CTXT.ES Gloria Elizo 11/07/2021
Lo que a veces llamamos el ‘caso Villarejo’ no es un ‘hashtag’ de Twitter sino un sistema político, como lo fue ‘tangentopoli’ en Italia
Las fechas van y vienen... Hace apenas dos años que a la vecina Torre Picasso –que le ha robado el título del edificio más alto de Madrid– se ha mudado un supuesto policía en supuesta excedencia. Supongamos que ha llamado a su negocio Club Exclusivo de Negocios y Transacciones, aunque en las plantas nobles de los alrededores lo conozcan por CENYT o, incluso, los más avezados, por “lo de Pepe, el comisario”.
Supongamos que el tal Pepe aún no es comisario, supongamos que pronto lo será. Que ha vuelto a cambiar el Gobierno y, para el tal Pepe, cada cambio de gobierno es una oportunidad…
Es un fin de semana de invierno seco en Madrid, de esos en que hasta las estrellas –bien visibles– parecen tiritar de frío. Hace horas que los bomberos han abandonado el edificio que debe su nombre a la sala de fiestas que integra en su semisótano, otro de esos templos de la noche madrileña tardofranquista –la discoteca Windsor–, siempre entre lo siniestro, lo pomposo y el más castizo freak show.
Unas cuantas plantas más arriba, mucho más discretamente, se encuentran las oficinas en España de Deloitte –la mayor consultora de servicios a nivel mundial– que acaba de consolidar su posición dentro de las big four, aprovechando que Arthur Andersen –su competidora– necesita salir de la circulación, supongamos que por haber colaborado activamente en la ocultación y el fraude masivo de Enron, ese otro símbolo del capitalismo más audaz e innovador, cuya gran creatividad financiera ha acabado en una estruendosa bancarrota, particularmente dolorosa para los bolsillos de sus trabajadores y pequeños accionistas.
Parece que ese mismo viernes un fiscal ha solicitado a Deloitte la documentación de la valoración encargada por Francisco González cuando, nueve años atrás, decidió vender FG Valores, su empresa de inversiones. Nueve años atrás.... parece que González sería el elegido por Aznar para intentar madrugarse la privatización de la banca pública de un país cuyos gobernantes parecen dispuestos a vender por piezas, en aras de un futuro glorioso, la más estimulante competitividad y lo que surja, en forma de comisiones y puestos en consejos de administración, de esos de a cien mil euros por reunión.
(…) Son las alcantarillas giratorias. La guerra sucia se ha trasladado al brillante parquet bursátil. Villarejo seguirá siendo su enlace sindical facturando –eso sí– a través de su empresa en la torre Picasso. En el área de seguridad de un gran banco recomiendan por escrito su contratación: “Tiene acceso a recursos difícilmente accesibles para el resto de empresas, por lo que el servicio prestado es muy superior”. ¿Quién se resiste a tener a su servicio un trocito del Ministerio del Interior? ¿Acaso no está el bipartidismo privatizándolo todo? ¿Por qué un respetable empresario como Villarejo no va a privatizar sus fuerzas de seguridad?
El portfolio de negocios lo abarca todo y todos se conocen: un tiempo en la policía protegidos, ascendiéndose unos a otros, haciéndose favores, cuidando la información, manejando los reinos de taifas de provincias, escalando por la pirámide del Cuerpo, entre sobresueldos y recomendaciones, para acabar en las grandes empresas con salarios estratosféricos. Dentro y fuera. Y todo a través de Pepe Villarejo. Operaciones financieras, pequeños cambios en un pasaporte, una regularización, una venganza, una extorsión multimillonaria, una noticia en un periódico que te señala y que desaparece por arte de magia tras la contratación de un copi-pega… La máquina del dinero no se detiene para los que pueden ser contratados, pero, sobre todo, no pueden dejar de contratarse. Lo llamamos “cloacas” por evitar problemas con la justicia. Pero su nombre es mafia. No lo han inventado ellos.
Los corruptores del bipartidismo contratan a los policías de las cloacas para sus vaivenes políticos, mientras los corrompidos de la política contratan a los policías de las cloacas para defenderse de los vaivenes de su corrupción. Al principio está Villarejo. Al final también. Villarejo y sus jefes de seguridad, Villarejo y sus periodistas al dictado, Villarejo y sus empresas, Villarejo y sus troncos en las unidades de investigación judicial, en la UDEF, en Interior. Villarejo y sus relaciones en los juzgados... Villarejo lo puede todo. Es el árbitro de las disputadas privatizaciones, es el rey de las operaciones bursátiles, es el master del blanqueo de capitales, es, finalmente, la última esperanza de las causas judiciales que el bipartidismo va dejando como un rastro de aceite que Villarejo cobra por limpiar, tanto o más que lo que cobró por ensuciar.
Por eso es tan importante entender que Tándem no es un caso de corrupción, que es la misma estructura de poder que sustenta los últimos cien años de la historia de España, la que va desde el informe Picasso hasta los papeles de la Castellana pasando por la agenda Rivara del franquismo; y que, por eso, es tan lamentable que quienes tenían que haberlo entendido no fueran capaces de darse cuenta de que lo que a veces llamamos el ‘caso Villarejo’ no es un hashtag de Twitter sino un sistema político –como lo fue tangentopoli en Italia–, y que si seguimos sin poder contarnos la verdad es porque casi todos los poderosos de este país piensan en décadas mientras la mayoría de los políticos de este país siguen pensando en la próxima semana (...)
+ Jesús Cintora 29/7/21
3+ Albino López 30/7/21 Ferran Martín: El mártir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario