A Gisela Mota, de 33 años, la mataron a balazos en su casa al poco
tiempo de asumir como la primera mujer alcaldesa de su ciudad, Temixco
Su muerte pone de manifiesto el nefasto poder del crimen organizado sobre la política
The Guardian
- Nina Lakhani, Temixco - 16/01/2016 Su muerte pone de manifiesto el nefasto poder del crimen organizado sobre la política
http://www.eldiario.es/theguardian/Joven-idealista-alcaldesa-mexicana-asesinada_0_474202841.html
Gisela Mota regresó a su casa poco antes de la
medianoche del 1 de enero, en lo que era el final de un primer día
electrizante ejerciendo como la primera mujer alcaldesa de su ciudad
natal. Luego de dar su discurso inaugural en la alcaldía, Mota, de 33
años, se reunió con su nuevo gabinete y cenó tarde para regresar
exhausta a su casa. Ella se fue directa a dormir, pero su familia, llena
de orgullo, se quedó hasta tarde hablando sobre su hazaña histórica.
Mota aún dormía cuando una banda armada entró en su casa poco antes de
las 7 de la mañana. La única persona que estaba despierta era su madre,
Juana Ocampo, que llegó a ver a seis o siete individuos, algunos
enmascarados, otros con armas, que se acercaban a la casa al grito de
"¿dónde está?".
En cuestión de minutos arrastraron fuera de sus camas a
toda la familia, incluso las pequeñas sobrinas y el sobrino de Mota que
se encontraban de visita por las vacaciones. Les obligaron a permanecer
boca abajo en la sala y en el patio, con armas que les apuntaban a la
cabeza, mientras los asesinos intentaban identificar a su objetivo.
"Nos enviaron aquí con la orden de matarla, ¿quién de ustedes es la que
buscamos?', dijeron. Creí que venían a secuestrarla, así que yo solo
pensaba en cómo íbamos a pagar el rescate", cuenta Ocampo a The
Guardian.
Mota se identificó, y se la llevaron
arrastrando boca abajo unos metros hacia la puerta de entrada. Le
dispararon al menos cuatro veces, a unos pocos metros de la cuna en la
que se encontraba su sobrino recién nacido. Los agresores corrieron
hacia sus vehículos y escaparon por la calle principal del pueblo, que
aún dormía.
En el lugar donde cayó su cuerpo, ahora
hay un bonito ramo de flores. Dos velas cubren los agujeros que dejaron
los impactos de balas en el piso.
"Gisela era muy
dedicada, honrada, humilde y muy trabajadora, por eso me cayó bien desde
el principio; siempre estaba haciendo algo. Era muy querida por el
pueblo por todo lo que hacía por ellos. Era muy especial", comenta
Carlos Caltenco, secretario general del gobierno municipal de Temixco,
amigo de muchos años y confidente político de Mota.
El asesinato de una joven política idealista a menos de un día de asumir
la alcaldía causó conmoción en un país acostumbrado a la violencia
extrema, incluso en contra de sus propios funcionarios electos.
Mientras la dramática caza de capos del narcotráfico como Joaquín "El
Chapo" Guzmán acapara la atención mundial, el asesinato de la alcaldesa
de una pequeña ciudad es una muestra de la abrumadora influencia que el
crimen organizado ejerce sobre la vida pública mexicana. El episodio
refleja la violencia que oscurece las políticas locales del país: un
mundo turbio donde se forjan relaciones simbióticas entre los políticos y
el crimen organizado para ganar dinero y poder político, o simplemente
para seguir con vida.
También ha hecho visibles las
pobres condiciones en las que se encuentra Morelos, el segundo Estado
más pequeño de México, al sur de la capital. Considerado un oasis por su
clima agradable y sus ciudades de empedrado colonial, en los últimos
años se ha hecho conocido por ser uno de los lugares más violentos del
país.
Con una población que ronda los dos millones de
personas, Morelos es el cuarto Estado con más homicidios del país, solo
superado por Sinaloa, Guerrero y Chiapas. Según la ONG Consejo
Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, está entre los
dos Estados con más secuestros, extorsiones y violaciones.
En los últimos años, se ha convertido en el campo de batalla donde
libran sus diferencias las bandas rivales Los Rojos y Los Guerreros
Unidos, ambas surgidas del poderoso cartel de Beltrán Leyva cuando en
2009 su líder fue abatido en Cuernavaca, la capital del Estado.
Ambos grupos están implicados en uno de los crímenes más recientes y
más conocidos de la historia de México: la desaparición en 2014 de los
43 estudiantes de Iguala, casi cien kilómetros al sudoeste de Temixco.
Seis kilómetros al sur de Cuernavaca, Temixco ya ha tenido más que
suficientes cuerpos mutilados, bandas de secuestradores y fosas
clandestinas.
Un futuro prometedor
Mota, la
segunda de cuatro hermanos, vivía con su familia en la localidad de
Pueblo Viejo, en una casa modesta pero elegante que construyó su padre,
carpintero y albañil. La casa y su jardín están detrás de una pesada
puerta de madera, cerca de la calle principal.
A los
12 años, la joven comenzó a participar de reuniones políticas y
protestas acompañada por su madre, una conocida activista del Partido de
la Revolución Democrática (PRD). En esa época, Pueblo Viejo era una
comunidad agricultora donde las vacas transitaban por las calles
empedradas y los niños jugaban en la calle hasta entrada la noche.
Los secuestros empezaron hace unos siete años, después de que la tierra
de cultivo se vendiera a una compañía dedicada a las viviendas. Los
exterratenientes se convirtieron en las primeras víctimas, pero el
terror pronto se extendería a los pequeños comerciantes, incluidos los
dueños de peluquerías y vendedores de tortillas, que eran secuestrados
para pedir rescates.
Ahora los robos, asaltos,
extorsiones y drogas son comunes. Hace algunos años se encontró un
cuerpo mutilado en la plaza del pueblo; la cara de la víctima había sido
desollada.
Cuando Mota decidió adentrarse en la
carrera política después de estudiar derecho en la universidad, su madre
le recomendó que no lo hiciera, asustada por la creciente violencia y
por las noticias de políticos asesinados.
Pero Mota
siguió avanzando y ocupó importantes cargos locales y nacionales dentro
del partido, concentrándose en temas de igualdad de género y problemas
ambientales. Tenía un futuro prometedor.
En 2012, fue
elegida diputada nacional en la Cámara Baja, todo un logro para una
mujer joven en México. El año pasado fue electa como alcaldesa de
Temixco después de que inesperadamente se revirtiera la mayoría que
poseía su predecesor del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Heredaba un municipio con una deuda de casi 12 millones de dólares.
En su primer discurso, horas antes de ser asesinada, Mota citó al
escritor uruguayo Eduardo Galeano cuando se comprometió a deshacerse de
los funcionarios incompetentes y deshonestos, y a terminar con los
contratos de lucrativos servicios públicos que habían sido amañados,
como la recogida de residuos y el alumbrado de las calles.
"Gisela quería hacer las cosas de una forma diferente, y eso obviamente
puede provocar una reacción para los que están acostumbrados a la
corrupción", señala Anastasio Solís, su asesor de campaña.
Según Solís, la cantidad de políticos, criminales y hombres de negocios
que se ven beneficiados con la muerte de Mota es tan grande que la
policía va a tener muy difícil encontrar el verdadero móvil del
asesinato: "Es como lidiar con un monstruo de mil cabezas. Los intereses
son los mismos pero las mafias no muestran la cara. Será muy difícil
encontrar a los autores intelectuales del hecho".
Inmediatamente después del asesinato, el padre y el
hermano de Mota persiguieron a los vehículos que se habían dado a la
fuga y se encontraron a unos policías medio dormidos que continuaron con
la persecución. Hubo un tiroteo y dos miembros de la banda fueron
abatidos. Tres personas más presuntamente involucradas, un joven de 17
años, otro de 18 y una mujer de unos 30 años, fueron arrestadas ese
mismo día.
Casi de inmediato, el gobernador del PRD
del Estado de Morelos, Graco Ramírez, le echó la culpa a la reciente
decisión de Mota de apoyar un controvertido plan del gobierno mexicano
para asumir el control de las policías municipales.
Conocido como Mando Único, el plan es fundamental para la política del
presidente Enrique Peña Nieto, que quiere acabar con la corrupción
dentro de las fuerzas policiales municipales. Se cree que un grupo de
policías locales en la nómina de Los Guerreros Unidos jugó un papel
determinante en la desaparición de los 43 estudiantes.
Con aspiraciones presidenciales, Ramírez utilizó el asesinato para
justificar que el Estado tome el control de las fuerzas policiales en 15
municipios, incluidos Temixco y Cuernavaca, donde Cuauhtémoc Blanco, el
exfutbolista recientemente convertido en político, asumió hace poco
como alcalde con la promesa de rechazar el plan.
El
nuevo gabinete de Blanco incluye a la sobrina de la exlíder del
sindicato de profesores, Elba Esther Gordillo, cuyo estilo de vida de
despilfarro, ropa de diseñador y cirugías plásticas terminó en 2013 con
una acusación por malversación de fondos y asociación ilícita. También
incluye a un tío del presunto líder de Los Rojos, Santiago Mazari, alias
El Carrete, que figura a la cabeza de la lista de los secuestradores
más buscados por el gobierno.
Todavía queda por ver si la guerra sutil que aumenta entre Blanco y Ramírez lleva a otras disputas.
"El tema de la seguridad en Morelos es fundamental. El asesinato de la
alcaldesa se utilizó como una excusa para catapultar el programa Mando
Único, y para desviar la atención de la falta de habilidad o de voluntad
del gobierno local y federal de hacer algo que de verdad sea efectivo
en contra del crimen organizado", afirma Erubiel Tirado, un destacado
especialista en el crimen organizado.
Las autoridades
locales, incluido el gobernador Ramírez, echaron la culpa a Los Rojos
con gran rapidez. Algunos funcionarios contaron a la prensa local que
les habían pagado 500.000 pesos (poco más de 25.000 euros) a los
sicarios por el asesinato, después de que Mota rechazara hacer un trato
con ellos.
Pero hasta el momento las dos personas
mayores de edad arrestadas han sido detenidas bajo el cargo de homicidio
y no bajo el de crimen organizado.
Fuentes de la
policía confirmaron a The Guardian que, aunque Los Guerreros Unidos
hayan sido el blanco principal de las fuerzas policiales durante estos
últimos años, la banda sigue teniendo una presencia dominante en
Temixco. Sin embargo, recientemente la policía parece haber hecho de Los
Rojos su blanco principal; algunos analistas dicen que, muchas veces,
esos cambios reflejan la modificación de alianzas políticas o la ruptura
de pactos entre criminales. Varios miembros importantes de Los Rojos
fueron capturados en un rancho en Morelos el sábado, entre ellos, Rubén
Mazari, hermano y mano derecha del líder de la banda.
También se señala el carácter poco profesional del asesinato: algunos
de los agresores estaban sin máscara y ninguno sabía quién era Mota, lo
que no es propio de una banda como Los Rojos.
"¿Por
qué Los Rojos contratarían a otra gente para llevar a cabo un asesinato,
cuando ellos tienen sus propios sicarios? No tiene sentido", agregó una
fuente cercana a la investigación.
Gente cercana a
Mota —entre ellos, su familia, consejeros políticos y amigos— insiste en
que nunca se le acercaron directamente ni fue amenazada por ningún
grupo criminal.
"Nunca la amenazaron en forma directa, pero sí me dijo
que le preocupaba que trataran de acercársele hombres de negocios que no
conocía", cuenta su amigo Caltenco.
A diferencia de
su predecesor, que estaba siempre rodeado de guardaespaldas y protección
policial debido a las amenazas que recibía, Mota rechazó la seguridad
oficial, asegurando que era un derroche de los escasos recursos
públicos.
"Estoy segura de que si la hubieran
amenazado me lo habría dicho. Aún si hubiera ocurrido esa misma última
noche, creo que hubiera dicho algo para asegurarse de que la familia
estuviera a salvo", afirma Ocampo, la madre de Mota.
Pero otras personas cercanas a la alcaldesa están preocupados por unas
personas con intereses empresariales en la zona y posibles vínculos
criminales que querían acceder al círculo íntimo de Mota, posiblemente
para ganar favores políticos, algo que ella pudo no haber notado hasta
que fue demasiado tarde.
Ocampo reveló que durante la
campaña de Mota para llegar a la alcaldía, ella le advirtió a su hija
que vivir de la política en Temixco podía costarle la vida.
Sentada en su jardín, a tan solo unos metros de donde su hija murió
asesinada, Ocampo la recuerda: "Le dije que renunciara a la elección a
la alcaldía, pero ella respondió: ’Mamá, si yo no me presento, ¿quién lo
va a hacer?.
Traducción de Francisco de Zárate
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