Lúcido como siempre José Antonio Pérez Tapias, una voz que clama en el desierto en que nos estamos convirtiendo (también de ideas)
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Manu Garrido - Granada | 3 de Enero de 2017
http://ctxt.es/es/20161228/Politica/10326/Perez-Tapias-entrevista-libro-politica-psoe.htm
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Manu Garrido - Granada | 3 de Enero de 2017
http://ctxt.es/es/20161228/Politica/10326/Perez-Tapias-entrevista-libro-politica-psoe.htm
Jose Antonio Pérez Tapias.
José Antonio Pérez Tapias (Sevilla, 1955) vuelve a
casa por Navidad. Lo hace, concretamente, en la Editorial de la
Universidad de Granada, institución donde ejerce como profesor y ocupa
el cargo de decano de la Facultad de Filosofía y Letras. El libro se
titula La insoportable contradicción de una democracia cínica,
una recopilación de textos —varios de ellos publicados aquí, en CTXT—
escritos entre 2015 y 2016 en los que analiza y contextualiza la
situación política de nuestro país y la Unión Europea durante ese
tiempo.
La crisis de la democracia es el denominador común de
un libro que recorre el deterioro de las instituciones y la pérdida de
afecto de la ciudadanía por sus líderes políticos. Lo hace desde de la
izquierda, apuntando directamente al partido en el que milita Pérez
Tapias, el PSOE. A través de la aparición de la “nueva política”, el
resurgimiento del populismo de derecha y situaciones tan dramáticas como
la de los refugiados, La insoportable contradicción de una democracia cínica trata
de arrojar algo de luz en una cronología de acontecimientos que deja un
panorama desolador para el europeísmo y la socialdemocracia.
¿Se encuentran los sistemas democráticos en un punto de no retorno?
Están en un momento crítico, crucial. Estamos viendo
cómo en muchísimos países se está dando una crisis de representación
política, con una distancia muy grande entre la ciudadanía y sus
representantes. Y esa distancia es un síntoma claro de que algo está
fallando en los sistemas democráticos. Por tanto, es ahí donde urge
encontrar esas soluciones que vayan en el camino de una democracia más
participativa, donde esa conexión entre ciudadanía y representantes sea
mucho más viva y fluida, y donde además la participación democrática no
quede restringida al momento electoral.
La democracia es el sistema político de los Estados de
Derecho que hoy pueden presentarse como tales, y está ocurriendo que
los mismos Estados se están viendo relegados a una situación de
impotencia grave respecto al mercado y los grandes poderes financieros.
Esa misma crisis del Estado frente al mercado está repercutiendo también
en la legitimidad con que se perciben las instituciones democráticas,
de forma que la ciudadanía pasa a desconfiar de los gobiernos porque no
responden a las expectativas o a los programas electorales. Y ocurre
tanto en el ámbito de los Estados nacionales como en el ámbito de los
supranacionales, como es la Unión Europea. Hace unos años hablábamos de
un déficit democrático y hoy nos encontramos con una Unión Europea que
tiene mucho de antidemocrática en su funcionamiento.
Lo que nos hemos ido encontrando durante todos estos años es que se han ido deteriorando ambas cosas: el componente social y el componente político
¿Qué representa el proyecto europeo para la supervivencia de la democracia?
La Unión Europea era vista como un lugar donde se
había consolidado el Estado de bienestar, con una serie de políticas
sociales que respondían a ciertos derechos sociales y un espacio de
democracias consolidadas. Eran elementos fundacionales, donde los
derechos políticos y civiles estaban suficientemente consagrados y
fortalecidos. Y lo que nos hemos ido encontrando durante todos estos
años es que se han ido deteriorando ambas cosas: el componente social y
el componente político.
Las mismas instituciones democráticas de la Unión
Europea se ven también en una situación muy crítica, viéndose
desbordadas y en muchos casos ninguneadas por otros poderes políticos,
también desde el seno de la Unión Europea. Ahí tenemos la llamada
Troika, esa tríada formada por la Comisión Europea, el Banco Central
Europeo y el Fondo Monetario Internacional, que toma decisiones que van
más allá, y a veces en contra, de lo que deciden los representantes
elegidos por los ciudadanos. A esto hay que añadir otras cuestiones
vinculadas también a la conciencia democrática, como es la cuestión de
refugiados o políticas de inmigración, que evidencian que la Unión
Europea fracasa como el proyecto político pensado inicialmente.
¿Se trata de un modelo agotado, entonces?
Yo he llegado a decir que como proyecto político la
Unión Europea está muerta. Lo que la mantiene hasta ahora es el euro.
Por conservar el euro la propia Unión Europea está autodestruyéndose,
con políticas económicas que van en una dirección muy contraria a las
demandas y necesidades de la ciudadanía. Una Unión Europea sometida a
las dinámicas de un mercado global desde una posición política muy
débil: desde Europa se pensaba que se podía difundir a otras latitudes
el modelo social europeo, y estamos viendo que el camino que se está
recorriendo es a la inversa. En un soporte de estas condiciones que
vienen marcadas por China y otros protagonistas del mercado mundial, lo
que se está dando es una asiatización de las condiciones laborales, una
pérdida de derechos.
Y España, ¿qué papel juega ahí?
España está en esa posición, no solo económica sino
geopolítica, que ocupamos los países del sur de Europa. Y el sur está en
una posición en la que sufre un neocolonialismo interno de la misma
Unión Europea. Los países del sur, a los que hace unos años se les
aplicó el acrónimo de PIGS (Grecia, España, Italia y Portugal), están en
una posición subalterna en el seno de la Unión Europea, con unas
determinadas funciones asignadas y con controles muy fuertes
establecidos desde fuera por instancias económicas y sin atender a otros
mecanismos de legitimación democrática.
España está acomodándose bajo esas presiones que le
vienen de fuera que responden a un patrón colonial interno, en este caso
la gran metrópoli es Alemania. Y ahí está sufriendo esos
condicionamientos que, además, tampoco somos capaces, y lo digo
completamente desde la izquierda, de establecer formas eficaces de
coordinación para políticas transformadoras en el seno de la Unión
Europea. ¿Qué constatamos? Pues que las reformas necesarias, tanto
económicas como sociales y políticas, no las puede hacer un país ni
ninguna fuerza política en solitario. Hay que coordinar las políticas
europeas también en este sentido. Y ahí hay un vacío notable y una
carencia importante de recorrido colectivo que hacer en este sentido.
Lo que hay que hacer es pensar en una izquierda europea que efectivamente sea las dos cosas: de izquierda y de ámbito europeo
¿Aún tenemos oportunidad de tener voz o hemos quedado relegados a un plano de trágala permanente?
Una de las tareas de la acción política es ensanchar
los márgenes de lo posible. No vale quejarse de que no hay margen, lo
que hay que hacer es conseguir esos márgenes. Posibilidades hay. Lo que
necesitamos es la suficiente inteligencia y voluntad política para
lograr ese ensanchamiento transformador. Hay quienes lo han intentado,
pero en unas situaciones tan difíciles que les ha sido imposible. Es el
caso de Grecia, que incluso hizo un referéndum en el que venció el “no” a
los nuevos y brutales recortes impuestos desde la Troika. Y sin
embargo, el mismo gobierno de Tsipras en Grecia no pudo responder a las
expectativas de ese referéndum. ¿Por qué? Porque estaba en solitario. No
le acompañaban otros países, otras posiciones de izquierda en otros
gobiernos. Y es muy difícil acometer esas tareas de transformación así.
Lo que hay que hacer es pensar en una izquierda europea que
efectivamente sea las dos cosas: de izquierda y de ámbito europeo. Ahí
vemos también cómo los déficits que acumula la socialdemocracia la ponen
en una situación muy difícil para responder por la izquierda a los
retos que presenta el panorama de Europa en el contexto del mercado
global actual.
En su libro habla del drama de los refugiados y
el auge de la xenofobia en Europa durante 2016. Más allá de las
políticas xenófobas, ¿podremos hacer frente a las ideas que empiezan a
arraigarse en la ciudadanía?
La situación se complica por esas fuerzas xenófobas
ultranacionalistas que canalizan un rechazo al otro, una especie de
alergia, como digo en algunos pasajes del libro, adoptando una posición
de exclusión. Hay mucha ceguera política en eso, mucho interés.
Respondiendo al título del libro: unas notables dosis de cinismo. Porque
las mismas contradicciones que se presentan ante esta situación ni
siquiera se afrontan con un discurso decente u honesto, sino que se
hacen valer en favor de la ley del más fuerte. Y esto es una respuesta
antipolítica donde Europa y sus supuestas democracias quedan
descalificadas, y que va afectando, aunque muchas veces no se quiera
ver, al futuro mismo de Europa y de sus ciudadanos y ciudadanas. El
trato que se está dando a los refugiados está anticipando las políticas
de exclusión que se están incubando en la propia Unión Europea.
¿Estamos asistiendo a una era política alimentada por la miseria?
La política actual está alimentándose, tanto en el
ámbito europeo como en el español, de un cinismo enorme. El capitalismo
es un capitalismo cínico, porque ni siquiera necesita la cobertura
ideológica o la manutención de cierta hipocresía social y apariencia,
sino que se presenta descarnadamente: viene generado desde las élites
económicas de un capitalismo omniabarcante e inmisericorde, contaminando
la vida de las sociedades y contaminando la política a todos los
niveles. Y así, nos encontramos con una democracia cínica que transige y
no moviliza otros recursos frente a ese mismo capitalismo cínico. Con
ello la misma democracia va perdiendo los soportes en los que se
sostiene su razón de ser. Por eso digo que, más allá de los hechos
inmediatos, se plantea esa alternativa: o democracia o cinismo. Si
tragamos con esta cultura cínica, la democracia al final quedará tan
corroída que dejará de existir en estos sistemas políticos.
Hay algo que está fallando en nuestra democracia, y hay que acometer su transformación y su puesta al día, no solo funcional sino en sus bases éticas y exigencias políticas
Hablaba sobre la falta de una democracia
participativa y la necesidad de una representación política real. ¿Es un
problema de instituciones o de la mediocridad política de quienes las
ocupan?
En una situación de crisis como la actual, en la que
además se solapan las crisis, las instituciones (y la democracia
española en general) necesitan una reforma constitucional en
profundidad. En estos momentos de crisis se evidencia cómo falla la
articulación de lo que llamábamos décadas atrás los factores objetivos y
los factores subjetivos. Por una parte, las instituciones, que en sus
propias dinámicas van formulando patologías en su funcionamiento por
mecanismos muy oligárquicos y estructuras muy viciadas. Por otra,
comportamientos por parte de individuos que no están a la altura de las
exigencias que correspondería a un Estado cabalmente democrático.
La conjunción de ese déficit objetivo, con el
descrédito de las instituciones, y de esa falta de respuesta por el lado
subjetivo, se evidencia en todo lo que conocemos a través de los
distintos casos de corrupción que los medios de comunicación nos van
trasladando, desgraciadamente, día tras día. Corrupción política que no
se logra atajar de manera eficaz mientras vemos que partidos políticos
asentados sobre una corrupción sistémica vinculada a su financiación
siguen obteniendo no solo un respaldo mayoritario en votos, sino un
respaldo parlamentario para de nuevo formar gobierno. Hay algo que está
fallando en nuestra democracia, y hay que acometer su transformación y
su puesta al día, no solo funcional sino en sus bases éticas y
exigencias políticas.
En el libro le leemos hablar, inevitablemente,
sobre la crisis del PSOE. ¿Se ha contagiado el partido de ese cinismo
democrático?
Estamos ante un clima social muy consolidado, como he
dicho, contamina todo. Este cinismo político penetra por todos los poros
de las organizaciones y por eso nos encontramos cosas que para
cualquier observador externo, o interno, son muy chocantes, si no
escandalosas. Que en un partido político se pida juego limpio por
quienes a todas luces no han practicado ese juego limpio que en
democracia es exigible forma parte de ese discurso instalado en el
cinismo político. Lo vemos constantemente, en el caso del PSOE, en el
caso del Partido Popular y en el caso de otras formaciones políticas.
Esgrimir la estabilidad o esgrimir la responsabilidad política o la
razón de Estado para dar cobertura a ciertas prácticas, sean
determinadas formas de configurar un gobierno o sea saltar por encima de
casos de corrupción y de dignidad política, para resolver otras
cuestiones, responde a esos mismos parámetros de cinismo político.
¿Se parecen cada vez más Susana Díaz y Mariano Rajoy?
Podría decirse que tienen elementos en común, pero
creo que en este caso los estilos personales son muy distintos, lo cual
no quiere decir que sean virtuosos. Todos sabemos que Rajoy es el
“maestro” del inmovilismo político, y desde luego en cuestiones de
cinismo va bien servido. Pero los modos en los que actúa Susana Díaz
responden a otras características. Puede sobreactuar en otros sentidos, y
ha mostrado cualidades que le son reconocidas a la hora de movilizar
los hilos de un aparato y defenestrar a un secretario general. Por tanto
ahí tenemos distintos comportamientos en un marco donde aparece el
denominador común de las formaciones políticas.
No interesaba un PSOE que hiciera ese viraje hacia la izquierda, que pudiera entrar en alianza con Podemos y pudiera poner en cuestión ciertas políticas
¿Es Pedro Sánchez el Tsipras del PSOE?
Pedro Sánchez, a través de sus manifestaciones y sus
modos de actuar, ha hecho un recorrido muy interesante y muy costoso en
términos políticos y personales. Se vio muy constreñido como secretario
general porque le cortaron las alas y le ataron de manos y pies a la
hora de, con los resultados electorales obtenidos, buscar alianzas de
gobierno en el caso de que el PP no pudiera formarlo. Cuando Pedro
Sánchez abre el camino de la izquierda enciende las alarmas dentro de
ciertos sectores del partido y acaban quitándolo de en medio como
secretario general. Es ese recorrido en los últimos meses el que puede
dar a entender que su posición hace un viraje hacia la izquierda, que
muchos pedíamos desde el principio, y le aproxima hacia posiciones como
las que puedan representar Tsipras y Syriza en Grecia.
Al final se chocan con estas situaciones de bloqueo.
En el caso de Tsipras le vino directamente desde las instancias europeas
y se le aplicó una lógica sacrificial inmisericorde. Además, a través
de medidas ejemplarizantes para que nadie intentara algún cambio que
saltara por encima de lo que la Troika estaba decretando. A Pedro
Sánchez se le ha aplicado la misma lógica sacrificial. Se le ha
sacrificado en lo que no solo ha sido una operación interna dentro de
los conflictos de poder que puedan darse en el PSOE, sino que también se
ha tratado de una operación de Estado. No interesaba un PSOE que
hiciera ese viraje hacia la izquierda, que pudiera entrar en alianza con
Podemos y pudiera poner en cuestión ciertas políticas, incluso ciertas
posiciones en el seno de la Unión Europea.
Podemos se cuela en cada página para servir de
gancho entre la nueva y la vieja política. Con lo visto en las últimas
semanas, ¿ha quedado la “nueva política” en poco más que caras nuevas?
En todo esto también hay ciertos excesos de confianza.
Cualquiera puede pensar que lo que les pasa a los otros no le pasa a
uno mismo, y no es así. Las organizaciones son capaces de generar
ciertas dinámicas muy parecidas en unos partidos y otros. Hay que estar
muy vigilante y ejercer importantes dosis de autocrítica para que estas
situaciones no se produzcan y saber encauzarlas, tanto en los partidos
nuevos como en los viejos. Claro, lo que se esperaba de Podemos era que
al menos ese tipo de cuestiones las tuviera muy claras y bien resueltas
desde el principio.
Se está evidenciando que como organización también
tiene que madurar muchas cosas al respecto, no solo en la organización
interna, sino en los procedimientos, en los liderazgos, en cómo se
articula la pluralidad en el interior de la propia organización. En ese
sentido hay también un factor común, y es que la forma de partido que
conocemos, y a la que responden estas organizaciones políticas, viene de
tiempo atrás. Es una fórmula, incluso, decimonónica. Hoy estamos viendo
que esa forma de organización tan jerarquizada, tan rígida, no responde
a las expectativas de una ciudadanía que quiere participar y exige
transparencia. Y si deciden ejercer un compromiso más explícito como
militantes en un partido político, no están dispuestos a la renuncia de
derechos civiles o políticos dentro del partido.
¿Es posible, en algún caso, una “nueva política”?
Yo creo que ni los partidos tradicionales están a
punto de fenecer (aunque alguno puede verse en un descalabro próximo),
ni los partidos nuevos están en una posición absolutamente inocente e
incontaminada. Cada cierto tiempo se va planteando el tema de la nueva y
la vieja política porque hay que ajustar las instituciones y las
organizaciones a los nuevos contextos democráticos, sociales y
económicos. Y las exigencias de una nueva política son válidas para
todos. Esa capacidad de responder a las demandas de participación de la
ciudadanía; ahí está una de las claves importantes de una democracia que
quiera verse sostenida por una ciudadanía que se compromete con ella
misma.
En el caso de Podemos, si no incorpora esas exigencias
de una nueva forma de hacer política, también dentro del partido,
entrará en unos derroteros que le lleven a posiciones minoritarias en
nuestra sociedad, con unos planteamientos que no puedan recabar el apoyo
de una ciudadanía que ya no da cheques en blanco, por mucho que se diga
que se es un partido de gobierno de mayorías. A lo que
hay que sumar esa visión de querer articular un populismo que llaman de
izquierdas, y que implica ciertas contradicciones que no son fáciles de
resolver en un partido político...
La izquierda lo que debe hacer es definirse como izquierda y salir de las trampas del populismo
Con la victoria del Brexit y la
llegada de Trump al poder parece que hemos ido repensando el significado
de ese populismo del que tanto se ha hablado en España durante las
últimas campañas electorales.
El populismo es un término multiusos, que entre otras
cosas se ha utilizado para descalificaciones de unos partidos hacia
otros. Yo desde el principio pensé que abusar del término populismo de
esa manera no era conveniente y que generaba una confusión muy
perjudicial cuando desde el PSOE se insistía una y otra vez en que
Podemos era populista, estableciendo unas descalificaciones que iban a
ser obstáculos serios para el diálogo necesario, y así se ha confirmado.
Dicho esto, el populismo es un fenómeno político de amplio espectro que
se da por la derecha. Con suma fuerza, además. Y el populismo de
derechas integra esa pretensión de aglutinar a la sociedad en
subconjuntos en torno a un nacionalismo fuerte, a unos liderazgos
indiscutidos e indiscutibles, con unas políticas muy xenófobas y
regresivas. A ese populismo derechista responde Trump y lo que se ha
dado en el Reino Unido con el Brexit. Además de esos países
europeos como Hungría que están gobernando encauzando de manera perversa
una política inhumana y ciega con respecto a los fenómenos migratorios.
Ese es el populismo de derechas.
Luego hay quienes pretenden hablar de un populismo de
izquierdas, y yo creo que es un error en nuestro contexto. Porque la
palabra populismo aglutina ciertas connotaciones negativas y se presta,
como estamos viendo, a determinados usos que lo hacen difícilmente
rescatable por mucho que se apellide populismo de izquierdas. Es más, yo
creo que la izquierda lo que debe hacer es definirse como izquierda y
salir de las trampas del populismo. Trampas que llevan a un discurso
que, pretendiendo transversalidad, pierde de vista las desigualdades
sociales y la complejidad de una sociedad que políticamente es muy
plural, en la que no se va a dar esa confluencia de todos los que
quieren cambio social en una fuerza política omniabarcante que dé lugar a
ciertas confusiones en torno al pueblo que convoca.
¿Sobrevivirá la democracia, tal y como la conocemos?
Nos va la vida en ello. Pero no solo en que sobreviva a
duras penas, sino en ganar las condiciones para una democracia digna,
que incluso merezca ese nombre. Con un gobierno en el que los ciudadanos
participemos activamente en todo aquello que nos afecta, con capacidad
para decidir y deliberar y encauzar el futuro colectivo de las personas.
Si no logramos eso, podemos vernos en una situación catastrófica. El
poder económico y el capital tienden al monopolio, y lo único que lo
puede frenar es una democracia de verdad. Como insisto en el libro, hay
que salir de este contexto cínico donde nos hacen tragar con todo. Y
resistir: no estamos dispuestos a tragar con nada que no corresponda a
principios de dignidad, de libertad, justicia e igualdades. Ahí es donde
la ciudadanía tiene que hacer valer sus derechos y su empuje, y así
salvar la democracia y a nosotros mismos.
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OTRA COSA: Lo de Venezuela es un intento de golpe de estado con sicarios asesinos pagados por la CIA y alguna calderilla del PP le caerá también
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OTRA COSA: Lo de Venezuela es un intento de golpe de estado con sicarios asesinos pagados por la CIA y alguna calderilla del PP le caerá también
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