Fernando Luengo: Miembro del Consejo Ciudadano de Podemos de la Comunidad de Madrid
http://blogs.publico.es/fernando-luengo/2015/06/28/objetivo-destruir-a-siryza/
Porque es un gobierno que ha puesto a la gente –a los débiles y a los
más desfavorecidos, sobre todo- en el centro mismo de la acción
política. Ganó unas elecciones en un contexto de hostilidad mediática
–los grandes medios de comunicación están en manos de los de siempre- y
de amenazas, nada disimuladas, procedentes de las instituciones
comunitarias.
A pesar de todo, ganaron, ganamos las elecciones con un programa
cuyos principales estandartes eran el rescate ciudadano, la regeneración
democrática y la renegociación de la deuda externa, y también la
reconstrucción y la modernización de una economía que había sido
saqueada por las elites. Este programa no era un brindis al sol para
ganar las elecciones y luego meterlo en el cajón del olvido, proceso al
que nos tienen acostumbrados nuestros políticos, que han convertido el
ejercicio de la política en una monumental y continuada estafa. El
programa de Siryza era y es un contrato con la ciudadanía, que refleja
el insobornable compromiso de un gobierno decente.
Porque los sacrosantos e intocables privilegios de la oligarquía
griega se ven seriamente comprometidos con la acción política del
gobierno de Siryza. Sí, esas elites que no pagan impuestos y que
practican, sin pudor, con indecencia e impunidad, el fraude y la evasión
fiscal, que se han enriquecido en connivencia con las corporaciones
occidentales y con una clase política corrupta y clientelista. Esas
mismas elites que ahora pretenden sacar tajada de las privatizaciones y
de la eliminación de la negociación colectiva.
Se acabó la fiesta, la transparencia en la gestión política y el
control social ponen coto a tan injustificado y nocivo privilegio, Este
es el nítido mensaje del gobierno de Siryza.
Porque Siryza tiene razón cuando afirma que las políticas impuestas
por la troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario
Internacional) y secundadas por los gobiernos europeos son los
principales causantes de la crisis de la economía griega y también del
insostenible nivel alcanzado por la deuda externa.
No sólo han hundido la actividad económica, en un verdadero pozo sin
fondo, sino que además son responsables de la tragedia humanitaria que
atrapa a buena parte de la población. Unas políticas cuyo objetivo
fundamental era preservar los intereses de los acreedores financieros
–bancos franceses y alemanes, sobre todo-, de la oligarquía local y de
la corrupta elite política griega. La acción de Siryza es un espejo
donde se aprecia con claridad esa realidad.
Porque negociar las justas y legítimas demandas del gobierno de
Siryza significa reconocer, de facto, que las políticas aplicadas en los
últimos años –muy especialmente, en Grecia y en el resto de las
economías periféricas- han sido un enorme error y un completo fracaso.
Eso sí, han permitido que los acreedores privados cobren sus deudas,
por las que habían recibido sustanciales intereses, deudas que han
recaído sobre las espaldas de la ciudadanía griega y comunitaria. Como
verdaderos trileros, han convertido la deuda privada en pública.
Porque el surgimiento de Siryza y su indiscutible triunfo en las
elecciones generales abre un camino de esperanza a la gente, a los que
han soportado sobre sus espaldas el coste de la crisis, a los que han
padecido en mayor medida los recortes en los gastos sociales, a los
perdedores, a los de abajo… a la mayoría social, en definitiva.
Siryza quiere gobernar con y para esa mayoría. El ADN del nuevo
gobierno griego es la democracia, la recuperación de la soberanía y el
control social. Pero avanzar en esta dirección exige cambiar las reglas
del juego, hasta ahora al servicio del poder y de los poderosos.
Porque la actuación de Siryza ha puesto de manifiesto las
“vergüenzas” de Europa: el escaso recorrido de las mil veces proclamada
refundación europea, las intransigencias de la troika, la captura de las
instituciones comunitarias por parte de las elites políticas y
económicas y la posición dominante de Alemania y sus aliados. Esto es lo
que hay detrás del empalagoso y tramposo discurso europeísta.
Es evidente que poner esta realidad negro sobre blanco no gusta.
Estamos siendo testigos de una insólita operación de acoso y derribo
el legítimo gobierno de Grecia, al que se le quiere poner contra las
cuerdas, al que se pretende deslegitimar antes sus electores.
Para Siryza y su gobierno aparece un difícil dilema. Por un lado, la
aceptación de las condiciones impuestas por la troika significa
renunciar al programa en aspectos sustanciales (algunos, dentro de
Siryza, sostienen que dicha renuncia ya se ha producido), lo que
supondría una pérdida de legitimidad ante el pueblo griego. En la
propuesta de acuerdo de la troika, no encontramos ni rastro de la
necesidad de proceder a una sustancial reestructuración de la deuda
griega, ni de la puesta en marcha de un plan de ayuda comunitario a
Grecia y al resto de economías meridionales especialmente afectadas por
la crisis. Por otro lado, el rechazo del acuerdo que impone la troika
agravará la crisis económica y social de Grecia y provocará una salida
masiva de capitales, situando al país en la frontera de la bancarrota y
de la salida del euro. Y Siryza en el epicentro de ese proceso
desgarrador y traumático.
En ese escenario, el gobierno griego ha vuelto a dar una lección de
democracia. Ante la imposibilidad -por decencia y por compromiso con
todos los que han depositado su confianza en Siryza,- de firmar la
última oferta entregada desde la troika, que contiene exigencias
inaceptables y que supone una vuelta de tuerca más en la degradación de
las condiciones de vida de la población, da la palabra a la población,
convocando un referéndum, ¡Un referéndum! En esta ocasión no podrán
jugar la baza de la presión y la prohibición, como hicieron con el
convocado por Papandreu. Escándalo en la clase política europea,
acostumbrada a tomar todo tipo de decisiones a espaldas de la gente.
Batalla política que trasciende los confines de Grecia. Las
oligarquías económicas y las elites políticas, en perfecta sintonía y
sincronización, quieren dar una lección a Podemos y a quienes se atrevan
a cuestionar el estatus quo. Toda la maquinaria mediática, política y
económica para defender los privilegios de los poderosos. En esa
confrontación, su mensaje es nítido: nosotros o el caos.
Pero es necesario entender que Grecia es Europa, Grecia simboliza la posibilidad de construir otra Europa.
Pero no la Europa que emerge de la crisis: oligárquica y autoritaria,
que acoge a un capitalismo extractivo y patrimonial, con una fractura
social creciente, donde se agravan las desigualdades de género y que da
la espalda a las irreversibles consecuencias del cambio climático. En
las reclamaciones de Siryza se atisba otra Europa, basada en la
cooperación, la solidaridad, el diálogo y la convergencia. Y necesitamos
esta Europa.
Esto es lo que nos jugamos, ni más ni menos. De ahí la necesidad, la
imperiosa urgencia de explicar a la ciudadanía que nosotros somos
Grecia, que nuestro presente y nuestro futuro se está resolviendo en
Grecia y en los despachos de la troika, y que esta Europa y esta moneda
única, en su configuración actual, hacen inviables la aplicación de
políticas de progreso al servicio de la mayoría social.
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