí mismo y a los demás: seremos los más letales. Letalidad es la palabra clave de la política del futuro, que no tiene nada que ver con la política, más bien es la negación de la política.

Israel ha demostrado que posee una letalidad superior a la de sus adversarios, al igual que Hitler poseía una letalidad superior a la de sus enemigos en 1939. Pero como demuestra el final de la Alemania de Hitler, la superioridad técnica es algo que no dura eternamente. 

Los palestinos, los judíos del siglo XXI, los que sobrevivan al genocidio (porque sabemos que el genocidio rara vez es perfecto), no tendrán otra cosa que hacer que dotarse de técnicas suficientemente letales para vengarse del genocidio israelí. Sea como sea que evolucione el genocidio que está teniendo lugar, en los próximos años hay que prever una explosión mundial de odio hacia la potencia colonialista genocida de Israel, que se manifestará (es bueno saberlo) con una explosión de antisemitismo. El odio a Israel y a los israelíes llena el corazón de cualquiera que aún tenga corazón.

Sin embargo, por desgracia, el blanco del odio no serán únicamente los israelíes, que merecen ese odio: la confusión entre judíos y sionistas, que los sionistas han alimentado de un modo irresponsable, está destinada a volverse contra los judíos de todo el mundo.

Estoy convencido de que en el siglo XXII el planeta se habrá librado de la infección humana, pero mientras tanto este último siglo estará marcado por una competición de terror. Únicamente aquellos que sepan equiparse con herramientas letales y sembrar el terror podrán participar en la historia en el tiempo que queda. Por eso la única estrategia que me interesa es la deserción. Desertar del terror y del terrorismo, desertar de toda participación en la guerra.

Desertar de la raza humana, que no ha podido ni podrá emanciparse nunca de la fiereza.

lunes, 28 de octubre de 2024

Cuando los emigrantes éramos nosotros, y lo pronto que se nos olvidó, de Imanol. elsaltodiario

  Imanol   19 SEP 2024  

Aún entre las masas de gente desheredada, siguió habiendo clases. Por suerte, la esperanza siempre está junto a quién no tiene nada ya que perder.

Así nos trataron y así queremos tratar a la gente refugiada de nuevo. Cuanta desmemoria. IMANOL

Saludos gente que lee. Aquí estoy de nuevo, esta vez a mitad de mes, pues me voy a Francia y no me va a dar tiempo para colgar nada a finales del mismo. De hecho, como mal menor, en vez de no publicar nada, voy a recuperar uno de los artículos escritos para Diagonal. Así que una vez reparada parte de la culpa, empezamos con la mandanga.

Adelantaros que septiembre y principios de octubre están siendo lo que denomino como "el mes de los locos”, estoy yendo de aquí para allá, entrevistas, charlas, archivos, presentaciones, caras nuevas, etc., pero todo esto, os lo contaré con más calma el mes que viene.

Y mirando entradas de aquellas que escribí hace años, pues al final decidí quedarme con una, un tanto especial para mi. Y es especial debido a que su protagonista, Martín Arnal, era una persona especial. Según llegamos a su casa de Angüés, con intención de entrevistarlo, a los 10 minutos ya nos habían preparado la habitación para que pasásemos allí la noche. Poco después llegaron Miguel Sans y Ann-France, desde Francia, y el proceso fue el mismo.

Allí estaba aquella pareja (Martín y Ángela) con una complicidad envidiable, con humor, amor y respeto, saltando del castellano al francés, con el acento andaluz de ella, y Miguel y yo acompañábamos saltando del castellano al catalán, y luego se volvía a pasar al francés y aquello fue un sin dios divertidísimo y entrañable. Todo salpimentado con historias de guerrilla, del exilio, de las colectividades o de como seguían haciéndose entre Martín y Ángela un pajar, alrededor de los 90 él, y ochentaitantos ella.

Pudimos vernos varias veces, y siempre la eterna sonrisa, y aquella memoria extraordinaria, y siempre dispuesto a lo que hubiera que hacer. Y al final, la temida noticia, el último cruce de frontera de aquel guía y guerrillero. Pero ya sabes que un trocito tuyo quedó en muchas de las personas que tuvimos el placer de compartir momentos contigo. Este es mi humilde homenaje a quien se denominaba a si mismo como refugiado de tercera, pero que a la gente que lo conocimos, no podíamos más que clasificarlo como persona de primera. Va por ti, querido mío.

Durante los últimos años, la televisión nos ha acostumbrado a las terribles imágenes de campos de refugiados, de miles de personas huyendo de desastres naturales, pero sobre todo, huyendo de las guerras. Estas imágenes hace tiempo que parece que dejaron de asombrarnos, y sea por simple repetición, o por la lejanía con que las tratamos, ya no nos afectan.

Si echamos la vista un poco más atrás en la historia, a cuando las imágenes eran en blanco y negro, resulta que si nos paramos a mirar, en una de esas retiradas, en algunos de esos atestados campos de ¿refugiadas y refugiados?, aún podemos distinguir la cara de alguna persona que no nos es desconocida, algún familiar hace tiempo olvidado, porqué resulta, que en los primeros meses de 1939, esa masa de desposeídas, de derrotados, éramos nosotros y nosotras mismas.

Para que no resulte todo muy impersonal, me centraré en un caso particular, hubo algo más de 500.000 casos particulares, pero me quedo con el de Martín, primero por la amistad que nos une, y segundo, porqué desde que tengo la suerte de conocerlo, siempre me ha parecido un ejemplo a seguir.

Martín nace en el pueblecito oscense de Angüés el 12 de noviembre de 1921. Desde muy joven se dedica a las labores del campo y también desde entonces, forma parte de las Juventudes Libertarias y de la CNT. La llegada de la guerra civil lo sorprende sin la edad suficiente como para que pueda participar en los combates. Pero donde si participa, y de forma entusiasta es en la colectivización de las tierras y los bienes, llevada a cabo tanto en su pueblo como en otros tantos, por tierras de Aragón. Por desgracia, todo esto acaba de forma radical entre el 12 y el 13 de agosto de 1937, con la ocupación del pueblo, la detención de varios colectivistas y el asalto y expolio de varios locales libertarios y de la colectividad. Pero... ¿fue el franquismo quien desmontó la colectividad?, ¿cómo dices? ¿no me jodas que fueron los comunistas y no los franquistas, en serio? Pues por desgracia , así fue. Fueron las tropas de Lister las encargadas de acabar con el Consejo de Aragón y las colectividades en dicha región, y los responsables de la de Angüés fueron los soldados de la 134 Brigada Mixta de la 31 División, unidad de reserva al mando de Antonio Escoda Xatruch. Parece ser que eran más peligrosos esos y esas  colectivistas, que las cercanas tropas facciosas para los esbirros de Stalin.

A finales de enero del 39, encontramos a Martín cruzando la frontera, rodeado de otra mucha gente, ya lo han perdido casi todo. Saben lo que dejan atrás y que por delante, ahora solo van a haber dudas y dificultades, aún así, mantienen esa ironía tan del terruño mientras cantan “Allez, allez, reculez, allez, allez, reculez, que tienes que andar a pie, desde Cervera a Argèles”.

Tras algunos breves trabajos en el país vecino, acaba en el infame campo de Argelès, y le damos la palabra para que lo explique en primera persona: En Argelès, recibíamos mal trato, mala comida, y como colchón, la arena del mar. Si íbamos a beber al grifo el agua salada nos ocasionaba dolor de vientre, unos cólicos que te arrancaban las tripas. Mayormente los niños sufrían de disentería, lo que les ocasionaba graves enfermedades y muchas pérdidas de vidas. Como servicios había unas letrinas mal protegidas de la intimidad; cuando nos apretaba el mal de vientre se creaba una enorme cola de gente ante las puertas; había que subir unas escaleras de tabla; en lo que a mi me concierne, muchos días cuando subía la escalera ya llegaba tarde.

Tengo que decir, que el escuchar a Martín cuando se pone a contarte sus cosas es una de las experiencias más emotivas de las que te pueden pasar. Cuando hay que repartir, ya sean alabanzas, ya sean insultos, hay para toda aquella persona que se los merezca, en esto no hay ideología. Vuelvo a darle la palabra: Cuando pasamos a Francia, todos éramos refugiados, pero no te creas que éramos iguales, estaban los refugiados de primera, que rápidamente fueron pasando a México, la URSS y otros países, eran esos nombres conocidos de partidos, sindicatos, militares de graduación… Después estaban los de segunda, que aunque se quedaron en Francia, fueron ayudados por sus respectivas organizaciones, fueron acogidos en pisos o casas particulares…y después estábamos los demás, los de tercera, todos los que fuimos a parar a los campos, la gran mayoría…

La guerra mundial cambia los planes para la mayoría de refugiados españoles, desde 1942, Martín forma parte de la resistencia antinazi, primero en un grupo con amigos y conocidos y después en el 11 Grupo FFI en la zona de Gaillac-Salvagnac. Posteriormente pasa ya a la 7ª Brigada de Guerrilleros Españoles. Una vez liberado el sur de Francia de la presencia alemana, la mayoría de los guerrilleros que forman parte de la UNE (de mando comunista pero que aglutinaba también a socialistas, republicanos varios y anarquistas) pone    
                                            sus ojos en España.           Pronto empiezan a mandarse grupos y a prepararse lo que serán las invasiones de octubre de 1944. Martín forma parte de uno de los equipos de guías, el suyo está formado por 3 cenetistas, un comunista y un socialista. Su zona, el Pirineo central, con pasos por Bielsa, Urdiceto o Chistau. 
Pasó tanto en misiones de reconocimiento, como guiando una de las brigadas que tomaron parte en las invasiones pirenaicas, o pasando informaciones de ida y vuelta por la frontera. El 3 de marzo de 1945, se da de baja de las FFI-GE, no por ello abandonando la lucha antifranquista, pero continuándola ya en la reconstrucción de la organización confederal. Cuando le preguntábamos por la representación libertaria en las unidades de la UNE, él nos contestaba diciendo que al igual que en su grupo de guías, la cantidad de personas de ideología anarquista
 en las unidades era mucho mayor de lo que siempre se nos ha contado.                                                                                                                                              Cedemos la palabra de nuevo a nuestro protagonista para cerrar este capítulo: 
Cuando de nuevo me integré a la vida civil, después de haberlo arriesgado todo, Francia no nos dio ninguna gratitud, mi madre, cuando me vio llegar a casa dijo: “Hijo me devuelves tu vida sin esperarlo, pero no traes ni camisa”    
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     Fuentes: Memorias de un anarquista de Angüés. (Martín Arnal y Raúl Mateo) y entrevistas personales.                                                                                                                                                                                                                             OTRA COSA:  CTXT. Carta a la comunidad 372 I Xosé Manuel Pereiro: 30.700 mentiras 

CTXT. MIGRACIONES “La movilidad humana es imparable”, de Guillermo Martínez

 Guillermo Martínez 3/09/2024

Se cumplen ahora tres décadas desde que arribó a Canarias la primera patera. La ruta, cada vez más peligrosa, se ha cobrado en lo que va de año la vida de más de 5.000 personas

Guillermo Martínez 3/09/2024

Personal de la OIM recibiendo a un grupo de inmigrantes recién llegados a las instalaciones de Las Canteras en Tenerife. / OIM



En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Baijea y Bachi, dos jóvenes saharauis de 24 y 22 años, iniciaron sin saberlo una ruta migratoria que pronto se convertiría en una de las más mortíferas del mundo, según la Organización de Naciones Unidas. Aquel 28 de agosto de 1994, hace ahora tres décadas, llegaron las dos primeras personas migrantes en patera a Canarias. Arribaron a Fuerteventura tras cruzar los 96 kilómetros de océano que separan la isla de África. Durante estos años, las cifras no han dejado de crecer. Los expertos, críticos con la política migratoria de la Unión Europea, apuntan: “Si cierras y blindas una vía de salida, los migrantes buscarán otra, aunque sea más larga y peligrosa”.

Una embarcación pesquera auspició aquella llegada inesperada. La nueva puerta de entrada que entonces se abría a Europa apenas estaba entornada. Ahora, 30 años después, se calcula que casi 230.000 personas han llegado al archipiélago. Las cifras indican que la mitad de ellas lo han hecho en los últimos cinco años. En cambio, apenas se puede calcular el número de personas, contadas por miles, que perecieron en la llamada “ruta canaria”. Son cuerpos anónimos, esos que un sistema de opresión y colonización atroz convirtió en los nadie.

El caso de Baijea y Bachi no fue demasiado diferente a lo que sucede en la actualidad. Ellos pidieron asilo político. Otros, más tarde, llegarían a Canarias huyendo de la guerra, la pobreza y la persecución, todos deseando un lugar seguro en el que se respeten sus derechos. Ellos también temblaban de frío cuando fueron ayudados por la dueña de un restaurante frente al muelle de Las Salinas, en el que desembarcaron. Ellos también querían una vida mejor, lejos de todo aquello que tuvieron que sufrir por el único motivo de haber nacido donde nacieron.

Sin alternativas seguras de petición de asilo

Las elevadas tasas de mortalidad son la principal característica de la ruta canaria. Según la ONG Caminando Fronteras, solo entre enero y mayo de 2024 han fallecido más de 5.000 personas en el proceso migratorio. El Atlántico, al igual que el mar Mediterráneo, se convierte en una gran fosa común de los parias, de aquellos que tienen tan poco que perder que hasta se juegan lo único que tienen, su vida, por un futuro más esperanzador.

Juan Carlos Lorenzo, coordinador territorial de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias, tuvo su primer contacto con la realidad migratoria en 1999. Ese año, él entró como educador en un centro de niños y niñas migrantes no acompañadas. Ese año, también, se registró el primer naufragio. Ocurrió el 26 de julio. Nueve marroquíes se quedaron a 300 metros de alcanzar la costa de Morro Jable, una localidad de Fuerteventura. “Lo que recuerdo de la primera patera es que causó mucho revuelo. Luego, la cosa fue a más. Ya en 1999, llegaron en patera 2.165 personas a Canarias”, comenta.

Aquella embarcación inaugural de una de las rutas más mortíferas del mundo “reflejó la desesperación de la gente que se jugaba la vida al no existir alternativas legales y seguras de petición de asilo y protección internacional”, comenta Lorenzo. En aquellos primeros años, las organizaciones y la Administración pública contuvieron la llegada de los migrantes, aunque ya tenían “la sensación de que algo estaba pasando y no iba a dejar de pasar”, en palabras del integrante de CEAR.

La crisis de los cayucos como punto de inflexión

Así llegó 2006 y la llamada ‘crisis de los cayucos’, unas barcas de pesca de grandes dimensiones llegadas desde Mauritania y Senegal, en las que caben cientos de personas. A día de hoy, el récord se sitúa en 354 personas en una patera, alcanzado el año pasado. “En aquel momento, en 2006, nos encontramos con la llegada de más de 31.000 personas en muy poco tiempo, lo que significó un punto de inflexión”. Ya no bastaba con lo que estaban haciendo. “Por eso, las entidades sociales que gestionamos los recursos de acogida nos profesionalizamos y especializamos desde un punto de vista técnico”, añade. 

José Antonio Rodríguez, responsable autonómico en Canarias de Primera Respuesta de Emergencia para Población Inmigrante de Cruz Roja, ya era voluntario de esta organización internacional en 1992. “En 2006, con la oleada de los cayucos, yo amanecía la mayoría de los días en el muelle de Arguineguín”, comenta refiriéndose al enclave grancanario. En ese año se empezaron a marcar algunas líneas en la política migratoria que han ido persistiendo hasta la actualidad.

Todo ello trajo consigo la creación del programa de atención humanitaria, pero no solo. España comenzó una ofensiva diplomática con países de África occidental: “Se firmaron muchos convenios de readmisión de estos migrantes con Senegal, Guinea, Guinea Bissau, Mali. Otros ya estaban vigentes, como los de Argelia, Mauritania y Marruecos. Es decir, ahí se estructura esa lógica y estrategia de externalización de fronteras”, dice el coordinador territorial de CEAR en Canarias.

Mientras tanto, imágenes estremecedoras seguían copando la realidad de las playas canarias. Tal y como recuerda Rodríguez, por aquel momento no eran tantas las embarcaciones que se localizaban mar adentro, sino en la propia playa. “Muchísimas personas fallecieron en las orillas. Se bajaban de la embarcación y morían porque ni sabían nadar ni tenían fuerzas para ponerse de pie, porque el agua tan solo les cubría un metro y medio”, rememora.

La política, centrada en evitar lo inevitable

Desde el punto de vista de Juan Carlos Lorenzo, el relato está dominado por la política antimigratoria respaldada por la Unión Europea y sus Estados miembros, que “pretenden evitar que los migrantes lleguen a España y Europa, en lugar de que puedan acceder a un espacio seguro en el que salvaguardar sus derechos”. No es tan complicado: si las personas se desplazan de manera forzosa huyendo de la muerte, persecución y pobreza, blindar una frontera tan solo hará que esas mismas personas busquen otros puntos de salida.

“La movilidad humana es imparable, y está demostrado. Blindar las salidas desde Libia o Túnez hará que los migrantes reorienten su ruta y la hagan más larga y más peligrosa”, concede el integrante de CEAR. Según sus datos, casi la mitad de las embarcaciones que llegaron el año pasado a Canarias procedían de Mauritania, a más de 1.000 kilómetros de distancia. Las que llegan desde Senegal han podido recorrer hasta 1.800 kilómetros. “Estos países africanos no dejan de ser vasos comunicantes en los que se canaliza la desesperación de las personas que quieren desplazarse por vía marítima”, subraya Lorenzo.

Rodríguez, por su parte, señala cómo ha ido cambiando el perfil de los migrantes que llegan a Canarias a lo largo de estas tres décadas. Si al principio eran varones de entre 17 y 25 años, jóvenes y “con fuerza para realizar esta dura travesía”, recalca, ahora no hay un perfil tan claro. “A día de hoy, vienen familias completas, matrimonios, familiares lejanos, gente sola… Ya huye todo el mundo que puede”, añade.

La sociedad canaria tampoco se ha quedado atrás. Hospitalaria y solidaria, su mestizaje con otras culturas del mundo le ha hecho ver la migración como un fenómeno del que no tener miedo. “Yo no sé si la clase política ha estado a la altura. Sí es cierto que los discursos populistas excluyentes y estigmatizadores han calado, pero no han enraizado demasiado. Los canarios y canarias que apoyan, se solidarizan y tratan con humanidad a la gente tienen unas bases mucho más sólidas”, concluye el coordinador territorial canario de CEAR.