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David Soto Carrasco - 17/05/2016 -
http://www.eldiario.es/murcia/murcia_y_aparte/patada-tablero_6_516958335.html
El acuerdo de Podemos/Izquierda Unida le ha dado una
patada al tablero del sistema político español. Esta semana el miedo ha
recorrido toda la estructura de los viejos partidos y de sus equipos de
comunicación. Han sentido de cerca que aquello del asalto al cielo
proclamado por Podemos en Vistalegre hace ya dos años no iba en broma.
La oferta de la coalición morada de ir juntos al Senado dejaba al PSOE
sin argumentos de peso frente a Podemos para afrontar la campaña
electoral. Mediante una maniobra hábil, el relato cuasi mítico de la
pinza anguitista se iba por el desagüe y dejaba a Pedro Sánchez al borde
del colapso en la entrevista con Javier Ruiz en Cuatro. Mientras
Ciudadanos sigue a rebujo regurgitando los ecos de ¡Basta ya! El PP, por
su parte, sigue rememorando el proceder de las fuerzas reactivas de
este país, y permanece escondido en la gruta para que sus sempiternos
casos de corrupción no le salpiquen. Ahora, los cafés de nuestro
murciano Martínez-Pujalte...
La confluencia
Podemos/IU ha descubierto la incapacidad de los viejos partidos para
acometer cambios profundos en su bastidor que les permitan dialogar con
las nuevas fuerzas pero sobre todo ha puesto de relieve que el fracaso
para formar gobierno nacía de la negación estructural de los fuerzas
tradiciones a cambiar las cosas. En ese sentido, el éxito de la
“hipótesis Podemos” no sólo se refleja en sus resultados electorales,
sino en que ha cambiado ya gran parte de la disputa política en España,
revitalizando la esfera pública, renovando el lenguaje y transformando
el sentido común de la gente.
Siento no estar de acuerdo con Ángel Montiel, un
observador perspicaz y equilibrado. La confluencia de Podemos con
Izquierda Unida no escenifica un pacto de resistencia. Lo ejemplaría si
nada hubiera pasado en España desde el 15M, aunque la memoria nos traiga
que Podemos no estuvo presente. El texto de Montiel nos remite a un
escenario que no puedo compartir. Su invocación a los “intentos de
reconstitución de la izquierda” busca por un lado dejar a Podemos una
vez más en una posición marginal del tablero. Pero, por más que le pese a
Montiel no estamos aquí ante la enésima renovación de la izquierda.
Tampoco se trata de mero tacticismo de suma de votos ante una cita
concreta. El éxito de Podemos en los distintos procesos electorales ha
demostrado la total necesidad de superar las identidades asignadas
tradicionalmente por el adversario que frenaban cualquier intento de
crecimiento. La confluencia de Podemos con las distintas fuerzas del
cambio constata la necesidad de que, partiendo de lo que tenemos, se
construyan identidades diferentes que lo sobrepasen y empujen lo
posible. Y esto, en verdad, es lo que define la confluencia: mucha gente
que venía de sitios diversos con mochilas distintas ve por primera vez
al alcance de la mano una alternativa para construir una mayoría nueva,
una mayoría victoriosa.
Si vemos la historia política
actual, los partidos tradicionales se repartían la etiquetas de
izquierda y derecha sin apenas distinguirse en los hechos. Sin
retrotraernos mucho, pocas diferencias esenciales encontramos en la
reforma laboral de 2010 del PSOE, que fue respondida con una huelga
general; y la de 2012 del PP y ninguna si vemos el apoyo de ambas
fuerzas a la reforma del art. 135 de la CE que establecía el pago
preferente de la deuda por encima de los derechos sociales y los
servicios públicos. La consecuencia ha sido que el eje izquierda y
derecha se convirtió en la coartada que conseguía que las fuerzas
progresistas y de cambio quedaran arrinconadas en los márgenes del
tablero de juego, con escasa o nula relevancia para transformar el país.
En política, la iniciativa depende fundamentalmente de la capacidad de
enunciar tu posición, la posición del adversario pero también de definir
el terreno de juego. Si se quiere ganar el partido, no solo basta con
jugar bien, sino que hay que dibujar las líneas del campo. Dicho con
otras palabras, si se quiere ganar el cambio hay que recuperar la
capacidad de nombrar las cosas y de redefinir las prioridades.
Generalmente esto lo hacemos a través de lo que llamamos “sentido
común”. Para ello, la izquierda (como significante) ya no es
determinante.
Es un hecho evidente que la Izquierda Unida de Garzón ha girado su discurso comprendiendo la necesidad de concretar una mayoría más amplia que desborde el significante de izquierda.
Se trata simplemente de reconocer que hay asuntos
centrales que generan indignación general y trasversal a identidades
políticas muy diversas, y que son indispensables si se quiere disputar
el cambio político. Se trata de interpretar además que no puede haber
cambio real en el país sin reconocer la diversidad de experiencias
políticas y sociales pasadas y presentes pero también la voluntad de ir
más allá de ellas.
El 15M puso de relieve que existía
una mayoría social plural y heterogénea conformada por todos aquellos
sectores perjudicados por las políticas económicas del bipartidismo.
Esta lógica ha permitido a Podemos concretar transversalmente una
organización que interpela a diferentes sectores de nuestra sociedad. Le
ha dado cinco millones de votos que han permitido abrir una grieta en
el muro para el cambio del sistema político español. Su éxito se basa en
que ha conseguido articular un discurso y una línea de avance
democrático capaz de reelaborar las demandas y experiencias ciudadanas y
profesionales en clave de una mayoría social nueva.
Además, es un hecho evidente que la Izquierda Unida de Garzón ha girado
su discurso comprendiendo la necesidad de concretar una mayoría más
amplia que desborde el significante de izquierda. Nadie sensato puede
percibir como una radicalización hacia la izquierda, lo que es hacer
justicia con un millón de personas que votaron y quedaron huérfanas de
representación política. Al contario, la radicalización de Podemos y sus
confluencias ha sido la de poner en el centro del debate mediático y en
el institucional las cuestiones reales que afectan a la gente como la
reciente reforma de la ley de Vivienda aprobada el pasado jueves en la
Asamblea Regional que evitará que las familias se queden en la calle y
sin luz, gas o agua o la recuperación del hospital el Rossel de
Cartagena para su ciudadanía.
La confluencia
Podemos/IU es ganadora y lo es en la medida en que aporta factores de
multiplicación que responden a motivos y luchas de fondo muy diversos y
no referenciados al eje tradicional izquierda y derecha, como ha escrito
Fernando Broncano. Por todo ello, seguir leyendo la confluencia en este
eje no es por tanto solo una interpretación falsa, sino que frena
cualquier oportunidad para que vengan los que todavía no están.
Cualquier observador atento sabe bien que las condiciones de
individualización y la complejidad social actual hacen impensable volver
a culturas políticas arrinconadas durante 30 años. La mera posibilidad
dejaría a Podemos sin poder de hacer y sin poder de nombrar. Solo desde
una nueva cultura política se puede concebir que el péndulo del cambio
no retroceda. Una nueva política que sin hacer tabula rasa, asuma lo que
hay pero discurra hacia algo nuevo. Esa es la confluencia real sobre la
que estamos obligados a reflexionar.
Si Podemos está
en condiciones de ser una fuerza de gobierno alternativa al Partido
Popular es precisamente porque ha adoptado la transversalidad como
principio político y detenta una nueva cultura política. Desde ella,
Podemos ha logrado trasmitir a la ciudadanía algo decisivo: que por
primera vez los de abajo están en posibilidad de conducir el rumbo de la
sociedad española.
David Soto Carrasco
Filósofo y Doctor en Ciencia Política
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