Una
magnífica presentación por parte de Andreu Jaime de la obra de Irish
Murdoch, una filósofa y novelista que no suele ser muy leída, ni
siquiera en la comunidad académica de filosofía. A diferencia de la
gente del gremio tuvo una vida intensa y sus personajes nacen de sus
grandes capacidades de análisis de la naturaleza humana. Son personajes
grises y desubicados en su vida moral. Aunque se suele considerar El
mar, El mar como su mejor novela, seguida de El príncipe negro, yo
siempre preferí Henry y Cato, con cuyos personajes contradictorios
tiendo a identificarme. No logré convencer de su excelencia al grupo de
lectura de Filosofía y Literatura que nos reunimos dos veces al año y
que hace tiempo discutió a propuesta mía esta obra. Pese a ello la sigo
considerando una gran obra de filosofía y de literatura. Introdujo en el
mundo analítico la obra de Sartre, a quien por otro lado criticó con
agudeza. No se entienden sus personajes sin el análisis de la mala fe
sartriana. Vivió los tiempos de Wittgenstein, con quien no coincide en
ninguno de los aspectos: ni vital ni filosófico y quizás por ello ha
sido relegada, aunque estoy convencido de que Wittgenstein habría ganado
mucho leyendo a Murdoch. Fue siempre lectora, seguidora y divulgadora
de Simone Weil. Su obra La soberanía del bien, a la que suele
adscribirse el adjetivo de platónica, trata de responder a una pregunta
por la desorientación moral contemporánea: cómo es posible comportarse
moralmente en un mundo abandonado por los dioses. Escribió un
maravilloso ensayo sobre literatura y filosofía como dos géneros de
escritura que suelo recomendar mucho a quienes confunden los dos
caminos. Bienvenido este ilustrativo artículo.
El legado de la escritora irlandesa adquiere nueva relevancia a los 100…
"La literatura hace muchas cosas, la filosofía sólo una”. Con esta concisa respuesta a una pregunta de Bryan Magee, Iris Murdoch (1919-1999) describía la diferencia entre las dos disciplinas a las que había dedicado toda su vida. Fue en un programa de televisión emitido en 1977, cuando Murdoch gozaba de un prestigio intimidante, siendo calificada a menudo como “la mujer más brillante de Inglaterra”. Era entonces conocida sobre todo por sus novelas, pero también se la respetaba en los círculos filosóficos de Oxford y Cambridge, si bien como una pensadora excéntrica y radicalmente independiente. Su caso era y sigue siendo excepcional, puesto que había logrado destacar en dos ámbitos cuya confluencia es a menudo problemática e incluso deletérea. Iris Murdoch fue, por un lado, una novelista divertidísima y, por otro, como ha dicho Martha Nussbaum, una “gran filósofa moral”, una pensadora que se atrevió a enfrentarse a los dogmas de su época, abriendo un pequeño camino propio en el tupido bosque de la filosofía del siglo XX. El centenario de su nacimiento, que se celebra este año, es una buena excusa para volver a su obra y atender otra vez a sus preguntas (...)
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