Esta
semana, decenas de miles de trabajadores en industrias clave en Grecia
se pusieron en huelga contra las medidas de austeridad de la Unión
Europea (UE) impuestas por el gobierno de Syriza (Coalición de la
Izquierda Radical). Esta acción tuvo lugar en medio de una ola creciente
de huelgas y protestas masivas en toda Europa y Medio Oriente, con
enfrentamientos en Irán y Túnez, y huelgas en Alemania y Gran Bretaña.
El
resurgimiento internacional de la lucha de clases a comienzos de 2018, y
en particular la lucha en Grecia, plantea cuestiones críticas de
perspectiva política y estrategia. Una indicación inequívoca de sus
implicaciones revolucionarias es el hecho de que masas de trabajadores
entran en conflicto con un partido pseudoizquierdista que ha pasado por
la “izquierda radical” o la “extrema izquierda” del establishment
político. La clase obrera está emergiendo como la fuerza principal que
defiende los derechos sociales y democráticos básicos en la lucha
política contra Syriza.
Las
medidas que Syriza está imponiendo son una prueba de que ella y sus
partidos hermanos no son “de izquierda”, sino partidos de derecha,
conscientemente hostiles a los trabajadores. El “proyecto de ley
múltiple” de la UE incluye prohibiciones de huelgas; recortar los bonos
de los trabajadores por trabajos pesados o peligrosos; recortes
drásticos o la eliminación de beneficios familiares para casi 70.000
familias; medidas para facilitar ejecuciones hipotecarias; una nueva ola
de cierres de escuelas; la desregulación de las empresas de energía y
transporte, farmacias, panaderías y otras empresas; y la construcción de
casinos.
Los
trabajadores protestaron, en particular, por el ataque de Syriza al
derecho a la huelga, recogido por la constitución griega. Un trabajador
señaló amargamente, “Generaciones que vinieron antes que nosotros
derramaron su sangre para tener el derecho de huelga. Ahora un supuesto
gobierno de izquierda está intentando abolirlo”. Otro comparó el ataque
de Syriza contra el derecho a la huelga con la junta de coroneles
respaldada por la CIA, que gobernó Grecia desde 1967 hasta 1974 y
reprimió sangrientamente a la izquierda: “Tales cosas sucedían solo
durante la junta. Este gobierno es de izquierda solo de nombre. En los
hechos, es una junta”.
Al
igual que la junta de los coroneles, la junta de Syriza y la dictadura
de los banqueros de la UE solo pueden ser derrotadas mediante la
movilización internacional de la clase obrera en la lucha
revolucionaria. Lo que se requiere es una ruptura despiadada con las
viejas y podridas formas de lo que ha pasado por la política de
“izquierda”.
Esto
significa un giro hacia la perspectiva de la revolución socialista
mundial y las tradiciones marxistas clásicas de la Revolución de Octubre
y el Partido Bolchevique de Vladimir Lenin y León Trotsky, continuado
por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) —la única
tendencia que advirtió a los trabajadores del rol político de Syriza
antes de que tomara el poder en 2015.
Cuando
Syriza ganó esas elecciones, comprometiéndose a poner fin a los seis
años de la austeridad devastadora de la UE impuesta por los sucesivos
gobiernos socialdemócratas y conservadores, fue aclamado como un modelo
por sus partidos hermanos a nivel internacional. El Nuevo Partido
Anticapitalista (NPA) de Francia declaró: “La victoria electoral de
Syriza es una excelente noticia. Llena de esperanza a todos los que
luchan contra la austeridad en Europa”.
Los
afiliados griegos de la Organización Socialista Internacional (ISO) en
los Estados Unidos escribieron: “Syriza como partido político es
irremplazable. El funcionamiento de sus órganos organizativos y de sus
miembros, con participación colectiva y democracia en todo el partido,
no es un extra opcional, sino una condición previa para la victoria
final de Syriza, y la victoria final de toda la izquierda y de nuestro
pueblo”.
Solo
el CICI advirtió que Syriza no era un partido revolucionario que
buscaba liderar a la clase obrera en la toma del poder, sino un partido
reaccionario de la clase media pudiente que busca reforzar sus
privilegios dirigiendo el Estado capitalista griego y promoviendo el
nacionalismo y la UE.
Escribimos
en enero de 2015, antes de la victoria de Syriza, “para los
trabajadores, un gobierno de Syriza no representaría una salida a la
crisis; por el contrario, representaría un enorme peligro. A pesar de su
fachada de izquierdas, Syriza es un partido burgués que descansa en las
capas opulentas de la clase media. Sus políticas están determinadas por
burócratas sindicales, académicos, profesionales y funcionarios
parlamentarios, que buscan defender sus privilegios mediante la
preservación del orden social”.
Esto
fue confirmado inmediatamente una vez que Syriza llegó al poder. Al no
hacer ningún llamamiento para movilizar a los trabajadores de otros
países contra la austeridad de la UE, Syriza formó una coalición con los
griegos independientes de extrema derecha y comenzó a negociar la
austeridad con la UE. Menos de un mes después de tomar el poder,
traicionó su promesa de terminar el Memorando de austeridad de la UE y
lo extendió. El ministro de Finanzas de Syriza, Yanis Varoufakis, dijo
después que en las conversaciones con la UE en ese momento, propuso
políticas “estándares thatcheristas o reaganescas” derechistas.
Syriza
pasó la primavera y el verano buscando desesperadamente una manera de
justificar el rechazo de sus promesas electorales y la imposición de
austeridad, y finalmente convocó un referéndum sobre la austeridad de la
UE en julio. El primer ministro de Syriza, Alexis Tsipras, esperaba, en
palabras del antiguo admirador de Syriza, Tariq Ali, que “el ‘Sí’ iba a
ganar, y planeaba renunciar y dejar que los secuaces de la UE
gobernaran”. Sin embargo, en un referéndum rigurosamente polarizado a lo
largo de las líneas de clase, Grecia votó “no” a la austeridad en un 62
por ciento.
Tsipras
respondió pisoteando el voto e imponiendo los recortes sociales de la
UE, incluyendo recortes masivos de pensiones y otros ataques a la clase
trabajadora.
Estos
acontecimientos demostraron el conflicto irreconciliable entre los
trabajadores, por un lado, y Syriza y sus otros partidarios
pseudoizquierdistas, por el otro. Tsipras y sus partidarios trataron de
presentar y promover esta traición a lo largo de líneas nacionalistas,
como el resultado inevitable de una lucha desigual entre la Grecia con
problemas de liquidez y la UE más rica.
Sin
embargo, hablando con los bancos y los principales inversionistas,
Tsipras presentó a Grecia como un nuevo paraíso de bajos salarios donde
las superganancias podrían realizarse gracias a sus ataques contra los
trabajadores. “Los inversores extranjeros son bienvenidos”, dijo, “y
encontrarán un gobierno con un mandato claro para provocar cambios en el
país … En unos años, Grecia se convertirá en un destino principal para
la inversión extranjera, esta es mi opinión y mi deseo”.
Al
mismo tiempo, Syriza respaldó con entusiasmo las guerras imperialistas
lideradas o apoyadas por las potencias de la OTAN, al ser anfitriones de
bases estadounidenses para su posible uso en ataques a Siria y vender
armas a Arabia Saudita para usarlas en su guerra en Yemen. Esto culminó
con el abrazo de Tsipras al multimillonario derechista y presidente de
los EUA, Donald Trump, en una visita de estado a Washington el año
pasado donde declaró: “Estados Unidos es una potencia muy fuerte y su
capacidad para intervenir definitivamente es muy, muy importante.
Tenemos valores comunes”.
La
aprobación de la legislación rompe-huelgas de Syriza subraya que la
declaración de Tsipras de que comparte valores comunes con Trump no fue
un error. Era un reflejo preciso de la política de derechas y lealtades
de clase de Syriza. Es una acusación contra todas esas tendencias ―desde
NPA e ISO hasta Podemos en España, el Partido de Izquierda de Alemania o
los diversos componentes del grupo Momentum dentro del liderazgo del
Partido Laborista británico― que promovieron a Syriza o lo tomaron como
modelo para sus propias actividades.
Esta
traición es una experiencia estratégica de la clase trabajadora
internacional. Syriza ha demostrado la absoluta imposibilidad de que la
clase trabajadora obtenga cosa alguna si es estrangulada dentro de un
marco nacional y acepta una perspectiva pro-capitalista de trabajar a
través de la maquinaria del estado capitalista existente y los
sindicatos.
El
giro debe ser hacia la construcción por la clase trabajadora de
organizaciones independientes de lucha en lugares de trabajo y barrios,
librando una lucha revolucionaria común en todos los países de Europa
contra las políticas reaccionarias de la UE. Sobre todo, la cuestión
crítica es construir el CICI como el liderazgo revolucionario
internacional en la clase trabajadora que explicará a los trabajadores
que estas luchas son parte de un proceso de desarrollo de la revolución
socialista mundial, que representa para los trabajadores de todos los
países la tarea de tomar el poder y construir un estado obrero que
prosiga políticas socialistas.
Las
críticas del CICI a Syriza establecieron que es la organización que
puede ofrecer este liderazgo revolucionario. Sus críticas no fueron
actos de “sectarismo”, como afirman los grupos pablistas como el NPA.
Más bien, demarcaron la línea divisoria entre el CICI, la dirección
revolucionaria de la clase obrera, y los partidos militaristas
rompe-huelgas como Syriza y sus cómplices políticos.
Los
grupos de la pseudo-izquierda son charlatanes reaccionarios conscientes
de su propia hostilidad hacia los trabajadores. El sitio web pablista International Viewpoint
publicó recientemente un artículo, “Grecia, una historia sin el prisma
distorsionador de Syriza”, que confiesa que “el liderazgo de su
movimiento, así como los liderazgos de la mayoría de las corrientes
revolucionarias internacionales, han apoyado acríticamente a SYRIZA, y
por lo tanto asumen su propia responsabilidad por haber ayudado a SYRIZA
a hegemonizar la corriente social que surgió contra la austeridad, lo
que indujo pasividad entre la clase trabajadora, falsas expectativas
electorales y, finalmente, un desastre”.
La
única tendencia internacional que este artículo no se atrevió a
mencionar fue el CICI, que constantemente se opuso y expuso a Syriza y
la promoción de este partido por parte de los pablistas. Esto subraya
que el nuevo liderazgo marxista que hay que construir son secciones del
CICI en Grecia y en todos los países.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de enero de 2018)
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