viernes, 4 de diciembre de 2015

Huelga estudiantil 22-octubre. Retrospectiva El ¿qué?, el ¿por qué? y... ¿ahora qué? Victoria García, Alicia González

Anticapitalistas: Las compañeras Victoria García y Alicia González reflexionan sobre la huelga estudiantil del pasado 22 de octubre.
"Tejer lazos con otras luchas sociales para frenar los ataques a lo público, crear herramientas unitarias, mejorar la coordinación entre los diferentes actores, seguir dotando al movimiento de campañas sindicales y microsindicales, potenciar también el trabajo juvenil más allá de lo estudiantil y hacer trabajo estudiantil con miras no estrictamente universitarias son cuestiones a tener en cuenta para este nuevo periodo. Pero, y fundamentalmente, nuestra tarea sigue siendo una: organizar el desánimo".
http://vientosur.info/spip.php?article10622  30 de octubre de 2015 

Instrúyanse, porque necesitamos toda vuestra inteligencia.
Conmuévanse, porque necesitamos todo vuestro entusiasmo.
Organícense, porque necesitamos de toda vuestra fuerza.
Antonio Gramsci
I
La huelga estudiantil convocada el pasado 22-O en diversos territorios (por ejemplo, Murcia, País Valencià o Granada, Málaga y Sevilla en Andalucía) entrañaba muchas dificultades y riesgos. Después de las movilizaciones, es esencial repensar estos límites desde el movimiento estudiantil como parte de nuestro aprendizaje individual y colectivo.
Primero, no podemos obviar que la movilización surge en medio de un clima de desmovilización (estudiantil y general) asentado desde hace varios años. Además, en las universidades e institutos, no ha contado con el apoyo del profesorado ni del Personal de Administración y Servicios (PAS). Incluso entre las organizaciones estudiantiles, esta huelga se ha construido de una forma descoordinada y desigual. Esto se refleja, por una parte, en que no fue secundada en las ciudades más grandes del Estado Español y, por otra, en que hasta pocos días antes no se conocía a ciencia cierta qué territorios iban a apoyar la convocatoria. Por último, se trataba de una huelga que no planteaba unos objetivos concretos, más allá de una crítica genérica al modelo educativo (LOMCE, 3+2), que pudieran haberse conseguido o avanzado hacia ellos tras las movilizaciones.
Sin embargo, tampoco consideramos que se pueda afirmar que la huelga ha sido un fracaso. La predisposición del estudiantado a movilizarse a principios de curso ha provocado unos niveles de seguimiento y participación aceptables. De todas formas, la profunda desorganización, un análisis poco acertado del contexto, una huelga vacía de contenido y carente de hoja de ruta que nos indique cómo darle continuidad, hacen que esta jornada de huelga, si bien no ha diso una derrota, no haya sido tan útil como podría haber sido. La huelga es una herramienta esencial para el movimiento, nos permite avanzar posiciones y consolidar las ya conquistadas. No obstante, también tiene enormes riesgos: que afiance el clima de derrota tras una huelga de la que, un par de días después, sólo nos quedan los recortes de periódico.
II
La acumulación de derrotas en la lucha frente a las contrarreformas (frente a Bolonia, frente a la subida de tasas, frente a la LOMCE…), ha consolidado un clima de desmoralización dentro del estudiantado. La pérdida de confianza en la utilidad de la lucha y un intenso contexto de ciclo e ilusión electoral, inaugurado dentro del marco de la crisis económica, consolidan el letargo del movimiento.
Tras un primer ciclo de respuesta a las medidas de austeridad, en la que el plano social fue el predominante (ciclo del 15 M, aparición de las mareas, impugnación régimen del 78, deslegitimación del bipartidismo y del modelo neoliberal), caracterizada por la presencia de fuertes resistencias y movimientos sociales, ahora nos encontramos insertadas dentro de un segundo ciclo de respuesta, el de lo político-electoral, que favorece el debilitamiento del movimiento.
Por tanto, el contexto nos plantea una pregunta urgente, ¿cómo reconstruir el movimiento estudiantil?
III
Tras la implantación de las contrarreformas neoliberales en el ámbito universitario, la caracterización que hacemos de la universidad y del movimiento estudiantil en general necesita repensarse. ¿Sigue siendo uno de los principales motores del cambio social? ¿Cuál es el papel de las enseñanzas medias en este foco de conflicto?
Es cierto que la realidad de las y los estudiantes sigue teniendo características que, sin duda, facilitan la autoorganización, frente a la realidad de las jóvenes y los jóvenes insertos en el mundo laboral. Tanto dentro del ámbito universitario como en las enseñanzas medias, EEMM, encontramos fundamentalmente dos potencialidades:
1) No hay una atomización estudiantil tal y como entendemos que hay una atomización en el mundo laboral. Las relaciones entre las estudiantes se ven fomentadas al compartir un gran número de estudiantes un mismo espacio físico: las aulas; y
2) No hay represión sindical dentro de los centros de estudio tal y como encontramos dentro de la mayoría de puestos de trabajo. No hay una patronal como tal dentro de los centros educativos.
No obstante, tras el cambio en el modelo de universidad impuesto por la lógica neoliberal, las condiciones materiales de las y los estudiantes universitarios no son las mismas que analizábamos hace unos años:
1) La entrada de Bolonia ha conllevado un cambio en los ritmos de este estudiantado: las nuevas clases y prácticas obligatorias, el aumento del número de exámenes, la necesidad, tras la subida de tasas y la bajada del número de becas, de compaginar clases y trabajo, hacen que el tiempo para politizarse y organizarse sea muy escaso.
2) Los y las estudiantes universitarias, lejos de conformar la élite social que representaba anteriormente, son actualmente ‘’precarias en formación’’. Ya no tienen asegurado conseguir un trabajo fijo con un buen sueldo, sino que lo más común es que se conviertan en porcentaje de paro juvenil. Es dentro de los posgrados donde se concentra la nueva élite universitaria, siendo las universidades privadas los espacios donde normalmente confluyen.
Dentro del marco de la crisis y del nuevo modelo universitario neoliberal, las clases más populares se han visto obligadas a abandonar los estudios superiores. El alumnado de FP en el Estado Español ha aumentado en un 31 % en cinco años y ha superado las 17 000 personas/1, a la vez que en el ámbito universitario siguen abandonándose carreras por no poder pagar las altas tasas. No obstante, el estudiantado universitario que continúan con sus estudios es ahora más precario que antes, siendo la tasa de paro de las personas graduadas superior al 16 % en enero de 2015, superando el 20 % en Andalucía y Canarias/2.
Por todo ello y como conclusión, sigue siendo necesaria una política en la universidad, contra la universidad, y más allá de la universidad. Más allá de la universidad en dos sentidos:
1) sabiendo que para combatir el modelo de universidad de forma efectiva tenemos que combatir también el modelo de sociedad, y
2) porque la lucha por la educación pública y de calidad tiene más agentes además de los y las universitarias, la lucha por una educación de todos y todas para todos y todas pasa por reconocer a las enseñanzas medias como sujetos centrales, cada vez más, de este proceso.
Entender la diferencia entre una derrota y un fracaso es fundamental para seguir construyendo. La derrota puede ser, y es frecuentemente, la conclusión de una lucha necesaria; la tarea entonces en cómo continuar. El fracaso llega cuando se considera que la lucha fue un error o que ya no tiene sentido; la consecuencia general es la desmoralización o el abandono (Romero, 2007, p.109).
Entonces, ¿cómo continuamos? Tejer lazos con otras luchas sociales para frenar los ataques a lo público, crear herramientas unitarias, mejorar la coordinación entre los diferentes actores, seguir dotando al movimiento de campañas sindicales y microsindicales, potenciar también el trabajo juvenil más allá de lo estudiantil y hacer trabajo estudiantil con miras no estrictamente universitarias son cuestiones a tener en cuenta para este nuevo periodo. Pero, y fundamentalmente, nuestra tarea sigue siendo una: organizar el desánimo.

29/10/2015
Victoria García,activista de la Asociación estudiantil contra la precariedad (AECP); Alicia González,activista del Movimiento de acción estudiantil (MAE); ambas militantes de Anticapitalistas
Notas:
1/ http://www.elcomercio.es/sociedad/e...
2/ http://www.20minutos.es/noticia/234...
 

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