Jaime Pastor: profesor de Ciencia Política de la UNED y editor de VIENTO SUR
Lunes 29 de junio de 2015
http://vientosur.info/spip.php?article10224
El debate abierto en torno a la necesidad de una candidatura de
unidad popular y de ruptura ante las próximas –y quizás anticipadas-
elecciones generales se está desarrollando en el marco de un escenario
europeo que está llegando a su momento de mayor tensión en relación con
la crisis griega. Sin duda, de su desenlace en un sentido u otro va a
depender también que aumenten o desciendan las expectativas de “cambio”
no sólo en Grecia sino también en el Estado español y la eurozona. En
ese desenlace trasladar la escala del conflicto a una escala superior,
al menos la de los países del sur, es fundamental para tener alguna
garantía de éxito, aunque solo sea parcial y temporal.
Por tanto, hoy en día, asumir la solidaridad con el pueblo griego
frente a la humillación que le quieren imponer Merkel y compañía es
nuestro primer deber si queremos forzar una salida antiausteritaria y
democrática frente al despotismo oligárquico que, con su rechazo a la
convocatoria del referéndum, se quiere instalar definitivamente en
Europa.
En nuestro caso lo tenemos muy claro también con las recientes
“recomendaciones” del Fondo Monetario Internacional (más facilidades
para el despido y “ajustes salariales”, subida del IVA, copago en
sanidad y educación…), los recortes anunciados por el gobierno de Rajoy
en los próximos Presupuestos (recordemos que el Gasto Público sigue
siendo 5 puntos inferior al de la media de la Unión Europea), o las
amenazas que el ministro Montoro ha hecho ya a los nuevos gobiernos de
Comunidades Autónomas y ayuntamientos si no cumplen con las leyes
restrictivas de “estabilidad presupuestaria”, vinculadas al artículo 135
de la Constitución y al Pacto Fiscal de la eurozona. Mientras tanto,
seguimos a la cabeza en número de viviendas vacías y de alquiler social
y, pese a la “recuperación económica” y la manipulación estadística, la
tasa de desempleo apenas baja, aumenta la precarización y se profundiza
la brecha salarial dentro de la misma clase trabajadora.
A todo esto se suman, por resaltar solo algunas de las medidas de
mayor gravedad, nuevos ataques a las libertades como la Ley de Seguridad
Ciudadana y la reforma del Código Penal a partir del 1 de julio, así
como la probable aprobación, a partir del 16 de julio, por el Parlamento
del nuevo Convenio con EE UU sobre la base de Morón. Esta se convierte
en la verdadera “joya oculta”, como se la describe en un medio digital
progubernamental, del despliegue militar del Pentágono que, de forma
cada vez más agresiva, está desarrollando su “nueva” geopolítica global
(en particular, en África), con lo que implica de mayor inseguridad
interna. No por casualidad Rajoy, con la complicidad del PSOE, lo está
llevando con la mayor discreción posible. Como siempre, el “puño de
hierro” imperial acompaña al ”puño de terciopelo” de nuevos Tratados
“comerciales” para dominar el mundo como el que están negociando EE UU y
la UE, conocido por sus siglas TTIP, y que afortunadamente empieza a
salir del secretismo en que lo han querido mantener y está siendo ya
cuestionado en países clave como Alemania. Un Tratado que, de ser
aprobado, confirmará además la ceguera ya tradicional de este
turbocapitalismo frente al cambio climático, tal como, por fin, ha
denunciado el Papa Francisco/1 y se ha recordado también en los II Encuentros Internacionales Ecosocialistas celebrados recientemente en Madrid.
Hay poderosas razones, por tanto, para que estemos en los primeros
lugares de la creciente desafección hacia esta “democracia” y hacia la
Unión Europea, como reconocen el Informe reciente de la Fundación
Alternativas y la Encuesta Social Europea. Por eso no sorprende que las
conmemoraciones por el 30 aniversario de la entrada en “Europa” hayan
pasado sin pena ni gloria. Porque esta “Europa”, que ni siquiera se une
para admitir a varias decenas de miles de personas que huyen del hambre y
de las guerras, ha pasado definitivamente de ser un “sueño” a
convertirse en una pesadilla permanente.
La aspiración, por tanto, a la unidad popular no puede estar
disociada del horizonte rupturista que hizo nacer a Podemos y que obliga
a no limitarse a proponer programas de gobierno que renuncien a ese
objetivo, o que pretendan rebajar la crítica al “régimen del 78”, como a
veces parece desprenderse de las declaraciones de algunos de sus
líderes. Democracia frente a deudocracia, blindaje de derechos sociales y
bienes comunes, soberanía de los pueblos y procesos constituyentes
(también, por tanto, de uno propio desde Catalunya) en el camino hacia
otra Europa y otro proyecto civilizatorio, siguen siendo ideas fuerza
capaces de aglutinar a una mayoría social indignada, aunque quizás los
ritmos de construcción de una nueva hegemonía no sean todo lo acelerado
que quisiéramos.
Junto a esa apuesta por un “cambio” que no sea efectivamente un mero
“recambio” del bipartidismo dominante, después del cambio histórico
vivido en las elecciones municipales y, aunque de menor alcance, en las
autonómicas, la lección que parece cada vez más extendida es que se ha
ido ampliando el bloque de sectores sociales y políticos que quieren
“asaltar las instituciones” para “ganar” y sentar las bases de una nueva
política, en su contenido y en sus formas.
Esa pluralidad de actores ha sido reconocida por dirigentes de
Podemos, más en el plano político que en el social, en ámbitos como el
catalán, el valenciano, el gallego o el balear, pero está todavía lejos
de serlo en otros. Porque es cierto que a escala estatal no cabe pensar
en otra fuerza política que no sea Podemos como principal referente para
la constitución de una candidatura, pero también lo es que hay mucha
gente que no se reconoce en esa formación y que en otras escalas –de
Comunidad o provincial- quiere ser parte de su construcción tanto en el
plano programático como en el de las listas electorales.
A esto se suma que Podemos ya no es la novísima formación de enero de
2014: ya tiene un recorrido con éxitos notables –como el de las
elecciones europeas- pero también con el desgaste interno que ha
supuesto la opción por un modelo de partido convencional centralizado,
con procesos de burocratización y miedo al debate interno ya evidentes, y
excesivamente basado en un liderazgo que, según una opinión bastante
extendida, ha perdido su “frescura” de antaño para mostrarse cada vez
más autista frente a lo que ocurre fuera de sus despachos y de su
entorno más cercano. No cabe extrañarse tampoco, por tanto, del notable
descenso de la participación en las redes digitales a lo largo de estos
últimos meses, por no hablar de la cantidad de Círculos que han perdido
también la ilusión con la que nacieron.
Por eso vendría bien recordar con Tomás R. Villasante que “los
liderazgos de los entramados humanos lo son por saber escuchar todo tipo
de rumores, y cuando pierden la capacidad de estar en contacto con la
calle acaban por aislarse y que aparezcan otros en su lugar. Por eso
para los poderes son muy importantes los ‘espías’, o los sociólogos, los
monitores o todo tipo de informaciones cotidianas de por dónde van los
procesos”/2. En este caso podríamos decir que el liderazgo de
Podemos corre el riesgo de vivir en una disonancia cognitiva que se
resiste a reconocer que lo aprobado en Vistalegre, aun siendo ya
entonces criticable, se daba en una realidad distinta de la que, después
del 24M y ante la presión por la unidad popular, se está conformando
hoy. Los manifiestos y artículos que están surgiendo para esbozar otro
camino son solo un pálido reflejo de lo que parece estar ocurriendo por
abajo y no solo entre los y las activistas. Superar esa tensión entre la
vieja y la nueva fase exige no hacer “tabla rasa” de los logros
alcanzados pero sí reformular el proyecto “ganador”.
Pensar que se puede responder a esta nueva realidad buscando
simplemente líderes en la sociedad civil, en los movimientos sociales,
en la judicatura o… en la empresa, o incluso en partidos como Izquierda
Unida, para cooptarlos en una lista encabezada por Pablo Iglesias sería
un error. Porque es evidente que hacen falta liderazgos en los que
reconocerse e identificarse en torno a la construcción de una voluntad
colectiva a favor del cambio, pero también lo es que sin pluralidad
política y sin el anclaje territorial de las candidaturas no va a ser
posible conseguir que la disputa por la hegemonía y un nuevo sentido
común se reflejen en autoorganización y poder social y popular, únicas
garantías de convertir en victorias lo conquistado en el plano
institucional, como ya lo estamos viendo con el acoso que están
sufriendo los nuevos ayuntamientos. Para lograr todo esto habrá que
buscar formas más abiertas y participativas dentro de Podemos, pero
también otras hacia fuera sin patriotismo de “marca” y sin prepotencia.
Con todo, una de las comprobaciones clave de hasta qué punto la
dirección de Podemos habrá tomado nota y habrá sabido “leer”, o no, lo
ocurrido en un buen número de ciudades y pueblos durante la reciente
campaña electoral es la que mencionaba Diego Pacheco en un reciente
artículo/3: la existencia de una pluralidad enriquecedora dentro y
fuera de Podemos no se vería reconocida en el sistema de primarias con
“listas plancha” empleado hasta ahora y que, al parecer, basándose
además en una circunscripción única, es el que se ha propuesto en el
Consejo Ciudadano Estatal el pasado sábado 27 de junio. Si efectivamente
fuera así, nos encontraríamos con un enorme obstáculo para hacer de
Podemos el principal motor del cambio en los próximos meses.
Porque con ese “modelo” la dirección de Podemos mostraría no solo
miedo a la pluralidad en su seno sino también incapacidad para confluir
con la que se da fuera de la misma para ir forjando un proyecto superior
que, en el mejor de los sentidos, como ha ocurrido en algunas ciudades
con ocasión de las municipales, nos desborde creativamente generando ese
“entusiasmo” que se produce en los momentos de efervescencia colectiva.
De llevarse a cabo esa propuesta, se daría además el contraste entre
lo que estaría produciéndose en ámbitos como el catalán, por ejemplo
(con una posible “Catalunya en Comù”) y lo que estaría ocurriendo en el
resto. Recordemos que el debate previo a la irrupción de Podemos giraba
en torno a la necesidad de una “herramienta político-electoral” capaz de
superar el bloqueo institucional y hacer viable un proyecto rupturista.
Ahora se trata de ver si Podemos supera la prueba de seguir siendo la
herramienta adecuada o, por el contrario, en nombre de una
“transversalidad” mal entendida y por arriba, su equipo dirigente se
está autonomizando hasta el punto de, como ha ocurrido en tantas
ocasiones en la historia, generar sus propios intereses dentro de una
lógica competitiva electoral que podría dar lugar a una “revolución
pasiva” pero no a la “revolución democrática” iniciada este 24 de mayo.
En resumen, no temamos a los “desbordes creativos”, a nuestra propia
superación por otras herramientas mejores en las cuales podamos
reconocernos sin renunciar a la identidad de cada cual y, de ese modo,
no ya sumar sino multiplicar fuerzas dispuestas a “ganar”.
Por último, no olvidemos que nuestra responsabilidad para unir
fuerzas con el pueblo griego a la vista de la confrontación, ya
definitivamente abierta, que mantiene con los intereses dominantes en la
eurozona es ahora mayor.
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