Objetivo 1: las portadas casi han olvidado la podredumbre de
la corrupción de su partido. Objetivo 2: propician un cierre de filas
de la sensibilidad más unionista de la sociedad española en torno a su
formación. Objetivo 3: desarbolan a un titubeante PSOE - Sergio Pascual
23/09/2017 - http://www.eldiario.es/andalucia/enabierto/Mariano-Rajoy-viene-bien_6_689491071.html
Estoy convencido de que
el presidente de Gobierno sabe que lo que algunos llaman comunidades
culturales, los pueblos unidos "exclusivamente" por su lengua,
tradiciones, símbolos, rituales, himnos y banderas -la Catalunya
autonómica vaya- acaban conformando comunidades nacionales y políticas
-esas para las que es natural contemplar la autodeterminación- a través
de la comunión de sus ciudadanos en experiencias compartidas.
Es efectivamente en el magma compartido de las emociones que se generan
los espacios para el sacrificio, la valentía y la audacia que acaba
escribiendo las páginas de la historia y construye relatos de heroicidad
y mártires. Por eso los símbolos son clave en la construcción nacional,
por eso se toca el himno cuando gana la selección y nos sentimos parte
de un todo emocionado, por eso se honra con banderas a los caídos. Los
símbolos y los rituales sólo son en tanto parte de una historia común
que requiere de la épica.
Y Rajoy sabe también que no hay mejor galvanizador para
la construcción de un pueblo, para que que se erijan las fronteras
simbólicas que preceden a las físicas, que la construcción de relatos de
heroicidad en la resistencia ante un "agresor" exterior que nos
agravia.
Recuerden los amantes de la historia de qué
lado se ponían ustedes al leer las hazañas de Bolívar o San Martín,
revisionen los amantes del cine la oscarizada Braveheart, a ver si se sentían del lado del orden y la ley o de la épica rebeldía.
Y es que le pese a quien le pese, quieran o no los españoles que no
residen en Catalunya, así se forjan los pueblos. Y que eso Rajoy y el PP
lo saben.
Lo sabe entre otras cosas porque algunos
de ellos fueron testigos del 4D en Andalucía, y de la huelga de hambre
de su presidente autonómico, Escudero, no Puigdemont, y de la represión a
manos de la UCD, y del resultado de aquel 28F y el destino de quienes
cavaron su fin político al menospreciar a los andaluces y andaluzas.
La cuestión es por tanto, ¿si Rajoy lo sabe, por qué actúa de este
modo, por qué contrabandea gasolina con aquellos a los que califica de
pirómanos?
Porque es evidente que la creciente
fractura en el seno de la sociedad catalana y la grieta entre ésta y la
del resto del Estado arriman el ascua a la sardina del proyecto
independentista, que sin duda tras las detenciones y el zarandeo a las
instituciones de autogobierno están más cerca de su objetivo. Un
objetivo recordémoslo para el que el 1-O sólo era una meta volante que
gracias al Gobierno de España estarían superando con nota, con el
vigoroso ensanchamiento de la base social del independentismo y la
voladura de puentes para buscar soluciones alternativas.
Honestamente de la atrevida ignorancia oportunista de Ciudadanos uno
podía esperar cualquier cosa, pero a un político con décadas de
experiencia sólo le encaja una explicación plausible ante tanta aparente
torpeza. Y es que los últimos pasos de Rajoy sólo se explican si uno
asume que embarcar a España por un lustro en una senda de inestabilidad
abocada al enquistamiento del debate sobre el encaje territorial es parte de los objetivos partidistas del presidente de Gobierno.
Piénsenlo. Por un lado, objetivo 1: las portadas casi han olvidado la
podredumbre de la corrupción de su partido, por otro, objetivo 2:
propician un cierre de filas de la sensibilidad más unionista de la
sociedad española en torno a su formación política y finalmente,
objetivo 3: desarbolan a un titubeante PSOE que no acierta sino a
ponerse detrás del presidente para evitar mayores conatos de fractura, y
que se fuerza a olvidar una moción de censura que podría tener éxito y
desalojar al PP del Gobierno.
Lo que sucede es que
estos tres objetivos operan contra el futuro de una España viable y
demuestran la mezquindad y mediocridad de los dos partidos más corruptos
de Europa, uno en Madrid y otro en Catalunya, dispuestos a arruinar
cuantos marcos de convivencia, cuantas economías familiares, cuantos
proyectos de vida de ciudadanos catalanes y españoles sean necesarios.
Quienes queremos una España republicana y plurinacional con Catalunya
en su seno, pero también quienes la quieren confederal, federal o
autonómica, monárquica o republicana deben saber que sólo será viable si
está integrada por pueblos libremente imbricados en un proyecto de país
común. Y hoy estamos más lejos de lograrlo. Los intereses miopes y/o
electoreros de unos y otros y la testosterónica
lectura cortoplacista y pendenciera de algunos opinólogos de opereta nos
alejan de cualquier proyecto ilusionante que retorne esperanza a los
ciudadanos y ciudadanas que siguen golpeados por la precariedad y la
pérdida derechos, ya estén en Dos Hermanas o en Martorell.
Por cierto, que a todo esto reaparece la presidenta de la Junta de Andalucía,
Susana Díaz, de quien se espera que sea representante de todos los
andaluces en esta coyuntura, y que sin embargo aprovecha para hacer
ganancia en el río revuelto de su partido, a ver si pesca algo.
Y lo hace dándole carta blanca al jacobinismo pueril de Ciudadanos y al
nacionalismo obsoleto y sordo de Rajoy. Al hacerlo olvida que los y las
andaluzas tenemos un papel histórico que jugar en la futura discusión
-que llegará, no lo duden- sobre el modelo territorial del Estado y el
papel de Andalucía en el nuevo encaje.
Al hacerlo nos
hurta el derecho a ser el puente que estamos llamados a ser por
historia -ganada a pulso un 4D y un 28F-, por derecho -porque nuestra
gente, nuestro pueblo de acogida y exilio se entrevera con los vecinos
de Terrassa o Sabadell- y por destino -porque España no se entiende sin
Andalucía, pero Andalucía no se entiende sin su autonomía, sin su
autogobierno y sin su soberanía aún por venir-.
Ojalá
la mayoría de demócratas, de mujeres y hombres de paz de nuestra patria
plurinacional que no conciben una democracia con temas tabú, puedan
imponer al fin la sensatez y la apertura sin atavismos ni complejos del
debate sobre quién y qué queremos ser en este mundo hiperconectado, en
esta Europa en crisis y entre nosotros mismos.
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OTRA COSA: Falsa historia que están contando los independentistas -catalanes- para apoyar sus demandas.
OTRA COSA: Falsa historia que están contando los independentistas -catalanes- para apoyar sus demandas.
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