miércoles, 21 de junio de 2023

Cuando la religión no es opio del pueblo

 1/5/23

ELSALTODIARIO.COM

Aprovechando el 1º de Mayo, y siguiendo la trayectoria comprometida de Manolo Pineda como militante del movimiento obrero, una aproximación al papel de los colectivos cristianos de base en Extremadura.

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“Una de las cosas que hacíamos en la Juventud Obrera Cristiana (JOC), en los años setenta, era celebrar el Primero de Mayo, que estaba prohibido. Nos citábamos en el campo, la mayor parte de las veces en una zona de Villanueva de la Serena que conocíamos como el Molar, que está en la carretera de La Coronada. Nos juntábamos apenas catorce o quince, pero la Guardia Civil paseaba por las carreteras para ver si había algún movimiento. Llegábamos al punto de reunión tres por un camino, cuatro por otro y así. Y una vez que estábamos allí se hacía una eucaristía y se leían los boletines de la JOC analizando la situación de la clase obrera. Me acuerdo especialmente del año en el que la policía ametralló a un montón de obreros en Vitoria”.

El Primero de Mayo, la gran fecha rompeolas de la lucha de clases, la pesadilla recurrente de los poderosos y la promesa imperecedera de los oprimidos. De eso nos hablan las correrías clandestinas entre trochas y caminos que evoca Manolo Pineda. El historiador Eric Hobsbawn explicaba que una de las razones importantes del arraigo del Primero de Mayo estribaba en “que era vista como la única fiesta asociada exclusivamente con la clase obrera como tal”, una celebración que no compartía con nadie y que, además, había sido “arrancada por los propios obreros”. Los invisibles, los nada de hoy de todo el mundo salían a la luz, se reconocían a sí mismos como una sola clase, más allá de las barreras de oficio, lengua o nacionalidad, y se agrupaban aunque para ello tuvieran que burlar todo tipo de prohibiciones y guardias.

Manolo Pineda es un irredento, uno de esos trabajadores indomables a los que no han podido extirpar el ansia de emancipación. Lleva toda su vida en la brega, alimentando lo que en cada momento considera la organización y las luchas más genuinas y autónomas. La JOC, las Comisiones Obreras, el Campamento Dignidad son solo algunos de los espacios en los que ha participado. Pero además lo ha hecho de un modo muy especial, fundiendo evangelio y revolución social, convirtiendo la teología en un manantial de liberación.

Manolo nació en Villanueva de la Serena hace 79 años. Su padre era sordomudo, trabajó durante algún tiempo como barbero y años más tarde en las obras del Plan Badajoz, donde sufriría un accidente que le inutilizó una mano. Su madre trabajaba de sirvienta en algunas de las casas más acomodadas de la ciudad. Precisamente una de aquellas familias será la de Antonio González-Haba Barrantes, el carismático “cura de Entrerríos”, que jugará un papel crucial en el desarrollo de la iglesia comprometida contra el franquismo.

Durante años Pineda vive en una chabola, con sus abuelos y sus tíos. Y siendo todavía un niño entra a trabajar en la Imprenta Jiménez. “El Manolito, como a mí me llamaban, tenía fama de buena persona pero me llegué a convertir, a los ojos de los que mandaban, en un diablo. Cuando empecé me tenían como recadero para llevarle los sacos de pienso a las gallinas del jefe y lo que menos me enseñaban era el oficio. Cuando yo entré en la JOC y nos dijeron que los aprendices teníamos también que empezar a dar la lata, la cabeza se me cambió. Ya no era el Manolito-buena persona. Me decían los jefes que los curas me habían comido el coco. Pero yo les decía que cuando me lo habían comido era antes, que ahora ya sabía discernir los abusos”.

La JOC será el gran abreojos, una escuela de vida que engloba conciencia cristiana y conciencia obrera. “Yo fui siempre una persona con tendencia a lo religioso, muy observante de cultos, ritos, procesiones, preceptos... Una religiosidad propia de lo que llamaban el “nacional-catolicismo”, fomentada especialmente por la jerarquía eclesiástica y el régimen dictatorial, donde muchos nos sentíamos cómodos. Ignorante en lo político, como otros muchos, a pesar de la pobreza de gran parte de la población y la represión, de la que personalmente no era consciente, no cuestionaba el “sistema establecido” (...)

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