Comunicadores y tertulianos se encuentran desorientados: el enemigo cambia a cada momento y nadie les avisa de ello
De Libia a Irán, pasando por Cuba y Venezuela. El negocio manda
De Libia a Irán, pasando por Cuba y Venezuela. El negocio manda
Ángel Cappa 21/01/2016
A veces sucede que el ejército de comunicadores al
servicio de nuestro estilo de vida de fin de la historia se queda por
detrás de los acontecimientos que corren a toda velocidad. Y los vemos
combatiendo con toda su ferocidad dialéctica contra enemigos que ya no
lo son, como si fueran quijotes bienpensantes enfrentándose a sombras de
molinos de viento inexistentes.
Así como en otros
momentos de esta historia tan contradictoria nos asustaban con Gadafi
hasta que aparecía el caballo de regalo que les desorientaba tanto a
ellos como a nosotros, o nos convencían de la necesidad de bombardear
Irak porque con toda seguridad había en ese país no solo mucho petróleo
sino armas de destrucción masiva que nunca encontraron, ahora también
suelen chocar contra la dura realidad que los desautoriza en medio de la
batalla verbal.
De pronto, Cuba dejó de ser cuna y origen de todos los
males a causa de la revolución popular expandida por doquier, cuando los
adelantados Zapatero y Moratinos avisaron que las puertas de los
negocios estaban abiertas. El patio se llenó entonces de empresarios que
inmediatamente olvidaron que los Castro eran compinches del diablo. Y
hoy por hoy, ¿quién se anima a repetir los epítetos tremendos que hasta
no hace mucho merecían los barbudos revolucionarios?
Así es que los pobres comunicadores y tertulianos de las buenas
costumbres viven en un sinvivir. No hay derecho, por ejemplo, a que
nadie les haya avisado hasta ahora de que EE.UU. levantó las sanciones
que había impuesto a Irán y que, por lo tanto, si el mandamás abraza al
feroz enemigo, es que ni es feroz ni es enemigo.
Justo ahora que ya estábamos seguros de que los iraníes estaban
preparando una bomba atómica con la intención de complicarnos esta vida
tan apacible que tenemos por estos lugares, el dueño del circo nos
informa que no era para tanto. Que borremos a Irán de la lista de países
perversos porque, en el fondo, son buena gente.
Y
por si no creemos que de buenas a primeras sean tan bondadosos, ahí
tenemos a Siemens y Mercedes en primera fila haciendo contratos
comerciales de miles de millones. Los alemanes son más prácticos y para
ellos el euro es el primer amor que nunca olvidan. Por eso Volker
Treier, jefe de comercio exterior de la Confederación Alemana de Cámaras
de Industria y Comercio, dijo: “un mercado de 80 millones de personas
vuelve a ser accesible”. Y a otra cosa mariposa.
Siempre nos quedará Venezuela
Tampoco es cuestión de tirar la toalla tan pronto. Ni de quedarse sin
enemigo que nos haga ver lo buenos y democráticos que somos. Los
bolivarianos no ceden y, a pesar de haber aceptado la reciente victoria
de los opositores vernáculos y extranjeros en las urnas, y de haber
celebrado unas 20 elecciones durante los últimos 15 años, siguen
encarcelando injustamente a quienes promueven acciones violentas en las
calles que causan muertes. Y lo que es peor, siguen organizando
encuentros internacionales de intelectuales, artistas y movimientos
sociales en defensa de la humanidad, nada menos. ¿Dónde vamos a parar si
consentimos que a esos encuentros vayan, además de 300 personas de todo
el mundo, algunos representantes políticos y de movimientos sociales
españoles? Hasta ahí podíamos llegar.
Tienen que
enterarse de que no admitimos dictaduras. Salvo la de Marruecos, a donde
se puede ir tranquilamente como fue el rey Felipe en su primera visita
al exterior, o la de Arabia Saudita, con quien mantenemos muy buenas
relaciones y de paso le vendemos algunas armas, ya que estamos. O la de
Guinea Ecuatorial, a cuyo capo máximo invitamos a que nos ilustre dando
conferencias en el Instituto Cervantes. Tampoco admitimos sistemas
opresores. Salvo México, con centenares de estudiantes y trabajadores
que pedían justicia enterrados en fosas comunes y pobreza a granel. Ni
gente que gobierne al margen de los Parlamentos y a fuerza de decretos y
represión, salvo Macri en Argentina, pero es que en este caso se trata
de uno de los nuestros, neoliberal donde los haya, gente de confianza.
Sí, es cierto, Macri firmó 50 decretos en 15 días, pero fue para ganarle
a la Kirchner que solo firmó 13 en dos legislaturas. A ver si aprende.
Cambia, todo cambia…
Como bien dice una canción que canta Mercedes Sosa. Los comunicadores
no pueden estar todo el día pendientes de esos cambios. Y menos los
tertulianos con ese ir y venir de un medio a otro. Apenas si les
alcanza, muchas veces, para afirmar que “la desigualdad produce riqueza”
y así dejar por los suelos el último informe de Oxfam que alarmó al
personal con sus datos reveladores del aumento incesante de la
desigualdad en España, solo superada por Chipre.
Se
tienen que dar cuenta que nosotros necesitamos a esos informadores y
tertulianos, porque no es fácil saber a quien amar y a quien temer hoy
en día. Si nos acostamos temiendo la bomba atómica de Irán, no está bien
que desayunemos teniendo que aceptarlos como amigos de toda la vida. Se
nos atraganta la tostada. Es igual que si mañana, por decir algo,
Maduro permitiera que las grandes empresas que antes se lo llevaban todo
de Venezuela lo vuelvan a hacer, y que EEUU controle sus reservas de
petróleo. ¿Entonces qué? ¿de golpe y porrazo habría que tenerles cariño?
No se juega con los sentimientos. Por si hay dudas, a mi me parece
inteligente saber que hay una sola palabra que amamos y amaremos
eternamente y que todo lo demás es superfluo, detalles. La palabra
sagrada que todo lo puede es: negocio.
Si el negocio es posible, todo es posible. Ya verán que así resulta más sencillo entender cómo funciona el mundo.
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