ARA 27/2/22
"Las enormes matrices de los campos de concentración habían tenido la eficacia de gestar una generación de hombres moralmente castrados, de parir una muchedumbre de criaturas físicamente amedrentadas y dispuestas a aceptar todas las humillaciones sin un solo grito de protesta", escribe Francesc Grau i Viader en Rua de Captius (Club Editor) [publicado por esta misma editorial en castellano bajo el título de Cautivos y desarmados], donde explica su experiencia en el campo de concentración de Miranda de Ebro.
Han pasado 83 años desde el final de la Guerra Civil, pero todavía hay muchos vacíos sobre una represión que fue masiva y eficiente a la hora de inocular el miedo. "Los campos de concentración franquistas son los grandes desconocidos", dice Aram Monfort, investigador del Centro de Estudios sobre las Épocas Franquista y Democrática y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona. Según sus investigaciones, en Catalunya hubo 16 campos de concentración distribuidos en 14 municipios que funcionaron entre 1938 y 1942. En todo el estado español, a mediados de marzo de 1939, y según la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros, había 430.000 hombres encerrados en campos de concentración improvisados: desde iglesias hasta castillos, pasando por sanatorios y plazas de toros. La mayoría eran soldados del bando republicano y ni siquiera estaban condenados a pena alguna, sino que esperaban una clasificación. "El sistema represivo franquista era perverso, permitía castigar extrajudicialmente a aquellos de quienes no se tenían indicios suficientes para llevarlos a los consejos de guerra", explica Monfort.
Centros de clasificación
Lo que diferenciaba los campos de concentración de las prisiones o de los centros de evacuación de prisioneros era que permitían retener indefinidamente a los prisioneros sin prueba alguna. Allí se les adoctrinaba, se les clasificaba y se decidía si se les dejaba libres, si se les enviaba al sistema de trabajo forzoso, a hacer la mili a las órdenes de los vencedores de la Guerra Civil o, si había pruebas suficientes para abrirles un proceso judicial, en prisión.
(...) Mano de obra esclava
Los hombres encerrados en los campos de concentración le eran muy útiles al régimen como mano de obra esclava y realizaban todo tipo de trabajos: desde recuperar chatarra hasta desescombrar, pasando por desactivar armamento republicano, reconstruir infraestructuras, iglesias, cuarteles, carreteras, puentes, vías de tren, reconstruir puertos... Las condiciones en las que vivían eran durísimas. Sobrevivían días enteros con un trozo de pan y agua, dormían en el suelo con una manta (o sin) y a menudo, en los campos, ni siquiera había letrinas. Eran hombres que muy a menudo habían ido a parar al campo después de tres años en el frente, venían ya con las fuerzas diezmadas y desnutridos, por lo que las enfermedades se esparcían rápidamente.(...)
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