10/10/22
No somos el único país dividido, ni seguramente el más dividido de los que no acaban de encontrar su identidad, pero sí tenemos serias dificultades para encajar nuestras formas de vida en común con símbolos aceptados mayoritariamente. Santiago Alba Rico desarrolló, en este maravilloso libro que hoy debo recordar, las perplejidades de quien se siente y no se siente en casa, sobre todo en estas celebraciones que parecen representar solo a una parte de la población. Hay símbolos complicados, como lo es el día de hoy, por el hecho de que la fiesta nacional fuese antes la fiesta de la raza, un concepto despreciable, después, de algo tan extraño como "hispanidad", para dejarlo finalmente en el más modesto y solo institucional título de "fiesta nacional". Pocos países latinoamericanos celebran ya este día y es muy discutible que sea el símbolo de esta patria, si es que es posible que algún día haya un acuerdo sobre ello.
Lo paradójico es que pocos países son tan homogéneos en la vida real, en lo que respecta a expectativas cotidianas, prácticas de vida y aspiraciones y formas de estar. Ojalá nos centremos en las cosas que son comunes, como sin duda es un aprecio por formas honestas y agradables de vida que, exceptuando una minoría, caracterizan a un país o lo que sea que seamos, como un espacio en el que una mayoría preferiríamos vivir si nos dieran a elegir frente a otros lugares (que no es el caso citar ahora).
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