La Vanguardia 3/3/22
Esta crónica podría comenzar lejos de Ucrania y hace casi 13 años. Concretamente, en Pikaliovo, una pequeña ciudad de la provincia de Leningrado cuya fábrica de aluminio y cemento paró su producción en 2009 por la crisis económica, poniendo en peligro el trabajo de miles de empleos. Putin visitó la ciudad para calmar el estallido social y obligó a los dueños a acatar un contrato para restablecer el trabajo. Al magnate Oleg Deripaska le obligó a firmar ante las cámaras y, cuando se alejaba, le dijo: “Devuélveme mi boli”. El oligarca aguantó con estoicismo y en silencio, al fin y al cabo eran negocios. Pero 13 años después hay cosas muchísimo más importantes, vidas humanas, por las que no es posible callar.
Deripaska, conocido por su proximidad al Kremlin y sus inversiones en proyectos tan importantes como los Juegos de Sochi, es uno de los oligarcas rusos que han roto el consenso bélico de la elite política y económica rusa, y se han pronunciado contra la guerra de Putin en Ucrania.
El magnate de los metales, fundador del emporio del aluminio Rusal, dejó clara su posición en un mensaje publicado en su canal de Telegram. “La paz es muy importante. Las negociaciones deben comenzar lo antes posible”, escribió el sábado pasado.
Ayer añadió varios mensajes pidiendo el fin del “capitalismo del Estado” ante la crisis económica que se prevé en Rusia tras las sanciones occidentales. A diferencia del 2014, cuando se aprobaron las primeras sanciones tras la anexión rusa de la península ucraniana de Crimea, ahora “no será posible sólo esperar”, continuó Deripaska, que tiene 54 años.
También se ha pronunciado contra la barbarie bélica Mijaíl Fridman, nacido hace 57 años en Lviv. Cofundador de Alfa Ba (...)
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