80.000
hombres lucharon en la batalla del Jarama. Voluntarios de 54 países con
la República, mientras que la Alemania de Hitler y la Italia de
Mussolini luchaban con Franco. Fue el primer ensayo mundial de la lucha contra el fascismo.
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El 26 de febrero de 1937 concluía el primer combate de la Guerra Civil que enfrentó a todos los ejércitos, con 80.000 hombres. Voluntarios de 54 países con la República, y la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini con Franco, convirtieron este episodio en el primer ensayo mundial contra el fascismo. Santos Cortés luchó en la jornada decisiva de la toma de El Pingarrón. Es uno de los últimos supervivientes. MADRID PATRICIA CAMPELO http://www.publico.es/politica/batalla-jarama-ii-guerra-mundial.html
En una vasta extensión de
tierra pedregosa atravesada por el río Jarama, caudal convertido en
frontera entre las defensas republicanas y los ataques de los militares
golpistas encabezados por el general Francisco Franco, se desencadenó
hace 80 años, en febrero de 1937, una de los combates más sangrientos y
cruciales de la Guerra Civil española que dejó, en 20 días, más de 20.000 muertos, heridos y desaparecidos. La mayoría, del ejército republicano.
La batalla del Jarama golpeó el valle y las poblaciones a su paso, que fueron evacuadas. Faustino Díaz,
de 86 años, vivía entonces en la finca de El Porcal, en Rivas
Vaciamadrid. "Al ver lo cerca que caían las bombas tuvimos que irnos con
lo puesto. Tampoco sabíamos mucho, y creímos que todo iba a durar poco y
volveríamos pronto", relata. Pero no regresó hasta finalizada la
guerra, en 1939, y encontró un terreno arrasado y sembrado de minas antipersona. “Un primo mío murió tras estallarle una mientras indicaba a los artificieros dónde estaban colocadas”, lamenta.
La batalla congregó a cerca de 80.000 combatientes de ambos ejércitos, entre ellos, más de 7.000 brigadistas internacionales llegados de 54 países para luchar al lado de la República. En frente, alemanes, italianos
e irlandeses que, junto a las tropas africanas de las zonas española y
francesa, apoyaban a Franco en artillería, infantería y aviación. Todos
los ejércitos, salvo la marina, se midieron en tierras de Rivas,
Arganda, Morata de Tajuña y San Martín de la Vega.
La batalla congregó a cerca de 80.000
combatientes de ambos ejércitos, entre ellos, más de 7.000 brigadistas
internacionales llegados de 54 países
Este episodio elevó la contienda española a conflicto internacional, convirtiéndola en el primer ensayo mundial contra el fascismo
y en campo de experimentación de la ingeniería bélica utilizada después
en la Segunda Guerra Mundial, como las bombas de explosión múltiple o
de racimo.
Pero también se testaron novedosos ensayos en medicina humanitaria. El doctor Norman Bethune,
brigadista canadiense, realizó las primeras transfusiones móviles de la
historia en un campo de batalla. Primero en la defensa de Madrid, en
noviembre de 1936; después en el Jarama. “Siempre tuvimos presente la
idea de la movilidad, por ello, todos los aparatos que compramos,
refrigeradores, autoclave o incubadoras podían funcionar con gasolina o
queroseno, sin necesidad de corriente eléctrica", plasmó en su diario,
rescatado para la muestra La huella solidaria, que puede visitarse hasta el 2 de abril en el centro cultural Conde Duque, de Madrid.
Santos Cortés: últimos testimonios del Jarama
Hoy, 80 años después, en este paisaje rocoso que abarca
40 kilómetros desde la capital, por el este, se mantienen algunas de
las fortificaciones militares utilizadas, aunque en peligro de conservación pues hasta la fecha no han obtenido la catalogación de parque histórico regional.
A la zona regresan cada año cada año familiares de los
republicanos que lucharon allí, junto a descendientes de voluntarios
extranjeros que recalaron en España para defender la República,
organizados en la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI).
Uno de los supervivientes de aquel episodio, Santos Cortés Esparraguera
(Madrid, 1921), tampoco ha dejado de volver al campo en que perdió a
cientos de amigos. “Yo tenía 15 años pero ya me creía un hombre. El
comisario de mi unidad, al verme, quiso saber mi edad, y le respondí si a
la hora de morir se preguntaba eso”, cuenta con comicidad este ex
miliciano libertario que participó también en la defensa de Madrid, en
noviembre de 1936. “Formaba parte de la 70 brigada. Todos veníamos de
luchar en Ciudad Universitaria y en la pasarela de la muerte [Puente de
los Franceses]. Cuando comenzó la ofensiva del Jarama fuimos trasladados
allí”, concreta.
“Yo tenía 15 años pero ya me creía
un hombre. El comisario de mi unidad, al verme, quiso saber mi edad, y
le respondí si a la hora de morir se preguntaba eso"
Tras el fracaso por intentar acceder a Madrid desde el noroeste, Franco encargó al general José Enrique Varela
dirigir el plan para envolver la región avanzando de este a oeste por
el sur, de Pinto hacia Arganda. Una de las premisas era cortar el hilo
que unía la capital con Valencia, ciudad a la que se había trasladado el
gobierno republicano de Largo Caballero y desde donde se enviaban
víveres a la región madrileña.
La estrategia franquista buscaba atacar el Jarama la
tercera semana de enero de 1937, pero las lluvias torrenciales que
anegaron la zona pospusieron sus planes hasta el 6 de febrero. Santos
Cortés llegó con su división, encargada de tomar el cerro de El
Pingarrón bajo las órdenes de Enrique Líster, once días después.
“Yo estaba con el IV batallón de ametralladoras; utilizaba una rusa
modelo 1920. Era el tirador de la máquina”, enuncia.
“Estuvimos ocho días atacando el cerro. El primero
fuimos a las 4 o 5 de la mañana. Llovía y hacía mucho frio. Después
vimos que se trataba de una posición sumamente fortificada. Unos 200
metros delante, los franquistas tenían unas avanzadillas con hasta tres
líneas de alambrada espinosa con unos botes que si se tocaban hacían
ruido”, describe. “Ellos tenían a la gente justa en la posición y,
detrás del cerro, a mucha más que llegaba conforme iban teniendo bajas.
Habían fortificado bien la zona. En unas casas, al lado, emplazaron ametralladoras y, cuando nosotros subíamos, disparaban”, precisa.
Cortés guarda en su memoria detalles de aquellos
días, como la ayuda que les prestó el comandante ruso Paulov. “Era el
jefe de los tanques T-26, y nos sacó de muchos apuros porque siempre nos
teníamos que retirar y, hasta que llegábamos a nuestras posiciones de
resistencia, por el valle la aviación y la artillería nos freían”.
El Pingarrón: 1.500 muertos en un día
Para este madrileño de 95 años, la batalla del Jarama concluyó el 23 de febrero, durante su último asalto a El Pingarrón. “Fue el día más difícil.
Atacamos tres veces. Aunque no se puede contar, las estadísticas
dijeron que fuimos la unidad con más bajas de toda la batalla. Más del
70%. De eso te dabas cuenta después, cuando regresas y no ves a la gente
que conoces. Fue muy duro”, rememora con mirada acuosa. Historiadores cifran en 1.500 los muertos de ambos ejércitos durante esas 24 horas.
"Llegamos a atrapar la sexta bandera de la legión; cogimos posiciones y estuvimos arriba. Pero nunca lo logramos"
“Nunca
pudimos decir que conquistamos El Pingarrón. Llegamos a atrapar la
sexta bandera de la legión; cogimos posiciones y estuvimos arriba. Pero nunca lo logramos”,
insiste sobre la jornada decisiva, momento en el que el general
republicano José Miaja da por terminadas las operaciones en el Jarama.
“Nos marchamos, pero allí se quedó lo que llamábamos
una brigada en línea que, el 26 de febrero, atacó por su cuenta”. Se
refiere Santos Cortés a la ofensiva lanzada por el general Gal sobre El
Pingarrón en un último intento de hacerse con el cerro con la
intervención de la brigada Lincoln. Sin apoyo aéreo ni artillería, el
cerró se convirtió en una tumba para los republicanos. De los 500 voluntarios norteamericanos que participaron, sobrevivieron 80, según datos de la AABI.
El ejército republicano recaló con un elevado nivel
de desgaste a la siguiente batalla, Guadalajara, en la que también
participó Cortés. “Después estuve en Brunete, donde fui herido de
metralla, en la pierna, y en el Ebro”, cuenta mostrando las marcas de la
guerra en su piel. En febrero de 1939, el miliciano cruzó la frontera
por Pirineos y fue trasladado al campo de concentración de Saint Cyprien.
Un ejército popular frente a otro profesional
Cortes apunta como una de las consecuencias de la
derrota, pese a que el ejército republicano contuvo 20 días el avance de
las tropas franquistas, a la escasez de combatientes profesionales.
“Ellos contaban con batallones de ingenieros que fortificaban las
posiciones desde antes de comenzar a atacar. Eran profesionales;
nosotros no. El comandante de brigada en el Jarama era albañil, y el que
dirigía el IV batallón al que yo pertenecía era camarero. El comisario,
Marianín, no recuerdo su oficio pero tampoco era profesional”, lamenta.
“Nuestra estrategia era la ser valiente”, suspira.
La épica de la batalla escribió después ríos de tinta, poesía y canciones, como ‘Jarama Valley’.
Escrita por Alex McDade, del batallón británico, se convirtió en himno
de las Brigadas Internacionales. “Vimos cómo un pacífico valle se
convirtió en un infierno”, resume la tonada en la versión posterior de
Woody Guthrie.
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