Jorge Medina Lopez · elpais.com
Donde
 están los de las banderitas y los de ¡Vivas al Rey! en estos casos. Con
 los recortes realizados en este país más de un millón de dependientes 
como Genoveva han muerto en los últimos. Es una canallada que en un país
 que dice llamarse "democrático y desarrollado" permita situaciones así.
 Al igual que tantas personas que tienen que elegir entre comprar los 
medicamentos para sus enfermedades crónicas o comer. VERGÜENZA DE PAÍS.
Los recortes obligaron a esta dependiente gallega con alzhéimer a soportar una hora diaria de viaje para ir a un centro de día. Ahora se queda sin asistencia a domicilio. Sonia Vizoso. Carnota - 2 OCT 2018
Dos fuerzas castigan desde hace una década el anciano cuerpo de 
Genoveva González Dosil: el alzhéimer y la austeridad económica. Las dos
 llegaron a la vida de esta gallega de 94 años, vecina de Costa da 
Morte, casi al unísono. Mientras la primera le ha ido robando el 
movimiento y la voluntad, la segunda le ha arrebatado las ayudas públicas que le corresponden.
 Para ella, el recorte de 4.600 millones en dependencia que se impuso en
 España desde 2012, según datos de la Asociación Estatal de Directoras y
 Gerentes en Servicios Sociales, significó tener que recorrer cada día 
durante cinco años unos 60 kilómetros en furgoneta para recibir cuidados
 en un centro de día. Hoy, con su anatomía encogida y en peso muerto, 
alimentándose ya solo por jeringuilla, no tiene siquiera asistencia a 
domicilio. 
Genoveva, que reside en una aldea del municipio coruñés de Carnota de 80 habitantes llamada Quilmas, donde nació y de la que emigró a Argentina entre 1955 y 1986, ha vivido el alumbramiento y temprana recesión de la Ley de Dependencia. Su único hijo, Xosé Manuel Casais, cuenta que el diagnóstico de la enfermedad le llegó a su madre en 2008, al año siguiente de la entrada en vigor de la norma.
(...)
Genoveva, que reside en una aldea del municipio coruñés de Carnota de 80 habitantes llamada Quilmas, donde nació y de la que emigró a Argentina entre 1955 y 1986, ha vivido el alumbramiento y temprana recesión de la Ley de Dependencia. Su único hijo, Xosé Manuel Casais, cuenta que el diagnóstico de la enfermedad le llegó a su madre en 2008, al año siguiente de la entrada en vigor de la norma.
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