Mikel Tar Orrantia Diez · Joaquín Estefanía en EL PAÍS, 9/2/2019: cito un estracto:
"En marzo de 2008, poco antes de perder las elecciones, un dirigente
del Partido Popular (PP) cantó la gallina en las páginas del Financial
Times: “Toda nuestra estrategia está centrada en los votantes
socialistas indecisos. Sabemos que nunca nos votarán. Pero si podemos
sembrar suficientes dudas sobre la economía, sobre la inmigración y
sobre las cuestiones nacionalistas, entonces quizá se quedarán en casa”.
Una década larga después, aquí estamos
de nuevo. La derecha repite la estrategia (de la crispación), como cada
vez que ha perdido el poder o no ha logrado mantenerlo. Cada alternativa
política, en este caso el conjunto de la derecha, elige los conflictos
que sitúan en primera fila del debate político con el fin de acceder al
poder.
Como en el pasado,
las derechas parecen haber escogido el territorio de la calle, en una
especie de conflicto constante, buscando manifestaciones masivas que
aglutinen al núcleo duro de su electorado ideológico y sorteando las
instituciones centrales del debate político, como el Parlamento. Y con
acusaciones que intentan sacar de la normalidad democrática a sus
oponentes en el arco parlamentario: si Rodríguez Zapatero fue un
“presidente accidental” (que ganó La Moncloa por las consecuencias de
los atentados terroristas de Atocha), Pedro Sánchez es un “presidente
ilegítimo” (porque no ha sido votado y porque está haciendo concesiones a
los enemigos secesionistas de la patria).
Las derechas utilizan la aspereza de las formas, los insultos, las descalificaciones para señalar al otro (traidor, felón, ilegítimo, chantajeado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre, okupa de La Moncloa…) y la concentración de la agenda política en torno a asuntos sobre los que habitualmente, en las democracias consolidadas de nuestro entorno, existe algún tipo de consenso, tácito o explícito, para dejar al margen del debate cotidiano y de la competición electoral (política antiterrorista, política exterior, política territorial…). Para ello, se traslada la oposición del Parlamento a la calle y a los medios de comunicación “amigos”, se desmesura la crítica al adversario sin consideración ni respeto a las reglas que exige la cortesía parlamentaria, y se distorsionan los hechos utilizando datos falsos que se repiten continuamente para crear una realidad alternativa. (...)"
Las derechas utilizan la aspereza de las formas, los insultos, las descalificaciones para señalar al otro (traidor, felón, ilegítimo, chantajeado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre, okupa de La Moncloa…) y la concentración de la agenda política en torno a asuntos sobre los que habitualmente, en las democracias consolidadas de nuestro entorno, existe algún tipo de consenso, tácito o explícito, para dejar al margen del debate cotidiano y de la competición electoral (política antiterrorista, política exterior, política territorial…). Para ello, se traslada la oposición del Parlamento a la calle y a los medios de comunicación “amigos”, se desmesura la crítica al adversario sin consideración ni respeto a las reglas que exige la cortesía parlamentaria, y se distorsionan los hechos utilizando datos falsos que se repiten continuamente para crear una realidad alternativa. (...)"
elpais.com
La oposición se traslada del Parlamento a la calle, utilizando en muchos casos datos falsos…
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