Si hubo un grupo de cómplices del nazismo que se fue “de rositas”
tras el final de la II Guerra Mundial, ese fue el de los empresarios.
Hombres de negocios alemanes, austriacos, franceses y también
estadounidenses que se enriquecieron bajo el capitalismo fascista que
impuso el III Reich. Nombres tan conocidos como Bayer, Ford, Standard
Oil o Siemens colaboraron activamente con Hitler y no dudaron en
utilizar como trabajadores esclavos a los prisioneros judíos, soviéticos
o españoles de los campos de concentración. Carlos Hernández
- Madrid - 23/03/2015 -
El adjetivo "fanático" es el que más se ha empleado
en la historia para definir a Hitler y al amplio grupo de lugartenientes
que dirigieron el destino de la Alemania nazi. Sin embargo, hay otro
calificativo mucho menos utilizado que resulta igual de imprescindible
para explicar su estrategia política y militar. Hitler y el resto de su
camarilla eran grandes "hombres de negocios". En sus mentes pesaban más
el dinero y las cuestiones económicas que su deseo de exterminar a los
judíos. Su modelo de capitalismo fascista, pese a estar basado en una
fuerte intervención estatal, resultó muy atractivo para los empresarios
alemanes y también para importantes magnates extranjeros, principalmente
estadounidenses.
Las SS crearon sus propias empresas
para beneficiarse del trabajo esclavo de los millones de prisioneros
capturados por el ejército alemán. La DEST y la DAW fueron las dos más
destacadas. El objetivo de Himmler era que, gracias a estas compañías,
las SS pudieran jugar un papel predominante en la economía alemana,
incluso en el escenario de paz que se abriría tras la guerra.
Hacer negocio a cualquier precio
Las empresas de armamento, automoción, productos farmacéuticos y
tecnología no podían contar con los jóvenes alemanes para trabajar en
sus fábricas porque estos se encontraban en los frentes de batalla. Los
prisioneros de los campos y los trabajadores forzosos se convirtieron en
la mejor opción y también en la más barata. El negocio de los campos
era redondo. La DEST suministraba los trabajadores, las SS ofrecían la
seguridad y las empresas aportaban el resto. En el reparto de papeles
todos ganaban. Todos menos los deportados, que morirían a millares en
las canteras y las fábricas controladas por el emporio de las SS y por
las empresas privadas alemanas y norteamericanas.
La lista de firmas alemanas que colaboraron y se
beneficiaron de las políticas bélicas y genocidas del régimen nazi es
interminable. Desde gigantes de la automoción hasta pequeñas empresas
familiares e incluso particulares que utilizaron prisioneros de los
campos de concentración para cultivar sus tierras o trabajar en sus
granjas. Estas son algunas de las más destacadas:
IG Farben Este
consorcio fue el que mejor exprimió todas las opciones de negocio que
facilitaba el régimen nazi. Fabricó combustible y un tipo de caucho
sintético llamado "Buna" para el ejército alemán, suministró los
productos químicos para la exterminación masiva de "enemigos" del Reich y
se aprovechó del trabajo esclavo de miles de prisioneros de los campos.
Tres empresas químicas y farmacéuticas constituían el corazón de IG
Farben: Bayer, Basf y Hoechst.
Audi empleó en su cadena de producción a 20.000 trabajadores forzados.
Daimler utilizó a gran escala trabajadores forzados para la fabricación de automóviles.
Bosch empleó a unos 20.0000 trabajadores forzados.
Volkswagen colocó en gran parte de su producción a trabajadores forzados.
Krupp (actualmente Thyssenkrupp). Krupp tuvo la consideración de empresa modelo del nacionalsocialismo y empleó a más de 75.000 trabajadores forzados.
Deutsche Bank.
El historiador Harold James analizó el periodo nazi en 1995. James
tildó la actitud del banco en aquella época como "complaciente".
Lufthansa autorizó
al historiador Lutz Budraß la realización de un estudio sobre su
participación en la creación de la Luftwaffe. Los datos oficiales del
estudio no se han publicado todavía. La pregunta permanece en el aire.
Bertelsmann encargó
al historiador Saul Friedländer un estudio que fue presentado en 2002.
El gigante de los medios de comunicación se aprovechó del régimen nazi
de forma masiva.
Quandt (propietaria de BMW).
Según la investigación llevada a cabo por el historiador Joachim
Scholtyseck, Günther Quandt se enriqueció en el periodo comprendido
entre 1933 y 1945. La empresa del magnate utilizó a 50.000 trabajadores
esclavos.
Oetker abrió
sus archivos en 2007 tras la muerte del patriarca, Rudolf August Oetker.
El historiador Deren Erkenntnisse reveló que Rudolf A. había
pertenecido a las Waffen-SS y colaborado activamente con el régimen
nazi.
Adidas y Siemens han permitido que se investiguen sus archivos. Se sabe que, ambas empresas, emplearon a miles de trabajadores esclavos.
Cómplices en Detroit y Nueva York
Historiadores y economistas coinciden en que a Hitler le habría
resultado imposible lanzarse a la conquista de Europa sin el apoyo de
cuatro grandes multinacionales estadounidenses: Standard Oil, General
Motors, Ford e IBM.
General Motors.
Fabricó miles de camiones militares en sus factorías de Alemania. Su
modelo bautizado con el nombre de Blitz, Relámpago, sirvió a Hitler para
entrar con sus tropas en Austria. La admiración del Führer por la
tecnología de Opel y su agradecimiento por contar con su colaboración le
llevó a conceder la Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana a su
director ejecutivo, James Mooney. GM utilizó a prisioneros de los campos
como trabajadores esclavos.
Ford.
El fundador de la compañía, Henry Ford, era ya conocido a finales de
los años 20 por su profundo antisemitismo. Hitler admiraba profundamente
a Ford, del que llegó a decir que era su inspiración. Ese amor era
mutuo y permitió que la empresa automovilística estadounidense se
convirtiera en el segundo productor de camiones para el ejército alemán,
superado únicamente por Opel-General Motors. Henry Ford también fue
distinguido por Hitler con la Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana
en 1938. Tras la invasión de Francia, la empresa estadounidense continuó
trabajando para el Reich y se negó a fabricar motores para los aviones
de la Royal Air Force británica. Al igual que GM se aprovechó del
trabajo esclavo de miles de deportados.
Standard Oil Le
proporcionó a Hitler el combustible y el caucho necesario para
emprender la invasión de Europa. El Gobierno nazi, consciente de que las
importaciones de petróleo se reducirían con el estallido de la guerra,
decidió fabricar combustible sintético. El complejo proceso de
elaboración no habría sido posible sin la alianza entre el consorcio
alemán IG Farben y la Standard Oil norteamericana. Los buques cisterna
de la Standard suministraron combustible a barcos alemanes en Tenerife y
otros puertos de la España franquista.
IBM.
Su "mérito" fue dotar al régimen nazi de sus aún primitivos pero
eficaces sistemas informáticos. Sus máquinas, que funcionaban con
tarjetas perforadas, precursoras de los ordenadores, resultaron de
enorme utilidad para el Gobierno alemán. Himmler fue consciente de las
posibilidades que le ofrecía la tecnología de IBM para organizar,
distribuir, explotar y eliminar a los millones de judíos y prisioneros
de guerra que cayeron en sus manos durante la guerra. Se realizaron
censos de la comunidad judía que servirían para identificar y eliminar
con mayor facilidad a sus miembros. En la mayoría de los campos de
concentración se abrió un "departamento Hollerith" (nombre de la filial
alemana de IBM) en el que se realizaban fichas de cada deportado,
incluyendo su profesión y su raza o religión.
Esclavos españoles
El grueso de los republicanos que pasaron por los campos de
concentración trabajó y murió a las órdenes de la DEST, la empresa
propiedad de las SS. Las canteras de Mauthausen y Gusen, así como el
molino de piedra ubicado junto a esta última, se cobraron el mayor
número de vidas entre los españoles. El emporio dirigido por los hombres
de Himmler también controlaba la mayor parte de los trabajos que los
republicanos realizaron en subcampos como Schlier-Redl-Zipf, Bretstein o
Vöcklabruck. No obstante, hubo algunas empresas privadas alemanas y
austriacas que, especialmente después de 1942, explotaron a los
republicanos que quedaban con vida.
La mayor de ellas
fue la Steyr-Daimler-Puch que empleó internos de Mauthausen, desde
1941, para trabajos de construcción en su factoría de Steyr. En 1942
negoció con los altos mandatarios del régimen la utilización de
prisioneros en el proceso de fabricación de armamento y vehículos para
el ejército. Fruto de esas conversaciones, Himmler aprobó la
construcción de un subcampo, dependiente de Mauthausen, que dotase de
operarios a la factoría. Medio millar de españoles se vieron obligados a
trabajar en condiciones infrahumanas. Un diez por ciento de ellos murió
en el propio subcampo, asesinados violentamente o por una mortal
combinación de hambre, agotamiento y frío. La empresa también gestionó
factorías en los túneles de Ebensee y de Gusen, por las que pasaron un
menor número de republicanos.
La otra gran compañía
armamentística que se aprovechó de los trabajadores de Mauthausen fue
Messerschmit, que instaló una de sus mayores plantas en los túneles de
Bergkristall, cerca de Gusen. Fueron pocos los españoles que trabajaron
en ella fabricando fuselajes y otras piezas para diversos modelos de
aviones de combate. Sin embargo, como ocurrió con la factoría de la
Steyr-Daimler-Puch de Ebensee, decenas de republicanos perecieron junto a
miles de soviéticos, polacos, judíos y checos en la perforación de las
galerías subterráneas en que se albergaron sus fábricas.
Las prisioneras españolas deportadas a
Ravensbrück trabajaron en diversas empresas que fabricaban armamento y
piezas para vehículos y aviones del Ejército alemán. La más conocida de
ellas fue Siemens & Halske, que en 1942 construyó una fábrica junto
al campo para la producción de componentes electrónicos destinados a los
misiles V1 y V2. En un principio las mujeres seguían durmiendo en
Ravensbrück y se desplazaban cada día hasta la fábrica. A finales de
1944, para ahorrar tiempo, Siemens construyó unos barracones en la
propia factoría en los que alojó a sus trabajadoras forzosas. Las
condiciones de vida eran igual de duras que en el campo central y los
capataces se encargaban de que las mujeres débiles y enfermas fueran
devueltas a Ravensbrück donde, generalmente, acababan siendo ejecutadas.
Junto a estas grandes compañías, hubo también pequeñas empresas que se
aprovecharon del trabajo esclavo de los prisioneros. En Mauthausen
destacó, por encima del resto, la empresa local de materiales de
construcción Poschacher. Su dueño, Anton Poschacher, pagó a la DEST para
tener a su disposición un grupo de reclusos. En total, en su pequeña
cantera trabajaron 42 españoles menores de 18 años. La empresa sacó un
gran beneficio del empleo de estos jóvenes, por los que pagaba a la DEST
menos del 50% del salario que habría cobrado un trabajador austriaco.
Tras la guerra, sus responsables no fueron perseguidos. La empresa no
solo consiguió mantener sus posesiones, sino que las amplió y hoy en día
es la propietaria de la mayor parte de los terrenos en los que murieron
120.000 prisioneros de Mauthausen, entre ellos, 5.000 españoles.
(Este artículo recoge extractos del libro Los últimos españoles de Mauthausen de Ediciones B. En él se citan debidamente las diversas fuentes consultadas)
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