31 Oct 2016 http://blogs.publico.es/un-paso-al-frente/2016/10/31/humillado-e-insultado-por-el-abogado-del-estado/
Carta abierta al Abogado del Estado:
Estimado señor, no solo no tiene suficiente con oponerse a la
pretensión de un denunciante de corrupción (como es mi caso) de
recuperar su puesto de trabajo, algo legislado en toda la OCDE salvo en
cuatro países (uno de ellos España), sino que se permite el lujo de
afirmar que “…si tamaña es su insatisfacción personal y tal
su grado de animadversión para con la Institución Militar y para con los
militares (esos mafiosos y matones de discoteca que eran o compañeros
suyos o sus superiores) no alcanzamos a comprender por qué no aplaude
enfervorizado una resolución que le libera de tan desagradable
compromiso”.
Afirma que he llamado “matones de discoteca” a los militares, pero no
ha querido leer el expediente al completo o algo mucho peor que
prefiero obviar. Efectivamente, he llamado “matones de discoteca” a los
militares que participaron en la paliza a dos prisioneros iraquíes,
imágenes que fueron publicadas en un medio de comunicación. Ahora, lo
que son las cosas, llegaría todavía más lejos ya que diría que son mucho
más que eso, son torturadores que no merecen salir de la cárcel en los
próximos treinta años y, sinceramente, me preocupa que usted no les
considere “matones de discoteca” y me inquieta todavía más que esos seis matones de discoteca continúen en sus puestos de trabajo.
Dado que percibo que tenemos visiones diferentes del mundo castrense,
quisiera que supiera que en mi visión de este mundo, considero que un
fraude como el de las facturas falsas del Ejército del Aire (500
facturas falsas al año durante 5-6 años, entre 60 y 150 oficiales y
suboficiales imputados y 10 millones y medio de euros) no debería
cerrarse con multas y prescripciones; y, permítame que sea tan atrevido,
semejantes “mafiosos” me parece que deberían ser expulsados lo antes
posible. Da la casualidad que estos oficiales y suboficiales
seguirán en las Fuerzas Armadas, lo que no le produce gran incomodidad,
como tampoco que vayan a continuar en la disciplina castrense aquellos
que cometieron las malversaciones en el ACART de Getafe (por valor de
varios millones de euros, con miles de kilos de embutidos y botellas de
alcohol de por medio), los dos tenientes coroneles que han sido
imputados junto a trece empresas por la adjudicación de contratos de
diversa índole (también con varios millones de euros de por medio) o
aquellos involucrados en el escándalo del Hospital Militar Gómez Ulla.
Aun a fuerza de resultar exhaustivo, le diré que en la unidad en la
que yo trabajaba (y en la cual realicé diversas denuncias) estaba bajo
la supervisión de uno de estos dos tenientes coroneles detenidos y, por
si fuera poco, también detuvieron a un teniente por vender portátiles
antes de mi llegada, el cuál ha sido condenado y continúa o continuará, como todos los demás rufianes hasta aquí mencionados, en el mundo militar. ¿No
le llama la atención que tal cantidad de “matones” y “mafiosos” puedan
continuar en las Fuerzas Armadas y quién siente “animadversión” por su
presencia haya sido expulsado?
En ese Ejército también tienen espacio los agresores y acosadores sexuales… ¿Sabe que en las Fuerzas Armadas sirve un capitán condenado por 28 agresiones sexuales? ¿Sabe que lo hace también un coronel que acosó sexualmente a una capitán y un teniente que intentó violar a una cabo?
¿Sabe que en las FAS la represión hace que existan un 400% menos de
denuncias de acoso sexual que en el resto de ámbitos? Pues sí, así es.
Por lo que se ve ello le importa un carajo, aunque no tanto que quien
lo denuncia públicamente pueda volver a su puesto de trabajo. A mí, en
cambio, me afecta en extremo pensar que los próximos mandos que agredan
sexualmente a mujeres no solo no terminarán en la puñetera calle, al
igual que aquellos que cometan malversaciones, fraudes u otros delitos,
sino que continuarán su carrera militar, con ascensos y condecoraciones
incluidas. ¡Qué más quisiera yo que un Ejército que no fuera una
residencia de delincuentes!
Le diré, por si no le ha quedado claro, que no aborrezco a las
Fuerzas Armadas ni siento animadversión por ellas, sino todo lo
contrario, las amo profundamente y como las amo, las quiero muy
diferentes, las quiero sin acosadores y agresores sexuales, sin
delincuentes, sin mafiosos y sin matones de discoteca. ¿Usted no?
Le digo más. Sepa usted que ese Ejército al que supone que debería
haber servido con lealtad en el silencio y, para muchos, puede que usted
incluido, he mancillado en el alboroto, ha expulsado de las Fuerzas
Armadas a más de 4.250 discapacitados (de un total de 10.000 militares
de tropa) y lo ha hecho sin darles las pensiones que merecen. Muchos de
estos casos son espeluznantes y harían a cualquiera estremecerse, aunque
no sé si este es su caso. Los hay que han visto morir a sus compañeros,
muchas veces hechos pedazos, y han terminado con el cuerpo quemado y el
rostro desfigurado; los hay que han sufrido el vuelco de un vehículo y
han terminado con su cuerpo aplastado; los hay que han tenido que vivir
de la beneficencia mientras sus hijas pequeñas les vestían porque la
sanidad militar les otorgaba un 24% (lo justo para que no cobrasen
pensión) y la seguridad social un 70%; los hay que han cogido una cuerda
y se han ahorcado o han abierto una ventana y se han arrojado al vacío…
y así hasta más de 4.250, fíjese si la casuística es
extraordinariamente amplia en este caso.
Hay más, pues sepa usted, que nuestros explosivos en mal estado han
matado diez veces más que los explosivos del enemigo, y eso que nuestros
especialistas han desactivado miles de ellos en los lugares
(supuestamente) más peligrosos del mundo. Sin embargo, terminaron
perdiendo sus vidas en Hoyo de Manzanares (5 muertes en 2011) o Almería
(3 muertes en 2013), debido a minas en mal estado y/o negligencias. Por
si fuera poco, los heridos fueron abandonados sin las pensiones que
merecían, por lo que hoy se ven en el complejo trago de pleitear contra
su propio Estado. De eso, algo sabrá, ¿no?
Hay más. Nuestros helicópteros, también en mal estado, se han cobrado
la vida de siete militares en los últimos dos años (4 en 2014 y 3 en
2015).
Mucho más: resulta que más del 70% de muertos fuera de territorio
nacional han perecido por nuestras negligencias y no por la acción del
enemigo.
¿Recuerda el Yak-42? ¿Recuerda como terminaron los responsables? Se lo aclararé: indultados y uniformados,
salvo uno de los condenados que falleció antes de que pudiera volver a
las Fuerzas Armadas. Sepa usted, por si no fuera poco, que en nuestro
mundo no es una excepción la negligencia ni, por desgracia, la
exoneración o protección de culpables y delincuentes.
Sin embargo, a usted este Ejército le parece que no merece que
alguien grite con todas sus fuerzas para que cambie, sino que es de los
que piensa que necesita a un general que intente acallar a un
denunciante, puesto que le protege e ignora sus palabras. Será, creo yo,
porque ningún compañero suyo se ha reventado la cabeza como un melón
cuando lo lanzaron de forma negligente desde un avión.
Debería saber, igualmente, que hemos gastado 40.000 millones de euros
en “armamento que no necesitamos, para escenarios que no se van a
producir y que no se pueden pagar, ni ahora ni antes”. Seguro que le
parecerán las palabras de un individuo con una profunda “animadversión” a
la Institución Militar, aunque tengo que aclararle que las mismas
pertenecen a Constantino Méndez, Secretario de Estado para la Defensa en
el año 2011. Le voy a intentar explicar sucintamente a que se deben
tales manifestaciones.
En primer lugar, hemos comprado armamento para escenarios que no se
van a producir porque dicho arsenal bélico sería enormemente valioso si
sufriéramos una invasión. Y aquí nos surgen dos problemas. El primero es
que no vamos a sufrir tal invasión, dado que ni Portugal ni Francia ni
Andorra ni Marruecos van a invadirnos (igual usted piensa diferente,
espero que no) y algo peor aún, si ello aconteciera, de nada nos
serviría el armamento puesto que, por un lado, solo tenemos 125.000
militares (nuestros vecinos tampoco tienen militares para acometer
semejante invasión ni para defenderse de ella). Por contextualizar, los
militares que tenemos no serían suficientes ni para defender una cuarta
parte del territorio y, por el otro, la mayoría del mencionado armamento
ni siquiera funciona. ¿No lo sabía? ¿No sabía que el Ejército posee un
submarino que no flota (S-80), un avión que no vuela (A400M), carros de
combate despiezados y almacenados porque no podemos pagar el combustible
(Leopard), aviones también almacenados por no poder asumir un aumento
del gasto (EF-2000 Eurofighter), fusiles defectuosos (HK que han sido
cambiados por los alemanes), aeronaves en pésimo estado de mantenimiento
(helicópteros del Servicio Aéreo de Rescate) y un sinfín de disparates
propios del Ejército de Gila?
Expuesta una ínfima parte de todo lo que podría relatarle, quisiera
aseverar otras dos cuestiones, aun a riesgo de abusar de su confianza.
La primera es que se tome la molestia de cotejar lo aquí expuesto (hasta
me presento voluntario para ampliarle cuantos datos y cuanta
información requiera, aunque le pediría que no me dedique ninguno de sus
chistes de mal gusto). En segundo lugar, quisiera añadir que tenemos un
Ejército de mierda, óigame bien, de mierda. Aclaro que si bien es
cierto que existen decenas de miles de militares honestos que merecen
todo mi respeto (si lee el prólogo de Un paso al frente
comprobará que a ellos iba dedicado el libro), también existe una cúpula
militar, una sanidad y una justicia castrense, una clase política y
unos juristas subordinados (como es su caso) que, por acción o por
inacción, han convertido nuestro Ejército en una mierda de tal calibre
que permite la existencia de torturadores, agresores y acosadores
sexuales, malversadores, traficantes de drogas (veremos cómo tapan el
escándalo del Juan Sebastián Elcano y los 150 kilos de cocaína) y otra
serie de infames delincuentes. Todo ello sin olvidar los miles de
millones en armamento defectuoso, negligentemente mantenido y/o
adquirido o almacenado (al tiempo que se expulsa a aquellos que lo
denuncian) o las enormes puertas giratorias.
Finalmente, quisiera recordarle que si usted y sus compañeros
hubieran hecho su trabajo tal y como la ley, la moral y su código
deontológico les demandan, yo no estaría ahora en la situación de
extrema precariedad en la que me encuentro ni habría necesitado arrojar
mi vida y mi futuro a un vertedero, pues no habría tenido que realizar
denuncia alguna. Entiendo, creo que con razón, que si usted fuese un
abogado, uno digno me refiero, uno que representase de verdad al Estado,
estaría persiguiendo todo lo que aquí he relatado y no realizando
alegaciones tan indecorosas.
Tenga usted por recibida la contestación a su bufonada y, la próxima vez, preséntese al Club de la Comedia
en lugar de mofarse ignominiosamente de las personas que hemos
denunciado y sufrimos un calvario por ello… Por si su falta de empatía y
su ceguera jurídica no se lo dejan atisbar, le quiero confirmar que no aplaudo enfervorizado ni mi expulsión ni sus esperpénticas alegaciones.
Reciba un cordialísimo y entrañable saludo, no sin antes recordarle que mi compromiso sigue vigente con las Fuerzas Armadas y en absoluto es desagradable,
salvo por circunstancias como la que ahora nos ocupa, y espero que el
suyo, permítame que solo se lo suponga y no se lo acredite dadas las
circunstancias, no sea menor con la legalidad, la moral y el código
deontológico.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra.
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“Código rojo le echa huevos al asunto y no deja títere con cabeza. Se
arriesga, proclamando la verdad a los cuatro vientos, haciendo que
prevalezca, por una vez, algo tan denostado hoy en día como la libertad
de expresión” (“A golpe de letra” por Sergio Sancor).
Tal vez te puedan interesar las novelas “Código rojo” (2015) y “Un paso al frente” (2014).
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