16/3/2016 - Ana Cuevas Pascual
Se puede decir más alto pero no más
claro. Al final, cada cual es cada quién, y saca lo que lleva dentro
como puede. Es el caso del concejal del PP Oscar Bermán Boldú que,
refiriéndose a la alcaldesa de Barcelona, esputó la podredumbre que
alberga su cerebro con la siguiente afirmación: ” En una sociedad sana y seria, Ada Colau se dedicaría a fregar suelos”.
Pues claro que sí amigo. En una sociedad sana y seria, como esa España
franquista que usted rememora comparándola con una Arcadia feliz, una
pelada como la Colau estaría de rodillas, puliendo los suelos de su
santa madre a cambio de un puñado de garbanzos. Y es que la plebe se
está viniendo arriba porque, ¿Cuándo se ha visto en este país con olor
a cerrado y sacristía y señoronas con peineta combinada con collares de
perlas que los hijos y nietos de los miserables pretendan gobernar un
ayuntamiento u ocupar los escaños del Congreso? Y qué mejor manera de
vejarlos que esa comparación con lo que, usted señor Belmán, considera
lo más degradado y bajuno de la sociedad: las fregonas.
Y digo fregona, que no limpiadora, porque
con especímenes de su calaña se me vienen abajo los prejuicios
eufemísticos. Como servidora pertenece a ese despreciado estrato social
me atreveré a corregir la intencionalidad de sus profundas palabras.
Cuando dice que la alcaldesa rojeras debería fregar suelos no está
ofendiendo a Ada Colau. En realidad está enseñando la pezuña clasista y
montaraz de la derechona más rancia y despreciable. Las fregonas, como
la que firma este artículo, hemos contribuido a que nuestras hijas e
hijos tengan acceso a una educación que a nosotras se nos fue negada a
fuerza de dejarnos los riñones escoscando las casas de muchos señoritos.
Puede que, por nuestro oficio, se nos vea con frecuencia arrodilladas.
Pero no se engañe porque nuestras genuflexiones, obligadas por trabajos
penosos y mal pagados, rebosan más dignidad que las hipócritas hincadas
de rodillas de personajes clasistas como usía que hoy en
día despreciarían al propio Jesucristo por ser el hijo de un humilde
carpintero.
Y no es por nada, pero indagando en su
blog y su twitter, observo que sus venerables padres malgastaron el
dinero proporcionándole estudios en reputadas, católicas y carísimas
escuelas. ¿Cómo puede un individuo de su alcurnia cometer tantas faltas
de ortografía en tan escasos caracteres?: “La bolsa flutuando”… ” Y cómo dije en su día, a veis abierto la veda…”
Y solo son breves ejemplos de la burricie que le agarra. Aunque claro,
cuando el dinero y la posición le vienen a uno por herencia no necesita
atesorar cultura. Con tener la buchaca bien cubierta sobran las
florituras. Será por eso que aboga por cerrar las facultades de
filosofía y ciencias políticas, Pensar no es cosa que agrade a los
oligarcas. Y más, si los que acceden al saber, son los retoños de los
siervos de la gleba. Esos que nunca tendrían que haber abandonado su
posición de santos inocentes, explotados e ignorantes para mayor gloria
de las estirpes privilegiadas.
Pero a pesar de cromañones iletrados como
usted la sociedad ha evolucionado. Y hasta una humilde fregona puede
correrle a collejas dialécticas para que retorne a la caverna ideológica
de sus ancestros. Ya sé don Oscar que usted, como otros de su
calaña, añoran esos tiempos de mucamas humilladas y jornaleros
uncidos por un yugo. En ello andan, con reformas laborales que quieren
condenarnos a los salarios del hambre acusándonos de vivir por encima de
nuestras posibilidades mientras saquean las arcas del dinero público.
Pero ya no somos tan santos ni tan
inocentes. Ni siquiera esas fregonas a las que usted nos considera pura
escoria. La basura está solo en su cabeza. Una suciedad inmunda que,
como profesional del gremio, me ofrezco voluntaria a retirarle a base de
lejía y de estropajo.
Nota al margen: No he podido evitar que
mi artículo versara sobre este ponzoñoso menda pero quiero recordar que
estamos a 24 horas de que Europa ratifique su miseria moral con el
destino de los refugiados sirios. También Europa necesita un buen
fregado de conciencia, si es que alguna vez la tuvo. Solo quiero añadir
que NO EN MI NOMBRE. Ahora mi corazón de fregona se desangra en
solidaridad con los que huyen de la guerra, de las torturas, con los
niños desaparecidos (carne de explotación sexual o tráfico de órganos),
con las madres y padres que ven morir impotentes de hambre y frío a sus
criaturas mientras los mandatarios europeos se lavan las manos como
Pilatos hipócritas e indecentes. Hoy, los refugiados, son también mis
compatriotas. Y la historia juzgará estos actos, no lo duden, con la
misma crudeza que otros capítulos negros de nuestro infame pasado. Pero
ya será tarde para ellos. Y si existe dios, no tendrá indulgencia con
esta Europa muerta de líderes canallas y desalmados. Pero, visto lo
visto, empiezo a creer que dios también ha muerto.
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