lunes, 30 de marzo de 2015

El currículum, por David Torres

Publicado en 30 ene 2015 por David Torres

http://blogs.publico.es/davidtorres/2015/01/30/el-curriculum-2/
Después del examen exhaustivo de cuentas corrientes, los antecedentes afectivos y el entorno laboral, la investigación contra Podemos ha llegado ya al extremo de rastrear el currículum. España es un país donde no se le pide el currículum a nadie, excepto para cubrir plazas de camarero, barrendero o reponedora del Pryca, en cuyo caso resulta imprescindible conocer varios idiomas, dominar programas de gestión informática y poseer al menos una licenciatura y un máster por una universidad extranjera.
En cambio, se da la paradoja de que, cuanto más alto es el cargo al que aspira uno, menos preparación necesita, hasta el punto de que los puestos mejor remunerados están ocupados por clones de Paquirrín y Belén Esteban. De ahí que esos afamadosejemplares del poderío español reinen en elecosistema televisivo y en todos los hogares de buena voluntad como modelo de conducta y espejo de buenas costumbres. Lo que cuenta en este país, básicamente, son las amistades, las relaciones familiares o la habilidad natural para follarse a un torero.
Ningún aspirante a alto cargo ha necesitado jamás un currículum y, caso de necesitarlo, se lo ha inventado. Como José Antonio Martínez Alvarez, director del Instituto de Estudios Fiscales, que plagió su tesis doctoral, se inventó un cargo de catedrático en la UNED, se apropió el título de médico sin terminar la carrera y escribió un libro de economía recortando trozos de otros. Esfuerzos inútiles cuando lo único que le hacía falta para ocupar su sillón era su propio culo y el dedo de Montoro. O como Elena Valenciano, que se adjudicó dos licenciaturas, Derecho y Ciencias Políticas, sin acabar ninguna de las dos porque, según ella, en la facultad “se aburría”. De nuestros últimos presidentes, Jose Mari estaba peleado con el inglés, José Luis con el francés y Mariano todavía no sabemos si con el castellano, con el gallego o con los dos al unísono. No obstante, el caso más famoso de ciencia infusa sigue siendo el de Luis Roldán, que llegó a director general de la Guardia Civil sin más equipaje que un doctorado en botellones.
A Juan Carlos Monedero le están mirando el currículum con lupa por pasarse de listo, visitar universidades extranjeras de tapadillo y hacerse fotos con filósofos y economistas de fama mundial sólo para fardar con los amigos, como el pequeño Nicolás en la FAES. Poco importa que esas universidades, como la de Puebla, reconozcan que Monedero sí ha dado clases y conferencias allí o que Albert Hirschmann y Jürgen Habermas no sean exactamente ni Jose Mari Aznar ni Ana Botella. El otro día, en el colmo de la desfachatez, se le vio incluso esperando sentado en el metro de Madrid, cuando todo el mundo sabe que una de las mayores distinciones de un futuro alto cargo en este país es no bajar al metro ni en pintura, como demostró Gallardón el día en que fue a visitar una estación y por poco se ahorca con el torniquete.
Lo que más molesta de Monedero no son sus títulos universitarios ni el hecho de que haya publicado libros que previamente ha escrito, ni siquiera el insulto inconcebible de que no gaste corbata. Lo que molesta de verdad es que viaje en metro, como cualquier dependiente de mercería o cualquier cajera del Ahorramás, y que encima vaya leyendo.

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