Yemen es hoy un país destruido. Por allí no ha pasado ningún huracán Irma, sino las bombas de Arabia Saudí.
El reino wahabí dispara desde el cielo y desde la tierra contra
familias desarmadas. Solo en lo que va de 2017 han muerto más de 200
niños. La mayoría resultaron despedazados por los proyectiles que caían
sin piedad.
Las cifras son impactantes, aunque no lo suficientes para impedir que determinadas empresas sigan haciendo negocios con los amos de la guerra, si es que puede llamarse guerra a un enfrentamiento tan cruel como desigual. Entre las firmas que lucran con esta masacre hay algunas de label vasco.
Mientras el astillero La Naval o la papelera CEL se ven abocadas al fracaso, cerca de 100 empresas dedicadas al negocio militar siguen facturando millones. Para ellas no hay crisis porque siempre hay clientes: si algo no se reduce en este mundo son los gastos destinados a armamento. Aquí no hay crisis ni miramientos de ningún tipo. Dicho de otra manera, no importa para qué quieres un tanque. Lo importante, lo prioritario, es que pagues por tu tanque.
“Aunque nuestra ‘autoignorancia consentida’ nos permita ser inconscientes de ello, hoy en día en Hego Euskal Herria (País Vasco sur) existen varios miles de trabajadores que se dedican a fabricar armamento, sector del que casi tres cuartas partes de su producción se dedican a la exportación, también a países en conflicto (Arabia Saudí, Turquía, Israel, Egipto...)”, señala el colectivo Gasteizkoak en el libro Estas guerras son muy nuestras, editado por Txalaparta.
Precisamente, en el listado elaborado por este grupo antimilitarista figuran algunas de las empresas más poderosas del sector militar en España. Una de ellas se llama actualmente Oesía, pero hasta hace unos años era conocida por su nombre fundacional, IT Deusto. Según consta en su propia página web, Arabia Saudí es uno de los países donde esta compañía desarrolla “proyectos”.
Los investigadores del Centro Delàs de Estudios por la Paz y la Ong SETEM explicaron en un reciente informe cuáles son algunas de sus actividades en aquel reino absolutista. “Oesia desarrolla tecnología aplicada al sector militar, como los sensores de búsqueda y seguimiento por infrarrojos necesarios para la búsqueda y detección automática de blancos; un sistema que ya está totalmente operativo en el avión de combate europeo Typhoon, utilizado por las fuerzas aéreas británicas, alemanas, italianas, españolas y austríacas. El ejército de Arabia Saudí ha adquirido 76 de estos aviones de guerra, que muy probablemente están siendo utilizados en la ofensiva bélica saudí en territorio yemení”, señalaron.
En 2014, Enrique Sendagorta fue galardonado por el Rey Juan Carlos I con el Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial. Nada es casualidad: si alguien ha ayudado –y sigue ayudando– a las empresas de la industria militar a encontrar jugosos negocios es la Casa Real. De hecho, la empresa fundada por este devoto del Opus Dei formó parte de la comitiva que acompañó al Rey Felipe VI en la visita oficial que realizó a Arabia Saudí a comienzos de año.
Asimismo, varios colectivos sociales y ecologistas de Bizkaia denunciaron en abril pasado que Sener “tiene compromisos de colaboración con la empresa israelí de armamento ‘Israel Aircraft Industries LTD’ para el diseño de ‘nuevos materiales aeronáuticos’ por valor de 5 millones de euros a través del programa VULCAN”. Aseguraron además que la colaboración se extendía también a la empresa militar Rafael, “para la cual ha diseñado los sensores que van en los aviones militares israelís, los cuales sirven para localizar y focalizar el objetivo a bombardear”.
En su catálogo de productos figuran los carros de combate, cañones y blindados en general, mientras que entre sus clientes más golosos está nada más y nada menos que el ejército de Estados Unidos de América. Gracias a los avances tecnológicos de SAPA, los carros con bandera americana podrán moverse más rápido a la hora de golpear a alguno de sus objetivos en cualquier parte del planeta.
En el consejo de directivo de esta compañía se encuentra uno de los aficionados más famosos de la Real Sociedad: nada más y nada menos que su presidente, Jokin Aperribay. “Es un detalle que no siempre se cuenta”, señala a El Salto Antonio Escalante, integrante del colectivo antimilitarista alavés Gasteizkoak. En el trabajo publicado por este grupo se añade otro aspecto interesante: por el consejo de SAPA también pasó el exministro de Defensa del gobierno del PP, Pedro Morenés, tan vasco como Aperribay. Otro de sus consejeros fue el histórico dirigente del PNV Ramón Labayen (fallecido en 2013), quien llegó a ocupar el cargo de alcalde de Donostia. En SAPA lo conocían por sus actividades de asesor militar.
Además de acceder a millonarios contratos, las firmas del sector militar vasco también han conseguido importantes subvenciones por parte de las administraciones públicas. Uno de los ejemplos más llamativos se registró hace ahora diez años, cuando se aprobó una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) en la que el Gobierno Vasco se comprometía a no colaborar de ninguna forma con “aquellas personas físicas o jurídicas dedicadas a la producción, comercialización y financiación de armas”. “Ese texto se aprobó el 28 de diciembre de 2007. Ocho días después, el Boletín Oficial del País Vasco recogía una subvención de tres millones de euros a SAPA”, recuerda Escalante.
La cosa no acaba ahí. Hace pocos días, el lehendakari Iñigo Urkullu negó en una entrevista radiofónica que exista un negocio armamentístico en Euskadi, e incluso intentó reducirlo a la “industria de armas de caza”. Tras repasar por enésima vez los nombres de distintas compañías vascas, Escalante aún no puede dar crédito a las palabras del mandatario. “¿Cómo puede decir eso cuando existen al menos cien empresas ligadas directamente a la industria militar?”, se preguntó. La respuesta nunca llegará.
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OTRA COSA: En 24 horas... el Tribunal Supremo confirma la absolución del grupo nazi de Valencia en cuyo registro se intervinieron varias pistolas y un lanzagranadas...
Las cifras son impactantes, aunque no lo suficientes para impedir que determinadas empresas sigan haciendo negocios con los amos de la guerra, si es que puede llamarse guerra a un enfrentamiento tan cruel como desigual. Entre las firmas que lucran con esta masacre hay algunas de label vasco.
Mientras el astillero La Naval o la papelera CEL se ven abocadas al fracaso, cerca de 100 empresas dedicadas al negocio militar siguen facturando millones. Para ellas no hay crisis porque siempre hay clientes: si algo no se reduce en este mundo son los gastos destinados a armamento. Aquí no hay crisis ni miramientos de ningún tipo. Dicho de otra manera, no importa para qué quieres un tanque. Lo importante, lo prioritario, es que pagues por tu tanque.
“Aunque nuestra ‘autoignorancia consentida’ nos permita ser inconscientes de ello, hoy en día en Hego Euskal Herria (País Vasco sur) existen varios miles de trabajadores que se dedican a fabricar armamento, sector del que casi tres cuartas partes de su producción se dedican a la exportación, también a países en conflicto (Arabia Saudí, Turquía, Israel, Egipto...)”, señala el colectivo Gasteizkoak en el libro Estas guerras son muy nuestras, editado por Txalaparta.
Precisamente, en el listado elaborado por este grupo antimilitarista figuran algunas de las empresas más poderosas del sector militar en España. Una de ellas se llama actualmente Oesía, pero hasta hace unos años era conocida por su nombre fundacional, IT Deusto. Según consta en su propia página web, Arabia Saudí es uno de los países donde esta compañía desarrolla “proyectos”.
Los investigadores del Centro Delàs de Estudios por la Paz y la Ong SETEM explicaron en un reciente informe cuáles son algunas de sus actividades en aquel reino absolutista. “Oesia desarrolla tecnología aplicada al sector militar, como los sensores de búsqueda y seguimiento por infrarrojos necesarios para la búsqueda y detección automática de blancos; un sistema que ya está totalmente operativo en el avión de combate europeo Typhoon, utilizado por las fuerzas aéreas británicas, alemanas, italianas, españolas y austríacas. El ejército de Arabia Saudí ha adquirido 76 de estos aviones de guerra, que muy probablemente están siendo utilizados en la ofensiva bélica saudí en territorio yemení”, señalaron.
Amigo del Rey
En ese mismo informe figura el nombre de SENER, la empresa de fabricación militar fundada por el millonario empresario del Opus Dei Enrique Sendagorta. Sus oficinas están en el número 56 de la Avenida de Zugazarte de Getxo, una zona donde vive gente muy acaudalada. Con más de 60 años a sus espaldas, esta compañía ofrece una variada gama de servicios en materia de “ingeniería y construcción”. Aunque no lo publicite en su página web, se trata de la “empresa de referencia en España en sistemas de misiles y está especializada en aplicaciones de ISR (Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento)”, subraya el estudio del Centro Delàs de Estudios por la Paz y SETEM.En 2014, Enrique Sendagorta fue galardonado por el Rey Juan Carlos I con el Premio Reino de España a la Trayectoria Empresarial. Nada es casualidad: si alguien ha ayudado –y sigue ayudando– a las empresas de la industria militar a encontrar jugosos negocios es la Casa Real. De hecho, la empresa fundada por este devoto del Opus Dei formó parte de la comitiva que acompañó al Rey Felipe VI en la visita oficial que realizó a Arabia Saudí a comienzos de año.
Asimismo, varios colectivos sociales y ecologistas de Bizkaia denunciaron en abril pasado que Sener “tiene compromisos de colaboración con la empresa israelí de armamento ‘Israel Aircraft Industries LTD’ para el diseño de ‘nuevos materiales aeronáuticos’ por valor de 5 millones de euros a través del programa VULCAN”. Aseguraron además que la colaboración se extendía también a la empresa militar Rafael, “para la cual ha diseñado los sensores que van en los aviones militares israelís, los cuales sirven para localizar y focalizar el objetivo a bombardear”.
De la Real a las armas
Otro de los gigantes del País Vasco que hace negocios con la guerra es SAPA Plasencia. Se trata de una empresa dedicada principalmente a la producción militar, lo que le reporta millonarios contratos. Según distintos informes, se trata de la sexta compañía a nivel estatal en el subsector de “armamento”.En su catálogo de productos figuran los carros de combate, cañones y blindados en general, mientras que entre sus clientes más golosos está nada más y nada menos que el ejército de Estados Unidos de América. Gracias a los avances tecnológicos de SAPA, los carros con bandera americana podrán moverse más rápido a la hora de golpear a alguno de sus objetivos en cualquier parte del planeta.
En el consejo de directivo de esta compañía se encuentra uno de los aficionados más famosos de la Real Sociedad: nada más y nada menos que su presidente, Jokin Aperribay. “Es un detalle que no siempre se cuenta”, señala a El Salto Antonio Escalante, integrante del colectivo antimilitarista alavés Gasteizkoak. En el trabajo publicado por este grupo se añade otro aspecto interesante: por el consejo de SAPA también pasó el exministro de Defensa del gobierno del PP, Pedro Morenés, tan vasco como Aperribay. Otro de sus consejeros fue el histórico dirigente del PNV Ramón Labayen (fallecido en 2013), quien llegó a ocupar el cargo de alcalde de Donostia. En SAPA lo conocían por sus actividades de asesor militar.
Los contratos de Morenés
Según Gasteizkoak, durante el periodo de Morenés al frente de Defensa se firmaron grandiosos contratos con empresas vascas. Uno de ellos fue el suscrito con SAPA en 2015 para la “producción del motor propulsor y generación de energía para los sistemas embarcables de los vehículos 8X874”. De acuerdo al trabajo realizado por el grupo antimilitarista alavés, aquel negocio le reportó a la compañía 28 millones de euros. Otra de las empresas beneficiadas fue Sener, que consiguió una adjudicación 21 millones de euros para la “modernización de los helicópteros Augusta Bell 212 de la Armada española”.Además de acceder a millonarios contratos, las firmas del sector militar vasco también han conseguido importantes subvenciones por parte de las administraciones públicas. Uno de los ejemplos más llamativos se registró hace ahora diez años, cuando se aprobó una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) en la que el Gobierno Vasco se comprometía a no colaborar de ninguna forma con “aquellas personas físicas o jurídicas dedicadas a la producción, comercialización y financiación de armas”. “Ese texto se aprobó el 28 de diciembre de 2007. Ocho días después, el Boletín Oficial del País Vasco recogía una subvención de tres millones de euros a SAPA”, recuerda Escalante.
La cosa no acaba ahí. Hace pocos días, el lehendakari Iñigo Urkullu negó en una entrevista radiofónica que exista un negocio armamentístico en Euskadi, e incluso intentó reducirlo a la “industria de armas de caza”. Tras repasar por enésima vez los nombres de distintas compañías vascas, Escalante aún no puede dar crédito a las palabras del mandatario. “¿Cómo puede decir eso cuando existen al menos cien empresas ligadas directamente a la industria militar?”, se preguntó. La respuesta nunca llegará.
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OTRA COSA: En 24 horas... el Tribunal Supremo confirma la absolución del grupo nazi de Valencia en cuyo registro se intervinieron varias pistolas y un lanzagranadas...
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