Paquita Caminante · eldiario.es Ruth Toledano - 9/06/2019
Aguirre tiene la oportunidad de volver a ser la lideresa que se despacha a gusto en televisión (…)
Hay una perversidad cíclica en nuestra vida política 
consistente en que determinados personajes, que tuvieron que abandonarla
 de manera poco honrosa, cobran de nuevo protagonismo pasado un tiempo y
 se les presta una atención inmerecida que les sirve de  lavado de 
imagen. Ahora nos toca Esperanza Aguirre. La que fue presidenta de la 
Comunidad de Madrid entre 2003 y 2012 y presidenta del PP madrileño 
entre 2004 y 2016, tuvo que dimitir como concejala del Ayuntamiento de 
Madrid tras el ingreso en prisión de Ignacio González, que había sido su
 mano derecha y sucesor, por su implicación en la Operación de Lezo y el
 desvío de fondos públicos para el saneamiento de las cuentas del PP 
regional.
Ya en 2017 Izquierda Unida, Equo o 
Ecologistas en Acción, entre otras entidades políticas y sociales, 
pidieron la imputación de Esperanza Aguirre por encubrimiento de hechos 
delictivos y en base al "grado de implicación, complicidad y cercanía 
con el principal cabecilla de la trama corrupta", Ignacio González. Hace
 un par de semanas, el PSOE pidió de nuevo la imputación de la lideresa 
en el caso Lezo, y más concretamente en la pieza sobre las presuntas 
irregularidades en la adjudicación y construcción del campo de golf del 
Canal de Isabel II. No obstante todo ello, ha sido invitada de nuevo a 
la televisión para comentar la situación política tras las elecciones 
nacionales, regionales y municipales. Como si nada de lo anterior 
hubiera pasado y su autoridad se mantuviera intacta. Como si no tuviera 
nada que ver con las tramas de sus protegidos ni tuviera noticia alguna 
de la financiación del partido que presidió, la política que tuvo que 
irse por todo ello respondió con el atrevimiento que le caracteriza. Y, 
en esa perversión que el tiempo siempre devuelve a nuestro devenir 
político, ella aprovechó para lavar a Franco, justificando el golpe de 
estado con el que el dictador tumbó el legítimo gobierno de la 
República. Lo llamó "general loco", tirando de su inconfundible guasa, 
ofensiva para la inteligencia y para la memoria histórica de este país. 
Se preguntó, de hecho, sin asomo de rubor, por qué Rajoy no derogó la 
Ley de Memoria Histórica, por qué "no dejan descansar a los muertos" (...)

 
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