miércoles, 8 de octubre de 2025

Àlex Torio, profesor de matemáticas: “El sistema educativo está roto, tengo alumnos de 18 años que no saben las tablas de multiplicar”

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 Tras casi 30 años de docencia, el maestro de matemáticas Àlex Torio ha dejado las aulas y hace una dura crítica al rumbo de la enseñanza en España.


Durante casi tres décadas, Àlex Torío ha dedicado su vida a las matemáticas. En el aula, ha visto pasar generaciones enteras de adolescentes que crecían entre pizarras, exámenes y la siempre compleja relación con los números. Pero este 2025, el profesor barcelonés ha decidido dar un paso al lado. Su marcha no llega en silencio: lo hace con un diagnóstico contundente que interpela a toda la comunidad educativa.

“No podía más”, admite. “He soñado con las clases incluso después de dejarlas”. Su voz, conocida también por los oyentes del programa Via lliure de RAC1 y por su faceta como músico, revela más tristeza que enfado. Torío asegura que adoraba enseñar, pero se siente profundamente decepcionado por lo que, a su juicio, se ha convertido en un sistema educativo cada vez más frágil y desconectado de la realidad de las aulas.

Lo que más le preocupa no es su propio cansancio, sino lo que ha observado entre su alumnado. “Tengo alumnos de 18 años que no saben las tablas de multiplicar”, confiesa. No es una frase lanzada al aire: para Torío resume dos décadas de deterioro. “Ahora preparo exámenes mucho más fáciles que antes, porque si no se me cuestiona que suspenda a demasiados alumnos”, lamenta. El resultado, según explica, es un nivel académico en caída libre, que también corroboran exalumnos suyos convertidos en profesores particulares.

Su crítica va más allá de los contenidos. Señala directamente a las instituciones educativas y a lo que considera una excesiva influencia de entidades externas. “El sistema está en manos de psicopedagogos de despacho que nunca han pisado un aula. Los profesores somos los que sabemos lo que pasa, pero no se nos escucha”, denuncia.

A esta mezcla de burocracia, desconexión y presión estadística —“el sistema solo arregla las cifras, no los problemas”, explica—, se suma la frustración personal. Después de 27 años en un centro concertado del barrio del Eixample de Barcelona, Torío ha decidido acogerse a una excedencia. No habla de una ruptura definitiva, pero sí de una necesidad vital. “Necesitaba respirar. Me duele mucho haber llegado a este punto, pero no podía seguir así”, reconoce.

El profesor no descarta volver algún día a las aulas. Quizá, cuando el desencanto se diluya, recupere la energía para enseñar lo que siempre le apasionó. De momento, prefiere mantener la puerta entreabierta. Lo que sí deja claro es que su denuncia busca abrir un debate incómodo pero urgente: ¿qué pasa cuando un sistema educativo expulsa a quienes más lo valoran?

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