En
 la educación en red estamos hoy ante una transformación parecida a la 
que trajo la revolución de los transportes con respecto al viaje, y los 
cambios de valores y prácticas que supuso. 
Comparto el artículo de fin de semana "Sedentarios y viajeros", que deseo que os guste.
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Comparto el artículo de fin de semana "Sedentarios y viajeros", que deseo que os guste.
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Hay que encontrar formas para que la educación en Red sea un viaje por un territorio que hay que recorrer y no parcelar. El viajero valora la compañía en el viaje, en especial la del guía que conoce bien el territorio que hay que atravesar, pero no necesariamente la disciplina del grupo turístico
Antonio Rodríguez de las Heras: Catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid y director del Instituto de Cultura y Tecnología
http://www.bez.es/71504119/Sedentarios-y-viajeros.html 
                                                                                                          
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La
 revolución de los transportes trajo un cambio en la consideración del 
viaje. Hasta entonces, las dificultades, incomodidades e incertidumbres 
de los viajes obligaban a una actitud necesariamente sedentaria. La estabilidad que proporcionaba un lugar,
 y que este fuera lo más acogedor posible, era a lo que se ambicionaba, 
frente a la perturbación que suponían los desplazamientos.
Solo algunas actividades, que obligaban a 
ir de un lugar a otro, y en general poco consideradas socialmente 
(arrieros, trashumantes, mercaderes, cómicos de la legua, incluso 
navegantes) se enfrentaban al viaje. Y si se pertenecía a los grupos 
privilegiados de la sociedad, y había que desplazarse, el viaje se hacía
 procurando que fuera acompañado del mayor número de las comodidades que
 se disfrutaban en el lugar de residencia.
Cuando la red viaria y sus transportes 
facilitan salir de casa, prenden usos viajeros, como el veraneo, en las 
clases favorecidas, pero entendidos como traslados estacionales de una 
residencia a otra (caso de los balnearios de principios del siglo XX). El valor del viaje como camino, como indagación, como recorrido y no como traslado,
 queda reducido a una clase intelectual que busca la experiencia de 
romper la cotidianidad y conseguir el encuentro con otros lugares, 
gentes y costumbres.
La espectacular expansión del turismo 
convierte el viaje en un fenómeno social (por su alcance y afectación) y
 cultural (por los valores de mentalidad que implanta). Aunque reproduce
 a escala mayúscula la consideración del viaje como traslado de un lugar
 a otro, a otros (pues mejor cuantos más se visiten).
La actividad del aula se puede reinterpretar en el espacio digital
A pesar de todo, el turismo supone un 
cambio generalizado y muy significativo de la predisposición al viaje. 
Recurro con frecuencia a una anécdota para expresar por esta vía tal 
cambio de mentalidad. Se cuenta que un socio del Casino de Madrid, allá 
por los años de la década de 1920, escuchaba desganado al representante 
de una marca de automóviles que intentaba convencerle de las ventajas de
 tener un coche. El vendedor ya no encontró otro argumento que decirle 
que podría, por ejemplo, llegar a Zaragoza en seis horas. A lo que el 
burgués, arrellanándose en el sillón, le contestó: “¡Y para qué quiero 
yo ir a Zaragoza!” (Las anécdotas terminan haciéndose cantos rodados que
 ya han perdido los bordes que permitían encajarlos con el contexto del 
que se desprendieron.)
La Red nos emplaza en una situación parecida a la que nos colocó el transporte. Actividades in situ tienen la posibilidad de desarrollarse en la Red, es decir, en un espacio sin lugares, por lo que se hacen ubicuas.
 Un caso muy expresivo es la educación: la actividad del aula se puede 
reinterpretar en el espacio digital. Y hasta ahora ha sido inevitable 
que de una u otra manera se muestre resistencia, ya que el valor de la 
asistencia a un lugar se impone a la aún no bien aceptada y entendida 
virtualidad.
La educación en red
Esta reticencia se debe a que se sigue 
interpretando la educación en red como educación a distancia, cada 
participante en un lugar y la Red transportando de manera más eficaz que
 el correo postal, o la radio y la televisión, y también el teléfono, la
 información. Pero es que
 en el espacio digital, al ser un espacio sin lugares, los participantes
 no están cada uno en un lugar conectados a través de un medio 
tecnológico, uno aquí, otro allí… sino todos, profesores y alumnos, se 
encuentran en el espacio virtual sin lugares.
No hay transporte de lugar a lugar, sino encuentro.
 Así que la sensación de presencia que proporciona la coincidencia en un
 lugar y tiempo no es única, sino que hay otra experiencia de la 
presencia cuando esta es virtual, en Red.
Los cursos en Red siguen una programación calcada de la educación en el aula. Esta imitación, además de ser inapropiada, siempre será considerada una copia de baja calidad de la llamada educación presencial; pero no tiene que ser necesariamente así
Lo que sucede es que aún no conseguimos 
crear bien las condiciones para experimentar esta forma de presencia. 
¿Por qué? Porque nos comportamos más como turistas que como viajeros. En
 los paquetes turísticos hay un horario que cumplir, un mapa de lugares 
que visitar, desplazamientos de lugar a lugar, un cicerone que seguir, 
es decir, la garantía de predictibilidad que da la cotidianidad.
En el fondo hay una trasposición al viaje de la seguridad de la cotidianidad, solo cambia el escenario. E igual sucede con la educación en Red, a la que
 traspasamos ritmos, formas de los contenidos, prácticas propias de un 
aula, pero inadecuadas para que sean eficaces en un espacio donde el 
concepto de presencia hay que interpretarlo de otra manera. Los cursos 
en Red siguen una programación calcada de la educación en el aula: 
entregas periódicas de contenidos como si de clases se tratara, una 
dosificación en lecciones, ejercicios tras ellas… Esta imitación, además
 de ser inapropiada, siempre será considerada una copia de baja calidad 
de la llamada educación presencial. Pero no tiene que ser necesariamente
 así.
Hay que encontrar formas para que la 
educación en Red sea un viaje (aprendizaje) por un territorio 
(contenidos) que hay que recorrer y no parcelar. El viajero valora la 
compañía en el viaje, en especial la del guía que conoce bien el 
territorio que hay que atravesar (maestro), pero no necesariamente la 
disciplina del grupo turístico. Así que estamos en esta transición de 
cambio de valores con respecto a la consideración de la educación en Red
 y ante el reto de que esta educación viajera no se quede en una 
reproducción de la que tiene lugar en el aula.
 
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