Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
Un grupo de israelíes pide en Jerusalén el fin de la guerra en Gaza desde el techo de la Biblioteca Nacional, frente al parlamento de Israel. EUROPA PRESS / ILIA YEFIMOVICH
Unas decenas de manifestantes israelíes se subieron este miércoles a la azotea de la Biblioteca Nacional de Israel para exigir el fin de la guerra en Gaza y la liberación de los rehenes, en el marco de un "Día de disrupción" convocado por familiares de los cautivos. Los manifestantes colgaron carteles con mensajes para el primer ministro, Benjamín Netanyahu, mientras que otros grupos prendieron fuego a contenedores de basura y un vehículo cerca de su residencia oficial en Jerusalén.
Las protestas forman parte de un 'Día de disrupción' convocado por familiares de los rehenes en Gaza y otros grupos que reclaman un acuerdo para lograr la liberación de los 48 cautivos y el fin de la guerra.
El acto simbólico en la Biblioteca Nacional, con manifestantes que escalaron la fachada para colgar dos grandes pancartas, es una de las acciones más visibles de la jornada. En las pancartas se podía leer el mensaje: "Los has abandonado y los has matado", una referencia directa a los soldados israelíes que combaten en Gaza.
Por su parte, los ministros israelíes de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y Finanzas, Bezalel Smotrich, condenaron los actos. Ben Gvir calificó los incidentes de "terrorismo" y acusó a la fiscal general de no actuar contra los manifestantes. Smotrich, por su parte, los tildó de "grupo de anarquistas" que buscan "fomentar el odio infundado y la guerra civil", y pidió que se les aplique la ley con severidad.
Hay movilizaciones convocadas en diferentes puntos de Madrid capital y otros municipios como Alalpardo, Algete, San Sebastián de los Reyes y Alcobendas
La Vuelta Ciclista a España concluye este domingo en Madrid una edición marcada por las protestas contra la presencia del equipo Israel-Premier Tech y en apoyo al pueblo palestino, con el «genocidio» en Gaza como telón de fondo.
La última etapa parte de Alalpardo y llegará a la capital tras pasar por Algete, San Sebastián de los Reyes, Alcobendas, El Pardo y Aravaca, antes del primer paso por meta.
Con motivo de esta jornada, se han organizado múltiples concentraciones “pacíficas” a lo largo del recorrido. La primera está prevista en la salida, en Alalpardo, a las 14:40 horas, en la calle Alcalá junto a la M-123, donde se anima a acudir con banderas palestinas.
Poco después, a las 15:00 horas, está convocada otra en la Plaza de Algete, coincidiendo con la llegada de los ciclistas. También habrá movilizaciones en San Sebastián de los Reyes y Alcobendas, concretamente en el Paseo de Europa y el Bulevar Salvador Allende.
En Madrid capital, se esperan varias protestas a lo largo de la tarde: a las 17:00 horas en el Parque Camila (Montecarmelo, 51), a las 17:15 en la rotonda de acceso a la pista del Cristo de El Pardo, y a las 18:00 en el Palacio Real y la Puerta del Sol. Los puntos centrales de las movilizaciones estarán en Atocha, Colón, Callao y Cibeles, lugares por los que el pelotón pasará hasta en nueve ocasiones.
La convocatoria principal es a partir de las 18:00 horas, aunque se anima a acudir con al menos dos horas de antelación. Los organizadores llaman a los asistentes a portar kufiyas, banderas palestinas y prendas en rojo, negro, verde y blanco, los colores de la enseña nacional palestina.
En un artículo publicado en Nuevatribuna.es el pasado 26 de agosto en este medio y firmado por el economista Juan Torres López, se decía: “… el genocidio que lleva a cabo Israel no es sólo un crimen en sí mismo, por lo que tiene de violencia terrorista y de crueldad inhumana, sino también un negocio de sangre para un gran número de grandes empresas”.
Como colofón, en todo el mundo y casi a diario, se puede ver a soldados israelíes portando latas de Coca-Cola, en las pausas dentro de su tarea de aniquilación
La frase bien podría ser un pie de foto extendido para el cartel que una cuenta de Instagram ha confeccionado para boicotear el consumo de Coca-Cola a escala planetaria. En el afiche puede leerse en titulares: The secret ingredient… is human blood/ El ingrediente secreto… es sangre humana; un eslogan que combina la denuncia por la participación activa de la multinacional de refrescos en el Holocausto palestino, con el viejo mito de la mezcla “7X” de la firma, popularmente conocida como “ingrediente secreto”. Abajo, a la derecha, otra consigna bajo el logo de la marca: Taste the violence/ El sabor de la violencia.
La campaña se sustenta, básicamente, en los hechos de que la marca ha venido haciendo donaciones en metálico al grupo extremista sionista Im Tirtzu y de que la franquicia israelí de la marca opera en un centro instalado en Atarot dentro de la Cisjordania ocupada.
El grupo no gubernamental Im Tirtzu apoya firmemente al premier Benjamín Netanyahu, y es considerado extremista hasta por la misma sociedad israelí, tanto por su exaltación furibunda del sionismo más radical, como por su permanente y feroz enfrentamiento con los partidos de izquierda y las organizaciones de derechos humanos o que apoyan, aunque sea tibiamente, la llamada “solución de los dos Estados”.
Por otra parte, el asentamiento industrial de Atarot, considerado como ilegal por la Corte Internacional de Justicia, como el resto de las colonias israelíes en Cisjordania, y crimen de guerra según el Cuarto Convenio de Ginebra, ha tenido consecuencias devastadoras para la comunidad palestina, a la que sistemáticamente se le deniegan permisos de desplazamientos y obras, para crear un entorno inhabitable que les obligue a abandonar sus tierras. Justamente allí operan la franquicia de Coca-Cola en Israel, Central Beverage Company, que cuenta con importantes instalaciones de refrigeración y un centro de distribución regional, y su compañía subsidiaria, Tabor Winery, que produce vinos con los frutos de los viñedos palestinos ocupados ilegalmente.
Como colofón, en todo el mundo y casi a diario, se puede ver a soldados israelíes portando latas de Coca-Cola, en las pausas dentro de su tarea de aniquilación de una población de más de dos millones de personas, sistemáticamente bombardeada con saña y privada de agua potable y alimentos, en el mayor campo de concentración y exterminio que haya conocido la historia.
Por lo que se refiere a Chat Cola, producida en Cisjordania, se ha convertido en un producto símbolo de renuencia, resiliencia y determinación
En ese contexto ha surgido una iniciativa internacional que finalmente ha conseguido que la organización propalestina Boycott, Divestment and Sanctions/ Boicot, Desinversiones y Sanciones, BDS, incluya a Coca-Cola en su listado de productos y empresas a boicotear por su apoyo activo al genocidio.
En paralelo y bajo el mismo paraguas BDS, han emergido y se han hecho un hueco en el mercado tres marcas reivindicativas y alternativas al refresco multinacional: Gaza Cola, Chat Cola y Palestine Cola.
Con un diseño que incluye la bandera palestina y patrones de kufiyas, Gaza Cola, fue creada en Londres por el cineasta y artista audiovisual Osama Qashoo, y sus ingresos han sido principalmente destinados a la reconstrucción de hospitales mientras se pudo. Actualmente se produce en Polonia y se exporta a países de medio mundo.
Por lo que se refiere a Chat Cola, producida en Cisjordania, se ha convertido en un producto símbolo de renuencia, resiliencia y determinación. Sobre un diseño que evoca la estética de Coca-Cola, la firma fue creada por el empresario Fahed Arar, quien ahora se plantea trasladar la producción a Jordania, debido a que el fuerte bloqueo israelí a la entrada de materias primas en territorio cisjordano le ha obligado a cerrar buena parte de sus líneas de producción.
Por último, Palestine Cola, que incluye en su base una cinta con los dibujos geométricos típicos de la kufiya, nació en la ciudad de Malmö, Suecia y fue puesta en marcha por los hermanos Mohamed Hassoun y Adda Hassoun. Poco a poco su mercado se ha ido abriendo a otros países gracias al impulso solidario en redes sociales y a su inclusión en grandes plataformas como Amazon.
De manera que Coca-Cola vuelve a estar en la diana de la conciencia global, con un motivo más a añadir otros problemas que vienen de lejos, como el hecho de ser el mayor contaminante por residuos plásticos del planeta y protagonista de un fabuloso estrago a los suministros de agua en todo el mundo; su largo historial de racismo en Estados Unidos y su histórico apoyo al apartheid en Sudáfrica; o los graves problemas de salud que genera el consumo de una de las sustancias que incluye en su fórmula, el jarabe de maíz de alta fructosa, que genera enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes tipo 2, hígado graso no alcohólico, inflamación crónica, caries, envejecimiento de la piel, pérdida de memoria, adicción y bajada del estado de ánimo.
Aitor Zabalgogeazkoa atiende a elDiario.es tras salir de Gaza y comparte las dificultades de trabajar mientras Israel comete un genocidio
Estampas de la vida cotidiana en Gaza en medio de la brutalidad recogidas por un trabajador humanitario español
Aitor Zabalgogeazkoa ha sido el coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Gaza durante dos meses, entre junio y agosto, y ha sido testigo del aumento del hambre entre los palestinos. Acaba de regresar a España y ha hablado con elDiario.es sobre lo difícil que es para su organización y otras ONG internacionales ayudar a la población de la Franja, en medio de las crecientes restricciones del Gobierno israelí, que ha impuesto un bloqueo casi total sobre el enclave palestino desde hace meses.
La documentalista española presenta, dentro de la programación de PHotoEspaña, una exposición que recorre las huellas de las rutas españolas del tráfico de esclavos
Judith Prat (Altorricón, Huesca, 51 años) lleva años retratando las heridas del mundo que no han logrado sanar. Su lente la ha acompañado a los rincones del globo donde habita y ha habitado el dolor: la explotación en las minas de coltán en el Congo, los abusos en el Delta del Níger, la violencia deBoko Haramen Nigeria, o los feminicidios en Ciudad Juárez (México). En su nuevo proyecto, la exposición tituladaAquella niebla, este silencio, que forma parte de la programación de PHotoEspañay que tras pasar por Madrid estará en Zaragoza en septiembre, aborda el punzante pasado esclavista de España —el último país europeo en abolir la esclavitud, a finales del siglo XIX— y retrata las huellas que sigue dejando en el presente.
Y lo hace a través de un viaje “histórico, geográfico y visual”, siguiendo el paso de los esclavistas en lo que se ha denominado como el comercio triangular: desde Sierra Leona y Ghana, pasando por los puertos de Cádiz y Barcelona, hasta llegar a Cuba, destino final de muchos esclavos. “Hablamos una de las mayores devaluaciones del ser humano. Un pasado tan incómodo que incluso hoy se sigue obviando”, cuenta la fotógrafa en conversación telefónica. “No soy historiadora ni analista política, solo soy una artista”, dice después para justificar una batería de respuestas directas y en las que hablará de racismo sistemático, reparación y memoria histórica.
Pregunta. La exposición se titula Aquella niebla, este silencio. ¿Hay un silencio en España en torno al esclavismo?
Respuesta. Es algo que no es que se haya olvidado, es que se ha ocultado deliberadamente. Pero, por otro lado, es incontestable porque tenemos tal cantidad de información que no hay dudas de lo que ocurrió. En torno a 15 millones de personas fueron sacadas de África, forzadas para ser esclavizadas, y dos millones y medio de esas personas fueron desplazadas a las colonias españolas.
P. ¿Y por qué se sigue ocultando?
R. Probablemente porque es un pasado duro y muy difícil de asumir. Los esclavistas siempre trataron de ocultar lo que habían hecho. Y hoy sigue ocurriendo lo mismo. Se siguen viendo monumentos a personas que fueron esclavistas en los que no se menciona su pasado. Sigue habiendo una voluntad clara de ocultar ese pasado. Creo que el hecho de tener un episodio tan duro y tan cercano como fue la Guerra Civil y que no se haya resuelto con claridad ni siquiera la memoria más reciente del país, ha hecho que de alguna manera dejemos en un segundo plano otras memorias y otros hechos relevantes de nuestra historia. Eso y que las víctimas están lejos o no las consideramos parte de lo que somos, aunque sí lo son.
P. ¿Por qué es importante recuperar el pasado?
R. Hay que hacer frente de manera honesta a nuestro pasado y a nuestra historia para entender qué somos como sociedad y de dónde venimos. Sobre todo porque nos permite abordar debates muy actuales, como el racismo o los discursos de odio que yo percibo crecientes.
P. El racismo y los discursos de odio de los que habla, ¿son consecuencias del esclavismo?
R. El esclavismo es parte de lo que ha construido nuestra identidad. Los vestigios de la esclavitud se perciben de forma evidente. Pero quizá su huella más peligrosa sea la inmaterial, esa idea perversa y falaz de la superioridad blanca que tenemos incorporada como individuos y como sociedad. Viene de no reconocer nuestra historia. Y el problema es que el racismo no es una actitud individual, no es una actitud puntual. El problema es que es estructural, nos atraviesa a todos como sociedad, a las estructuras del Estado, es parte de lo que somos.
P. ¿Por qué elegir imágenes contemporáneas para contar ese pasado?
R. La memoria para mí no es pasado, es presente. Me interesa la posibilidad de generar contranarrativas y utilizar la fuerza y el potencial de la imagen para construir imaginarios colectivos que reparen. Sobre todo porque eso nos permite traer a la actualidad el pasado. Las fotografías buscan evocar más que narrar con literalidad, pero tienen un relato riguroso fruto de una investigación intensa. También hay imágenes de archivo que dialogan y se funden con mis imágenes y yo creo que eso enriquece la experiencia visual del espectador. Sacar los documentos del archivo y llevarlos a una sala de exposiciones me ha permitido mayor libertad de creación y la posibilidad de derivar mis imágenes más al terreno de lo sugestivo y de la evocación. Yo no quería reproducir la violencia en mis imágenes, más bien he buscado que el espectador se sienta atrapado por las fotografías y proponerle un viaje revelador que de alguna manera nos empuje a salir de la niebla y el silencio.
P. ¿Cómo ha construido ese viaje?
R. He ido desde los puertos de Cádiz o desde Barcelona, a las costas de Sierra Leona y Ghana, donde se capturaban a las personas que eran forzadas a salir de África en barcos con rumbo a Cuba o a República Dominicana, las colonias españolas. Con ello de alguna manera he querido provocar en el espectador la misma resonancia que yo he sentido en esta travesía al interior de nuestra identidad colectiva.
P. ¿Cómo fue el proceso de documentación?
R. Siempre dedico mucho tiempo a la investigación, es una fase que considero imprescindible. Además, es ahí donde en mi cabeza ya empiezan a formarse las imágenes, incluso de lugares que no conozco, y de alguna manera el puzle de la narración que yo quiero llevar a cabo a través de las imágenes empieza a encajar. También he ido a las fuentes originarias, a los archivos en Cuba o en España, donde la realidad se revela de manera indudable. No hay duda de lo que ocurrió porque se conservan muchos documentos de la época, de compraventa de personas, de persecución de esclavos que trataban de huir...
P. ¿Hubo algo que, con toda esa base documental, le conmovió o sorprendió al visitar los sitios?
R. Eso de ninguna manera minimizó el impacto que me causó recorrer esos lugares. Lugares donde además no se ha perdido la memoria del sufrimiento que se vivió. Me ocurrió de manera muy clara en África, en los castillos de Elmina o de Cape Coast en Ghana, donde se almacenaban personas antes de ser embarcadas rumbo a América. Y me ha ocurrido en Cuba, donde pude visitar antiguos ingenios, que eran esos complejos agrícolas e industriales dedicados al cultivo de la caña de azúcar y a la producción de azúcar, donde se empleó mano de obra esclava y gracias a eso se enriquecieron de forma extraordinaria. Están los descendientes de las personas esclavizadas que cuentan lo que ocurrió, que lo conocen perfectamente. Hay testimonios que llegan hasta la actualidad de la violencia que se empleaba contra los esclavos y las esclavas en esas plantaciones.
P. ¿Hay una herida abierta?
R. Obviamente hay una herida abierta porque no ha habido reconocimiento y ni mucho menos reparación, ¿no? Es importante por eso que hagamos un ejercicio de reconocer nuestra historia y de contarla abiertamente.
P. ¿Hace falta reparación?
R. No hay justicia si la justicia no es reparativa. O sea que también hay que plantearse qué se puede hacer para, como sociedad, reparar todo eso que ocurrió.