No
sé si os ha interesado mucho la historia del "cierre de Gobierno" de
Estados Unidos y su reciente solución: Donald Trump ha tenido que ceder
ante la firmeza y astucia de Nancy Pelosi y ha aceptado un presupuesto
sin sus cincuenta y siete millardos de dólares para levantar el muro en
la frontera con México. En política hay derrotas y derrotas, pero las
derrotas simbólicas son las más dolorosas y posiblemente las más
efectivas (tal vez porque, entre otras cosas, la política
se mueve muchas veces en el terreno de lo simbólico). Trump aguantó lo
que pudo frente al Congreso, que tenía la llave de los presupuestos, y
no le importó dejar en la calle a mucha gente y a otra obligarla a
trabajar sin pagarles. No es que el país estuviera al borde del caos,
pero comenzó a haber problemas en la seguridad de los vuelos, retrasos,
etcétera y también comenzaron a escucharse muchas voces de ciudadanos
afectados en la televisión diciendo "me arrepiento de haber votado a
Trump". De hecho, ha sido esta creciente ola de desafección la que ha
obligado al macho alfa a doblar la testuz. No es poco: para quien ha
apostado por una forma política de poder simbólico, esta derrota ante
sus propios fieles tendrá consecuencias a medio plazo.
Todo esto me lleva a una reflexión sobre los errores en política. Uno de los pocos placeres sublimes que nos quedan a los ciudadanos sin más poder político que el voto y la opinión es saborear el espectáculo de los errores, sobre todo los que están motivados por el abuso de la testosterona como mecanismo de decisión. Trump debería haber empezado a negociar con Pelosi al día siguiente de su elección, pero eligió el camino de la testosterona. Ha terminado aprendiendo una dura lección sobre hormonas y política: la progesterona puede ser mucho más efectiva en tiempos de conflicto. Sirva de lección para todos los adictos a la macho-política y de las alharacas del poder.
Todo esto me lleva a una reflexión sobre los errores en política. Uno de los pocos placeres sublimes que nos quedan a los ciudadanos sin más poder político que el voto y la opinión es saborear el espectáculo de los errores, sobre todo los que están motivados por el abuso de la testosterona como mecanismo de decisión. Trump debería haber empezado a negociar con Pelosi al día siguiente de su elección, pero eligió el camino de la testosterona. Ha terminado aprendiendo una dura lección sobre hormonas y política: la progesterona puede ser mucho más efectiva en tiempos de conflicto. Sirva de lección para todos los adictos a la macho-política y de las alharacas del poder.
Trump cede a la presión y termina el cierre de Gobierno más largo de la historia de EE UU
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OTRA COSA: Fundación CPJH. Alba González Sanz presenta "Sonreíd", 28 de febrero 19:30
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OTRA COSA: Fundación CPJH. Alba González Sanz presenta "Sonreíd", 28 de febrero 19:30
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