miércoles, 24 de febrero de 2016

Los nazis te hubieran apaleado el viernes pasado en Estocolmo por tener aspecto de español


Cientos de neonazis enmascarados agredieron el pasado viernes incluso a niños refugiados en la estación central de tren de la capital de Suecia. En realidad, las alimañas del Movimiento de Resistencia Sueco se ensañaron con todos los ciudadanos hallados a su paso que cometieron el error imperdonable de carecer de un aspecto racial inequívocamente sueco. Muchos españoles o italianos hubieran sido apaleados de haberse dado de bruces con estos criminales nazis. 
Publicado por: FERRAN BARBER Fecha de publicación: lunes, febrero 01, 2016
http://www.diasporas.es/2016/02/un-espanol-o-un-italiano-tambien.html


Opinión / Diásporas - Público / Texto y fotos por Ferran Barber

Inevitablemente, mientras leíamos la noticia, nos vino a la memoria el tiempo que pasamos en Estocolmo, hace ahora de ello un par de años, tratando de averiguar por qué muchos de los inmigrantes que se hacinan miserablemente en las periferias de las grandes capitales europeas han comenzado a odiar a los occidentales. Dicho sea de paso, esta experiencia profesional de un equipo de Diásporas no estuvo exenta de desafortunados episodios de los que Público dio en su día cuenta.

En apariencia, las razones por las que todos esos extranjeros comenzaron a sentir un profundo resquemor hacia los europeos parecían bastante obvias. Pero sólo en apariencia. Os pondremos un ejemplo. Por aquel entonces, varios miles de jóvenes de origen extra comunitario salieron a las calles de dos barrios situados en los aledaños de Estocolmo y protagonizaron durante días sonadas algaradas. Se parapetaron tras improvisadas barricadas y se enfrentaron a la policía mientras hacían arder cientos de coches. Lo creáis o no, buena parte de la Prensa escandinava abría sus ediciones de aquellos días con titulares del estilo de: "¿Por qué nos sucede esto a nosotros?" O peor todavía, hacían alarde de cierto ridículo chovinismo y se descolgaban con sesudas reflexiones en la línea de: "Si nos sucede esto a nosotros, ¿qué va a pasarle al resto?". Claro está, lo que en verdad pretendían decir era: "Si nos sucede esto a nosotros que somos rubios, altos y casi perfectos, ¿qué le espera al resto?".

Hemos de aclarar que no fueron protestas diseñadas por una formación política, ni ataques contra el sistema concebidos en las 'diabólicas' catacumbas anarquistas. Lo que hicieron aquellos inmigrantes fue sembrar el caos algunos días de una forma espontánea o si lo queréis de otro modo más benevolente, escenificar su ira y su dolor sin ningún ensayo previo. Fue, digamos, una especie de asonada, una turbulencia humana. 


Se diría que el deber de un periodista debe ir algo más allá de contar los platos rotos por la horda. Así que lo primero que en aquel momento nos vino a la cabeza al leer la prensa sueca fue: "¿Y por qué no vais y les preguntáis a ellos cómo se sienten?" Algún colega lo hizo pero no estaba del todo preparado para lo que iba a escuchar, así que simplemente no lo oyó. Por alguna razón, los humanos no estamos nunca preparados para escuchar cómo se siente el otro. ¿Por qué los periodistas íbamos a ser diferentes?

El caso es que los diarios escandinavos estaban más interesados en los coches ardiendo que en las verdaderas razones de aquel acto de desesperación. Por disparatado que resulte, aquellos automóviles destruidos terminaron siendo la noticia para buena parte de los medios, del mismo modo que las crónicas periodísticas de las protestas españolas de aquellas mismas fechas ponían el acento sobre todo en el número de detenidos por los anti disturbios. 


Mentiríamos si dijéramos que aquello nos pilló desprevenidos. Lo que se impone siempre a la postre es un modelo de periodismo que restringe y censura parte de las respuestas posibles de acuerdo a una agenda ideológica (o empresarial) a la que no le importa nada el bien común o la independencia. En realidad, lo poco que queda de esta última ha sido confinado a los manuales de deontología profesional que se estudian en las facultades. Los vehículos ardiendo siempre terminan siendo la noticia.

Pero volviendo al ejemplo sueco, es preciso admitir que sí hubo quien fue más allá, lo suficientemente 'más allá' para descubrir al menos que el detonante de la revuelta fue el asesinato de un inmigrante portugués al que la policía tumbó a tiros algunos días antes. De lo que no se dijo nada fue del fracaso estrepitoso de aquel sueño multicultural de los ingenieros sociales suecos, ni del brutal racismo estructural de la policía del país y de buena parte de su sociedad. Aquello era demasiado inconveniente y demasiado abstracto como para ser abordado. Sin hacer un gran esfuerzo, encontramos más de diez casos de jóvenes inmigrantes abandonados por la policía en medio de la noche, sin móvil, sin zapatos, a treinta grados bajo cero. ¿Alguien encuentra una buena razón por la que la Prensa sueca no debería hablar de ello?

Tampoco nos tomó un gran trabajo el averiguar que la tasa de desempleo de Husby o Riskeby supera el ochenta por ciento o que buena parte de sus habitantes -suecos de nacimiento- habían crecido de espaldas a su país de acogida. Aquello no era Suecia, era una sociedad de outsiders desesperados y a punto de explotar en los aledaños del opulento Estocolmo. Era, en definitiva, una perfecta distopía en el corazón de lo más granado de Occidente. Es justamente a esos parias a los que los neonazis suecos pretendían destruir el pasado fin de semana. Ante la duda agredieron indiscriminadamente a cuantos carecían de un fenotipo germánico. Ya conocéis el viejo dicho: "Mátalos a todos y Dios elegirá a los suyos".

Ahora si queréis, podemos hablar de ISIS o de la razzia neonazi del viernes. Pero recordar algo: ni los problemas del mundo se reducen al Califato, ni el racismo sueco debería restringirse a sus manifestaciones más visibles. Esto es, a los neonazis y a los simpatizantes de la formación política que lidera Jimmie Akesson (Demócratas de Suecia). Suecia es justamente lo contrario de los estereotipos positivos que los propios suecos han vendido al mundo con la complicidad de los británicos y su simpatía por los 'scandies'. Se nos han caído sus postales.

Lo que vienen a demostrar todas estas situaciones es que buena parte de la Prensa se ha convertido en un cadáver incapaz de retratar la porción de humanidad a la que debería servir. Cualquier conjunto de hechos reflejado en estos medios se transforma en esperpento, un muerto incapaz de retratar los nuevos tiempos; un zombi comatoso entubado a una proyección aberrante de nuestra realidad, el Boris Karloff hepático de la gran estafa.

Alguno aducirá que nos queda Internet y la Prensa libre. Pero no nos engañemos. Ésta última es esencialmente invisible, el etíope del mapa de los media, un espíritu incorpóreo tan sólo percibido por los medium de la rebelión (la mayor parte de los españoles sigue informándose por la televisión). Por otro lado, tan cierto es que Internet ha creado un nuevo espacio para la deliberación política y la democracia real, como que la acumulación de información fragmentaria en un degradado formato de comunicación Tweet-Youtube ha generado confusión y ha reducido ciertas habilidades cognitivas. Ya no hay texto, ni contexto, sólo misiles SAM de impacto visual que han menoscabado nuestra capacidad para sentir emociones consistentes y para interpretar la información y elaborar respuestas útiles. Flebitis emocional, esclerosis perceptiva y estupor paralizante por sobreinformación. Ese es el diagnóstico. Más información no es igual a más conciencia. El click-activismo se devorará a sí mismo.

Por eso nos necesitáis más que nunca. A los periodistas, digo. No para que os expropiemos el derecho a ejercer el Periodismo ciudadano en el nombre de una casta, ni para restablecer el monopolio de la comunicación unidireccional, ni para arrebataros el derecho a traficar con vuestros post como camellos altruistas en el mercado de la fraternidad y la verdad (la vuestra). Nos necesitáis del mismo modo en que se necesita al fontanero; para desatascar las cañerías; para interpretar las fugas de agua; para que nos zambullamos en los inodoros del sistema y os ayudemos a recuperar el auténtico Santo Grial: la verdad, la transparencia y un espejo en el que miraros sin que se os convierta en esperpentos.

Necesitamos a Neo y a Morfeo, necesitamos al periodista heroíco de la Prensa independiente. ¿Cuánta realidad toleras tú?

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