25 de Febrero de 2016 (15:43 h.)
Por ser objetivo y por decir las cosas como
las entiendo y no como algunos me las quieren hacer ver, sobre todo,
desde que escribo artículos de opinión, me he acostumbrado a recibir
críticas de algunos militantes y simpatizantes del PP, del PSOE, de
Ciudadanos y de otras muchas formaciones, reproches a veces exaltados
pero sin nunca llegar a la furibunda intransigencia de quienes dejan de
estar de acuerdo conmigo tras descubrir que no soy de los suyos (en
realidad, nunca he sido de nadie), algo que sucede cuando manifiesto mis
discrepancias con Podemos y pongo en evidencia lo que muchos prosélitos
del partido morado también perciben, pero silencian por su fidelidad a
unos postulados que les hacen ser extremadamente sensibles a las
reprobaciones e incapaces para ejercer una sana autocrítica.
En un momento determinado, me di cuenta de que escribía con libertad cuando expresaba mis opiniones sobre cualquier formación política, pero andaba con sumo cuidado –casi al límite de la autocensura– al opinar de Podemos. El motivo no era otro que el de no herir la sensibilidad de ciertos amigos y conocidos. Fui entonces consciente de que estaba siendo víctima de una situación absurda, máxime cuando he desarrollado una democrática habilidad para escuchar las opiniones ajenas con respeto, siempre que éstas no rebasen la línea que separa a las ideologías del fanatismo o el derecho a la libre expresión del insulto.
¿Será capaz de hacer autocrítica algún simpatizante de Podemos?
Esta es la pregunta que, retóricamente, me autoformulé en unas reflexiones que publiqué hace un par de días a colación del apoyo a la naviera Navantia por parte de José María González 'Kichi', alcalde de Cádiz, para que se construya en los astilleros gaditanos cinco corbetas de guerra destinadas al ejército de Arabia Saudí.
Escribí mis reflexiones tras leer unas declaraciones de Kichi que parecían justificar cualquier cosa con tal de que se crearan puestos de trabajo para los gaditanos:
«Por si alguien tenía alguna duda, este equipo de Gobierno da su apoyo a cualquier iniciativa que aumente la carga de trabajo en los astilleros de la Bahía de Cádiz”».
Añadía Kichi después, quien sabe si para acallar su conciencia:
«Sería conveniente, no obstante, que España instase a Arabia Saudí a que respete los Derechos Humanos»
Encontré contradictoria la postura del alcalde de Cádiz y manifesté mi convicción de que Kichi habría estado en contra, si la alcaldesa hubiera sido Teófila Martínez, de que el ayuntamiento diera su visto bueno a una transacción comercial con un país que, como sucede con Arabia Saudí, favorece el terrorismo, fomenta el retraso social y, con toda seguridad, empleará las corbetas para ejercer el control de una de las zonas más doloridas del orbe. Prueba de ello es que durante la campaña de las últimas elecciones municipales y autonómicas, siendo Kichi el candidato de Podemos, criticó el sistema económico basado en la industria armamentística, y denunció que el PP y el PSOE llevaran años impulsándolo.
Sin embargo, cuando anteayer denuncié personalmente estos hechos en el artículo mencionado más arriba, me encontré con una reacción frenética —incluso iracunda— por parte de algunos simpatizantes de Podemos que me dijeron de todo. Fue esperpéntico que alguien, a quien tengo por una persona inteligente, justificara a Kichi argumentando que «con un paro del 50%, cualquier trabajo es bienvenido ya que la industria de guerra en el mundo forma parte del 65% de la producción industrial, y luchar contra esa injusticia no se hace criticando a un alcalde progresista sino cambiando gobiernos corruptos». Estoy convencido de quien vertió tan desafortunada argumentación habría encabezado un revuelo de críticas si el alcalde reprobado hubiera sido ajeno a Podemos.
¿Por qué son tan sensibles los simpatizantes de Podemos a las opiniones adversas?
¿Por qué coronan las ilustres testas del partido de Pablo Iglesias con una imposible aureola de infalibilidad, sin ser capaces de asumir que la perfección no existe y aun menos en política?
Me consta que no soy el único que se plantea estas cuestiones, pues son ya varias las voces que se han alzado señalando —y denunciando— la hipersensibilidad a las críticas por parte de una formación que, aunque curiosamente naciera criticando a los demás en los platós de televisión, no soporta ser cuestionada, algo que queda mucho más de manifiesto en los adeptos y simpatizantes pertenecientes a las bases que en los políticos quienes, en muchas ocasiones, han demostrado tener cierta capacidad de autocrítica.
Dejaré que sea el lector quien extraiga sus propias conclusiones.
En un momento determinado, me di cuenta de que escribía con libertad cuando expresaba mis opiniones sobre cualquier formación política, pero andaba con sumo cuidado –casi al límite de la autocensura– al opinar de Podemos. El motivo no era otro que el de no herir la sensibilidad de ciertos amigos y conocidos. Fui entonces consciente de que estaba siendo víctima de una situación absurda, máxime cuando he desarrollado una democrática habilidad para escuchar las opiniones ajenas con respeto, siempre que éstas no rebasen la línea que separa a las ideologías del fanatismo o el derecho a la libre expresión del insulto.
¿Será capaz de hacer autocrítica algún simpatizante de Podemos?
Esta es la pregunta que, retóricamente, me autoformulé en unas reflexiones que publiqué hace un par de días a colación del apoyo a la naviera Navantia por parte de José María González 'Kichi', alcalde de Cádiz, para que se construya en los astilleros gaditanos cinco corbetas de guerra destinadas al ejército de Arabia Saudí.
Escribí mis reflexiones tras leer unas declaraciones de Kichi que parecían justificar cualquier cosa con tal de que se crearan puestos de trabajo para los gaditanos:
«Por si alguien tenía alguna duda, este equipo de Gobierno da su apoyo a cualquier iniciativa que aumente la carga de trabajo en los astilleros de la Bahía de Cádiz”».
Añadía Kichi después, quien sabe si para acallar su conciencia:
«Sería conveniente, no obstante, que España instase a Arabia Saudí a que respete los Derechos Humanos»
Encontré contradictoria la postura del alcalde de Cádiz y manifesté mi convicción de que Kichi habría estado en contra, si la alcaldesa hubiera sido Teófila Martínez, de que el ayuntamiento diera su visto bueno a una transacción comercial con un país que, como sucede con Arabia Saudí, favorece el terrorismo, fomenta el retraso social y, con toda seguridad, empleará las corbetas para ejercer el control de una de las zonas más doloridas del orbe. Prueba de ello es que durante la campaña de las últimas elecciones municipales y autonómicas, siendo Kichi el candidato de Podemos, criticó el sistema económico basado en la industria armamentística, y denunció que el PP y el PSOE llevaran años impulsándolo.
¿Qué tiene esto que ver con la poca predisposición de Podemos para la autocrítica?
Intentaré explicarlo. Aunque en primer lugar, quiero dejar constancia
de que muchos de los correligionarios de Kichi han manifestado un gran
desacuerdo con su apoyo a la construcción de las cinco corbetas y su
venta a un país que, según han denunciado varias ONGs, aplica un bloqueo
naval a Yemen que ha provocado una grave crisis humanitaria.De hecho,
varios colectivos antimilitaristas afines a Podemos, han manifestado
sentirse “decepcionados” e incluso hablan de “traición” y reprochan a
José María Gonzáles su doble vara de medir.Sin embargo, cuando anteayer denuncié personalmente estos hechos en el artículo mencionado más arriba, me encontré con una reacción frenética —incluso iracunda— por parte de algunos simpatizantes de Podemos que me dijeron de todo. Fue esperpéntico que alguien, a quien tengo por una persona inteligente, justificara a Kichi argumentando que «con un paro del 50%, cualquier trabajo es bienvenido ya que la industria de guerra en el mundo forma parte del 65% de la producción industrial, y luchar contra esa injusticia no se hace criticando a un alcalde progresista sino cambiando gobiernos corruptos». Estoy convencido de quien vertió tan desafortunada argumentación habría encabezado un revuelo de críticas si el alcalde reprobado hubiera sido ajeno a Podemos.
¿Por qué son tan sensibles los simpatizantes de Podemos a las opiniones adversas?
¿Por qué coronan las ilustres testas del partido de Pablo Iglesias con una imposible aureola de infalibilidad, sin ser capaces de asumir que la perfección no existe y aun menos en política?
Me consta que no soy el único que se plantea estas cuestiones, pues son ya varias las voces que se han alzado señalando —y denunciando— la hipersensibilidad a las críticas por parte de una formación que, aunque curiosamente naciera criticando a los demás en los platós de televisión, no soporta ser cuestionada, algo que queda mucho más de manifiesto en los adeptos y simpatizantes pertenecientes a las bases que en los políticos quienes, en muchas ocasiones, han demostrado tener cierta capacidad de autocrítica.
Dejaré que sea el lector quien extraiga sus propias conclusiones.
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