Finlandia pasó de la hambruna a encabezar casi todos los ránkings sociales. Los 5,5 millones de habitantes del país nórdico tienen también la tercera mayor igualdad de género del mundo
El éxito de un sistema educativo nacional gratuito iniciado en 1866, antes de la independencia forma parte de las raíces de una sociedad más igualitaria
Jon Henley - Helsinki - 17/02/2018 - Segura, feliz y libre: ¿es Finlandia el mejor país del mundo para vivir?
Este invierno se cumplen 150 años de
la última hambruna por causas naturales ocurrida en Europa occidental.
La sufrió una parte pobre y atrasada del imperio ruso llamada Finlandia, donde más de 250.000 personas, casi el 10% de su población, murieron de hambre.
El año pasado, Finlandia celebró el centenario de su independencia
siendo clasificada por varios índices como la nación más estable, más segura y mejor gobernada del mundo.
También se ganó el tercer puesto entre los países más ricos y entre los
menos corruptos, el segundo entre los más progresistas socialmente y el
tercero por su justicia social.
El sistema judicial finlandés es el más independiente
del mundo; su policía, la más fiable; sus bancos, los más sólidos; sus
empresas, las segundas más éticas; sus elecciones, las segundas más
libres; y sus ciudadanos, los que disfrutan de mayores niveles de
libertad personal, elección y bienestar.
Los 5,5
millones de habitantes del país nórdico tienen también la tercera mayor
igualdad de género del mundo y la quinta menor desigualdad de ingresos.
Sus bebés son los que menos se desvían del peso apropiado al nacer; sus
hijos, los que más seguros se sienten; y sus adolescentes los segundos
del mundo en comprensión lectora (aunque en ciencias hayan quedado en
tercer puesto).
En el último siglo y medio parece que lo han hecho bastante bien. Por eso, para la nueva serie del periódico The Guardian sobre las cosas que sí funcionan en el mundo, lo más natural ha sido comenzar con Helsinki.
Como dijo Bengt Holmström, un economista y premio Nobel nacido en
Helsinki y poco dado a las exageraciones, "si observamos dónde estábamos
entonces y dónde estamos ahora, creo que podemos hablar absolutamente
de un milagro finlandés.¿Cómo y por qué sucedió? Esa es una buena
pregunta".
Por supuesto que hay límites a la validez
del ejercicio de compararse: no hay dos países iguales en
circunstancias, historia o personas. Los aprendizajes pueden no ser
transferibles. Los condimentos mágicos que convirtieron a Finlandia en
lo que es hoy no producirían los mismos resultados en Francia, por
ejemplo.
Es verdad también que hoy muchos finlandeses
resoplan con sorna cuando alguien les recita la larga lista de medidas
sociales y económicas por las que su país solo puede ser considerado un
éxito. En este momento están emergiendo poco a poco de una larga
recesión, con el desempleo en el 8% y un partido ultranacionalista que
cuenta con hasta el 20% de los votos.
Dicen que el
país no es lo que era. "¿Quieres decir que otros países están peor?".
Medio en serio y medio en broma, esa es la respuesta típica al listado
de virtudes.
Estos son los ingredientes
Pero The Guardian
pidió la receta del éxito a un economista, un filósofo, un sociólogo y
una expresidenta, y encontró unos ingredientes interesantes.
"Para empezar, la geografía, y como consecuencia, el clima. Vivimos en
un lugar frío, duro y remoto. Cada uno tiene que trabajar duro por sí
mismo, pero eso no siempre es suficiente y hay que ayudar a los
vecinos”, explica Tarja Halonen, la mujer que presidió Finlandia entre
2000 y 2012.
Bruce Oreck, embajador de EEUU en
Helsinki en los años de Barack Obama (le gustó tanto que se quedó),
confirma que la geografía representa "una influencia profunda y de largo
plazo": "Ha hecho a los finlandeses autosuficientes, con un sentido
individual pero también de dependencia en una sociedad altamente
cooperativa, donde cumplir las reglas es importante. Es algo cultural
pero se ha convertido en parte de la química".
De todas las palabras locales difíciles de traducir,
la más citada por los finlandeses es 'sisu': una especie de tenaz y
valiente persistencia más allá de las consecuencias. Fue la que en 1939 y
1940 permitió a un Ejército de 350.000 finlandeses luchar en dos
ocasiones contra unas fuerzas soviéticas que los multiplicaban por tres y
provocarles pérdidas cinco veces mayores a las sufridas.
Pero según la galardonada autora de
novelas históricas Sirpa Kähkkönen, hay otra palabra tal vez más
reveladora: 'talkoo'. "Trabajar juntos, de forma colectiva, en pro de un
objetivo común específico", dice que significa. "Almacenando la
cosecha, guardando la madera o recaudando dinero. El asunto es cooperar.
Todos juntos, por igual".
La cooperación, pero
también la igualdad relativa, son respuestas recurrentes. Gobernada
durante casi 600 años por Suecia y un siglo más por Rusia, la pobreza en
Finlandia era general y democráticamente repartida, dice Kähkönen. "No
había siervos, pero tampoco aristócratas ricos, la sociedad no era
jerárquica".
Según la socióloga Riitta Jallinoja,
desde mucho antes de la independencia de 1917 "las brechas entre clases
sociales de Finlandia fueron más pequeñas de lo habitual”: "Incluso la
revolución industrial aquí fue modesta, no hubo Rothschilds, ni Fords,
ni siquiera una dinastía como la de los Wallenberg en Suecia".
Eso se siente incluso en Helsinki, una ciudad limpia, funcional y
visiblemente próspera. Como dice el exembajador Oreck, "podrías estar
caminando por la calle al lado del tipo más rico de la ciudad y
realmente no tendrías manera de saberlo". En Finlandia, insiste la
expresidenta Halonen, "no se mira a la gente como superiores o
inferiores, todos se miran al mismo nivel".
Cívica y transparente
La empresa actual más exitosa del país, el estudio de juegos Supercell creador de Clash of Clans, pagó más de 800 millones de euros
en impuestos, lo que la llevó a la séptima posición entre los
principales contribuyentes finlandeses de 2016. Esa cantidad y la que
pagaron las 10.000 personas que más ganan en el país se publica
anualmente en el "día nacional de la envidia". Finlandia es admirable
por su sentido cívico pero también por su transparencia.
El éxito de un sistema educativo nacional gratuito que comenzó en 1866,
antes de la independencia, y es clasificado una y otra vez entre los
mejores del mundo, forma parte de las raíces de una sociedad más
igualitaria, según la socióloga Jallinoja. "La educación fue clave para
avanzar".
No solo eso, dice el filósofo y profesor
emérito Ilkka Niiniluoto. En su opinión, también ayuda que todo el país
sea de hecho "una construcción social creada por profesores
universitarios". Los académicos que dirigieron el movimiento
nacionalista del país "definieron la nación finlandesa: su lengua,
historia, literatura, música, símbolos y folclore. El líder nacionalista
era un profesor de filosofía".
Desde la
independencia, casi el 30% de los jefes de Estado y de Gobierno
finlandeses han sido profesores universitarios, incluida la mitad de los
primeros ministros. "Ellos le dieron al país la forma que tiene hoy",
dice Jallinoja. "Pero con sus propias vidas también generaron confianza
en la movilidad social y una fe verdadera en la educación. Es una
historia que viene con nosotros".
Pero si Finlandia
ha sido clasificado como el país más alfabetizado del mundo también
puede deberse en parte a un decreto del siglo XIX que prohibía a las
parejas casarse en la Iglesia luterana sin antes haber aprobado una
prueba de lectura. Como dice Halonen, "todo un incentivo para aprender a
leer".
Lucha por la igualdad de género
La
igualdad de género también es parte de la receta. En 1906, las mujeres
finlandesas no fueron las primeras en ganar elecciones pero sí en
presentar sus candidaturas. Cerca del 10% del primer parlamento
finlandés estaba compuesto por mujeres (la cifra es ahora del 42%). Ya
en 1930, hasta un 30% de las matrículas en la universidad eran de
mujeres. "Las mujeres finlandesas se tomaron en serio sus derechos y los
hombres lo aceptaron", dice Halonen.
Otros
ingredientes de la receta fueron añadidos después. Finlandia se
benefició en gran medida de tener sabios líderes durante la guerra y la
posguerra, insiste el economista Holmström. "Pensaron en el bien del
país, tomaron decisiones grandes y sensatas, y el consenso los apoyó,
porque todos sabían que estábamos luchando por nuestra existencia",
dice.
Conscientes de que las políticas debían tener
continuidad, los sucesivos gobiernos de coalición tomaron decisiones
responsables sobre grandes inversiones industriales y de infraestructura
cuyos beneficios multiplicaron muchas veces el esfuerzo. En las últimas
décadas, la Finlandia actual se ha convertido en un país de alta
tecnología idóneo para startups gracias a una inversión récord en investigación y desarrollo que en la década de 1990 se acercó al 4% del PIB.
Pese a la guerra, al colapso de la Unión Soviética y a una profunda
recesión en la década de los noventa, la economía finlandesa se ha
expandido a lo largo del siglo pasado a un ritmo equivalente al de
Japón, reforzando la confianza en las instituciones de la nación. Como
dice Kähkönen, "la gente critica al gobierno constantemente, y a menudo
por muy buenas razones, pero fundamentalmente confía en él".
Igual que confían, por lo general, en un Estado del Bienestar que
representa el 31% del PIB de Finlandia, la segunda proporción más alta
entre los países de la OCDE. Según Halonen, "si vas a tener un Estado de
Bienestar, la única forma de hacerlo es tan bien que la alternativa
privada no tenga sentido".
Una dosis fuerte de confianza
Pero la confianza de los finlandeses entre unos y otros también es más
grande que en la mayoría de países, dice André Chaker, un abogado nacido
en Canadá y dedicado a dar conferencias que ha vivido en el país los
últimos 25 años. "La corrupción y la delincuencia organizada son
prácticamente inexistentes, eso alimenta el ambiente de negocios: las
cosas se hacen aquí más rápido, de manera más segura", dice.
Es esa confianza la que genera seguridad y voluntad de innovar. Según
el Foro Económico Mundial, Finlandia tiene la mayor innovación per cápita
del mundo. Durante años, el principal sector de la economía fue el de
las monolíticas empresas mineras y forestales. Luego, la otrora poderosa
Nokia. Hoy Finlandia se acerca a Silicon Valley por el número de startups por habitante.
La receta mágica parece estar compuesta por virtudes básicas: fe en sí
mismos, cooperación, igualdad, respeto por la educación, confianza. En
el fondo y en la práctica, dice Anu Partanen, una periodista finlandesa que ahora vive en Nueva York,
se reduce a un tipo diferente de relaciones. Ella lo llama la teoría
nórdica del amor, compartida en mayor o menor medida por Suecia, Noruega
y Dinamarca.
"En la familia, es entender que las
relaciones solo pueden florecer realmente entre individuos –padres,
hijos o esposos– que se sienten iguales e independientes" dice. "En una
sociedad, significa opciones políticas destinadas a garantizar el mayor
grado posible de independencia, libertad y oportunidades para todos".
Traducido por Francisco de Zárate
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