miércoles, 22 de junio de 2022

ESCLAVOS, de Jesús Ausín

 31/05/2022

Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.


(...) Vivir en el primer mundo ya no es un privilegio. La esclavitud ha cruzado el muro de alambre de espinos y ha llegado para quedarse. Cierto que hasta en ser esclavos hay formas privilegiadas. Mientras en África o en Iberoamérica la esclavitud lleva consigo revolver en la basura, vivir entre ratas y detritus y en la India, Tailandia o Bangladesh la misma servidumbre llena los pulmones de metales pesado de los tintes y/o provoca callos en las manos por coser cientos de horas a la semana en talleres de ropa, zapatillas o pelotas, en USA los esclavos son fundamentalmente negros o hispanos y acaban muertos o en la cárcel y en el primer mundo los esclavos tienen Netflix, Tick-tock o Instagram que les sirven para evadirse. Hay otra diferencia considerable. Mientras en el mal llamado tercer mundo los esclavos son conscientes de serlo y su principal misión en esta vida es dejar de serlo, en el primer mundo, nuestros jóvenes no sólo no son conscientes de serlo, sino que creen que las condiciones de semiesclavitud son un privilegio y lo han convertido en la coyuntura normal de un presente necesario para llegar a mañana, porque no tienen conciencia de que el futuro sea algo esencial que ha de llegar quieras o no. Viven al día, de y por la inmediatez y lo único que les preocupa es poder dar una putivuelta, tener posibilidad de estar con sus amigos o cinco euros en el bolsillo para pagarse las copas en el botellón. Este tipo de vida les impide luchar por un futuro que ven tan lejano que ni les preocupa. Este tipo de vida está reñido con las luchas obreras, con las luchas por los derechos sociales y con la lucha por cualquier servicio público que no les preocupa como la sanidad o la educación. Este tipo de vida es caldo de cultivo para los caraduras fascistas que proclaman libertad mientras cobran salarios de más de 70.000 euros año y legislan para que quienes les votan no tengan derechos, ni sanidad o educación pública y son los culpables de sus condiciones de esclavitud.

Como nada de lo que pasa en la vida está aislado de consecuencias y causas, este estilo de vida basado en la superficialidad que nos han ido martilleando desde hace décadas con el cine americano, ha calado en nuestra sociedad. El sueño americano es una gran estafa. Y provoca desastres sociales de consecuencias muy predecibles. Según la revista Forbes, la posibilidad de ser  pobre a partir de los 65 años en España es de un 6,8 %. En el Reino Unido, una de las cunas del hijoputismo, el 13,4 % (un 97 % más que en España). En USA, ese porcentaje se eleva hasta el 21,5 % y en Australia o Corea del Sur hasta el 35,5 % y 49,6 % respectivamente. Esto simplemente es consecuencia de que hasta ahora, España tiene un sistema de pensiones que salvaguarda a los trabajadores tras la jubilación. Decía el otro día Guillermo Fesser, un buen conocedor de la sociedad hipócrita americana (vive allí) que necesitas un mínimo de 3 millones de dólares para poder vivir retirado sin apreturas. ¿Qué pasará cuando toda esta gentuza que legisla en contra de los trabajadores acabe limitando las pensiones hasta que su cuantía no sea suficiente para comprar comida, pagar la calefacción, la luz, el agua, los impuestos y la electricidad? ¿Quién va a luchar porque eso no suceda? ¿Los que tienen más de setenta años que a pesar de que ya hacían huelga aunque estaba prohibida durante el franquismo, bastante tienen con soportar la economía de sus casas y las de sus hijos? ¿Los que sobrevivimos a la pandemia de la droga y del escape biológico que llamaron síndrome tóxico que dejamos que nos engañaran con un modelo que es el mismo que el del fascista eunuco cobarde? ¿Los nuevos esclavos de los posgrados y las licenciaturas que ven como normal que les paguen 350 euros al mes mientras trabajas en un puesto real diez horas al día?¿Los ninis a los que se la sopla todo? ¿Los cientos de idiotas que parecen estar contentos con que su vida gire en torno a un trapo de colores y un mapa? ¿Los indecentes ignorantes que se tragan que España tiene 2000 años de existencia? ¿Los que son capaces de gastarse 300 euros en petardos para celebrar la Champions del equipo con el presidente más truhán de todo el fútbol mundial, pero no mueven ni un dedo porque para ir al médico en Madrid necesitas quince días si es de atención primaria y un año si es para especialista? (...)

Paola, no protesta. Ni siquiera es consciente de que la estén explotando. Porque ella cree que es una de las privilegiadas. Conoce decenas de compañeros de carrera que están trabajando en el Burguer, poniendo copas en garitos de mala muerte o que han tenido que emigrar (...) 

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