La Chica Pop
Los Ferrocarrils Catalans nacieron a principios del siglo
XX para unir, a través de una vía de ancho europeo, Barcelona con parte
de su cinturón y, todo ello, con Francia. La idea era buena, pero se
quedó a menos de la mitad. Esta mañana a primera hora es un ferrocarril
que en unos tramos comunica con el cinturón ex-industrial ex-textil y,
en otros, con barrios chachi de la ciudad. La gente los llama Els Catalans. En mis glory days los llamábamos Els Ferrocates. Mi hijo, una generación más lacónica, los llama El Ferro. Bueno. Voy en el ferro,con
mi hijo. En eso, en una parada de barrio chachi sube una señora. Es una
anciana. Viste como una sobria protestante, que es como visten los
católicos conservadores en Barcelona. La sobriedad es una suerte de
barroco al revés. No es sencilla. Son necesarias varias generaciones, o
mucha voluntad, para lucir sin lucimiento el lujo. La musculatura de la
mujer ha desaparecido, su espalda ha cedido, y su mirada parece
desorientada, algo que sucede en la vejez, por defecto o exceso de
memoria. La vejez es, en fin, como el trabajo: sería lo peor, si es que
pudiéramos escoger. La anciana se sienta, y permanece, ojiplática,
mirando a su alrededor, buscando señales. Recibe una y baja en la
siguiente parada. Avanza por el andén, mirando las indicaciones,
intentado aclararse. Cuando ya la perdemos de vista, mi hijo va y dice:
-Ondia, la Ferrusola.
En efecto, es Marta Ferrusola, un ser del siglo XX, de más
de ochenta años. Pero reconocible para mi hijo, un ser del siglo XXI.
Lo que a) es la pera, b) es improbable y, c), indica que, sea lo que sea
Marta Ferrusola, es como un Pokémon. Es, vamos, cultura pop, esa forma
de crear el paisaje cotidiano. Cultura pop: se podrían hacer camisetas
con ella, con el Che o con Pablo Escobar, y nos pondríamos las botas.
Como todos los personajes pop, Ferrusola carece de biografía. En su
lugar, tiene una vida conocida y compartida. O mucho menos, una actitud.
El pop son actitudes de no más de una línea. Uno sale de la cultura pop
y entra de cuatro patas en la de sucesos cuando su biografía es de dos
líneas. Últimamente han emergido a la superficie pop detalles
biográficos inquietantes de Marta Ferrusola, que la han arrojado, así,
de la cultura pop a otro negociado, más inquietante. La Fiscalía ha
demostrado que Marta Ferrusola poseía cuentas ilegales en el extranjero
con anterioridad a las de sus hijos, que su dominio sobre esa fortuna
familiar era comparable o superior al que disponía sobre ese monto su
hijo mayor, Jordi Pujol Ferrusola. La información parece ir confirmando
que tamaña fortuna no proviene de herencias recibidas por Pujol y
Ferrusola por parte de sus respectivos padres, sino que orienta en la
dirección de que la Familia Pujol se ha enriquecido a su paso por el
poder, y que su fortuna responde a una dinámica, consciente y sostenida,
de expolio continuado, de la que Ferrusola era, al parecer, una pieza
importante. Ferrusola ha pasado del pop a los clásicos. Es una suerte de
Lady Macbeth. Es decir, sigue siendo un personaje de ficción. La mala.
Como todos los personajes pop, Ferrusola carece de biografía. En su lugar, tiene una vida conocida y compartida
Lady Macbeth
La primera vez que a Marta Ferrusola se le otorgó el papel de Lady Macbeth fue en 2004. En Ara sí que toca! (2004,
reeditado en 2014), Francesc Marc Àlvaro, intelectual en la órbita
convergente que, en 2004, estaba próximo al proyecto de Pasqual
Maragall, dedicaba un capítulo a Marta Ferrusola y a sus hijos. Allí se
sembraba por escrito la sospecha, latente desde hacía décadas, de que
Marta Ferrusola y su prole eran la mancha en la trayectoria política de
Jordi Pujol. El libro era un primer esbozo de la trayectoria empresarial
de Marta y de sus hijos. Y un aviso a navegantes, así como una
construcción ocurrente que, con el tiempo, fue creciendo. Construcción:
Marta Ferrusola es el mal, el único mal, o su esencia, en el legado de
Pujol. Como Lady Macbeth, le da ideas a su marido que no resultan
edificantes. La explicación, un filón, coló. Afeaba a Marta, un mito del
catalanismo conservador, pero en contrapartida limpiaba El Mito, Jordi
Pujol, una trayectoria idealista solamente erosionada por su contacto
con Marta. Pujol sólo era culpable de ser un Sant Josep, no de ser Macbeth.
Es curioso que esa explicación sea común para limpiar
regímenes dilatados y asentados en la propaganda, en los que el líder no
falla o, al menos, no falla tanto como su esposa. Estos ojos que se han
de comer los gusanos vieron como, al acabarse la era Ceaucescu,
diversas personas del nuevo régimen rumano me explicaban que aquel pollo
había sido un líder idealista, traicionado hasta la perdición por el
carácter ambicioso de su esposa / Lady Macbeth. Lady Macbeth, por otra
parte y como su nombre indica, nunca ha existido. No al menos en su
rotundidad. En el drama de Shakespeare, no aporta a su marido ninguna
idea que su marido no haya pensado antes. Simplemente, las dice en voz
alta. Lady Macbeth es, tal vez, la activa, mientras que Macbeth es el
pasivo. Y la pasividad sólo es una de las formas de la decisión. Ambos
dos, Macbeth y su esposa, quizás son una bella metáfora de ese mundo de
roles diferenciados y compartidos, de proyectos comunes, de ambición, al
que suelen ser proclives, snif, algunas parejas. Cuando, en fin, toda
esa brutalidad intrínseca de la pareja no es compartida por ambos, Lady
Macbeth pasa a ser la exseñora Macbeth. Y a otra cosa, mariposa. En el
libro de Francesc Marc Àlvaro, por cierto, se habla del concepto de
Pujol de la familia y de la pareja. La palabra más utilizada por Pujol
al respecto es "equipo", o "el mejor equipo". Una orientación de que
hablar de Marta Ferrusola, de la familia, de la famiglia, es, por tanto, hablar de una parte del equipo. No necesariamente del delantero.
Ambos dos, Macbeth y su esposa, quizás son una bella metáfora de ese mundo de roles diferenciados y compartidos, de proyectos comunes, de ambición
Los Macbeth
Pujol y Ferrusola se conocen en una hermandad religiosa
catalanista --la Confraria de la Mare de Déu de Montserrat de
Virtèlia--, durante el Franquismo unplugged. Ella es una activista del catalanismo católico, que acude a los barrios chungos a practicarles catequesis. Es hija de un botiguer,
que vende paños y que tendrá una sastrería. El negocio fue, en el
tiempo, heredado por el hermano de Marta. Posteriormente --ya
llegaremos-- sería vendido de manera creativa y muy sign of the times. Por, glups, 300 millones de las antiguas/futuras pesetas.
Él, a su vez, era un pimpollo, con tremenda mata de pelo,
hijo de Florenci Pujol, un desconocido, aún sin rostro en la actualidad,
y una de las mayores y más discretas fortunas de una ciudad en la que
las grandes fortunas nunca han acostumbrado a tener un origen claro y
digno. Empleado de Bolsa y cercano a ERC durante la República, Florenci
era un tipo listo, que se buscó la vida. Hombre con olfato, en la
postguerra proveyó a la ciudad, y a su entonces colosal gremio del
algodón, de algo imposible, prohibido y necesario en un régimen
autárquico. Divisas. Por lo visto, el contrabando de divisas se
realizaba a través de una oficina de cambio en Tánger. Se puso las
botas. En lo que es un exotismo peninsular, parece ser que invirtió gran
parte de su dinero en la formación y carrera de su hijo. Jordi Pujol
fue al Colegio Alemán. Estudió Medicina. A petición del hijo, ya
licenciado, su padre adquirió unos laboratorios farmacéuticos. Un dato
divertido: Pujol inventó ahí una pomada que se vendió como polos.
Piensen en ello cuando tengan picores. A petición del hijo,
posteriormente, su padre adquirió un pequeño banco, que fue la génesis
de Banca Catalana. El proyecto del hijo era, en fin, cada vez más
político. Consistía en la reconstrucción de un catalanismo conservador y
no franquista --para lo cual, importante y sorprendente, era necesaria
una banca--. Un proyecto, por cierto, improbable en ese momento. El
catalanismo conservador, prácticamente en su totalidad, desde 1936 se
había alineado con el franquismo. Y no le había ido, en lo personal,
nada mal. Mucho menos desde que disponía de las divisas que ofrecía
Florenci Pujol. Es curiosa la entrega y devoción del padre hacia el
hijo. Cómo le va apoyando, a pesar de su reticencia hacia la política,
en toda su trayectoria. Y es curioso también cómo Pujol parece exigir y
recibir esa devoción a todo su entorno, a su "equipo", formado
posteriormente por esposa e hijos. Metáfora: en el momento de pedir la
mano a Ferrusola, Pujol le advierte de que lo primero, no obstante,
siempre será "Catalunya". Ella acepta ser su plan B. Para ser aceptado
por su futuro suegro, aficionado al esquí, Pujol aprende, o algo
parecido, a esquiar.
Lo primero y lo segundo
En 1960 se produce la primera ocasión --o, al menos, la
más determinante; en todos lo sentidos; no se lo pierdan-- en la que se
pondrá a prueba si el "equipo" tiene claro qué es lo primero y qué lo
segundo. Ese año se producen los sucesos del Palau. En el Palau de la
Música se organiza un homenaje a Joan Maragall. Asisten ministros
franquistas. En un momento dado, un grupo de jóvenes católicos
catalanistas se levantan y cantan El cant de la senyera, de Maragall --un poema proscrito--, y arrojan octavillas con el texto Us presentem al General Franco --redactado
por Pujol; una curiosidad con cierta guasa histórica: presentaba el
franquismo, además, como un régimen sustentado en la corrupción
económica con la que se enriqueció su padre y, parece ser y más para
acá, él mismo, su esposa y sus hijos--.
La leyenda es que Pujol quería irse a Francia, pero que su esposa le convenció para quedarse y afrontar políticamente los hechos
Se practican detenciones al momento. Por un chivatazo, se
detiene, de madrugada, a Pujol --que no había asistido al acto-- en su
domicilio. La leyenda es que quería irse a Francia, pero que su esposa
le convenció para quedarse y afrontar políticamente los hechos. Los
afronta. En primer lugar, en la cara. Pujol sufre torturas.
Posteriormente, tras consejo de guerra, es condenado a siete años de
cárcel, que empieza a cumplir en Zaragoza. Marta Ferrusola, madre de
familia numerosa, una mujer dinámica, que trabaja como profe de gimnasia
en un colegio, coge cada viernes el 600 y se va a Zaragoza. Por lo
común, para que no le dejen ver a su esposo. Más de dos años después,
Pujol sale de la cárcel. Es otro hombre. Por un lado, es un hombre
popular. El PSUC --la parte más activa de la oposición catalana al
franquismo, tras el exterminio de la oposición libertaria, en los 40's--
se ha mojado por él durante el consejo de guerra y durante su condena.
Es un referente, o al menos, un nombre conocido del antifranquismo y del
catalanismo. Además, ha hecho lo hasta hacía poco improbable: ha
rescatado del franquismo la tradición conservadora y católica
catalanista, que vuelve a existir en su persona. Pero por otro lado es
otro hombre. En la cárcel le ha pasado algo, de lo que no habla. Ha
perdido luminosidad y ganado introversión. Sin duda, la cárcel es un
punto de inflexión en la vida de Pujol y de su "equipo". Tal vez,
incluso, determinante en los hechos delictivos que se valoran en la
actualidad.
El juego de equipo
Tras la cárcel, Pujol evita la política. O transforma su participación en ella. Vuelve al staff de
Banca Catalana, suspende su activismo católico y catalanista y consagra
los fines de semana a una nueva actividad. Recorre Catalunya,
normalmente en el 600 de Ferrusola. Visita todos y cada uno de sus
municipios. Conoce personalmente a todos los grupos de oposición
locales, a los inconformistas, a los raros, a los resistentes y a los
inadaptados al franquismo. Crea un who is who catalán del que
no dispone ningún otro individuo o partido de la oposición. Estudia
quiénes podrán integrarse, en el futuro, en una opción
catalanista-conservadora. Se relaciona, se deja ver y querer, y crea un
liderazgo discreto. Llama a todo ello "fer pais". Cuando el franquismo está dando sus últimos coletazos, abandona la dinámica de "fer pais" por la de "fer política". En 1974 funda CDC. En Montserrat. Para disimular, aprovechan un encuentro de peñas del Barça. Allí, con bufandas blaugranes, se
crea un objeto raro, personal y que se presenta a sí mismo como
socialdemócrata. Junto con las opciones catalanistas de izquierda de
Pallach, y junto a Dionisio Ridruejo, es la única opción socialdemócrata
de mercado español. Es decir, vuelve a ser algo improbable. Solventa
esa improbabilidad con su red de relaciones, tejida en su etapa "fer pais".
La actividad posterior a la fundación de CDC es frenética. No para.
Desde su desaparición familiar, tras el consejo de guerra, Pujol es un
desaparecido en su propia casa. Ha cumplido condena y, posteriormente,
se ha volatilizado para "fer pais" y, luego, para "fer política". Es un padre nominal de siete hijos. Algo que ya advirtió antes de casarse --recuerden: "el primer és Catalunya"--. Es Ferrusola quien ejerce de padre y de madre en esa familia desestructurada. Por Catalunya.
Cuando el franquismo está dando sus últimos coletazos, abandona la dinámica de "fer pais" por la de "fer política"
De esta época iniciada en la
cárcel nace, al parecer, una nueva autopercepción de la familia. A
través de la ausencia del padre. En el libro de Francesc Marc Àlvaro
aparecen estas declaraciones de dos hijos de Pujol: "La dedicació" --de Jordi Pujol-- "a
la política ha fet que hagi estat poc pare quantitativament parlant,
però d’un alt nivell qualitatiu. Tots els germans el veiem més com a
president que com a pare", dice uno. "Nosaltres hem estat molt a la intempèrie", dice otro.
Las declaraciones visualizan una
culpa que siempre, por lo visto, ha acompañado a Pujol. No haber
cuidado de sus hijos durante su crecimiento. Posiblemente, tampoco, a su
esposa. Las culpas se curan con contrapartidas, y eso es lo que,
posiblemente, sucedió cuando Pujol accedió al poder. Tuvo la
contrapartida de compartir con su familia el final de la travesía, una
travesía hacia un punto dado, del que la familia era, al parecer,
consciente. En una frase atribuida a Marta Ferrusola --"Aquesta familia ho ha fet tot per Catalunya, i ja és hora de que Catalunya faci alguna cosa per la familia"--, parece visualizarse un poco todo ello. ¿Cuándo se produce ese momento dado?
Los negocios Macbeth
Pujol gana las primeras elecciones autonómicas catalanas
en 1980, de manera sorpresiva, pero precaria. No consigue una mayoría
resultona --absoluta, para más señas-- hasta 1984. Y la consigue gracias
al caso Banca Catalana. El caso se inicia con la crisis declarada del
banco, en 1982, y resultará paradigmático, incluso fundacional, en el
canon de la recepción y tratamiento del género corrupción en la
política, la justicia y los medios post-78. Inicialmente imputado, junto
con otros 24 directivos de la entidad bancaria, la defensa de Pujol es
patriótica y política. Defiende que se trata de una agresión de España
hacia Catalunya en su persona. Gestiona esa baza con una astucia y
efectividad llamativas, que le permiten, tras crear la sensación de un
nacionalismo ofensivo que se estaba extralimitando contra un
nacionalismo defensivo, su primera mayoría absoluta. Los medios
participan de esa cosmovisión o la atacan; quedan divididos por sus
intereses económicos internos.
El mismo día en el que toma posesión de su cargo para su
II legislatura presidencial, una nutrida manifestación acompaña a Pujol y
al gotha CDC, desde el Parlament hasta el Palau de la
Generalitat. En el Parc de la Ciutadella se producen agresiones y golpes
a diputados socialistas por parte de los manifestantes --en esta
ocasión, ni el Parlament ni la Generalitat se personaron como
demandantes contra los manifestantes, como en 2011, cuando fueron
detenidos y condenados ocho ciudadanos que protestaban contra los
primeros presupuestos de la austeridad--. Pero la apoteosis se produce
en el balcón de la Generalitat. Pujol no sólo proclama su honestidad,
sino que se erige en autoridad moral de la política en España. Y, desde
luego, en Catalunya. Es Catalunya: un proyecto ético y honesto.
Conscientes de haber colaborado en la mayoría absoluta de Pujol, el
Gobierno se apresta a quitar leña, o gasolina, al asunto. Da órdenes a
la Fiscalía, que cede en su presión sobre Pujol y le exonera de cargos
ya en 1986. Más tarde se celebraría el juicio a Banca Catalana. Su
sentencia supuso un nuevo tratamiento a la corrupción en el que, por
ejemplo, se especificaba que el hecho de que un banco tuviera una doble
contabilidad no era, sic, delito.
La apoteosis se produce en el balcón de la Generalitat. Pujol no sólo proclama su honestidad, sino que se erige en autoridad moral de la política en España
Es, sin duda, con el caso Banca Catalana cuando
la familia accede a la percepción de que ha concluido su travesía. De
que están en otro estadio. De que son intocables. De que carecen de
control. El día de la segunda investidura de Pujol, en el balcón de la
Gene, después de que Pujol proclamara no sólo su inocencia, sino su
autoridad ética y estética, los manifestantes emiten, por cierto, un
grito que explica todo ello. El grito alude a Marta Ferrusola. El grito
colectivo vocifera un pareado cutre, pero efectivo: "Marta Ferrusola / això és una dona". Esto es una mujer.
Cherchez la femme. Cherchez l'homme
¿Quién es esa mujer, admirada, que ha adquirido la
proporción del ideal femenino para el catalanismo conservador? Es
católica. Se la ha vinculado con el Opus. Y, en efecto, ha participado
en ceremonias del Opus --fue a Roma con motivo de la beatificación del
fundador--. Entre su núcleo cercano hay algún perfil, en efecto, del
Opus. Pero los Pujol carecen de núcleo íntimo, salvo ellos mismos. No
tienen amigos, se ha llegado a decir. Y en su grupo cercano también se
encuentran individuos con otras opciones de catolicismo, como algún
jesuita. Quizás sería más acertado decir que se trata de una católica
conservadora, un tanto autoritaria. Durante su etapa de Primera Dama
--ha sido, quizás, la única esposa de Presi que ha ejercido de Primera
Dama--, visualizó cosmovisiones conservadoras à gogo. En alguna
ocasión se pronunció contra una serie británica emitida por la
primerísima TV3. Transcurría en un campo de concentración femenino en la
Asia invadida por Japón, y sus protagonistas llevaban la ropa hecha
jirones, lo que era poco edificante. Ha emitido opiniones en las que
parece hablar de una Catalunya ancestral y auténtica, opuesta a una
Catalunya no catalana, en peligro de extinción y en manos de la
emigración --"Mis hijos no siempre podían jugar en el parque porque casi
todos los niños eran castellanos"--. En ocasiones ha sido aún más
directamente xenófoba, señalando la inmigración no europea como amenaza a
una Europa y Catalunya cristianas. Se ha pronunciado contra la
homosexualidad --"Un vicio, un defecto, una tara, o la suma de todo
ello"--. De hecho, en CDC no ha habido homosexuales declarados hasta que
Ferrusola desapareció del paisaje. El primero en salir del armario fue
un sobrino de Xavier Trias, primer alcalde CDC de Barcelona.
En ocasiones ha sido aún más directamente xenófoba, señalando la inmigración no europea como amenaza a una Europa y Catalunya cristianas
También es una mujer inestable o con golpes de genio.
Coincidiendo con rumores de que Pujol tenía un lío --un país pequeño
tiene eso; todo el mundo se conoce; conocía, por ejemplo que Pujol, ese
protestante-católico, bebía vino en tetrabrick en sus
encuentros íntimos, durante un cenorrio en el que parecía brillar con
luz propia la mortadela--, Ferrusola reivindicaba en declaraciones el
carácter estable de su matrimonio. En esos periodos, también
acostumbraba a cambiarse el peinado, y a llevar, incluso, falda con
rajote. Anyway. En todas esas declaraciones conservadoras y
fuera del tiesto, la afición le reía las gracias. El "equipo", en fin,
estaba organizado. Pujol apelaba a la razón, al entendimiento, a la
cultura, a la inteligencia. Y, para los mismos temas, Ferrusola apelaba a
otras tradiciones menos alambicadas. Cabe entender que también había
otros entendimientos e intercambio de roles entre la pareja, más
inquietantes aún. Cristina Palomar, en su reciente e importante Això és una dona! Retrat no autoritzat de Marta Ferrusola (2015),
viene a señalar que, a través de Ferrusola entran en la cosa CDC y el
entorno presidencial personajes inquietantes como Lluís Prenafeta.
Lluís Prenafeta es una metáfora, a su vez, del pujolismo.
Negocios y Gobiernos paranormales
Es posible que Prenafeta accediera al Pujolato vía
Ferrusola. Pero también es posible que lo que entrara en el Govern,
previa o sincrónicamente entrara también en la familia. El caso de
Prenafeta es paradigmático. Su nombramiento como secretario adjunto de
la Presidència es el primer acto presidencial de Pujol, en 1980. Es, a
su vez, algo sorprendente, o que debería de haber sorprendido más.
Prenafeta carecía en ese momento de trayectoria política. Se dedica sólo
a los negocios, subsector pelotazo-barcelonés, ese tipo de acceso a la
riqueza que sólo es posible con aproximación a una institución o a una
sombra del poder. En el momento de su incorporación al proyecto Pujol,
"el referente moral de la política" cuatro años después, en 1984,
Prenafeta ha participado, o está a punto de hacerlo, en negocios con
Ferrusola. Una empresa suya adquiere la sastrería de los Ferrusola, y la
vende a otra empresa por, lo dicho, 300 millones. Mucho para una
sastrería común. Es posible que, de una forma u otra, no lo fuera. Esa
venta suele considerarse como el momento de despegue de la Marta
Ferrusola empresaria. Junto con la esposa de Carles Sumarroca
--empresario vinculado al catalanismo conservador; sus empresas están
siendo investigadas actualmente por la Fiscalía en el pago de
comisiones a CDC--, funda una empresa de floristería. La Generalitat es
uno de sus clientes. Otro, el Barça. Que, por cierto, tiene problemas
con el césped del Camp Nou que, en ese momento, gestiona y adecua esa
empresa.
A través de Prenafeta, por cierto, se produce la entrada de Jordi Pujol Ferrusola, alias Junior, en
el mundo de los negocios chupis. Durante su periodo Prenafeta, Junior
conoce a otro empleado, con el que hace migas. Se trata de Artur Mas,
una persona que en breve estará próxima al núcleo familiar/político de
CDC, y que será seleccionada --en la selección participó, al parecer,
una Marta Ferrusola muy activa-- para liderar CDC en el trance de la
jubilación de Jordi Pujol, y en el ínterin hasta su relevo por Oriol
Pujol.
A través de Prenafeta se produce la entrada de Jordi Pujol Ferrusola, alias Junior, en el mundo de los negocios chupis
"Mas era una suerte de Forrest Gump", me dice una voz CDC
que estuvo destinada a calentar el asiento del próximo Pujol President
durante un tiempo. No pudo ser. Afectado por un caso de venta de
políticas, Oriol Pujol desapareció de la política momentos antes del
inicio del Procés. Curiosidad metafórica. En su última legislatura como parlamentari, se
llevó de la biblioteca del Parlament, antes de sus últimas vacaciones,
varios libros sobre procesos de autodeterminación. No sabía, se
sobreentiende, mucho del tema en el momento inicial del Procés. Del
Procés Gump.
Adiós a todo eso
En 2005, sorpresivamente y sin informar a nadie de su
entorno, el Presi Maragall, en pleno calentón en el Parlament, acusa a
Mas y a CDC de que "vostés tenen un problema. I aquest problema es diu 3%". Mas,
el nuevo líder de CDC, no se aturde. O sí. Le exige que retire lo
dicho. Maragall lo retira. Los medios no profundizan mucho al respecto.
La Fiscalía empieza una investigación, que acaba como el rosario de la
autora. CDC anuncia que presentará una querella contra Maragall, que
finalmente retira. Todo vuelve a su cauce. Hasta que el cauce se
desparrama por su lado menos previsto. En 2012 se inicia el Procés. La
primera respuesta del Estado es retirar a CDC, una cultura del Estado no
diferenciada, su amistad y protección. El Estado intensifica lo que ya
sabe. Que la familia Pujol, como cualquier otra familia política
española, tiene unos hábitos peculiares en lo económico. Un
funcionamiento idéntico, vamos. La del Estado es una operación
ejemplarizante, una advertencia seria a CDC. Pero repleta de riesgos.
Ejemplo: los socios de los Pujol son también algunos tramos del staff del PP. Incluso se habla de la participación de la Corona en algunas dinámicas.
El Estado intensifica lo que ya sabe. Que la familia Pujol, como cualquier otra familia política española, tiene unos hábitos peculiares en lo económico
La financiación de CDC, en todo caso, no dista mucho de la
de cualquier otro gran partido de la Transición. Tal vez su
originalidad es que una sola familia ha copado la cúpula del partido
durante décadas, y que, al parecer, ha participado activamente en
negocios y en el cobro de beneficios que no sólo iban al partido. Nace
el caso Pujol, a través de filtraciones del Estado y sus
cloacas. Un caso lento, demasiado, de azaroso final, vistos sus
involucrados. Pero con algunos fragmentos relámpago. En 2014, Pujol
confiesa haber tenido dinero ilegal en cuentas extranjeras. Aduce que su
origen, cosa poco probable, por otra parte, es un legado de su padre.
Esa confesión, en fin, cambia el carácter de Pujol, que aparece en
público, desde entonces, como un hombre derrotado.
En 2015, la familia Pujol va acudiendo a una Comissió
d’Investigació sobre ellos mismos. La ciudadanía tiene ocasión de ver a
una familia no calculada. Los niños Pujol, que desde los 70 van
apareciendo en la prensa como una suerte de media docena y pico de
John-John Kennedy, ahora son unos adultos inquietantes, raros, frikis,
con negocios extraños y sensibilidades no solucionadas. Jordi Pujol,
torpe, envejecido, un hombre que reivindica, sin argumentos, su legado
moral, explota en una comparecencia. Viene a decir que si se sigue
investigando al respecto, "si zarandeamos el árbol, caerán todas sus
ramas". Su esposa es más beligerante. Expone su célebre "no tenim un cèntim", y añade que "Catalunya no es mereix una comissió d’investigació". Una frase que viene a sobreentender que Catalunya es, en esa alocución, algo parecido a ella. Si no ella.
El mundo en el que brilló, en el que ejerció su idea de
familia, de "equipo", ya no existe, no le ríe las ocurrencias castizas
y, lo que es peor, no la protege. Es una mujer sin musculatura, cuya
espalda ha cedido, que viaja desorientada en Els Catalans, Els Ferrocates, el Ferro. La
desorientación --y quizás este sea el único rasgo Lady Macbeth en este
personaje del pop y de los sucesos-- de Lady Macbeth en el segundo acto,
cuando, taciturna, grita. Sólo quiere limpiarse una mancha que no se
quiere ir.
Autor: Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la
Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo)
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