Fernando Broncano R · 29/7/2017
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La dificultad de los partidos contemporáneos para poner el foco en lo económico, ya que suelen apostar por asuntos culturales, puede ser muy perjudicial. También para ellos.
Por
frecuente que sea, no deja de sorprenderme la resistencia a reconocer
los errores en la gran mayoría de los colectivos. Los partidos suelen
ser particularmente inmunes a la realidad, pero el caso de los demócratas estadounidenses demuestra que siempre se puede ir un paso más allá. Pasado el trauma de la derrota de Clinton
frente al candidato más incorrecto, machista y burdo de la historia
reciente, y llegada la hora de la reflexión, señalaron a la intromisión
de Putin y Rusia como la causa de su debacle. Más tarde (y dado
que, al margen de que la interferencia se produjera o no, su impacto
electoral fue prácticamente nulo), cambiaron de escenario y la tomaron
con Sanders: Trump ganó porque los seguidores de Bernie se
habían quedado en casa. En lugar de entender que si hubo una parte de
los demócratas que decidieron no movilizarse a favor de Hillary es
porque no se los había sabido ganar, blandieron el dedo señalando al
pobre Bernie.
Ahora están en otra fase. Al mismo
tiempo que presionan institucionalmente y en los medios para que se
investigue la conexión rusa, han decidido recuperar terreno dirigiéndose a esos obreros blancos que temían perder su trabajo americano, porque les han dicho que fueron decisivos en el triunfo de Trump. Con ese objetivo, han presentado una plataforma y una campaña para 2018 cuyo eslogan es “A Better Deal: Better Skills, Better Jobs, Better Wages”.
Recomiendan
al repartidor de comida que se haga programador y al campesino que
monte una empresa para vender mermeladas por la red
La idea no ha contentado a casi nadie: por una parte, los expertos en comunicación insisten en que es un mensaje aburrido, largo y poco atractivo, y por otra, las poblaciones a las que podría dirigirse vuelven a sentirse despreciadas,
porque la idea que late de fondo es que los salarios son bajos y los
trabajos malos porque no están suficientemente preparadas; que les
faltan habilidades y que, por tanto, la culpa es suya.
Mensajes de los que huir
Esta
idea, que es demasiado común entre la socialdemocracia europea, y que
suele concretarse en recomendar al repartidor de comida que se haga
programador y al campesino que monte una empresa para vender mermeladas
por la red, forma parte de los mensajes de los que han estado huyendo
aquellos a los que se supone que quieren convencer. No en vano, es
también, y casi con el mismo nombre, lo que está promoviendo la OCDE.
En
España el problema cultural de fondo no es la inmigración, que no es
electoralmente decisiva, sino las identidades nacionales
Pero también está la otra vertiente, la que insiste en que el problema no es la economía y que girar hacia la izquierda y el populismo no es la solución. Como señala Fareed Zakaria,
la cuestión central no está en el dinero, sino en la cultura, las
normas sociales y la identidad nacional. La mayoría de los votantes
estadounidenses coinciden con los demócratas en temas económicos, pero
no en su defensa de la inmigración y de las minorías. Esa apuesta por la
diversidad, la multiculturalidad y las opciones sexuales diferentes es
loable, insiste Zakaria, pero ha creado una enorme brecha entre los
progresistas y las zonas interiores de EEUU. Es ahí donde deberían
trabajar los demócratas para resituarse.
Cataluña en el horizonte
Esta
tensión entre los asuntos económicos y los culturales no es un dilema
exclusivo de los demócratas estadounidenses, sino que también está
presente en la izquierda europea, aunque cada territorio los articule de
una manera distinta. Por ejemplo, en España el problema de fondo no es
la inmigración ni tampoco las cuestiones sexuales, que no se han
convertido en temas electoralmente decisivos, sino el de las identidades
nacionales. Ahora estamos inmersos en la cuestión catalana, y ahí la
izquierda se enfrenta con problemas muy similares.
En el caso de los socialdemócratas especialmente, porque ha
habido tensiones interiores en el partido acerca de la clase de
cercanía que se debía tener con independentistas y federalistas,
algo que Podemos ha tratado de solventar haciendo equilibrios en el
alambre con el “que voten pero que no se vayan”. Pero, en todo caso, les
ocurre lo mismo que a la izquierda estadounidense, que lo que ganan en
un sitio lo pierden en otro: una postura mucho más empática con los
nacionalismos periféricos les hace perder votos en el interior de España
y un rechazo de ellos les puede convertir en irrelevantes en Galicia,
Cataluña, País Vasco o Valencia.
La
recuperación española marcha a todo trapo, cae el paro y las empresas
que han sobrevivido retoman la senda óptima. ¿Es así? No exactamente
Una
apuesta, la que sea, en ese sentido, es necesaria. No es un problema
menor, desde luego, pero sería un error para la izquierda quedarse en lo
que lleva anclada mucho tiempo, las cuestiones culturales. No sólo
porque ahí la derecha tenga más opciones, sino porque sería sacrificar
lo estratégico por la táctico. El mayor problema, en Cataluña, en España, en Europa y en EEUU es económico. Y lo será más en los próximos años.
La eficacia del sistema
Cada
vez menos gente en el 'establishment' cree en esta lectura, porque la
economía está yendo mejor, la recuperación española marcha a todo trapo,
porque cae el paro y las empresas que han sobrevivido están retomando
la senda óptima. Los expertos, la clase media alta y parte de la media
creen firmemente en esto. Pero no todo el mundo piensa lo mismo,
empezando por Goldman Sachs, que incluso ha puesto en duda la eficacia del capitalismo.
Hay
una relación bastante evidente entre la caída de los costes laborales y
el aumento de los márgenes de beneficio de las empresas
El asunto de fondo lo explica bien 'Financial Times'. Los márgenes de beneficio de las compañías estadounidenses llevan cerca de máximos históricos
desde hace años, lo cual contradice las tesis ortodoxas. Primero se
produce la expansión económica, luego esa mejora se transmite a los
mercados, lo que impulsa el aumento de los salarios y de otros costes, y
los márgenes terminan disminuyendo. La cuestión es que no está siendo
así, sino todo lo contrario.
El trabajo
La
caída de la participación del trabajo en el PIB en los Estados Unidos y
en muchos otros países en las últimas décadas está bien documentada
pero, como señala el MIT, a medida que aumenta la importancia de las 'empresas superestrellas',
la proporción de la mano de obra en ese terreno tiende a disminuir. Hay
una relación bastante obvia entre la caída de los costes laborales y el
aumento de los márgenes de beneficio. Las empresas más grandes y con más poder están negociando con facilidad recortes en ese terreno y están consiguiendo su propósito.
No
se trata de un dato aislado, sino de un hecho más que señala que la
recuperación no va a extenderse por igual a toda la población
Esa es la cuestión: los beneficios de las empresas están creciendo, pero lo hacen en buena medida porque emplean menos mano de obra y más barata.
Si en los buenos tiempos, en los de la recuperación, toman estas
decisiones, nos podemos imaginar qué ocurrirá en los malos. O Por
decirlo de otra manera, no se trata de un dato aislado, sino de un hecho
más que señala que la recuperación no va a extenderse por igual a toda la población. Esa brecha que se deja sentir en los datos de las empresas es un síntoma de lo que está ocurriendo en la sociedad.
El 2-O
Las
previsiones no son especialmente optimistas en este sentido. Si los
análisis que nos hablan de los cambios que traerá la cuarta revolución
industrial y de las transformaciones que generarán la automatización y
la inteligencia artificial son ciertos, esa tendencia a partir la
sociedad en dos se hará mucho más profunda. Pero, de momento, no ha sido
necesario que ocurra para que se haya puesto en marcha.
No
plantearse estas cuestiones como centrales en la política no es algo
sólo poco pragmático, sino que resulta necesariamente suicida para
cualquier partido que quiera tener presencia relevante en los próximos
años. Y más aún si es de izquierdas. De modo que sí, que Cataluña
bien, pero cuando nos despertemos el 2-O, el dinosaurio seguirá estando
allí. Y como tengamos que contarle lo de 'better skills' o lo de las identidades, lo vamos a llevar claro para sobrevivir.
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