El creer que emitir un juicio subjetivo sobre la apariencia de una mujer la desacredita es tan ridículo como rancio - Barbijaputa - 7/01/2016 -
No es raro encontrar, entre periodistas machistas,
análisis sobre el trabajo de mujeres basados en su físico. Casos como el
de Antonio Burgos llamando "tiorras feas" a las políticas de la CUP o
Federico Quevedo insultando así a las reinas magas en artículos o tuits:
El creer que emitir un juicio subjetivo sobre la apariencia de una mujer la desacredita es tan ridículo como rancio.
Es fácil imaginarlos en sus casas, delante del ordenador, tecleando muy
decididos y pensando “ahora voy a decir que son muy gordas, así
aprenderán, ¡las hundo, las hundo!” [risas locas].
¿Qué pensarían ellos mismos si yo, como mujer, al escribirles, dijera
que sus artículos son una mierda porque son muy feos y tienen sobrepeso?
¿O que no merecen nuestra atención porque se les ve el cartón o porque
son, qué sé yo, albinos? Imagino que se reirían. Porque ellos son
hombres, no necesitan ser guapos y esbeltos para que se les preste
atención o se tenga en consideración su trabajo, porque están
empoderados, porque lo que se espera de ellos no es un flequillo cortado
a lo batasuno o a lo pepero, eso da igual siempre.
Pero nosotras, según ellos, no sólo debemos ser profesionales,
coherentes y las mejores en lo nuestro para ser tomadas en serio,
también tenemos que ser agradables a su vista. Que a ninguna se os
ocurra no encajar en los cánones de belleza heteropatriarcales, porque
es una afrenta que estéis seguras de vosotras mismas con cualquier trapo
que os pongáis o siendo gordas. O todo o nada. O has tenido la suerte
genética de encajar en sus patrones o cállate.
Es fácil imaginarlos en sus casas, delante del ordenador, tecleando muy decididos y pensando “ahora voy a decir que son muy gordas, así aprenderán, ¡las hundo, las hundo!”
Pero señores nuestros, les invitamos a venir con
nosotros al siglo XXI, que estamos ya en 2016 pero nunca es tarde si la
dicha es buena. Les invitamos a que sean ustedes conscientes de lo
infantil de su actitud, de lo poco que les importa a esas mujeres lo que
ustedes consideren bello, de lo poco interesadas que están en que
sientan atracción por sus cuerpos, que lo último en lo que piensan es en
meterse en la cama con personas como ustedes. Que esas mujeres cuando
trabajan, trabajan. Que sus juicios no serán las que les den de comer.
Que Carmena no tiene en su lista de prioridades no parecer “una cartera
de correos del siglo XX”, que probablemente no entienda ni cómo eso
puede ser un insulto. Que Colau no va a dejar de ser alcaldesa porque
Alfonso Rojo la llame piojosa. Ni Beatriz Talegón va a dejar de asistir a
platós porque el mismo señor le hable de sobrepeso. Que Anna Gabriel va
a seguir militando en la CUP aunque su flequillo se estile más en el
norte que en la meseta. Que más que indignación provocan ustedes una
pereza letal. Que la batalla la han ganado ellas si este es su único
recurso para quitarles la razón.
Que han perdido,
señores, que se les ha echado el tiempo encima y no se han dado cuenta
de que nosotras ya estamos a otra cosa. Que escriben ustedes y los
imaginamos en blanco y negro. Que son un reducto lamentable del
periodismo, reliquias con los días contados, muy difíciles de imaginar
cuando un día falten.
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