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ÁNGEL MUNÁRRIZ - Publicado: 10.10.2010
Rafael F. Vázquez, párroco de la
antigua población de Guájar, en Granada, traza un semblante crudo de la
acusada. "Profesa ideas avanzadas", afirma. La suerte de Dolores
Mancilla, de profesión sus labores, ya está echada. Pero la apuntala el
guardia civil Miguel Aguilera: "Pésima conducta. Votó siempre que fue
necesario al Frente Popular". El Tribunal de Responsabilidades Políticas
no necesita más para decretar la incautación de sus bienes: tres camas,
casa y plantación de almendros. La multa es de 500 pesetas.
Un grupo de 32 investigadores de ocho universidades ha
rescatado de los comités de incautación y los tribunales de
responsabilidades políticas de Andalucía más de 53.000 expedientes
personales como el anterior, acreditativos de la justicia militar
totalitaria que el franquismo arbitró hasta el fin de la primera
posguerra con curas, falangistas, guardias civiles y alcaldes como
delatores. La iniciativa, financiada por la Junta, supone la primera
investigación que pone negro sobre blanco la dimensión en una región
española del expolio económico, aún hoy el más desconocido de los
pilares sobre los que se asentó la represión franquista.
Andalucía ultima el primer informe autonómico completo
"Es el gran tema tabú. Sólo se ha hablado en voz baja",
explica Cecilio Gordillo, activista destacado del memorialismo andaluz.
Tampoco lo tocó la Ley de Memoria Histórica. Llegada la democracia, los
principales partidos y sindicatos sí pactaron la devolución de sus
bienes. Pero los particulares pagaron otro de los peajes de olvido de la
Transición.
Paqui sabe en qué consiste ese pacto. Fruto de una
reclamación ante el Estado, posee un papel remitido por Hacienda que
deja bien claro que España no contempla la devolución de bienes
incautados a particulares. Pero también tiene otro papel, del Registro
de la Propiedad, que demuestra que la casa que tenía en un pueblo de
Sevilla su bisabuelo Juan era eso, su casa, o al menos lo fue
hasta que le fue incautada tras su asesinato en 1936. "Un hijo suyo aún
me pregunta qué pasa con la casa y no sé qué decirle", cuenta Paqui. La
mayoría de los que están en su misma situación ni se plantearon intentar
recuperar los bienes. En realidad muchos ni siquiera saben que sus
familias fueron expoliadas.
Sí hay en marcha una ambiciosa iniciativa colectiva,
aunque sin éxito hasta la fecha: la Asociación de Perjudicados por la
Incautación del Gobierno Franquista, que desde Catalunya ha reunido a
2.000 afectados. "Hemos dialogado con los partidos, pero sin conseguir
compromisos formales. Vamos a seguir hasta el final. Si hace falta, a
los tribunales, en España y en Europa", cuenta María Casals, portavoz.
La asociación se encarga del dinero incautado en virtud de un decreto de
1938 del Ministerio de Hacienda del Gobierno franquista, con sede en
Burgos, que prohibía tener "papel moneda puesto en circulación por el
enemigo". Es decir, por la República. Ciudadanos de todo el país
acudieron a depositar dinero en el Banco de España y los ayuntamientos.
Pese al compromiso del régimen de devolverlo, miles de personas
perdieron para siempre su dinero. La asociación pide al Estado cinco
euros por cada peseta de la época en que fue ingresado. Los afectados
integrados en esta iniciativa poseen recibos demostrativos de la
injusticia.
Al margen de las dificultades para la reparación de las
víctimas, les queda el consuelo parcial de que el manto de silencio
está empezando a descorrerse con algunos datos. En octubre de 1941, los
tribunales habían incoado casi 125.000 expedientes de incautación y
quedaban unas 100.000 denuncias pendientes, según los datos recopilados
por Manuel Álvaro en el libro colectivo La gran represión (2009), coordinado por Mirta Núñez, profesora de la Complutense.
Más de 200.000 familias sufrieron en España la
investigación, retención o expolio de sus bienes, según los cálculos más
fiables. Y eso en un país que en 1940 rondaba los 26 millones de
habitantes. Fernando Martínez, coordinador del proyecto andaluz, cifra
en "cerca de 60.000" las personas familias, en realidad afectadas entre
1936 y 1945.
2.000 afectados se han organizado para pedir reparación al Estado
La historiadora Ángela Cenarro, que coordina en Aragón
un proyecto similar al andaluz, cifra en unos 13.000 los expedientes
abiertos en la región. En Galicia el ambicioso proyecto Nomes e voces
también ha abarcado la investigación de la represión económica entre
1936 y 1939. A falta de datos globales, su coordinador, Lourenzo
Fernández, destaca la "clara voluntad" del régimen de cebarse con los
derrotados, así como otras formas de expolio, como la expropiación de
montes comunales.
La rapiña de los sublevados comienza de forma
espontánea el mismo 18 de julio del 36 y con el tiempo se va amparando
en bandos, decretos y, finalmente, en la Ley de Responsabilidades
Políticas de 1939. La maquinaria funcionó a tal ritmo que en 1941 el
Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas advirtió de la
incapacidad del Estado para contar o gestionar los bienes.
Por ello en 1942 se suavizó la ley, multiplicando los
sobreseimientos. En 1945, con el franquismo intentando dulcificar su
imagen, cesaron los expedientes, aunque hubo familias que pagaron plazos
hasta finales de los 60. Aparte del expolio, el régimen se había hecho
con un detallado fichero de rojos y había extendido por toda España una cultura indeleble de miedo y delación.
"Ha sido el gran tema tabú. Sólo se ha hablado en voz baja"
El volumen de bienes incautados y dinero recaudado por
multas es difícil de precisar, más cuando hasta el régimen se confesaba
incapaz de hacerlo. Pero varios datos dan una idea. En Toledo fue
incautada más de la mitad de la propiedad rústica. El total de multas
impuestas en Andalucía rondó los cien millones de pesetas de la época,
cuando un bancal de tierra para alimentar a una familia podía costar
cien pesetas y una casa obrera en un pueblo andaluz, entre 300 y 500.
No todas las multas se pagaban. En Madrid, Álvaro cifra
las impuestas en 660 millones, aunque la mayoría fueron sanciones
absurdamente altas, más ejemplares que prácticas, a prohombres de la
República. "Las que sí se pagaban, y eran demoledoras para las clases
medias y bajas, eran las de cientos o miles de pesetas. Y todo el
proceso en sí, que suponía la inmovilización de los bienes, era un
castigo", cuenta Martínez. Su intención, cuando acabe el estudio, es
colgarla en la Red. Que se vea todo: víctimas, delatores, sentencias.
Será una pequeña parte comparada con lo mucho que sigue oculto 70 años
después.
Emilio Silva, presidente de la Asociación por la
Recuperación de la Memoria Histórica, lamenta que el Estado no haya
dado nunca “ninguna facilidad” para el resarcimiento. “A los partidos y
los sindicatos sí. Al ciudadano, nada”, denuncia. “Esa puerta nadie se
ha atrevido a abrirla. ¿Por qué siempre ese rechazo a invalidar las
sentencias de responsabilidades políticas? Porque habría que anular
también las multas que ordenaban”, afirma. Silva lamenta la
“hipocresía” que supone que “los mismos que argumentan que eso generaría
el caos son los que defienden con uñas y dientes la inviolabilidad de
la propiedad privada”.
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