ES.ARA.CAT 31/01/2022
Putin ha conseguido tener todas las opciones encima de la mesa y el pronóstico es incierto. Cristina Mas
¿Qué busca Putin?
Más que de lo que quiere Putin, de lo que se trata es de lo que no quiere. Rusia no quiere que Ucrania –ni ningún otro país de la órbita postsoviética– se integre en la OTAN. El 17 de diciembre presentó un listado de demandas a la Alianza Atlántica, cuando el despliegue militar ruso ya había empezado cerca de las fronteras de Ucrania. Entre las demandas, estaba que la OTAN no pudiera tener actividad en los países del Europa del Este, y que Washington y Moscú se comprometieran a no desplegar misiles de corto o medio alcance fuera de sus territorios. Se trataría de configurar y hacer reconocer jurídicamente una zona de influencia rusa en las repúblicas ex soviéticas que se emanciparon hace treinta años y que desde entonces llaman a la puerta de Europa y de la OTAN. Nicolás de Pedro, investigador del Institute for Statecraft especializado en Rusia, desinformación y guerra híbrida, cree que el objetivo de Putin es "forzar la rendición de Ucrania y forzar a los Estados Unidos y la UE a un cambio radical en el orden de seguridad europeo: la paradoja es que Washington y Bruselas parecen más dispuestos a hablar del segundo objetivo que del primero, y los ucranianos no parecen dispuestos a rendirse". "La buena noticia es que la OTAN está abierta a tener una discusión seria sobre el control de armamento, pero no sobre aspectos fundamentales, como la soberanía de los países o la amenaza del uso de la fuerza", añade (...).
¿Por qué Ucrania?
Carmen Claudín, investigadora del Cidob especialista en el espacio post soviético, añade un elemento en clave interna: "En realidad lo que Rusia teme en Ucrania no es la OTAN sino la libertad y la democracia. Putin está obsesionado con Ucrania, porque la sociedad ucraniana, con todas las contradicciones y problemas de una democracia balbuceante, es una sociedad que vive en libertad: la gente dice lo que piensa sin temer que su vecino lo denuncie. Y están demostrando que dentro de la zona post soviética, a pesar de haber sido una parte integrante de la URSS desde el principio, pueden construir un estado de derecho, que no hay ninguna fatalidad en el hecho de ser eslavo para que puedan vivir como nosotros; y que pueden resolver por ellos mismos sus problemas". Un ejemplo peligroso para la estabilidad interna del Kremlin, que ha contribuido a ahogar los movimientos sociales en lo que considera su espacio de seguridad: los últimos casos son Bielorrusia y Kazajistán (...)
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