Luis Gonzalo Segura
Al leer la mayoría de las noticias que
provienen de Sudán del Sur dan ganas de llorar. Auténticas atrocidades.
Alberto Rojas narraba varias escenas horripilantes en El Mundo,
ese diario cada día más arrodillado en el que faltan muchos como
Alberto. En una de ellas una mujer era violada por quince hombres, uno
tras otro como si aquello fuera un dispensario de comida. No fue un
hecho aislado.
Después de una cruel batalla se produjeron tres días de festejos
con violaciones y asesinatos masivos que provocaron un excedente de
cadáveres, para regocijo de los perros que se dieron un buen festín.
Un cuadro que, con todo, todavía se encuentra muy alejado de lo que
protagonizó el general Yagüe en Badajoz, esa historia que la Transición
prohíbe recordar.
En julio de este año también fue asaltado el Hotel Terrain lo
que provocó que una veintena de extranjeros terminase en la sala del
pánico, un recinto acorazado. Los asaltantes, casi un centenar, después
de disparar contras las puertas de metal consiguieron entrar. Lo que
allí sucedió fue dantesco para cualquier occidental, aunque cotidiano en
casi toda África: golpearon, insultaron, vejaron y simularon
ejecuciones a los hombres y violaron a las mujeres en repetidas
ocasiones mientras los primeros fueron obligados a presenciarlo. Solo
eran cinco mujeres para casi cien hombres, los cálculos son tan
sencillos como aterradores.
Una hora antes de vivir aquel infierno
solicitaron ayuda a los cascos azules de la ONU, los cuales
respondieron: “no podemos enviar a ningún equipo ahora”. No solo es un
hecho extraordinario, sino que lo normal es que las mujeres sean
violadas a un centenar de metros de la base militar de la ONU o que los
propios miembros de la ONU las violen. Hechos silenciados o amortiguados
por Occidente e ignorados por la ONU salvo en casos de presión
mediática excesiva. Esa es la ONU, la que pretende dar lecciones al
mundo mientras obvia investigar los abusos sexuales de sus propios
militares en África, en muchos casos europeos, en muchos casos actos
infames. Basta recordar los cascos azules que ofrecían galletas por sexo oral o aquellas menores que fueron obligadas a tener relaciones con un perro a cambio de dinero. Hay mucho más.
Sudán del Sur es mucho más que
violaciones y, como casi toda África, se trata de una interminable
fábrica de guerras civiles. Estas necesitan tal cantidad de combatientes
que ni las altas tasas de natalidad son capaces de suministrar la
cantidad de carnaza necesaria. Así pues, en ocasiones estos escasean,
aunque siempre hay soluciones: Si no quedan adultos, se secuestran todos
los niños mayores de doce años y se les inyecta en las venas la guerra y
el odio. Por ejemplo, el año pasado casi un centenar de niños fue secuestrado y esta primavera casi 9.000 menores habían sido convertidos en soldados,
lo que supone un desastre que va más allá del presente, pues convierte
el futuro de Sudán del Sur en una carnicería. Muy probablemente serán
estos niños los que terminen enzarzados en una nueva guerra civil cuando
se conviertan en adultos. Otra más.Las
cifras evidencian la magnitud de la tragedia: unos dos millones y medio
de personas están en riesgo de sufrir hambruna y más de setecientas mil
personas son refugiados.
Cualquier persona normal se sentiría
conmocionado por lo aquí narrado, pero Felipe González y Juan Luis
Cebrián no son normales. Son hombres de negocio, carniceros y
capitalistas al por mayor. Para ellos y su gran aliado, Farshad Zandi,
Sudán del Sur es petróleo y dinero. El tal Zandi es propietario de Star Petroleumy SP Mining, domiciliadas en paraísos fiscales, claro está, y Felipe González y Juan Luis Cebrián son sus mamporreros.
No son los únicos pues en la lista también figura Alberto Cortina,
íntimo del rey Juan Carlos, Antonio Navalón, Miguel Ángel Remón…
Felipe González no tuvo ningún reparo en grabar un vídeo de apoyo o escribir una carta de recomendación a un genocida para
Zandi. El vídeo es bochornoso y la carta infame, pero ahí está el
expresidente ofreciendo charlas morales y disecciones sobre la
democracia.
Hablemos claro: En primer lugar, Farshad Zandi no es un hombre cualquiera, es un empresario que donó seis millones de euros a Juan Luis Cebrián, uno de los directivos con un mayor salario del IBEX 35 aunque haya dejado pérdidas superiores a los 2.200 millones de euros.
En segundo lugar, lo que hacen Juan Luis Cebrián o Felipe González es muy parecido a lo que hizo José María Aznar para colocarse como comisionista de la venta de armas a Libia o Argelia o Zapatero y Bono para intentar lucrarse en la Guinea de Obiang.
Para nuestros dirigentes o para el IBEX 35 no existe el infierno, las
violaciones, los derechos humanos, las infancias destruidas por la
guerra… para ellos lo único que importa es el negocio.
En tercer y último lugar, quizá todo se
deba a que en Sudán del Sur, Guinea o Libia acontece algo que hace no
mucho sucedió en Badajoz y en muchas otras ciudades, y los que lo
hicieron son los que se han perpetuado en el poder. A lo mejor sucede
que cuando ordenas despellejar, arrancar las uñas y enterrar en cal viva
ya ta de lo mismo de donde venga el dinero mientras venga. A lo mejor
sucede que cuando multiplicas por seis la industria armamentística como
Chacón ya te la trae al fresco todo. A lo mejor sucede que hasta que no
juzguemos a todos los criminales y delincuentes de Occidente no
tendremos una mínima posibilidad de un mundo mejor. A lo mejor sucede
que hay que explicarles a los sursudaneses, guineanos, libios, argelinos
o lo que se tercie que no se preocupen por el infierno porque luego
vivirán una idílica transición en la que los asesinos y las familias de
los asesinos gobernarán sus países con una gran apariencia
democrática. A lo mejor hay que explicarles que todavía les queda mucho
hasta alcanzar a España como segundo país del mundo en número de desaparecidos.
No desesperen, hay muchos como Cebrián,
González, Aznar, Zapatero, Bono, Morenés o Chacón… Y todavía queda mucha
África y mucho mundo por expoliar y destruir y, también, quedan muchas
transiciones por hacer.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra.
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